La costumbre es la gran guía de la vida, según el filósofo David Hume

David Hume, uno de los más destacados filósofos del empirismo británico, propuso que la costumbre, más que la razón, es la guía de la vida. Para él, nuestra capacidad para hacer generalizaciones basadas en experiencias pasadas revela importantes limitaciones en nuestra comprensión del mundo y la base de nuestras creencias.

Según Hume, la costumbre es la gran guía de la vida porque a través de la repetición y la experiencia aprendemos y entendemos el mundo que nos rodea. Esta idea se encuentra en su obra fundamental ‘Tratado de la naturaleza humana’ y también en sus ‘Investigaciones sobre el entendimiento humano’.

Este filósofo argumenta que nuestra creencia en la causalidad (que un evento causa otro) no se basa en la razón ni en una conexión lógica observable entre los eventos. En lugar de eso, se basa en la costumbre. Hemos observado repetidamente que ciertos eventos siguen a otros, y de esta observación continua, formamos el hábito de esperar que estos eventos se sigan en el futuro.

Por tanto, nuestras expectativas sobre el mundo y nuestras creencias sobre cómo funcionarán las cosas en el futuro se forman a través de la costumbre. No tenemos una garantía lógica o racional de que el sol saldrá mañana, pero creemos que lo hará porque ha salido todos los días anteriores. Esta expectativa se basa en la costumbre, no en la certeza lógica.

En términos de comportamiento humano, Hume sugiere que nuestras acciones y normas sociales también se basan en la costumbre. Las normas y reglas morales a menudo no se derivan de principios racionales abstractos, sino de prácticas y hábitos desarrollados a lo largo del tiempo en nuestras comunidades.

Un desafío a la racionalidad

En concreto, Hume plantea que las cosas adquieren un cariz extraño cuando aplicamos su argumento a la inferencia inductiva. Esta inferencia es la habilidad de extrapolar patrones observados en el pasado para predecir el futuro. Por ejemplo, observamos el sol salir cada mañana y naturalmente inferimos que saldrá mañana también.

Sin embargo, Hume cuestiona si esta suposición está realmente justificada. Y es que, según su planteamiento, afirmar que el sol saldrá mañana no es un enunciado demostrativo, ya que la negación de este hecho no conlleva ninguna contradicción lógica. Además, tampoco puede ser considerado un enunciado probable, puesto que no tenemos experiencia de futuras salidas del sol.

Este mismo problema surge cuando aplicamos el análisis de Hume a la causalidad. El enunciado «el hecho A causa el hecho B» no puede ser lógicamente necesario ni empíricamente verificable. No podemos observar todos los hechos A para confirmar que siempre van seguidos de B.

Así, Hume argumenta que, dado que no hay una base racional para inferir causalidad de manera estricta, nuestras creencias en estas relaciones causales se basan simplemente en la «naturaleza humana». Nos habituamos a ver ciertos eventos juntos y esta repetición nos lleva a esperar que continúen juntos, lo que él denomina «conjunción constante».

La fe en el hábito

Aunque las inferencias inductivas no sean demostrables, Hume reconoce que siguen siendo útiles. No deja de ser razonable esperar que ocurra algo basándonos en la experiencia pasada. Así pues, a falta de una justificación racional para la inducción, el hábito se convierte en una guía práctica.

Sin embargo, el filósofo añade que este «hábito mental» debe aplicarse con cautela. Antes de inferir una relación de causa y efecto, debemos tener pruebas de que la sucesión de hechos ha sido invariable y que existe una conexión necesaria entre ellos.

Por ejemplo, podemos predecir razonablemente que un objeto caerá al suelo si lo soltamos, porque siempre ha sido así en el pasado y existe una relación evidente entre soltar el objeto y su caída. Sin embargo, si dos relojes suenan uno después del otro, no debemos inferir que el sonido de uno causa el sonido del otro sin una conexión evidente.

Un golpe al racionalismo

En efecto, la forma en que Hume aborda el problema de la inducción socava los supuestos del racionalismo y destaca el papel de la creencia y el hábito en nuestras vidas. Según él, las conclusiones basadas en creencias son «tan satisfactorias para la mente […] como las de tipo demostrativo».

Al decir esto, Hume presenta un argumento consistente contra el racionalismo, indicando que no es la razón, sino la creencia, guiada por el hábito, lo que está detrás de nuestras pretensiones de conocimiento.

Impacto filosófico

A pesar de ser una obra cumbre del empirismo británico, el ‘Tratado de la naturaleza humana’ de Hume fue inicialmente ignorado tras su publicación en 1739. Hume fue más conocido en su tiempo como autor de una «Historia de Gran Bretaña» que por sus teorías filosóficas.

No obstante, en Alemania, su teoría del conocimiento tuvo un impacto considerable. Immanuel Kant, uno de los más influyentes filósofos posteriores, reconoció que leer a Hume le hizo despertar de su «sueño dogmático».

La exposición de Hume sobre el problema de la inducción permaneció indiscutida durante mucho tiempo y resurgió en la obra de Karl Popper, quien utilizó la idea para argumentar que una teoría solo puede ser considerada científica si es falsable.

Referencias: