Francisco de Goya y Lucientes es uno de los pintores más destacados de la historia del arte española y universal. Conocido por su vasto legado de obras que abarcan desde retratos de la realeza hasta pinturas profundamente oscuras y personales, su vida estuvo marcada por cambios dramáticos tanto en su entorno personal como en la situación política de España, cambios que influyeron de manera determinante en la evolución de su estilo artístico. Goya es considerado un precursor del Romanticismo y un pionero en el arte moderno, con una producción que abarca desde el Rococó y el Neoclasicismo hasta su fase más oscura y personal, representada por las conocidas como Pinturas Negras.
Primeros años y formación artística
Francisco de Goya nació el 30 de marzo de 1746 en Fuendetodos, un pequeño pueblo cercano a Zaragoza en el que se encontraban de paso sus padres al estar llevando a cabo reformas en su vivienda habitual de la capital aragonesa. De esta pequeña localidad provenía su familia materna, los Lucientes, que pertenecían a la hidalguía rural.
Por su parte, los Goya poseían ascendencia vasca con un origen más humilde pues, tradicionalmente, se habían dedicado a diversas profesiones y oficios mecánicos. De hecho, su padre Braulio José era dorador de retablos, misma profesión que ejerció el segundo de sus cinco hermanos, Tomás, que en ocasiones también llegó a calificarse como pintor.
Con estos mimbres, no resulta extraño que Francisco mostrase un temprano interés por el mundo del arte. Así, tras su paso por los centros zaragozanos de escolapios y jesuitas, comenzó a formarse en dibujo y pintura con el maestro José Luzán Martínez tanto en su propio domicilio como en la Academia de Dibujo que había fundado en 1754 en Zaragoza durante unos cuatros años.
Tras asimilar los principios básicos y alcanzar la soltura necesaria para realizar pinturas de su propia invención, continuó formándose con el pintor Francisco Bayeu, que se había trasladado a la corte desde Zaragoza y que tendría una influencia evidente en los primeros trabajos del joven Goya (también acabaría siendo su cuñado).
En esta primera etapa de formación se cree, puesto que no existen pruebas concluyentes al respecto, que Goya realizó algunas obras de temática religiosa como las pinturas del relicario de la iglesia de Fuendetodos (1762-1763), destruido durante la Guerra Civil española, o La consagración de San Luis Gonzaga como Patrono de la Juventud, un lienzo procedente de la Ermita de Nuestra Señora de Jaraba fechada entre 1763 y 1764.

Asimismo, fue durante esta época cuando intentó, sin éxito, obtener una pensión de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1763 y, tres años después, resultar vencedor del concurso trianual de pintura que convocaba la propia institución madrileño.
El obligado viaje a Italia
Estos contratiempos no minaron el deseo de Francisco de Goya de dedicarse a la pintura, motivo por el cual decidió continuar su formación en Italia, lugar de obligada visita para todo aquel que ansiaba con vivir de su arte. Allí, pudo embeberse de las diferentes técnicas pictóricas y la estética de los grandes maestros italianos, así como aumentar su repertorio iconográfico de imágenes clásicas gracias a las esculturas renacentistas y de la Antigüedad.
El viaje que realizó con esta finalidad al país transalpino entre 1769 y 1771 fue documentado por el propio pintor aragonés en el conocido como Cuaderno italiano, en el que dejó por escrito itinerarios, contactos, datos biográficos, obras que había contemplado… Además, las páginas de este cuaderno, conservado en el Museo del Prado, se ilustran con una gran cantidad de dibujos y bocetos del propio Goya realizados durante su estancia en Italia, especialmente en Roma y Venecia, y tras su vuelta a España.

