Los animales son una fuente inagotable de asombro, especialmente cuando observamos sus comportamientos a través de la lupa de la ciencia. Algunas de sus conductas de cortejo y apareamiento no solo nos sorprenden, sino que también nos maravillan por su singularidad. Descubramos a algunas de estas criaturas y sus extraordinarios rituales de apareamiento.
En las manadas de hienas manchadas (Crocuta crocuta), las hembras no solo dominan en tamaño y manifiestan una mayor agresividad, sino que también son las que mandan, teniendo un claro orden jerárquico. En este sistema matriarcal, incluso la hembra de rango más bajo ocupa una posición superior al macho de mayor rango y estos se suelen mostrar sumisos ante ellas.
Una hembra de hiena manchada ejerce su dominio, un claro ejemplo de la inversión de roles en la naturaleza. Foto: Istock
Una característica verdaderamente singular de las hienas hembra es su pseudopene, una estructura que, aunque en realidad es su clítoris, en erección supera en tamaño al pene de los machos. Este pseudopene multifuncional les sirve no solo para orinar, sino también para copular y dar a luz, lo que presenta un desafío excepcional para los machos durante el apareamiento. La dificultad añadida por la anatomía de la hembra hace que los machos tengan que hacer un verdadero esfuerzo para conseguir reproducirse. En este caso, la naturaleza nos muestra cómo los roles y las adaptaciones pueden ser asombrosamente variados, diversos y sorprendentes.
Entre las aves, pocas especies rivalizan con la espectacularidad de las llamadas aves del paraíso de la familia Paradisaeidae. Los machos son verdaderos artistas del escenario, llevando el dimorfismo sexual a un nivel extremo con sus plumajes coloridos y llamativos. Pero la belleza de estos machos no se limita solo a sus colores, ya que sus rituales de cortejo son complejas coreografías dignas de ser contempladas.
Durante dichos espectáculos, los machos despliegan una serie de danzas y movimientos hipnóticos, buscando captar la máxima atención de las hembras. Estas, en su papel de jueces exigentes, seleccionan a los machos con los plumajes más llamativos y las danzas más elaboradas. Así, cada generación va perpetuando y acentuando los genes que dan lugar a tales características extraordinarias. Las aves del paraíso son un gran ejemplo de cómo la evolución y la selección sexual pueden producir verdaderas maravillas de la naturaleza
Entre las aves, pocas especies rivalizan con la espectacularidad de las llamadas aves del paraíso. Foto: Istock
Los bonobos (Pan paniscus) son primates estrechamente emparentados con los chimpancés y, por ende, con nosotros. Mientras que en las comunidades de chimpancés (Pan troglodytes) los machos más fuertes dominan al resto, en las sociedades de bonobos ocurre algo completamente diferente. Aquí, incluso las hembras más débiles pueden influir y mantener el orden social a través de comportamientos íntimos. Estas interacciones sexuales son usadas para resolver conflictos de manera pacífica y eficaz. Por ejemplo, cuando dos machos pelean por una hembra, no es raro que tengan sexo entre ellos para fortalecer su relación y calmar los ánimos.
Del mismo modo, si dos hembras entran en conflicto, lo solucionan frotando sus clítoris mutuamente. Incluso, si un macho muestra signos de agresividad, cualquier hembra puede decidir tener sexo con él para tranquilizarlo. Sin embargo, estudios recientes han revelado que los machos de bonobos pueden ser más agresivos entre sí de lo que se pensaba. A pesar de esto, las sociedades de bonobos siguen siendo notablemente pacíficas y cooperativas en comparación con otros primates, por lo que en ellas se cumple, literalmente, el dicho de «Haz el amor y no la guerra«.
Los caballitos de mar y su rol en la crianza
Los caballitos de mar del género Hippocampus nos sorprenden con un papel parental no muy habitual entre los peces. Las hembras poseen un ovopositor con el cual depositan sus óvulos en la bolsa especial que tienen los machos, donde éstos son fecundados. Esto da lugar a un supuesto «embarazo» del macho, permitiendo que los pequeños sean protegidos por su padre mientras la madre puede enfocarse en la producción de más huevos. Esta bolsa del macho, conocida como marsupio, no solo alberga los huevos fecundados, sino que también proporciona nutrientes a los embriones en desarrollo. A la hora de salir del marsupio, el espectáculo es tal que pareciera un “parto” en un animal macho. De nuevo queda claro que en la naturaleza los roles pueden ser tan variados como ingeniosos.
