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paleontólogos descubren la mordida de un cocodrilo que «cazó» a un pterosaurio hace 76 millones de años

paleontólogos descubren la mordida de un cocodrilo que "cazó" a un pterosaurio hace 76 millones de años

Un fósil puede ser mucho más que un simple fragmento de historia petrificada. A veces, contiene claves esenciales para descifrar comportamientos animales y ecosistemas que existieron hace millones de años. Este es el caso de un hallazgo fascinante realizado en el Dinosaur Provincial Park, en Alberta, Canadá. Allí, un equipo de paleontólogos descubrió una vértebra perteneciente a un pterosaurio joven que había sido perforada por un diente de un cocodrilo prehistórico. Aunque pequeño en tamaño, este fósil encierra una historia monumental sobre la interacción entre depredadores y presas en el Cretácico Superior.

El fósil pertenece a un individuo joven de Cryodrakon boreas, un miembro de los azdárquidos, un grupo de pterosaurios gigantes conocidos por su capacidad de vuelo y su colosal tamaño en la adultez, comparable al de una jirafa. Este descubrimiento no solo documenta un evento puntual de interacción depredadora, sino que también aporta nueva información sobre cómo estos reptiles voladores, considerados los mayores que han existido, interactuaban con otros carnívoros en su hábitat.

Un fósil excepcionalmente raro

Los huesos de los pterosaurios son notoriamente frágiles, diseñados para ser ligeros y permitir el vuelo. Esto los convierte en un desafío para los paleontólogos, ya que su preservación en el registro fósil es inusualmente difícil. Por ello, encontrar una vértebra intacta ya es un hallazgo significativo. Pero este espécimen ofreció un detalle aún más interesante: una marca circular de 4 milímetros de ancho que atravesaba su superficie, evidencia innegable de una mordedura.

Comparación entre la vértebra de un Cryodrakon boreas adulto y la de un ejemplar juvenil estudiado en esta investigación, mostrando cuánto le faltaba por desarrollarse
Comparación entre la vértebra de un Cryodrakon boreas adulto y la de un ejemplar juvenil estudiado en esta investigación, mostrando cuánto le faltaba por desarrollarse. Foto: Universidad de Reading

Los investigadores determinaron que esta perforación fue causada por un diente de un cocodrilo prehistórico. Mediante el uso de técnicas avanzadas como la microtomografía computarizada, se pudo confirmar que la marca no era fruto de procesos geológicos posteriores ni de daños durante la excavación. Esto la consolidó como un rastro genuino de la interacción entre un depredador y su presa.

El lugar donde se encontró el fósil, un rico yacimiento conocido por su abundancia de restos de dinosaurios, sugiere un ecosistema dinámico lleno de vida, donde los cocodrilos compartían el paisaje con dinosaurios y pterosaurios. Sin embargo, las interacciones directas entre estas criaturas, especialmente en el caso de los azdárquidos, son escasas en el registro fósil.

¿Depredación o carroñeo?

Una de las grandes preguntas que plantea este hallazgo es si el pterosaurio fue atacado mientras estaba vivo o si el cocodrilo se limitó a carroñear su cadáver. Aunque no hay señales de curación alrededor de la herida, lo que indica que el animal probablemente ya estaba muerto, no se puede descartar que el cocodrilo haya atacado al pterosaurio cuando estaba vivo, especialmente si este se encontraba en un momento vulnerable, como descansando o buscando agua cerca de un río.

Los cocodrilos del Cretácico, como Leidyosuchus canadensis, principal sospechoso de esta mordida, eran animales oportunistas con una dieta variada que incluía peces, pequeños mamíferos y posiblemente reptiles voladores. Aunque esta mordida documenta un evento singular, aporta evidencia de que los pterosaurios juveniles podían ser ocasionalmente parte del menú de estos carnívoros acuáticos.

Un fósil de Canadá desvela un enfrentamiento entre un cocodrilo y un pterosaurio
Un fósil de Canadá desvela un enfrentamiento entre un cocodrilo y un pterosaurio. Ilustración: David Maas

Una vida truncada antes de su esplendor

El Cryodrakon boreas juvenil al que pertenecía esta vértebra tenía una envergadura de aproximadamente dos metros, una cifra impresionante, aunque modesta en comparación con los diez metros que alcanzaban los adultos de su especie. En su adultez, estos animales habrían dominado los cielos con una capacidad de vuelo que les permitía cubrir grandes distancias. Sin embargo, esta criatura en particular no llegó a experimentar ese potencial, pues su vida se vio interrumpida por un depredador acuático.

El hecho de que la vértebra pertenezca a un individuo juvenil hace que el hallazgo sea aún más especial, ya que los fósiles de pterosaurios jóvenes son extremadamente raros debido a la fragilidad de sus huesos y su menor probabilidad de fosilización.

Reescribiendo la paleoecología del Cretácico

Este fósil es más que una simple prueba de un evento de alimentación. Es una ventana a un ecosistema que existió hace 76 millones de años. La interacción entre Cryodrakon boreas juvenil y el cocodrilo que lo mordió evidencia cómo estos gigantes del aire encajaban en la cadena alimentaria de su tiempo, no solo como cazadores oportunistas, sino también como presas ocasionales de depredadores terrestres y acuáticos.

El hallazgo también subraya la importancia de los cocodrilos en los ecosistemas del Cretácico, donde no solo desempeñaban el papel de carroñeros, sino que a veces se aventuraban a cazar criaturas que hoy asociaríamos con la cima de la cadena alimentaria.

Además, este fósil ilustra cómo incluso un pequeño detalle, como una marca de mordedura, puede proporcionar una gran cantidad de información sobre los comportamientos y las relaciones entre especies en el pasado remoto.

Este hallazgo representa la primera evidencia en América del Norte de que los cocodrilos prehistóricos se alimentaban de manera oportunista de pterosaurios azdárquidos
Este hallazgo representa la primera evidencia en América del Norte de que los cocodrilos prehistóricos se alimentaban de manera oportunista de pterosaurios azdárquidos. Fuente: Journal of Paleontology (2025). DOI: 10.1017/jpa.2024.12

Un legado que trasciende el tiempo

Hoy, la vértebra con la marca de mordida se encuentra en exhibición en el Royal Tyrrell Museum, recordando a los visitantes la fragilidad y la resistencia de estos antiguos animales. Este descubrimiento, fruto del esfuerzo de un equipo internacional de paleontólogos, no solo amplía nuestro conocimiento sobre Cryodrakon boreas, sino que también aporta una nueva pieza al rompecabezas de la vida en el Cretácico Superior.

Es un testimonio de cómo la ciencia paleontológica puede seguir revelando historias inesperadas a partir de los restos más diminutos. Este fósil nos conecta con un mundo perdido en el tiempo, donde los cielos estaban dominados por criaturas gigantes y los ríos albergaban depredadores que aprovechaban cualquier oportunidad para sobrevivir.

Referencias

  • Brown, C. M., Bell, P. R., Owers, H., & Pickles, B. J. (2025). A juvenile pterosaur vertebra with putative crocodilian bite from the Campanian of Alberta, Canada. Journal of Paleontology, 1–10. DOI: 10.1017/jpa.2024.12

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2025-01-25 07:13:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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