Hay algo especial en los macacos de Berbería (Macaca sylvanus). No solo son la única especie de macaco que vive fuera de Asia, sino también los únicos primates no humanos que habitan en libertad en Europa. Esto los convierte en una rareza biológica y en protagonistas de una historia fascinante que une biología, geografía y cultura.
En África del Norte, estos primates se han adaptado a todo tipo de ambientes: desde las altas montañas del Atlas, donde las temperaturas oscilan entre bajo cero y los 40 °C, hasta las zonas costeras. Pero es en Gibraltar donde su historia cobra un giro inesperado. Allí viven entre 200 y 240 individuos, en libertad, pero en estrecha convivencia con humanos. Para el Peñón, no son solo una curiosidad turística: son parte de su identidad y de su paisaje, un símbolo vivo de su historia y biodiversidad.
La sorprendente capacidad de adaptación de estos monos —a climas extremos, a cambios estacionales, a hábitats transformados por humanos— explica cómo han podido sobrevivir (y hasta prosperar) en un lugar tan particular como Gibraltar. Pero también plantea interrogantes: ¿cómo se gestiona a una especie salvaje en un entorno tan urbano?
¿De dónde vienen? Un misterio entre historia y biología
El macaco de Berbería pertenece a los monos del Viejo Mundo. Se le reconoce por su pelaje espeso, que va del gris amarillento al marrón, por su rostro sin pelo de tono rosado y, sobre todo, por su cola diminuta, de apenas uno o dos centímetros. Esa cola tan corta hace que muchas veces se les confunda con pequeños simios.
Hay una diferencia clara entre machos y hembras: los primeros suelen tener una masa unos 16 kg y medir hasta 60 cm de largo, mientras que las hembras son más pequeñas, con unos 11 kg de peso y 45 cm de longitud.
Pero ¿cómo llegaron al Peñón? La respuesta exacta aún se debate. Algunas hipótesis apuntan a que fueron traídos por los moros en el siglo VIII, quizá como animales simbólicos o mascotas. Otras hipótesis hablan de una llegada involuntaria a bordo de barcos mercantes. También se ha planteado —aunque con menos respaldo— que cruzaron el Estrecho por sus propios medios.
Lo cierto es que, sea como sea, su presencia en Gibraltar es el resultado de la acción humana. Y esa relación histórica marca hasta hoy la manera en que convivimos con ellos.

Un hogar entre rocas: de los bosques africanos al Peñón de Gibraltar
En estado salvaje, los macacos de Berbería viven en zonas montañosas de Marruecos y Argelia: las cordilleras del Rif, el Atlas Medio, el Alto Atlas y parte del Atlas Telliano. Especialmente en Marruecos, los bosques de cedros del Atlas Medio albergan entre el 65 % y el 75 % de la población salvaje.
Prefieren ambientes montañosos y rocosos, como gargantas y acantilados. Según la estación, se comportan de forma distinta. De este modo, son más arbóreos en invierno, pero más terrestres en verano. Soportan temperaturas extremas gracias a su pelaje y a su capacidad de adaptación.
Gibraltar, sin embargo, es muy distinto. Allí viven sobre todo en la Reserva Natural del Peñón Superior, una cresta de piedra caliza con vegetación diversa. Es un espacio pequeño, urbano y muy influido por la actividad humana. Y aun así, se han adaptado.
Este fenómeno, conocido como comensalismo, describe la convivencia cercana entre animales salvajes y humanos. En Gibraltar, los macacos han aprendido a beneficiarse del contacto humano (sobre todo por la comida), pero eso también trae consecuencias: conflictos, dependencia alimentaria, problemas de salud y pérdida de comportamientos naturales.

Vida en grupo: jerarquías, cuidados y convivencia
Los macacos de Berbería viven en grupos grandes y mixtos, de entre 24 y 40 individuos (a veces muchos más). La estructura social es compleja, y las relaciones, especialmente entre las hembras, están marcadas por jerarquías matrilineales. Esto quiere decir que el rango social se hereda. De hecho, las hijas heredan el estatus de sus madres, y normalmente superan incluso a sus hermanas mayores.
Los machos también tienen su jerarquía, pero más flexible. Mientras que las hembras suelen dirigir los movimientos del grupo, los machos asumen tareas como proteger al grupo frente a amenazas.
Un comportamiento clave es el acicalamiento mutuo. No solo sirve para la higiene, sino que fortalece vínculos, ayuda a resolver conflictos y reafirma alianzas. De hecho, en esta especie, más del 20 % de los conflictos van seguidos de gestos de reconciliación.
Un rasgo particularmente llamativo es el cuidado parental por parte de los machos. Aunque no siempre saben si una cría es suya, muchos machos invierten tiempo en jugar, cargar y acicalar a las crías. Se cree que esta estrategia aumenta las posibilidades de supervivencia y está relacionada con su sistema de apareamiento, donde las hembras copulan con varios machos.
Todo este entramado social es clave para la estabilidad del grupo y para sobrevivir en contextos difíciles, como el entorno urbano del Peñón.

