El 6 de abril de 1865, cuatro días después del sexagésimo aniversario del autor, se estrenó en el Teatro Real danés, con asistencia de la familia real, la obra romántica y cómica Da Spanierne var her (Cuando los españoles estaban aquí), compuesta por Hans Christian Andersen.
En ella se rememoraba la presencia en Dinamarca de las tropas españolas de la División del Norte que, al mando de Pedro Caro y Sureda, marqués de La Romana, fueron allí destacadas como aliadas de Napoleón entre marzo y agosto de 1808.
Andersen, un enamorado de España
Hans Christian Andersen es unánimemente reconocido como uno de los mayores escritores y poetas de su país. Nacido en Odense el 2 de abril de 1805, es universalmente famoso por sus cuentos para niños, como La sirenita, El soldadito de plomo o El patito feo.

Además de novelas, poesía y teatro, también fue autor de una autobiografía, publicada en 1855, y destacó asimismo por sus valiosos libros de viajes, en los que reflejó sus vivencias de diez años viajando por Europa. La llegada de los españoles a Dinamarca, cuando no tenía más de tres años, marcó de alguna manera su vida, como el mismo autor reconoce en su autobiografía:
“Se comentaba que los soldados franceses eran altaneros, los españoles, en cambio, bondadosos y amables; se tenían un profundo odio los unos a los otros; los pobrecillos españoles eran los que daban más lástima. Un día, un soldado español me cogió en brazos y me puso en los labios una medalla de plata que llevaba en el pecho desnudo. Mi madre se enfadó por ello –aquello olía a catolicismo, decía–. Pero a mí me gustaba aquella medalla y aun el mismo extranjero que me hacía saltar y me besaba llorando”.
En su obra es rastreable el hondo recuerdo que esas vivencias infantiles le produjeron. Se ha afirmado que el propio cuento El soldadito de plomo pudiera estar inspirado en aquellos soldados. Un soldado español es el protagonista de su poema de 1830 Soldaten (El soldado), y ya en 1835 había escrito un vodevil, Spanierne i Odense (Los españoles en Odense), que no llegó a estrenar, pero que adaptó en 1865 –cambiando el escenario a Middlefart– para la mencionada obra Cuando los españoles estaban aquí.

Sus anhelos por conocer España son continuos en su correspondencia, hasta que finalmente en 1862 un amigo benefactor le ayudó a cumplir su sueño y pudo conocer la tierra de aquellos soldados. Fruto de aquel periplo fue su libro Viaje por España, publicado en 1863, una bella obra en la que la incultura de aquella época e incluso el desconocimiento que de este autor se tenía en la España de entonces vienen endulzados por un profundo amor y una delicadeza desconocida en otros viajeros contemporáneos suyos.
La División del Norte
En marzo de 1808, la División del Norte, compuesta por 14.000 efectivos, llegó a Dinamarca encuadrada en un destacamento franco-belga al mando del mariscal Bernadotte para proteger al país de una invasión sueca que finalmente nunca llegó a producirse. Una vez acuartelados en las islas de Langeland Aröe y Thorseng, recibieron noticias de la renuncia de Fernando VII al trono y la entronización de José I Bonaparte.
Las tropas se negaron a jurar al nuevo monarca y, embarcadas en naves británicas, partieron de Dinamarca entre los días 18 y 20 de agosto, llegando a Santander el 10 de octubre. En Dinamarca quedaron, por no poder haber sido embarcados y por la actuación del general Kindelán, desarmados y prisioneros, 225 oficiales y 4.950 soldados.

