Unos pocos movimientos de lápiz compuesto bastan para hacer emerger de un papel blanco la vela desplegada de una barca. Se perciben el viento y el vaivén de las olas en la orilla a partir de unos espontáneos trazos. Es la esencia del arte del dibujo, unas sencillas líneas que se unen para sintetizar y dar forma a los objetos, a las figuras humanas, a los interiores y a los paisajes marinos y rurales. El dibujo es el punto de partida del proceso creativo del pintor, que resultará en un colorido lienzo. Es el estudio de las formas, las luces y los espacios, o es, meramente, un pasatiempo durante la espera en la mesa de un café.
Joaquín Sorolla dibujando. Foto: Midjourney/Juan Castroviejo.
Los cerca de nueve mil dibujos realizados por Joaquín Sorolla (4.985 de ellos conservados actualmente en el Museo Sorolla de Madrid) constituyen una parte importantísima de su legado artístico. Su ingente cantidad evidencia su prolífico trabajo, así como la inquietud y necesidad constante de dibujar que sintió a lo largo de toda su vida. A través de ellos se desvelan íntimas escenas hogareñas y familiares, quedan detenidos en el tiempo diversidad de paisajes marinos, rurales y urbanos de su época, se puede imaginar el barullo de los cafés que frecuentó; pero, sobre todo, los dibujos de Sorolla nos hablan de su cuidada formación académica, de su dominio técnico, de su capacidad para la observación, del intenso trabajo preparatorio y la dedicación que se esconden detrás de cada cuadro.
El amor por la línea
Joaquín Sorolla aprendió a dibujar tras ingresar a los trece años —en 1876— en las Escuelas de Artesanos de Valencia, gracias a las clases que le impartía su director, el también valenciano y escultor Cayetano Capuz. Dos años más tarde, en 1878, comenzó a estudiar en la escuela de la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde se acrecentó su apreciación del dibujo como base de la educación artística. Su formación se completó con el viaje a Roma becado por la Diputación de Valencia en 1885. Allí estuvo durante cuatro años, relacionándose con artistas como José Villegas o Emilio Sala. Su tutor fue el pintor español Francisco Pradilla, de quien Sorolla afirmó haber aprendido el amor por la belleza de la línea, una línea que utilizaría de manera comedida y eficaz en sus bocetos más espontáneos.
Los dibujos de esta etapa en Italia son también delicados y detallistas, y manifiestan todavía una referencia evidente a los modelos clásicos. En Asís, siguiendo la costumbre de muchos otros artistas en su etapa formativa italiana, realizará todo tipo de estudios costumbristas como el de la Contadina de Asís (1888), un retrato de una paisana realizado en aguada, carboncillo y clarión sobre cartón en el que se pueden apreciar elementos que serán seña de identidad de la obra de Sorolla, como los efectos lumínicos, que captan la mirada del espectador en puntos concretos como el arete que lleva la joven, el lazo en el cabello o los matices más blancos en los pliegues de la blusa.
Contadina de Asís (1888), aguada, carboncillo y clarión sobre cartón. Foto: Museo Sorolla.
Se advierte ya la destreza de Joaquín Sorolla para la retratística, que le permitirá trabajar a lo largo de su vida para los círculos sociales más distinguidos. Los estudios preparatorios para los retratos sobresalen también en la colección de dibujos del valenciano, entre los que podemos destacar un dibujo previo para el Retrato de la reina Eugenia Victoria (1907). En él podemos ver otra vez el uso del blanco para aportar luz y textura a ciertos elementos y tejidos. En esta ocasión, no obstante, el esbozo de la falda muestra un trazo más rápido y espontáneo. De este modo, Sorolla se centra en aquellos aspectos más complejos y que precisan de mayor detalle, como el rostro y la mantilla. Este dibujo, por otra parte, es una muestra de su gusto por los maestros españoles —especialmente, en lo que respecta a sus retratos— Goya y Velázquez. De hecho, durante los viajes que hizo a la capital, dedicó parte de su tiempo a copiar obras en el Museo del Prado, entre ellas unas cabezas de Velázquez a finales de la década de 1880.
Retrato de la reina Eugenia Victoria con mantilla (1907), carboncillo y clarión sobre papel. Foto: Museo Sorolla.