Una vez de vuelta en Zaragoza, no pasó demasiado tiempo para que recibiera uno de sus primeros encargos importantes: la decoración de la bóveda del Coreto de la Basílica del Pilar. Esta primera gran obra de Goya demostró su gran dominio de la pintura al fresco, consagrándolo como un joven talento y permitiendo la recepción de otros encargos similares con los que empezaría a ganarse la vida.
En 1773 se casó en Madrid con Josefa Bayeu, hermana de su maestro, fruto del cual nacerían siete hijos, aunque tan sólo el último, Francisco Javier Pedro, alcanzaría la edad adulta. Los primeros años de matrimonio los pasaron separados pues, mientras Josefa seguía en la capital, Goya continuaba trabajando en Zaragoza en obras como la de los murales sobre la vida de la Virgen del monasterio de la Cartuja de Aula Dei, que realizó en 1774 y que le sirvió para impulsar un poco más su carrera.
La llegada a Madrid: los cartones
Goya se estableció definitivamente en Madrid en enero de 1775 tras recibir la llamada del Anton Raphael Mengs, pintor de cámara de Carlos III, para que pintara los cartones para tapices destinados a decorar las residencias reales confeccionados en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Los primeros que entregó ese mismo año estaban protagonizados por escenas de caza que acabarían colgando de las paredes del comedor de los príncipes de Asturias en El Escorial.
A partir de entonces y hasta 1780, realizaría un total de siete series de diferentes temáticas (escenas de caza, diversiones en el campo y las afueras de Madrid, escenas de la feria de Madrid, diversiones aldeanas, las cuatro estaciones…) tanto para el propio palacio de San Lorenzo del Escorial como para el del Pardo. Algunos de estos cartones más conocidos son Caza con reclamo (1775), Baile a orillas del Manzanares (1776), El quitasol (1777), El columpio (1779), La feria de Madrid (1779), Las lavanderas (1780) o El resguardo de tabacos (1780).

A lo largo de los cinco años en los que estuvo inmerso en estos cartones su factura fue evolucionando desde los primeros, más tradicionales con aldeanos y alegorías, pasando por temas más humorísticos con personajes y tipos populares españoles -especialmente majos y majas-, estampas cada vez más complejas con mayor número de personajes y, finalmente, escenas de mayor naturalidad con ricas composiciones y una paleta cada vez más variada y refinada.
Asentamiento en la corte: entre nobles, ilustrados y la familia real
Durante estos años de trabajo en los cartones, Goya también realizó otras obras que le fueron acercando a las altas esferas del país. Así, por ejemplo, sus aguafuertes a partir de retratos ecuestres y obras de Velázquez se ganaron el reconocimiento del secretario de Estado José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, y de Antonio Ponz, secretario de la Real Academia de Bellas Artes San Fernando, institución a la que consiguió acceder como académico de mérito en 1780 gracias al lienzo Cristo crucificado.
A partir de entonces, tras superar la decepción de las críticas y la mala acogida de las nuevas pinturas al fresco realizadas en la Basílica del Pilar en 1781, comenzó a recibir los encargos para retratar a lo más granado de la sociedad española: la familia del infante don Luis, el propio conde de Floridablanca, los condes de Altamira y, especialmente, los duques de Osuna. Estos últimos se convirtieron en los principales valedores del pintor aragonés pues, además de retratos de la familia -destaca el titulado Los duques de Osuna y sus hijos (1788)-, también le encomendaron obras de carácter religioso y una de sus series más conocidas y originales, las pinturas con asuntos de brujas de 1798.

El hecho de relacionarse con las altas esferas también le permitió acercarse a los círculos intelectuales del país en los que, figuras como el escritor Gaspar Melchor de Jovellanos, defendían desde posiciones reformistas la necesidad del progreso basado en la razón, al más puro estilo de la Ilustración europea. En consecuencia, no es de extrañar que, en ocasiones, se haya considerado a Goya como el pintor de la Ilustración al mostrar a través de sus obras, no sólo a sus principales representantes en forma de retratos, sino la crítica a la crueldad, la injusticia y la violencia humana, comportamientos irracionales y contrarios al progreso y la modernidad.
Fue en 1789 cuando Goya se consolidó de manera definitiva en la corte al ser nombrado pintor de cámara de Carlos IV, al que retrataría magistralmente en 1800 junto a su familia –La familia de Carlos IV– captando a la perfección la psicología de los personajes y sin idealizaros físicamente, inspirándose en Las Meninas de Velázquez al autorretratarse en el margen izquierdo frente a un gran lienzo. Este nombramiento le permitió reforzar su faceta como retratista de miembros de la nobleza y la familia real, lo que le aseguró un estatus social y financiero considerable.
La sordera y la relación con la duquesa de Alba
En 1792, a los 46 años, se vio aquejado de una enfermedad -probablemente el conocido como ‘cólico de Madrid’ provocado por la ingesta de plomo presente en comidas y utensilios de cocina- que le mantuvo postrado en cama dos meses. Parta intentar recuperarse se trasladó a Andalucía, pero sufrió una nueva recaída en febrero de 1793 que le provocó una sordera definitiva que, además de aislarse, acabaría teniendo una influencia directa sobre su obra. Además de abordar temas más oscuros como robos, incendios, naufragios, enfermedades y muertes, su pintura se volvió más expresiva y personal.
A pesar de ello, a su vuelta a Madrid intentó recuperar sus quehaceres anteriores como en el entorno cortesano, consiguiendo establecer una estrecha relación profesional y de amistad con la duquesa de Alba, María Teresa Cayetana de Silva y su marido José Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca. A la muerte de este último en 1976, la duquesa se trasladó a su palacio de Sanlúcar de Barrameda, donde parece que Goya pasó una temporada, desatando los rumores sobre una posible relación amorosa.

