Menú Cerrar

La contribución de Fermina Orduña a la innovación en España

La contribución de Fermina Orduña a la innovación en España

El nombre de Fermina Orduña ocupa en la historia de la innovación española un lugar destacado por un logro excepcional: en 1865, se convirtió en la primera mujer en España en registrar una patente. Este hecho es aún más significativo si se considera el contexto social del siglo XIX, cuando las mujeres se venían obligadas a enfrentarse a numerosas restricciones legales y culturales que limitaban su participación en la ciencia, la tecnología y el ámbito empresarial. Sin embargo, Fermina desafió las normas de su tiempo, mostrando una visión innovadora y una voluntad emprendedora que aún hoy merece ser reconocida.

El invento de Fermina, un carruaje diseñado para transportar animales lecheros y mejorar la distribución higiénica de la leche en las ciudades, reflejaba tanto una preocupación por la salud pública como un ingenio notable para resolver problemas prácticos de la vida cotidiana. Su legado resalta la importancia de las contribuciones femeninas a la tecnología, a menudo invisibilizadas, e invita a reflexionar sobre las barreras que muchas mujeres tuvieron que superar para dejar su huella en la historia. Este artículo presenta la figura de Fermina Orduña, su innovador invento y su trascendencia en la lucha por el reconocimiento de las mujeres en la ciencia y la industria.

El contexto histórico: España en el siglo XIX

El siglo XIX fue una época de profundos cambios sociales y tecnológicos en España. La Revolución Industrial empezaba a transformar el panorama económico, con avances que afectaban tanto a las ciudades como al campo. Sin embargo, el acceso a estos nuevos horizontes de innovación y emprendimiento no era igual para todos. Las mujeres, en particular, se enfrentaban a fuertes restricciones legales, sociales y culturales que las mantenían al margen de la vida pública, relegándolas a tareas domésticas y roles tradicionales. A pesar de estos obstáculos, algunas mujeres visionarias lograron destacar, como es el caso de Fermina Orduña, quien se convirtió en un ejemplo de determinación y creatividad en un tiempo en el que su aportación era vista como algo inusual.

En este contexto, las patentes —conocidas entonces como «privilegios de invención«— empezaron a regularse en España a través de una normativa que buscaba proteger los derechos de los inventores. Sin embargo, el acceso a este sistema era prácticamente exclusivo de los hombres, quienes monopolizaban las áreas de la ciencia, la tecnología y la industria. Para una mujer, registrar una patente era un desafío no solo administrativo, sino también cultural: era necesario romper con la percepción de que el desarrollo tecnológico era terreno exclusivo de los varones. Fermina Orduña logró superar esas barreras, dejando un testimonio que nos invita a reconsiderar el papel de las mujeres en los avances de su tiempo.

Por otra parte, en aquel entonces, la sociedad se veía envuelta en problemas importantes en cuanto a la salud pública, especialmente en las ciudades. Las condiciones higiénicas de productos como la leche eran precarias, lo que incrementaba el riesgo de enfermedades entre la población. La pasteurización aún no se había generalizado, y el transporte de alimentos era rudimentario e ineficiente. En este contexto de necesidad y oportunidad, el invento de Fermina Orduña no solo abordaba un problema práctico, sino que también reflejaba su compromiso con la mejora de las condiciones de vida de su comunidad.

En época de Fermina Orduña, las condiciones higiénicas de productos como la leche eran precarias. Fuente: Midjourney / Eugenio Fdz.

Fermina Orduña y su patente revolucionaria

En abril de 1865, Fermina Orduña presentó y obtuvo un «privilegio de invención», lo que hoy conocemos como patente, para un innovador carruaje diseñado con el objetivo de transportar de manera higiénica burras, vacas y cabras lecheras. Fue registrado con el número 4006. Su invento, denominado oficialmente como «Carruaje para caballerizas para la conducción higiénica de las burras, vacas o cabras de leche para la expedición pública«, respondía a un problema urgente en la sociedad de la época: la distribución segura y saludable de leche fresca en las ciudades. Este medio de transporte permitía llevar los animales lecheros hasta los puntos de venta, donde podían ser ordeñados al momento, garantizando un producto fresco y en mejores condiciones higiénicas.

El carruaje de Fermina era algo más que un medio de transporte: se trataba de una solución integral a varios problemas relacionados con la distribución de leche. Contaba con un sistema para alimentar a los animales durante el trayecto, además de incluir un ordeñador mecánico y una caldera para mantener la leche a una temperatura adecuada. Estos elementos, cuidadosamente diseñados, buscaban garantizar que el producto llegara al consumidor final en las mejores condiciones posibles, algo especialmente relevante en una época en la que aún no se había popularizado la pasteurización. Este enfoque, que combinaba innovación técnica con atención a la salud pública, destacaba por su modernidad y practicidad.

Efectivamente, el impacto de su invento iba más allá de la mejora en la calidad de la leche. El carruaje también facilitaba la vida de los comerciantes que distribuían este producto y ofrecía una solución más eficiente para cubrir las demandas urbanas. En una época donde las infraestructuras para el transporte de alimentos eran rudimentarias, esta invención era un paso adelante en la modernización del comercio de productos frescos. Por último, respondía a una preocupación creciente por la higiene, un tema que comenzaba a cobrar importancia en las sociedades urbanas europeas.

El hecho de que Fermina Orduña desarrollara y registrara un invento tan completo y funcional demuestra no solo su ingenio, sino también su capacidad para identificar necesidades y ofrecer soluciones efectivas. Esto la posiciona como una mujer excepcionalmente adelantada a su tiempo, capaz de desafiar tanto los retos técnicos como los prejuicios sociales que intentaban limitar la participación femenina en campos como la tecnología y el emprendimiento.

