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la historia del proverbio que Lope de Vega convirtió en una obra inmortal

la historia del proverbio que Lope de Vega convirtió en una obra inmortal

Carme Sabalete, directora de Muy Interesante nos regala un nuevo análisis de refranes y expresiones populares. Esta vez se adentra en el muy extendido «Como el perro del hortelano, ni come ni deja comer«.

El egoísmo más ramplón

El proverbio «el perro del hortelano, ni come ni deja comer» constituye una de las expresiones más arraigadas en la tradición hispánica. Esta máxima, que ha trascendido siglos y fronteras, evidencia desde luego una verdad humana extrapolable al orbe en general y encierra una profunda observación sobre ciertos comportamientos humanos que resultan tan reconocibles hoy como cuando la expresión fue acuñada. Y es que aquellos que, no aprovechándose de las cosas impiden que otro lo haga, sinceramente, son el pan nuestro de cada día. Y una absoluta lata. ¿O no?

Raíces históricas de la expresión

El origen de este refrán se remonta a la época medieval, cuando las huertas representaban una fuente esencial de alimentación para las comunidades. La RAE recoge el dicho de esta forma: «El perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer«. A ver, explicamos un poco: los hortelanos solían tener perros guardianes que, si bien no consumían las hortalizas que custodiaban, impedían celosamente que otros animales o personas ajenas se acercaran a ellas. Esta imagen del can vigilante que no aprovecha lo que guarda pero tampoco permite que otros lo disfruten ha cristalizado en la cultura popular desde antaño.

La primera documentación escrita de este proverbio aparece en compilaciones de refranes castellanos del siglo XV, aunque su uso oral probablemente sea muy anterior. El Seniloquium, una de las primeras colecciones de refranes castellanos, ya recoge esta expresión, evidenciando su arraigo en el habla cotidiana de la época.

Esta colección, compilada hacia 1478-1480 y atribuida al bachiller Diego García de Castro, canónigo de Segovia, incluye unos 495 refranes glosados en latín, siendo un testimonio invaluable del refranero castellano medieval. La entrada correspondiente a nuestro refrán ilustra ya ese comportamiento contradictorio y egoísta que sigue siendo relevante cinco siglos después.

los hortelanos solían tener perros guardianes que, si bien no consumían las hortalizas que custodiaban, impedían celosamente que otros animales o personas ajenas se acercaran a ellas. Fuente: Midjourney / E. F.

Consagración literaria

La popularidad y riqueza semántica de dicho alcanzó su máxima expresión literaria en 1618, cuando Lope de Vega lo utilizó como título para una de sus obras más célebres: El perro del hortelano. Esta comedia, inscrita en el Siglo de Oro español, narra la historia de Diana, condesa de Belflor, quien no corresponde al amor de su secretario Teodoro, pero tampoco soporta que éste ame a otra mujer. ¿A que os suena el asunto? El genial dramaturgo aprovechó magistralmente la metáfora para retratar los complejos vericuetos del amor, los celos y las diferencias sociales. La obra contribuyó decisivamente a la difusión internacional del proverbio y a enriquecer sus connotaciones, ampliando su aplicación más allá del egoísmo básico y más personal o individual para abarcar las contradicciones del deseo humano general.

En su obra, un trastornado Teodoro, exclama: «(…) Pierdo el seso / de ver que me está dorando / y que me aborrece luego…; / no quiere que sea suyo / ni de Marcela; y si dejo / de mirarla, luego busca / para hallarme algún enredo. / No dudes: naturalmente, / es del hortelano el perro; / no come ni comer deja, / ni está fuera ni está dentro.»

La obra de Lope, clasificada como una «comedia palatina«, utiliza el enredo amoroso para explorar no solo los límites del deseo contradictorio, sino también las tensiones sociales de la época. Diana, atrapada entre su posición aristocrática y sus sentimientos, encarna perfectamente la paradoja del perro del hortelano. Su resolución, a través de una ingeniosa estratagema que eleva ficticiamente la condición social de Teodoro, refleja además el ingenio con que Lope sorteaba las convenciones sociales de su tiempo, permitiendo un desenlace feliz sin transgredir abiertamente el orden establecido.

Lope de Vega. Obra atribuida a Eugenio Cajés. Fuente: Wikipedia

Presencia en la tradición lexicográfica y paremiológica

Por otra parte, Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana o española del 1611 —primera obra lexicográfica monolingüe del castellano y piedra angular de la lexicografía hispánica— cita el proverbio en su forma más clásica: «El perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer». La inclusión en esta obra seminal demuestra el arraigo y la importancia que ya tenía la expresión en el español preclásico. Posteriormente, Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), una de las compilaciones más exhaustivas del refranero español, también recoge la expresión, añadiendo explicaciones sobre su uso y aplicación. Esta presencia en las obras paremiológicas fundamentales del Siglo de Oro español refleja la centralidad del refrán en el imaginario cultural de la época.

Francisco Rodríguez Marín, erudito folclorista y filólogo del siglo XIX, en su monumental obra Cantos populares españoles (1882-1883), consigna la versión del refrán que se popularizó posteriormente: «El perro del hortelano, ni come ni deja comer al amo«. Esta variante añade un matiz interesante al enfatizar la relación con el amo, subrayando así la dimensión de traición o ingratitud que puede conllevar esta actitud.

Pero, como decíamos, la expresión no es exclusiva de España, y según el escritor francés Carlos Rozán se ha usado mucho en el país vecino. Así, por ejemplo, aparece en una comedia de Molière: «Pero, señora -dice Morón a la princesa de Elide-, si él os amase, vos no lo querríais, y, sin embargo, no queréis que sea de otra. Eso es hacer exactamente lo que el perro del hortelano».

La referencia en la obra de Molière, La Princesa de Élide (1664), demuestra la rápida propagación internacional del proverbio y su perfecta adaptación a otros contextos culturales. Esta comedia-ballet, compuesta para las célebres fiestas de «Los placeres de la isla encantada» organizadas por Luis XIV en Versalles, incorpora el motivo del perro del hortelano como un recurso dramático universal, comprensible para el público francés sin necesidad de mayores explicaciones.

‘Tesoro de la lengua castellana o española’ (1611), Sebastián de Covarrubias. Fuente: Biblioteca Nacional de España

Variantes regionales

Por otro lado, a lo largo de los siglos, este proverbio ha generado numerosas variantes y expresiones derivadas en distintas culturas hispánicas. Así, por ejemplo, en Argentina y Uruguay es común la forma «como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer al amo», mientras que en México se popularizó la variante «ni come ni deja comer, como el perro del hortelano».

En el ámbito hispanoamericano, el proverbio ha adquirido matices específicos según los diferentes contextos socioculturales. En Colombia, por ejemplo, se encuentra la variante «como el perro del hortelano, ni muerde ni deja morder«, enfatizando la dimensión de obstrucción activa que conlleva. En Chile, la expresión «ser más celoso que el perro del hortelano» desplaza el énfasis hacia la posesividad extrema, vinculándose más directamente con las relaciones amorosas.

Y aquí no acaba la cosa: el refranero sefardí, preservado por las comunidades judeoespañolas tras su expulsión de la península ibérica en 1492, también mantiene variantes de este proverbio, evidenciando su profundo arraigo en la cultura hispánica ya desde época medieval. En las comunidades sefardíes del norte de Marruecos, por ejemplo, se documenta la forma «el perro del bostanero, ni come verduras ni deja comerlas», adaptando el término «hortelano» al contexto lingüístico local con la voz «bostanero» (del turco «bostan», huerto).

Análisis psicológico

En su esencia, este refrán describe una actitud de egoísmo improductivo: alguien que no aprovecha un recurso, pero impide que otros lo hagan. Desde una perspectiva psicológica, puede interpretarse como una manifestación de envidia o posesividad tóxica (como hoy en día se diría…), en el que el placer no deriva del disfrute propio de un bien sino de la privación ajena de este. De este modo, dando una vuelta de tuerca psicológica, podemos decir que el comportamiento del «perro del hortelano» refleja varios sesgos cognitivos identificados por la psicología moderna:

  • La aversión a la pérdida: preferimos evitar pérdidas que adquirir ganancias equivalentes
  • El efecto de posesión: valoramos más lo que consideramos propio, incluso sin beneficiarnos de ello (eso de que el jardín del otro siempre es más verde…)
  • La comparación social: medimos nuestro bienestar en relación con el de los demás

La psicología evolucionista ofrece una perspectiva complementaria, sugiriendo que este tipo de comportamiento podría tener raíces adaptativas en nuestro pasado evolutivo. En entornos de escasez de recursos, impedir que otros accedan a bienes que podrían necesitarse en el futuro pudo representar una ventaja selectiva, aunque en el contexto actual resulte contraproducente y socialmente censurable.

Daniel Kahneman y Amos Tversky, pioneros de la economía conductual, aportaron evidencia experimental sobre la aversión a la pérdida, demostrando que tendemos a sobrevalorar lo que poseemos o controlamos incluso cuando no obtenemos beneficio directo de ello, un fenómeno que subyace claramente en la actitud del perro del hortelano.

Por su parte, la teórica social contemporánea Martha Nussbaum, en su análisis de las emociones negativas, describe un fenómeno similar en su estudio sobre la envidia, que define como «dolor por el bien ajeno«. Esta conceptualización conecta directamente con la esencia del proverbio, donde el sufrimiento no proviene de la carencia propia sino del potencial disfrute ajeno.

En su esencia, este refrán describe una actitud de egoísmo improductivo. Fuente: Midjourney / E. F.

Vigencia contemporánea

La perdurabilidad de este proverbio radica, como vemos, en su capacidad para retratar actitudes y sesgos humanos universales que siguen manifestándose en múltiples contextos contemporáneos: en el ámbito empresarial, describe las prácticas de bloqueo competitivo donde compañías adquieren patentes no para desarrollarlas sino para impedir que sus competidores lo hagan; y en la política, refleja posiciones obstruccionistas donde los partidos bloquean iniciativas no por desacuerdo ideológico sino para evitar éxitos ajenos.

En el derecho de propiedad intelectual contemporáneo, por ejemplo, el fenómeno de los «patent trolls» (empresas que adquieren patentes no para desarrollar productos, sino para demandar a quienes podrían estar infringiéndolas) representa una manifestación institucionalizada del síndrome del perro del hortelano. Estas entidades, que no producen bienes ni servicios basados en sus patentes, impiden que otros desarrollen innovaciones similares, generando lo que los economistas denominan «pérdidas de peso muerto» para la sociedad.

En el ámbito de las relaciones internacionales, la geopolítica de recursos naturales ofrece numerosos ejemplos de esta dinámica: naciones que controlan accesos a vías marítimas o recursos estratégicos sin aprovecharlos plenamente, pero impidiendo que otros estados los utilicen libremente. El conflicto por los derechos de navegación en ciertos estrechos o los bloqueos comerciales ilustran perfectamente esta mentalidad improductiva a escala global.

En escena tanto como en el inconsciente colectivo

Y, desde luego, desde la obra de Lope de Vega, esta expresión se ha utilizado en varias otras. Entre ellas, destaca una película peruana de 1996 titulada El perro del hortelano, dirigida por Francisco Lombardi; la magistral adaptación cinematográfica española de la obra de Lope de Vega en 1996, dirigida por Pilar Miró y protagonizada por Emma Suárez y Carmelo Gómez, que obtuvo siete premios Goya y acercó esta comedia clásica a nuevas generaciones, revitalizando el interés por el teatro del Siglo de Oro.

La adaptación de Pilar Miró no solo representó un hito en la transposición del teatro clásico al lenguaje cinematográfico, sino que actualizó brillantemente la problemática central de la obra: la tensión entre el deseo individual y las convenciones sociales. La película mantiene los versos originales de Lope, demostrando la vigencia expresiva del lenguaje del Siglo de Oro cuando se pone al servicio de conflictos humanos universales.

Más recientemente, la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España ha realizado varias producciones notables de El perro del hortelano, consolidando su posición como una de las obras más representadas y accesibles del repertorio lopesco. La versión dirigida por Helena Pimenta en 2016 exploró los aspectos más contemporáneos del conflicto central, subrayando la vigencia de estas contradicciones emocionales en la sociedad actual.

Seguimos igual, queridos lectores, insuperables en nuestro egoísmo.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2025-03-16 10:08:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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