Los caballitos de mar del género Hippocampus nos sorprenden con un papel parental no muy habitual entre los peces. Foto: Istoc
Los tamarinos son unos pequeños primates del género Saguinus que presentan una gran diversidad en sus estructuras familiares. Entre las combinaciones más frecuentes, están la típica de un macho y una hembra, pero también podemos encontrar la agrupación de un macho con dos hembras. Sin embargo, hablando de tríos, la disposición más común es una hembra con dos machos. Esto se debe a que las hembras suelen tener gemelos o mellizos y son los machos los encargados de cuidar a las crías tras el nacimiento. La hembra solo se ocupa de amamantarlos. Este reparto de tareas permite una crianza más eficiente, ya que cada macho puede encargarse de una cría, asegurando una atención más equilibrada. Este sistema de cuidado cooperativo nos ofrece una visión de cómo se optimiza la supervivencia de las crías a través de estas curiosas estrategias familiares.
En los áridos desiertos de Norteamérica, los lagartos macho del género Uta exhiben una asombrosa diversidad de comportamientos. Estos son de tres tipos distintos. Los de garganta naranja son “ultradominantes” y están impulsados por altos niveles de testosterona. Su estrategía consiste en rodearse del mayor número posible de hembras y dominar extensos territorios.
En contraste, los machos de garganta azul son más pequeños y manejan territorios más discretos, generalmente compartidos con una sola hembra, con la cual forman lazos estrechos y estables. Por otro lado, los machos de garganta amarilla, presentan un patrón de color similar al de las hembras y no poseen un territorio propio. En cambio, se infiltran en los dominios de los machos de garganta naranja para aparearse con sus hembras. Sin embargo, no pueden engañar a los machos de garganta azul, cuyas hembras son fieles y defienden activamente su vínculo. Este complejo comportamiento se asemeja a un juego de piedra-papel-tijeras: los machos de garganta naranja superan a los azules, los azules a los amarillos, y los amarillos a los naranjas.
En los áridos desiertos de Norteamérica, los lagartos macho del género Uta exhiben una asombrosa diversidad de comportamientos. Foto: Istock
Algo parecido ocurre con las sepias (orden Sepíidos). Los machos grandes y fuertes buscan territorios estratégicos en rocas donde las hembras puedan depositar sus huevos. Una vez ubicados, defienden celosamente su territorio contra otros machos que intenten acercarse. Sin embargo, los machos más pequeños son más astutos y utilizan sus cromatóforos y sus cambios de color para parecer hembras, logrando infiltrarse en el territorio de un macho dominante. Este engaño es tan sofisticado que incluso llegan a interactuar con juegos y caricias con el macho dominante. Una vez dentro, y despistado el dominante, revelan su verdadera identidad frente a alguna de las hembras, que accede a ser fecundada por ellos.
Diversidad y competencia: los combatientes y sus vistosos rituales
Hemos hablado de varios sistemas en los que hay distintos tipos de machos, pero la cosa se complica aún más en el caso de los combatientes (Philomachus pugnax). Se trata de aves muy fácilmente reconocibles por sus vistosos plumajes y sus espectáculos en época de reproducción. Los machos lucen grandes gorgueras de plumas y moños auriculares, cuyos colores y diseños varían individualmente. En un área especial de terreno, estos machos se exhiben y compiten entre sí, no solo para atraer a las hembras, sino también para establecer jerarquías.
Esto hace que se dividan en tres tipos distintos. Los «territoriales», que son los más grandes y agresivos, y dedican la mayor parte de su tiempo a luchar contra otros machos para proteger su territorio. Los «satélites,» aunque igualmente grandes, son menos fuertes, pero más ágiles y llamativos, con un plumaje claramente más colorido. Estos satélites no poseen un territorio propio, sino que coexisten con los “territoriales”, compartiendo algunas de las hembras.
Son aves muy fácilmente reconocibles por sus vistosos plumajes y sus espectáculos en época de reproducción. Foto: Istock
Los “territoriales” toleran su presencia porque su apariencia llamativa atrae a más hembras al territorio. Y el tercer tipo son los que podríamos llamar «bisexuales», mucho más pequeños y débiles, con un aspecto que se asemeja al de las hembras. Estos machos también son bien recibidos en los dominios de los “territoriales”, ya que sus comportamientos atraen significativamente a las hembras. Estas, al ser extremadamente promiscuas, se aparean con los tres tipos de machos, aunque su preferencia sigue un orden específico: primero los bisexuales, luego los satélites y, por último, los territoriales.
Estas intrincadas tácticas de comportamiento y apareamiento en grupos de animales tan diferentes, nos revelan la inmensa complejidad de interacciones sociales y reproductivas que existen en el reino animal. Son tan diferentes que no dejan de sorprendernos. Y esto es solo una pequeña muestra, puesto que hay muchas especies con estrategias tan curiosas o más que las que hemos visto.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-06-25 04:35:42
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