Carruaje de Fermina Orduña

Descripción del Carruaje de Fermina Orduña

El carruaje, cerrado y tirado por caballos, estaba equipado con diversos elementos diseñados cuidadosamente para el bienestar del ganado y la eficiencia del proceso. En su interior, una pesebrera abastecía a los animales con pienso seco de alta calidad, evitando que ingirieran pastos que pudieran perjudicar su salud o su capacidad de lactancia. El diseño incluía ventanas para la ventilación, una puerta con rampa para facilitar la entrada y salida de los animales, y un cabriolé donde se situaba el cochero que guiaba el vehículo. Estas características aseguraban que el transporte se realizara de manera cómoda tanto para los animales como para los operadores.

Una de las innovaciones más destacadas era el sistema llamado “calori-lácteo”, un recipiente de agua caliente que permitía mantener la leche recién ordeñada a una temperatura similar a la del ordeño natural durante aproximadamente veinte minutos. Este mecanismo aseguraba que el producto llegara fresco al consumidor, evitando los problemas derivados de los cambios de temperatura. La caldera para generar agua caliente estaba instalada directamente en el carruaje, aunque en épocas más cálidas podía sustituirse el agua caliente por materiales aislantes como corcho para mantener la leche en condiciones óptimas.

El carruaje también estaba equipado con una campana que anunciaba su llegada a los vecinos, similar a los servicios itinerantes de la época. Una vez en el punto de destino, los animales eran ordeñados directamente y la leche se recogía en vasos de cristal herméticos, que luego se entregaban al cliente. Para mayor comodidad y sostenibilidad, los vasos se reutilizaban: los consumidores devolvían el recipiente del día anterior al recibir el nuevo.

¿Fue realmente la primera inventora española?

Aunque Fermina Orduña es reconocida oficialmente como la primera mujer española en registrar una patente, cabe preguntarse si fue realmente la primera inventora del país. La historia sugiere que probablemente no. Desde tiempos antiguos, las mujeres han creado soluciones ingeniosas para problemas cotidianos, especialmente en el ámbito doméstico, agrícola o artesanal, pero la falta de acceso a la educación formal y a los mecanismos legales para proteger sus ideas impedía que estas innovaciones trascendieran. Es probable que muchas mujeres antes de Fermina inventaran herramientas, técnicas o métodos útiles que nunca se documentaron o que, incluso si se registraron, quedaron atribuidos a hombres debido a las normas de género de la época.

En este sentido, Fermina Orduña es más un símbolo que una excepción. Representa a todas esas mujeres cuyos nombres y logros se perdieron en el tiempo, invisibilizados por un sistema que no valoraba sus aportaciones. Reconocerla como la primera en registrar una patente es un punto de partida para rescatar la historia de la innovación femenina en España, devolviendo a las mujeres inventoras el lugar que siempre les correspondió.

Es probable que muchas mujeres antes de Fermina inventaran herramientas, técnicas o métodos útiles que nunca se documentaron. Fuente: Midjourney / Eugenio Fdz.

La primera mujer en España en registrar una patente no fue española: Francisca Jaquinet

Antes de que Fermina Orduña marcara un hito como la primera mujer española en patentar una invención propia en 1865, ya existía un precedente en los registros de patentes femeninas en España. En 1826, el privilegio de invención de una “Máquina de chimenea económica” fue otorgado a Francisca Jaquinet. Sin embargo, el caso de Jaquinet es peculiar: aunque la patente figura a su nombre, se especifica que el invento fue desarrollado originalmente por su difunto marido, un ciudadano francés. Francisca, como su heredera, obtuvo la exclusividad para introducir el dispositivo en España durante cinco años.

La «Máquina de chimenea económica» era una suerte de estufa portátil diseñada para el uso doméstico, probablemente destinada a optimizar el consumo de combustible en los hogares. Aunque los detalles técnicos del invento son escasos, este ejemplo refleja la limitada capacidad de las mujeres de la época para ser reconocidas como creadoras originales, incluso cuando gestionaban la difusión de innovaciones tecnológicas. En este caso, Francisca actuó más como promotora o representante legal del invento de su esposo, lo que resalta las dificultades sociales y legales que enfrentaban las mujeres para ser reconocidas como inventoras por derecho propio.

Este episodio también ilustra cómo las patentes de invención en el siglo XIX comenzaban a regular el acceso exclusivo a nuevas tecnologías en España. Aunque la de Francisca Jaquinet es técnicamente el primer privilegio de invención registrado a nombre de una mujer en el país, es importante destacar que Fermina Orduña fue la primera española en proteger una tecnología desarrollada enteramente por ella misma. Su logro se sitúa en un contexto diferente: una mujer innovadora que no actuaba como heredera, sino como creadora y protagonista de su propio invento.

El caso de Jaquinet y otros ejemplos posteriores, como el lavadero mecánico de Elia Garci-Lara (1890) o las innovaciones ginecológicas de Concepción Aleixandre Ballester, reflejan la creciente pero todavía limitada presencia de mujeres en el ámbito de la invención durante el siglo XIX. Aunque sus contribuciones no fueron siempre reconocidas en igualdad de condiciones con las de los hombres, estas mujeres abrieron caminos importantes en diversos campos, desde la mejora de la vida doméstica hasta la medicina, marcando el inicio de una lenta pero constante incorporación de las mujeres al mundo de la tecnología y la ciencia.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-12-22 04:33:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Mi resumen de noticias

WhatsApp