Comer en la montaña… o en la ciudad
Los macacos de Berbería tienen una dieta variada. Son omnívoros y su alimentación cambia con las estaciones. En invierno y primavera consumen sobre todo hojas, ramas y orugas. En verano y otoño, se centran más en frutas, bayas, semillas y raíces. También pueden alimentarse de pequeños animales como ranas o renacuajos.
Tienen bolsas bucales que les permiten almacenar comida y comerla más tarde, una estrategia útil para evitar peligros o jerarquías que les impidan comer en paz.
Además, su dieta cumple un papel ecológico importante: contribuyen a la dispersión de semillas y al mantenimiento de los ecosistemas forestales. Sin embargo, esta misma flexibilidad es un arma de doble filo en entornos urbanos: en Gibraltar, muchos comen alimentos humanos procesados o incluso basura con plástico, lo que compromete su salud.
Una especie en peligro… salvo en Gibraltar
A nivel mundial, el macaco de Berbería está en peligro de extinción. En los años 70 había más de 20.000 individuos; hoy, las poblaciones salvajes son pocas, pequeñas y fragmentadas. Está incluido en la Lista Roja de la UICN y en el Apéndice I de CITES.
Las principales amenazas son la pérdida de hábitat (por tala, pastoreo o agricultura), el tráfico ilegal de crías para mascotas y el acercamiento forzado a zonas humanas por falta de recursos naturales. El cambio climático también empeora la situación.
En Marruecos, hay esfuerzos para conservarlos: reforestación, campañas contra el tráfico de mascotas y programas de sensibilización. Aun así, la situación es grave.
Curiosamente, en Gibraltar la especie está bien gestionada y estable. Pero esto crea una paradoja: mientras en un sitio prosperan como símbolo turístico, en su hábitat natural están desapareciendo. Y el atractivo turístico, sin querer, puede fomentar el tráfico de crías, porque despierta el deseo de tener uno como mascota.
Turistas, comida y conflictos
Los macacos de Gibraltar son toda una atracción. Están acostumbrados a los humanos y no es raro verlos interactuando (o robando comida) con total confianza. Pero esta cercanía tiene riesgos.
Muchos turistas y residentes les dan de comer, lo que altera sus hábitos. Los alimentos humanos no son adecuados para su sistema digestivo y la dependencia alimentaria hace que pierdan el respeto o miedo natural hacia las personas.
Abajo puedes ver un vídeo subido por una usuaria de Tik Tok explicando cuáles son las consecuencias de no seguir las normas. Especialmente dos: no sacar comida delante de los monos y no mirarlos a los ojos.
Esto puede generar conflictos: robos, mordeduras, comportamientos agresivos… Aunque son raros, existen. Por suerte, los macacos de Gibraltar son una población cerrada y sana: no transmiten enfermedades como el virus del herpes B.
Para evitar problemas, existen normas claras: está prohibido alimentarlos, tocarlos o molestarlos. Las multas pueden llegar a £4,000. Las autoridades locales, incluyendo la policía y el Departamento de Medio Ambiente, vigilan el cumplimiento.
Cuando un mono cruzó la Verja: la aventura de Kingsway en La Línea
En febrero de 2024, un visitante inesperado causó revuelo en La Línea de la Concepción. Se trataba de un macaco de Berbería, conocido cariñosamente como Kingsway, decidió emprender una escapada desde su hogar en el Peñón de Gibraltar.
Este intrépido primate no solo cruzó la frontera, sino que se aventuró por las calles y tejados de La Línea, sorprendiendo a transeúntes y estudiantes al colarse en institutos como el Menéndez Tolosa y el Virgen de la Esperanza. Su presencia generó una mezcla de asombro y diversión entre los vecinos, quienes compartieron imágenes y comentarios en redes sociales sobre su peculiar «turismo» urbano .
La travesía de Kingsway movilizó a diversas autoridades. La Policía Nacional, la Policía Local, la Guardia Civil y técnicos especializados de Gibraltar y del departamento de Medio Ambiente español coordinaron esfuerzos para su captura. Utilizaron drones para seguir sus movimientos y, finalmente, lograron tranquilizarlo con dardos en la zona de El Zabal, tras más de 24 horas de seguimiento .
Una vez capturado, Kingsway fue trasladado de regreso a Gibraltar, donde recibió atención médica y se le implantó un microchip para facilitar su identificación en caso de futuras aventuras. Posteriormente, fue liberado en la Reserva Natural de Upper Rock, retomando su vida en libertad .
Este episodio no solo fue una anécdota simpática, puesto que también puso de relieve la cercanía y conexión entre Gibraltar y La Línea. Curiosamente, pocos meses después, en junio de 2025, se anunció un acuerdo histórico entre España, el Reino Unido y la Unión Europea para eliminar la Verja fronteriza, facilitando la libre circulación entre ambos territorios . Así, la travesía de Kingsway se convirtió en un preludio simbólico de una nueva etapa de convivencia y cooperación en la región.
Cuidar, gestionar, convivir
La gestión de los macacos en Gibraltar tiene una larga historia. Desde principios del siglo XX, el Ejército Británico se encargaba de su cuidado. Durante la Segunda Guerra Mundial, incluso Winston Churchill ordenó su alimentación cuando la población bajó drásticamente.
Hoy, su gestión depende de organismos civiles, como la Sociedad Ornitológica y de Historia Natural de Gibraltar y el Departamento de Medio Ambiente. Bajo la dirección del veterinario jefe, Mark Pizarro, se aplican estrategias modernas y éticas.
Dado que no tienen depredadores ni se permite la caza, el control poblacional incluye esterilizaciones y sacrificios humanitarios mensuales. También se evalúa la posibilidad de reubicar grupos para evitar la sobrepoblación.
Además, se aplican estrategias para reducir conflictos. Por ejemplo, se limita el acceso a comida humana, se plantan árboles frutales y se recopilan datos sobre movimientos, incidentes y salud mediante una base de datos informatizada muy completa.
Este enfoque permite una gestión basada en la evidencia, con decisiones informadas que equilibran la protección de los animales y la convivencia con los humanos.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-06-12 05:54:00
En la sección: Muy Interesante