Sea como fuere, allí realizó el llamado Cuaderno de Sanlúcar con estampas de la intimidad de María Teresa y escenas de calle andaluzas y madrileñas. Estos dibujos serían el antecedente de los Caprichos que publicaría en febrero de 1799, grabados en los que, de manera caricaturesca y satírica, retrata los vicios y comportamientos costumbristas reprochables de la sociedad, especialmente de la nobleza y el clero.
Durante esta última década del siglo XVIII y principios de la siguiente centuria, Francisco de Goya también continuará su labor en la corte, convirtiéndose en primer pintor en 1799. Además de los frescos de la Ermita de San Antonio de la Florida (1798) y de los retratos de la familia real y de Manuel Godoy, favorito de la reina María Luisa, también pintó para este último dos de sus obras más célebres, La maja vestida y La maja desnuda, cuya identidad se llevó a la tumba (existen muchas especulaciones al respecto que la asocian, entre otras, con la duquesa de Alba o con la amante de Godoy -príncipe de la Paz- Pepita Tudó).

Goya y la Guerra de Independencia
Sin embargo, uno de los eventos más decisivos en la vida de Goya fue la invasión de España por Napoleón y la posterior Guerra de Independencia en 1808, acontecimientos que fueron determinantes en su obra posterior. El aragonés había sido testigo directo de la brutalidad del conflicto y las atrocidades cometidas tanto por los franceses como por los españoles, comportamientos crudos e inhumanos que plasmaría en sus obras de manera novedosa, en contraposición a las clásicas estampas de grandes batallas y ejércitos victoriosos.
Dos de estas obras asociadas al levantamiento popular contra el invasor francés son El dos de mayo de 1808 o La carga de los mamelucos y El tres de mayo de 1808 o Los fusilamientos. Pintadas tras el regreso de Fernando VII al trono español en 1814 por encargo del Consejo de Regencia, Francisco de Goya recogió dos episodios complementarios con el fin de exaltar la heroicidad del pueblo español: el violento ataque contra los jinetes mamelucos del mariscal Murat en la mañana del 2 de mayo y la consiguiente represión del ejército francés por medio de la ejecución de los patriotas españoles en Madrid -probablemente la montaña del Príncipe Pío- al día siguiente.

En esta última, el pintor aragonés introduce un nuevo lenguaje visual para representar la violencia y el sufrimiento humano, poniendo el foco en las víctimas y los héroes anónimos vencidos en vez de en los vencedores, el pelotón de fusilamiento francés. La figura central, con los brazos en alto y una expresión de digno sufrimiento en su rostro, se ilumina frente al resto de la escena personificando la lucha de un pueblo contra su invasor, convirtiéndose desde entonces en un símbolo de la resistencia frente a la opresión.
Mucho más explícita es la serie de grabados Desastres de la guerra (1810-1820), en la que Goya, por iniciativa propia, refleja de manera cruda y visceral las atrocidades cometidas durante la guerra por parte de ambos bandos. Tanto unos como otros asesinan, torturan, roban y violan al contrario, en un catálogo de “horribles” estampas en las que la deshumanización de hombres y mujeres se muestra en toda su crudeza, dejando al descubierto el impulso feroz y violento que emana de la propia lucha por la supervivencia. Garbados como Con razón o sin ella, Lo mismo, Y son fieras, No quieren, Enterrar y callar, Populacho, Qué hai que hacer más? o Grande hazaña! Con muertos!, son un testimonio directo de la brutalidad y la sinrazón de la guerra, a quien nadie beneficia.

La Quinta del Sordo y las Pinturas Negras
A pesar de retratar a Fernando VII en varias ocasiones, el pintor aragonés no contó con las simpatías del nuevo monarca En este desencuentro debió de pesar su relación con ciertos intelectuales “afrancesados” y el hecho de haber retratado al propio José I y alguno de sus oficiales y ministros. Tampoco el propio Goya apreciaba a “el Deseado”, cuyo régimen absolutista criticó en estampas que no llegaron a publicarse. Esta situación, agravada por la muerte de Carlos IV y María Luisa en enero de 1819 en el destierro italiano, hizo que el de Fuendetodos acabara por alejarse de manera definitiva de los ambientes cortesanos.
Así, en 1819 Francisco de Goya adquirió la conocida como Quinta del Sordo, una casa de campo en las afueras de Madrid, a la que se retiró para llevar una vida más tranquila como hacendado. Tras superar una nueva y grave enfermedad a finales de ese mismo año, comenzó a producir una serie de obras pintadas directamente sobre las paredes del comedor y el gabinete de la Quinta que reflejaban su creciente pesimismo y desesperación ante el mundo que le rodeaba.
Conocidas como Pinturas Negras, fueron realizadas entre 1819 y 1823 y destacan por su tono oscuro, tanto en la paleta utilizada como en la temática, y por lo grotesco de las mismas. Plasman aquello que aborrece desde un punto de vista irónico pero, a la vez, sublime. El horror, la superstición, la muerte, la maldad humana, el tiempo o la dualidad entre lo racional y lo irracional se convierten en protagonistas de las pinturas más personales del genio aragonés que, por este motivo, también esconden significados e interpretaciones imposibles de desentrañar.
Entre las catorce pinturas que componen este conjunto sobresalen Duelo a garrotazos o La riña, en la que dos personajes -uno de ellos con el rostro ensangrentado- se enfrentan cuerpo a cuerpo con sendos garrotes; Saturno devorando a su hijo, que muestra con una brutalidad escalofriante al dios devorando a su propio hijo por miedo a ser destronado; y el Aquelarre o El gran cabrón, una representación de un aquelarre de brujas que evoca un mundo de superstición y miedo. Son pinturas realizadas con un estilo casi impresionista, con pinceladas sueltas y colores sombríos, que marcan un alejamiento radical del naturalismo que había caracterizado sus primeras obras.

El estilo de Goya: del Romanticismo al arte moderno
La pintura de Goya fue evolucionando a lo largo de toda su vida alcanzando un estilo muy personal fruto de la experimentación de técnicas y soportes que le llevaron a asociarse con diferentes corrientes artísticas existente y a convertirse en el precursor o la influencia de otras posteriores. Aunque en sus primeros años Goya trabajó en un estilo Rococó, a lo largo de su vida su arte se transformó hacia un enfoque más personal y expresivo, características que lo alinean con el Romanticismo. Esta corriente artística, que surgió en Europa a finales del siglo XVIII, valoraba la subjetividad, la emoción y la naturaleza frente al racionalismo de la Ilustración. Si bien el pintor aragonés no fue un romántico en el sentido estricto del movimiento, su obra expresa muchas de las inquietudes que definieron el Romanticismo: el interés por lo sublime, el poder de las emociones y la representación de lo irracional y lo oscuro.
Asimismo, en muchas ocasiones se ha considerado a Francisco de Goya un puente entre el arte antiguo y el moderno. Su capacidad para representar la angustia y la emoción humana de una manera visceral e íntima lo coloca como un precursor del Expresionismo. Artistas como Edvard Munch y Pablo Picasso reconocieron la influencia de Goya en su obra, particularmente en su uso de la distorsión y la exageración para transmitir emociones.
Goya también influyó en el desarrollo del Surrealismo, especialmente en su representación de lo irracional y lo grotesco. Obras como El sueño de la razón produce monstruos, de la serie de grabados Los Caprichos, exploran el subconsciente y la irracionalidad humana de una manera que anticipa las preocupaciones de artistas surrealistas como Salvador Dalí.
Muerte y legado
Francisco de Goya y lucientes falleció el 16 de abril de 1828 en Burdeos, donde vivió sus últimos años en exilio voluntario, lejos de la represión y el caos político que asolaba España tras el fin del Trienio Liberal (1820-1823) y la restitución del poder absoluto de Fernando VII con la intervención de los Cien mil hijos de San Luis. Aunque su salud había decaído en sus últimos años, continuó pintando hasta el final de su vida acompañado por Leocadia Zorrilla de Weiss y sus dos hijos, Rosario y Guillermo.

La obra de Goya no solo transformó la pintura española, sino que también dejó una huella duradera en la historia del arte mundial. Su capacidad para combinar la crítica social con una profunda exploración de la naturaleza humana lo convierte en uno de los primeros artistas modernos. Aunque trabajó en una época de grandes cambios políticos y sociales, su visión del mundo, profundamente personal y subjetiva, lo elevó más allá de su contexto histórico.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-10-29 05:17:00
En la sección: Muy Interesante