Dibujar la intimidad
Pero, sin duda, los dibujos más personales que Sorolla dedica a la figura humana serán aquellos en los que retrata la vida familiar. Su mujer, Clotilde García, y sus hijos, Joaquín, Elena y María, fueron protagonistas de escenas abocetadas en numerosas ocasiones. Vemos, por ejemplo, la imagen de Clotilde a carboncillo recostada en el suelo y, junto a ella, sentado, su hijo Joaquín. El perfecto y pronunciado escorzo de la figura femenina es una muestra más de la destreza de Sorolla para el dibujo, así como de lo aprendido en su formación académica. Finalmente, unas sencillas líneas sugieren una alfombra rectangular y la parte baja de una silla, dotando de profundidad al espacio y enmarcando a la vez la escena en una estancia del interior del hogar. El resultado es una imagen instantánea que capta la ternura del momento entre madre e hijo.
Clotilde con su hijo (hacia 1891-1892), carboncillo sobre papel. Foto: Museo Sorolla.
En múltiples ocasiones Sorolla aprovecha el papel utilizando ambas caras; en el caso de este dibujo de Clotilde y Joaquín, se puede observar en el reverso a otro niño dibujado de espaldas. Además de las representaciones de su propia familia, son muchas las veces que el artista valenciano realiza maternidades, apuntes de niños mamando y una gran variedad de niños y muchachos en actitudes cotidianas (desnudos, vistiéndose, bañándose, jugando en la playa, etc.), generalmente bocetos preparatorios para obras posteriores. Destacan entre ellos algunos dibujos cuyo encuadre en primeros planos denota una cierta influencia fotográfica, que representan anatomías incompletas que se salen fuera del campo de visión; de hecho, el pintor valenciano había pasado un tiempo durante su juventud como ayudante en el estudio fotográfico de Antonio García Peris, su suegro. Un ejemplo es el dibujo Saliendo del baño, datado entre 1899 y 1902, que estuvo colgado en la pared de la habitación de Sorolla y Clotilde, tal y como revelan unas fotografías de su casa tomadas en la década de 1910.
Otras escenas costumbristas, reflejo de las temáticas propias de la pintura de su tiempo, son frecuentes en su pintura y también entre sus dibujos. Escenas de pescadores, mujeres remendando redes, bueyes tirando de barcas o señoras cosiendo, entre otras muchas, hablan de su sensibilidad a la hora de exaltar las labores de las clases populares valencianas.
Espontaneidad
Se conservan conjuntos de bocetos preparatorios para un mismo cuadro, como es el caso del lienzo Comiendo en la barca (1898), hoy en Madrid en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El Museo Sorolla custodia varios dibujos previos al cuadro, que permiten reconocer distintos momentos del proceso de trabajo antes de llegar a la composición final. Cada uno de ellos propone composiciones diferentes que captan la espontaneidad de la escena, siempre viva y dinámica; pero, sobre todo, cada uno está realizado con un cometido distinto, el estudio de aspectos concretos que serán unificados posteriormente en el lienzo definitivo.
Dibujo preparatorio para Comiendo en la barca (1898), carboncillo sobre papel. Foto: Museo Sorolla.
Esa capacidad de Joaquín Sorolla para la captación naturalista de los gestos espontáneos, la expresividad de las figuras a partir de unas pocas líneas y la representación de momentos cotidianos se pone de manifiesto igualmente en los dibujos que realiza en Estados Unidos. El pintor valenciano viajó a Chicago en 1911 con motivo de una exposición sobre su obra en el Art Institute of Chicago. Allí ocupó parte de su tiempo retratando escenas de sociedad, apuntadas con trazo inmediato en todo tipo de soportes, como los reversos de las cartulinas de menú de los restaurantes y cafés.
En su mayoría se trata de dibujos realizados a lápiz en los que introduce frecuentemente ciertos toques de color, como puede apreciarse en algunos detalles en lápiz azul o rojo para destacar flores, decoraciones de pamelas y otros elementos de las vestimentas de los personajes, el mobiliario o el destello de una lámpara. El juego de distintos tonos de grises termina de crear la profundidad necesaria a través del uso del tramado para dotar de volumen a las figuras. Los contornos son generados por los propios rayados del lápiz, reduciendo el protagonismo de la línea para la configuración de la forma que dominaba en sus primeros años. El resultado es un dibujo ágil y moderno en el que, pese a la rapidez de ejecución, se sigue apreciando el dominio y la originalidad compositivas, así como la habilidad, casi fotográfica, de capturar un momento determinado. Parece poder escucharse el murmullo de las conversaciones o el tintineo de las tazas de café en el espacio de estos dibujos que desprenden vitalidad y dinamismo.
