Con la llegada al poder de Adolf Hitler en enero de 1933 comenzó la década larga (hasta 1945) más trágica de la Historia de la humanidad, o al menos de la Historia contemporánea.
En aquellos doce años, y sin afán de exhaustividad, se produjo un vuelco total en las relaciones entre las naciones, la mayor guerra de la Historia desde cualquier parámetro que se quiera medir, el Holocausto del pueblo judío, la purga más profunda que cualquier régimen haya podido aplicar a sus ciudadanos (el gran terror en la URSS) y decenas de millones de muertos, quedando, al final del camino, un mundo exhausto e irreconocible para un espectador de 1933, que nos asombra y espanta incluso más de setenta años después.
Llegada de un convoy de judíos a la terminal ferroviaria de Auschwitz-Birkenau
Volviendo al origen, fue Hitler quien, en su afán sin restricciones por aplicar sus ideas políticas en Europa, inició un proceso de revisión del marco político internacional que le llevó a ocupar territorios que tenían población de origen alemán (los Sudetes, pertenecientes a Checoslovaquia) e incluso a la anexión de todo un país (Austria), todo ello con el beneplácito temeroso de las grandes potencias.
Pero con la invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, no sólo estalla la II Guerra Mundial, sino que se acelera sin freno el expansionismo nazi. Entre la mencionada fecha y, por ejemplo, la derrota alemana en la Batalla de Stalingrado (2 de febrero de 1943), el ejército alemán ataca y conquista Polonia, Checoslovaquia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Francia, Yugoslavia, Grecia, Estonia, Letonia, Lituania y una parte muy relevante de la Unión Soviética (lo que actualmente constituye Bielorrusia, Ucrania y una gran porción de la Rusia europea).
Fuera del ámbito de dominio directo alemán sólo quedaban sus aliados (Italia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y Finlandia) y un puñado de Estados neutrales: España, Turquía, Irlanda, Suecia y Suiza. Pocas veces tanto territorio europeo había pasado a estar en unas solas manos en tan poco tiempo.
El modelo de ocupación hitleriano
Pero Hitler no pretendía ser un conquistador al uso, que incorporara sus conquistas para que prosperaran bajo su dominio, sino utilizar esos territorios al servicio de Alemania. Tenía una visión que podríamos llamar “jerárquicamente racial” de las relaciones internacionales.
En la cúspide estaba lo que los nazis denominaban la raza aria, compuesta por los alemanes y pueblos próximos, como los nórdicos u Holanda. Y, a partir de ahí, se descendía por una siniestra escalera de desprecio creciente hasta llegar a los eslavos. Todo esto tuvo una enorme influencia en el modelo de ocupación implantado en lo que se ha dado en llamar la Europa de Hitler.
La liberación trajo euforia y ansias de vengar la ocupación (en la imagen, dos parisinos “amenazan” a un retrato de Hitler)
Esa Europa se organizó mediante un complejo sistema de ocupación: anexiones, protectorados, gobiernos militares o civiles e incluso territorios autónomos pero subordinados. Según el lugar del país en la jerarquía racial, la ocupación tuvo tintes más benévolos (si cabe utilizar tal término en algún caso) o brutales.
Todo ello generará un fenómeno conocido como la Resistencia que, como su propio nombre indica, refleja la reacción de las poblaciones civiles ante el avasallamiento alemán de sus países, y que es lo que se estudia en este número monográfico.
Conviene establecer una descripción cronológica y geográfica de la ocupación y la Resistencia. Hay que retrotraerse a los meses que van de la invasión de Polonia a la ocupación de Yugoslavia y Grecia, en el verano de 1941, y entender cómo veían los europeos de la época (ocupados o no) ese abrumador destino.
Muchos ciudadanos se plegaron ante lo que contemplaban como una desgracia inevitable e intentaron amoldarse a la nueva situación. Y es difícil no comprender esta actitud, en contra de la épica sin límites que generaría posteriormente el fenómeno de la Resistencia. Por tanto, ésta fue marginal mientras Alemania parecía invencible y mucho mayor cuando su ejército perdió ese brillo en Stalingrado.
Factores geográficos, raciales y morales
La mencionada “jerarquía racial” hizo que, de entrada, la actitud alemana fuera mucho más benevolente en países como Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica o Francia que, por supuesto, en Polonia, Yugoslavia, Grecia o los territorios ocupados de la URSS.
Otro aspecto nada desdeñable para el surgimiento y desarrollo de las Resistencias tuvo que ver con la propia geografía de cada nación: quizá los extremos sean Holanda, un país pequeño y sin accidentes geográficos en los que poder ocultar una actividad clandestina de envergadura, y la propia Unión Soviética, el país más grande de la Tierra, con una climatología extrema y lleno de bosques, pantanos, enormes ríos y zonas montañosas.
Así pues, la Resistencia fue anterior y más violenta en aquellos países ocupados con mayor ferocidad y, en general, mucho más fuerte y generalizada al final de la guerra que en los primeros años de ésta.
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La ocupación de tantos territorios proporcionó enormes recursos económicos al Tercer Reich, desde la simple incautación de todo tipo de productos y materiales hasta el envío obligatorio a Alemania de trabajadores de países ocupados para suplir a los soldados alemanes del frente.
Pero también tuvo un enorme coste militar en forma de divisiones que tuvieron que permanecer en los distintos países para asegurar una ocupación eficaz de los mismos. En el capítulo correspondiente, se habla de 400.000 soldados para controlar y someter a un país de cuatro millones de habitantes como era Noruega.
Las acciones de los resistentes provocaron la reacción del ocupante alemán en forma de represalias siempre severas y a menudo brutales. Una vez más, la visión racial llevaba a jerarquizar el número de civiles a fusilar a raíz de una acción contra el ocupan te.
Así, en algunos lugares podían ser diez los muertos para “compensar” la muerte de cada soldado alemán, pero en el este esa siniestra ratio que pretendía desincentivar a la Resistencia podía llegar a cien, aunque en ocasiones fue incluso superior. En este sentido, se plantea el gran dilema moral de la Resistencia: aunque es legítimo combatir al tirano, ¿quién puede decidirlo “alegremente” sabiendo el coste humano de la represalia?
El ejemplo paradigmático de este dilema se dio con el asesinato de Reinhard Heydrich, jerarca nazi que ejercía de Protector de Bohemia y Moravia en Praga y cuyo asesinato no sólo supuso la muerte de todos sus atacantes, sino que acabó con la vida de 1.300 personas, incluyendo a toda la población del pueblo de Lídice, que fue arrasado.
Mención aparte requiere el papel jugado por Gran Bretaña como faro de la Resistencia. No sólo acogió a numerosos gobiernos de países ocupados en su capital o suministró recursos de todo tipo a muchos de los movimientos del continente, sino que sus emisiones radiofónicas desde Londres fueron un hilo de esperanza para muchos europeos desesperados y sin acceso a información periodística digna de tal nombre.
La otra cara: el colaboracionismo
Si la humillación de la derrota y la ocupación generó oposición en amplias capas de la población, también produjo un fenómeno complementario en forma de colaboracionismo, cuyo alcance y cronología es una versión en negativo de la Resistencia: mayor al principio y decreciente conforme avanzaba la guerra.
Aunque los motivos fueran variados, cabe pensar en una actitud acomodaticia ante el nuevo amo de Europa, en cobardía ante un ocupante severo e incluso, en el caso de las mujeres, en la mera supervivencia (al relacionarse con soldados con recursos que escaseaban entre la población civil de los países ocupados).
Cuatro mujeres francesas acusadas de cooperar con los alemanes durante la ocupación con las
cabezas afeitadas,
son humilladas en
público en Chartres
(agosto de 1944)
No hay que olvidar el factor humano de la Resistencia, que obligaba de forma drástica a salir de lo que hoy llamaríamos “zona de confort” arriesgando la posibilidad de ser detenido, brutalmente torturado por los miembros de la temida Gestapo, encarcelado en campos de concentración, y por supuesto a tener la espada de la muerte siempre encima de la cabeza. No era una decisión fácil, incluso para sociedades mucho más acostumbradas a la dureza de la vida que las nuestras.
Es sabido que la Segunda Guerra Mundial cambió para siempre la percepción de la sociedad hacia las mujeres, gracias al destacado papel económico que jugaron sustituyendo en las fábricas a los hombres que partían al frente. Sin embargo, aún hay que destacar su valiente y a veces heroica participación en la Resistencia, y no como una nota a pie de página sino como un párrafo en negrita.
Mitos y realidades
En este número también se abordan otros muchos fenómenos de Resistencia que no se suelen tratar habitualmente, como los movimientos contra la ocupación soviética en los países del este –con mención especial a las repúblicas bálticas, los “soldados malditos” polacos o las guerrillas nazis–, sin olvidar otros casos fuera del continente europeo, como China o Filipinas.
Mención aparte requiere la resistencia judía al Holocausto, uno de cuyos episodios más terribles y heroicos tuvo lugar en el gueto de Varsovia. Conviene no menospreciar la fuerza arrolladora del cine de Hollywood en la formación del imaginario colectivo de la Resistencia. Así, podríamos considerar la mítica Casablanca (1942) como una enorme película de propaganda antinazi, gracias a una historia inmortal de resistencia en uno de los lugares más exóticos para hablar de ese fenómeno: el norte de África.
Fotograma de la mítica Casablanca (1942, Michael Curtiz), que exaltó románticamente la Resistencia contra los nazis
El final de la guerra y la derrota nazi trajeron consigo el ajuste de cuentas. Muchos de los héroes de la Resistencia estaban muertos y algunos oportunistas se atribuyeron logros y sacrificios que no les correspondían, mientras que los colaboracionistas pagaron su actitud acomodaticia con su confort, su honor y hasta su vida.
Por encima de todo, los gobiernos de los países liberados tendieron a magnificar la dimensión de la Resistencia para aliviar la humillación de los años negros de la ocupación y eso, prolongado en el tiempo, llevó a una distorsión de su Historia que costó décadas rectificar, si es que ya se ha hecho en todas partes y en la medida necesaria.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-08-29 10:00:00
En la sección: Muy Interesante