Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando millones de hombres estadounidenses fueron llamados a combatir en el frente, las mujeres comenzaron a ocupar roles que antes se les habían negado. Una de las historias más extraordinarias y menos conocidas de ese período concierne el Servicio Aéreo Femenino (WASP, por sus siglas en inglés), un cuerpo de aviadoras civiles que operaron dentro del Ejército del Aire. Aunque su existencia fue breve (operó entre 1942 y 1944), su impacto resultó duradero. Décadas después, su legado se reivindica gracias a la historia.
Los orígenes de la WASP
La creación de la WASP fue el resultado de dos programas previos: el Women’s Auxiliary Ferrying Squadron (WAFS) y el Women’s Flying Training Detachment (WFTD). Ambas iniciativas surgieron en 1942, en plena escalada del conflicto, impulsadas por mujeres pioneras como Nancy Harkness Love y Jacqueline Cochran. Fueron ellas las que convencieron a los altos mandos militares de la utilidad de incorporar mujeres pilotos a las tareas logísticas esenciales.
Nancy Harkness Love, experimentada piloto civil, fue la primera en proponer que las mujeres cualificadas asumieran tareas de transporte aéreo dentro de Estados Unidos. Haciéndolo, se liberaría a los pilotos masculinos para el combate. Paralelamente, Cochran, también reconocida aviadora y con mayor ambición organizativa, persuadió al general Henry “Hap” Arnold —comandante de las Fuerzas Aéreas del Ejército— para que fusionara ambos proyectos. Así, el 5 de agosto de 1943 nació oficialmente la WASP, bajo la dirección de Cochran.

Formación y misiones
Las mujeres reclutadas para la WASP debían tener entre 21 y 35 años, contar con al menos 200 horas de vuelo y aprobar rigurosos exámenes médicos. Una vez admitidas, recibían una formación intensiva de siete meses en la base de Avenger Field, en Sweetwater, Texas, que incluía instrucción teórica, práctica de vuelo y entrenamiento militar. Aunque formalmente no se las consideraba parte del Ejército, se sometían a la misma disciplina y requisitos que sus homólogos masculinos.
Una vez graduadas, las pilotos de la WASP se integraban en diversas bases aéreas de Estados Unidos. Allí, cumplían tareas como el traslado de aviones desde las fábricas hasta los puntos de embarque, el remolque de blancos para prácticas de tiro, la prueba de nuevos modelos de aeronaves y la formación de pilotos masculinos. En total, 1.102 mujeres completaron el programa WASP. En conjunto, volaron más de 60 millones de kilómetros en servicio.
Discriminación y falta de reconocimiento
Pese a la importancia de su labor, las WASP nunca fueron reconocidas como miembros oficiales del Ejército. Esto significó que no gozaron de los beneficios militares, como la atención médica o las compensaciones en caso de accidente. Esta situación se tornó especialmente trágica cuando 38 aviadoras murieron en el cumplimiento de su deber. El Estado no se hizo cargo de la repatriación de sus cuerpos. En casos como este, las compañeras solían recaudar fondos para cubrir los gastos de entierro.
Además, el programa enfrentó una creciente oposición por parte de sectores conservadores y de pilotos varones que temían perder sus puestos de trabajo. Cuando en 1944 se planteó militarizar oficialmente al cuerpo WASP, la presión política y la resistencia pública resultaron decisivas para su disolución. El 20 de diciembre de 1944, se desmanteló la WASP sin ceremonias oficiales.

El largo camino hacia el reconocimiento
Tras la guerra, muchas de las exintegrantes de la WASP intentaron continuar sus carreras como pilotos, pero se encontraron con un entorno laboral hostil. Durante décadas, su contribución fue ignorada tanto por la historiografía oficial como por las instituciones militares. Hubo que esperar la llegada de los años setenta, en el contexto del movimiento feminista y de la lucha por la igualdad de género, para que comenzara su reivindicación.
En 1977, tras una intensa campaña impulsada por las antiguas pilotos de la WASP y sus aliados, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que reconocía a las aviadoras como veteranas militares. Este hito permitió que accedieran a beneficios como la atención médica y las pensiones. Sin embargo, el reconocimiento social y simbólico aún tardaría en llegar.
Uno de los momentos más significativos tuvo lugar en 2010, cuando las WASP recibieron la Medalla de Oro del Congreso, la más alta distinción civil otorgada por el gobierno estadounidense. En una ceremonia celebrada en el Capitolio, el presidente Barack Obama y otros altos dignatarios rindieron homenaje a estas mujeres que desafiaron estereotipos y demostraron una valentía excepcional.

El legado de la WASP
El ejemplo de las mujeres de la WASP ha servido de inspiración para generaciones posteriores. Su historia ya forma parte esencial del relato sobre la participación femenina en la Segunda Guerra Mundial. Además, su lucha sentó las bases para la integración plena de las mujeres en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, algo que solo se consolidaría décadas más tarde.
Desde 1993, las mujeres pueden incorporarse como pilotos de combate en el Ejército estadounidense, un logro que habría sido impensable sin la experiencia pionera de la WASP. Sus historias personales, a menudo marcadas por la pasión por la aviación, la entrega al servicio y la superación de barreras sociales, son testimonios de una época en la que las mujeres comenzaron a conquistar espacios históricamente vedados. Las WASP no solo pilotaron aviones: también abrieron caminos.
Referencias
- Gómez Trillo, Miguel Félix y Antonio Gámez Higueras. 2023. Mujeres en la Segunda Guerra Mundial. Madrid: Pinolia.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-04-14 20:01:00
En la sección: Muy Interesante