Fue el conflicto que lo cambió todo para siempre. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) supuso la incorporación de tecnologías altamente destructivas en el sistema bélico mundial. Y, sin embargo, también supuso una revolución en el campo de la medicina, particularmente en la cirugía plástica. El primer conflicto global marcó un punto de inflexión en la historia médica. Para sanar las terribles heridas que mellaron los cuerpos y los rostros de los soldados en las trincheras, fue necesario aplicar nuevas y revolucionarias técnicas quirúrgicas.
Camino del hospital, 1915. Fuente: National Army Museum Londres
Esta es la historia de cómo la cirugía reconstructiva hizo posible que muchos soldados desfigurados pudiesen retomar sus vidas después de la guerra. También es la historia de cómo la anestesia, la antisepsia y la higiene quirúrgica crearon las condiciones ideales para que la cirugía plástica se convirtiese en una disciplina esencial de la medicina contemporánea.
Las terribles heridas en el campo de batalla
Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, las técnicas de cirugía plástica eran rudimentarias y se limitaban, sobre todo, a procedimientos cosméticos o a la reparación quirúrgica de ciertas deformidades congénitas. Eso cambió con la llegada del siglo XX.
La brutalidad que caracterizó la Gran Guerra, en la que se utilizaron nuevas armas terriblemente destructivas como las ametralladoras, hizo que muchos soldados sufrieran heridas faciales y corporales de una gravedad jamás vista. La metralla podía atravesar los cascos de los soldados y provocar heridas severas en la cara hasta destruir por completo partes del cráneo o la mandíbula.
Como apunta Lindsey Fitzharris, historiadora médica y autora del ensayo The Facemaker, los tipos de heridas generadas por estas armas hicieron que las intervenciones quirúrgicas tradicionales resultaran insuficientes para tratar a los pacientes con desfiguraciones tan extremas.
Los soldados que conseguían sobrevivir a las lesiones no solo llegaban a perder funciones faciales esenciales, como la capacidad de masticar o hablar, sino que también sufrían traumas emocionales de gravedad. Sus rostros heridos y deformados les procuraban una apariencia que acababa por alienarlos de la sociedad. Es aquí donde se manifiesta la importancia de la cirugía plástica.
Antes del siglo XX, las intervenciones de cirugía plástica eran bastante superficiales. Ilustración de la obra de Gaspare Tagliacozzi De curtorum chirurgia per insitionem (1597). Fuente: Wikimedia
Hitos importantes: del Base Hospital 28 a Harold Gillies
Un ejemplo claro del desafío al que se enfrentaban los cirujanos durante la Primera Guerra Mundial lo representa el Base Hospital 28. Establecido por los Estados Unidos en Francia, este hospital no solo brindaba atención médica a los soldados heridos en batalla, sino que también trataba las desfiguraciones faciales. El hospital contaba con un equipo quirúrgico especializado en las técnicas de cirugía reconstructiva.
Los pacientes afectos de lesiones faciales severas necesitaban una atención profunda y continuada. Los procesos de reconstrucción requerían de múltiples operaciones que incluían la manipulación de los huesos, los músculos y la piel para conseguir restaurar no solo la apariencia estética del rostro o el cuerpo dañado, sino también su función.
El cirujano neozelandés Harold Gillies fue una de las figuras más prominentes en la historia de la cirugía plástica durante la Primer Guerra Mundial. Como médico al servicio del ejército británico, Gillies tuvo que aceptar el monumental reto de tratar a soldados con graves desfiguraciones faciales. Fue pionero en el uso de nuevas técnicas quirúrgicas que sentaron las bases de la cirugía plástica moderna.
Gillies trabajaba principalmente en el Hospital Queen Mary, un centro fundado en 1917 que tenía su sede en Sidcup, Inglaterra. Aquí, Gillies y su equipo realizaron, tanto durante el conflicto como una vez finalizada la guerra, más de 11000 operaciones en unos 5000 soldados. Una de las innovaciones más importantes de Gillies fue el desarrollo del “colgajo tubulado”, una técnica en la que se usaba un tubo de piel para asegurar un suministro de sangre constante mientras se realizaba la reconstrucción facial.
Con anterioridad, los injertos de piel solían rematar en necrosis por la falta de un flujo sanguíneo adecuado. La técnica del colgajo tubulado o en oruga desarrollado por Gillies consistía en enrollar un trozo de piel en forma de tubo, que aseguraba un flujo de sangre constante a través de pequeñas arterias y venas, y facilitaba el proceso de cicatrización. Esta técnica permitía reparar las lesiones en varias etapas, lo que ampliaba los tiempos de intervención médica a disposición del cirujano, reducía las complicaciones y, en general, mejoraba los resultados.
Las ametralladoras causaban heridas terribles en los soldados. Fuente: Wikimedia
Otras mejores médicas como consecuencia del desastre bélico
Además de las contribuciones de Gillies, la Primera Guerra Mundial aceleró otros avances médicos que tuvieron un impacto directo en la cirugía plástica. El desarrollo de la anestesia, tanto local como general, permitió a los cirujanos realizar operaciones más largas y complejas con un mayor grado de precisión. Asimismo, los avances en la antisepsia y la higiene quirúrgica redujeron drásticamente las infecciones posoperatorias.
La guerra también impulsó innovaciones en el uso de prótesis faciales. En aquellos casos en los que la cirugía no podía restaurar completamente la apariencia de los soldados, algunos artistas comenzaron a trabajar en estrecha colaboración con los equipos de médicos y cirujanos para crear prótesis faciales de gran realismo. Una de las figuras más notables en este campo fue Anna Coleman Ladd, una escultora estadounidense que creó máscaras de metal pintadas a mano para ocultar las heridas faciales de los soldados.
El trabajo de Harold Gillies y otros cirujanos y enfermeras fue clave en el desarrollo de la cirugía reconstructiva. Fuente: Microsoft Designer/Erica Couto
Los beneficios psicológicos de la cirugía facial
Los avances en cirugía plástica durante la Primera Guerra Mundial no solo tuvieron un impacto físico en los soldados heridos. También les ayudaron a superar los traumas psicológicos y las dificultades sociales con las que se toparon para reintegrarse en la sociedad después del conflicto armado.
Gillies reconoció que restaurar la apariencia facial era fundamental no solo por razones funcionales, sino también porque los soldados con heridas faciales extremas terminaban por aislarse e incluso desarrollar trastornos psicológicos graves. La cirugía estética postraumática, en muchos casos, logró devolverles no solo la función física, sino también la dignidad, la identidad y la oportunidad de reintegrarse plenamente en la sociedad.
Soldados de la Primera Guerra Mundial en el frente. Fuente: Wikimedia
Referencias
- Fitzharris, Lindsay. 2022. The Facemaker: A Visionary Surgeon’s Battle to Mend the Disfigured Soldiers of World War I. Nueva York: Farrar, Straus and Giroux.
- Mazzola, Riccardo F. y Catherine B. Foss. 2023. Plastic Surgery. An Illustrated History. Berlín: Springer.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-10-07 06:30:00
En la sección: Muy Interesante