Las tropas desembarcadas en España combatieron junto al general John Moore en Galicia, pasando posteriormente a Asturias. Encuadradas en el Ejército de la Izquierda, hicieron frente al ejército francés en Extremadura y Andalucía occidental hasta el que el 23 de enero de 1811, a la espera de acudir en socorro de Badajoz, murió Pedro Caro y Sureda en Cartaxo (Portugal), víctima de un ataque de disnea.
Los que habían sido hechos prisioneros en Dinamarca fueron trasladados a campos de concentración en Francia, donde permanecieron hasta que, bajo promesa de dirigirse a España, fueron encuadrados en la Grand Armèe y conducidos a Rusia a las órdenes del general Kindelán. El zar decretó que ningún español prisionero o desertor fuese considerado enemigo de Rusia, y formó con ellos en San Petersburgo el Regimiento Imperial Alejandro, integrado en la Guardia Imperial como escolta de la emperatriz madre.
Su bandera, conservada en el Museo del Ejército, porta la Cruz de San Andrés en rojo y en sus cuatro esquinas águilas imperiales rusas, y fue bordada por las emperatrices Isabel Alexseievna y María Feódorovna, esposa y madre del zar. En agosto de 1813, el regimiento fue embarcado en el puerto de Kronstadt, desembarcando en Santander. Hasta 1823 mantuvo su nombre, aunque fue cariñosamente conocido como el Regimiento Moscovita.
Una relación breve, pero intensa
Esta breve estancia de los soldados españoles dejó una profunda huella en las áreas rurales de Dinamarca donde fueron acantonados. La llegada de unos extranjeros vestidos de forma peculiar y con nada parecido a la compostura que se suponía propia de un soldado produjo en la población una ola de interés ante lo desconocido. Se comportaban de forma respetuosa e impresionaban a la población por arrodillarse ante la cruz, un símbolo en desuso en los países protestantes.
A los españoles les gustaba jugar con los niños, tocaban la guitarra, preferían el pan de trigo, asaban gallinas y aderezaban las ensaladas con aceite. Enseñaron a los daneses a liar y fumar el tabaco en cigarrillos. Aunque no hablasen ni danés ni alemán, no tenían complejos para intentar hacerse entender. Las chicas locales se enamoraban de ellos y, todavía a día de hoy, se afirma que los daneses con ojos castaños descienden de aquellos soldados españoles.

Fueron los primeros soldados extranjeros que no arrasaron el país. Vivían entre la población civil comportándose de forma familiar y agradecían los alimentos que se les daban, aunque no estuviesen acostumbrados a ellos. Para los habitantes de estos territorios, que no habían viajado ni tenido contacto con extranjeros, el impacto de su presencia fue considerable, a pesar de los lógicos problemas de comunicación.
El impacto fue igualmente significativo en la literatura romántica danesa, y muy especialmente en la producción de autores tan importantes como Steen Steensen Blicher o el citado Hans Christian Andersen. El interés por lo español creció a partir del segundo tercio de ese siglo, cuando fue muy común la representación de obras de dramaturgos españoles.
A pesar de que durante muchos años fueron tratados por la historiografía danesa como traidores y desertores, y se afirmaba asimismo que su mantenimiento había salido muy caro al erario danés, es muy difícil encontrar en los testimonios de la época un relato negativo sobre ellos, donde se les describe como alegres, educados y musicales.
De hecho, en los escritos de la época se cuenta su salida entre lágrimas y abrazos, quedando las ciudades vacías y muertas por su partida, y se dice que los soldados españoles correspondieron al afecto recibido regalando cruces, sillas de montar de los caballos que no pudieron embarcar o instrumentos de música.
Las hemerotecas muestran cómo, en 1908, se celebró en Dinamarca el centenario de su presencia y, asimismo, en 2008 se celebraron varias exposiciones y se publicaron libros sobre esta época, como la muestra realizada en el Museo de Holbæk, en la que se exhibían armas, dibujos, pinturas y ropas de la época, así como objetos de aquellos soldados que durante generaciones fueron guardados por las familias danesas.
El final de ‘Viaje por España’, de Andersen, fiel reflejo de estos recuerdos
“El mapa nos muestra a España como la cabeza de doña Europa; yo vi su preciosa cara y no la olvidaré nunca. Dansk y spansk riman y forman poesía, como la del recuerdo de mi infancia que asocia en mi mente a Dinamarca con los héroes españoles del Regimiento Zamora… La poesía unirá a España y Dinamarca”.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-03-30 05:00:00
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