Dibujo del conjunto Escenas de café (Estados Unidos, 1911), hoja de menú de restaurante reaprovechada y lápiz compuesto negro, azul y rojo. Foto: Museo Sorolla.
Al otro lado del charco
Numerosos son también los dibujos que forman parte de los estudios y bocetos para Visión de España, los paneles decorativos que Sorolla lleva a cabo para la biblioteca de la Hispanic Society of America entre 1911 y 1919. Durante dicho período el artista cargó sus rollos de papel por toda España y Portugal, esbozando del natural los aspectos que más llamaban su atención de las diferentes regiones. Realizó una numerosa cantidad de dibujos, lienzos preparatorios, bocetos y apuntes directos de paisajes, arquitecturas, personajes y costumbres populares, prestando atención especial en ellos a los elementos de la indumentaria tradicional, por el carácter etnográfico del encargo.
Así, se detiene en la plasmación de la idiosincrasia de las regiones españolas a través de sus trajes, mantillas, etc. Al igual que en otros estudios preparatorios, acostumbra a incluir todo tipo de anotaciones para no dejar de lado ningún detalle que pueda serle de utilidad en la composición final de la obra. En un ejemplo vemos abocetados a tres gallegos, en los que se trazan unas pocas líneas para sugerir la textura de los tejidos y se señalan a color algunas prendas significativas de la indumentaria.
Tres gallegos, dibujo preparatorio para Galicia. La romería (1915), lápiz compuesto negro y rojo sobre papel. Foto: Museo Sorolla.
Dibujos de estancias
Cabe destacar otra serie de dibujos realizada por Joaquín Sorolla, la que representa sus ideas de diseño y decoración para su casa-taller en Madrid, que hoy alberga el Museo Sorolla. Se trata de un conjunto de ochenta y cuatro dibujos, realizados en su mayoría en torno al año 1911 (momento de construcción del edificio), que ilustran las aportaciones que efectuó a la propuesta arquitectónica, en manos de Enrique María Repullés y Vargas. El valenciano dibujó planos y alzados arquitectónicos de diferentes partes de la casa: las fachadas, el patio, los jardines etc., casi todos al carboncillo y aprovechando tanto el anverso como el reverso del papel. Pero también llevó a cabo diseños de decoración interior de las diferentes estancias: un dibujo muestra un estudio de guirnaldas decorativas a base de hojas y frutas para el interior del comedor, en otro se distingue el frente de una chimenea con un espejo, en otro unas cortinas y muebles con estantes… Y, por supuesto, los proyectos para los jardines, con dibujos plagados de setos rectangulares, una alberca, una fuente, un estanque, etc. Esta serie de dibujos permite reconocer las distintas fases por las que pasó el proyecto de construcción y decoración de la casa, ya que en muchos de ellos se presentan diseños posteriormente modificados y que no se corresponden con el resultado final del edificio.
Este breve recorrido por los dibujos de Joaquín Sorolla ha evidenciado los múltiples estilos y técnicas que practicó el artista valenciano a lo largo de su vida: desde el delineado académico más tradicional a la composición a base de figuras sombreadas en diferentes tonos de grises con el carboncillo o el tramado a lápiz, así como la magistral creación de formas a partir de unas pocas líneas esenciales. Todo ello sumado a los numerosos bocetos que realizó a color mediante la acuarela.
Apunte de mano y autorretrato de Velázquez (1887-1890), pluma negra sobre papel. Foto: Museo Sorolla.
Joaquín Sorolla demuestra, a través de su legado, su placer por el dibujo y el detallismo en el proceso de preparación de sus obras. Todos sus bocetos y apuntes son testimonios del cuidado que el artista ponía en cada una de las etapas del proceso creativo, en el estudio de la figura humana y el retrato, en la investigación de diferentes ángulos y puntos de vista de las escenas. Aunque Sorolla dibujó también muchos paisajes y escenas arquitectónicas tanto en Valencia como durante sus viajes por España, sobresale su capacidad para crear ambientes a través de unas pocas líneas; trazos alusivos al horizonte, sombreados a carboncillo y otros pequeños detalles son suficientes para representar el espacio en el que los hombres y las mujeres, los pescadores, los niños, los bueyes o las barcas son los verdaderos protagonistas.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-07-21 04:30:00
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