Un inicio prodigioso pone el tono a una cinta de Walt Disney y Pixar que es, sin duda alguna, una celebración del cine animado. La leyenda de Pixar como el estudio que revolucionó la animación y, podríamos decir, la propia historia del cine, se cimentó sobre una serie de obras maestras producidas en sucesión: Toy Story, Monstruos, S. A., Buscando a Nemo… Wall-E.
Ganaron tanto prestigio en tan poco tiempo que cada nuevo estreno de Pixar era esperado como algo que nos iba a traer lo nunca visto en forma de ideas argumentales únicas, mostradas además con innovaciones revolucionarias en el arte de la animación.
Aunque Pixar haya perdido algo de lustre en los últimos años, ese fue todavía el caso de Wall-E (2008), que volvió a dejar a los críticos con la boca abierta mientras recaudaba millones en taquilla. Es la apuesta más decidida del estudio por la ciencia ficción y, de ponerle algún pero, sería el mismo que afecta a otra de sus obras maestras, Up (2009): su inicio es tan magistral que todo lo que venga después tiene que estar, necesariamente, a otro nivel.
Un robot entre escombros: una introducción magistral al futuro que abandonamos
En un futuro impreciso, la Tierra es un gigantesco basurero donde no vive nadie. Los humanos hace tiempo que la han abandonado.
Estos viven en la gigantesca nave espacial Axiom, propiedad de la multinacional Buy N Large (BNL), responsable también de la fabricación de miles de productos de consumo cuyos envoltorios constituyen una buena parte de los desperdicios que cubren el planeta.
La idea inicial era permanecer en la nave durante cinco años, mientras un batallón de limpieza formado por los robots Wall-E limpiaban la Tierra, pero han pasado siete siglos y solo queda uno.
Este último Wall-E, igual que sus compañeros, ha sido programado únicamente para recoger y apilar basura, pero después de setecientos años ha desarrollado algo parecido a una personalidad: tiene una pequeña colección de artefactos curiosos que ha ido encontrando, y una cucaracha como mascota.

Una planta, un gesto, una esperanza: el amor como motor de regeneración
También encuentra algo cuya finalidad desconoce: una planta. Justo un día después de su hallazgo, aparece en el planeta EVE, otra robot, este enviado por la comunidad de Axiom en busca de vida.
Wall-E, prendado de ella, le regala la planta, que es precisamente la señal que EVE buscaba de que la vida en el planeta se está empezando a regenerar. Cuando la nave nodriza recoge a EVE para llevarla a Axiom, Wall-E se incorpora al viaje; en la colonia descubrirá que la especie humana ha degenerado en una obesidad mórbida general como consecuencia de su abulia, ya que no desarrolla ninguna actividad y lo recibe todo hecho.
Entregarle la planta a McCrea, el capitán de Axiom, podría poner en marcha la Operación Recolonización para regresar a la Tierra, pero las cosas no van a ser fáciles.
Veintidós minutos sin diálogos: un homenaje al lenguaje visual del cine clásico
Todo este argumento se desarrolla con la combinación de acción, entretenimiento, humor y ternura que han caracterizado a las producciones de Pixar, pero los riesgos que se tomaron para contarlo fueron considerables: los veintidós primeros minutos de la película transcurren sin diálogo, y el primer ser humano que habla no lo hace hasta el minuto 39.
Wall-E y EVE, por su parte, intercambian poco menos que palabras sueltas y, sin embargo, se cuentan entre los personajes más logrados por el estudio, que vuelca en ellos todo el talento de sus animadores para que entendamos lo que quieren y sienten sin necesidad de que lo digan: todo está en sus ojos, en su movimiento, en los sonidos ambientales.
Es un regreso a los recursos del cine puro, aquel que basaba la narración sobre todo en las posibilidades de la imagen. Optar por esta manera de contar la historia en una película que costó la friolera de 180 millones de dólares es digna de aplauso por su audacia y por lo brillante del resultado obtenido. Pero así era Pixar en sus buenos tiempos, y así esperan muchos fans que vuelva a ser algún día.

Una crítica ambiental sin sermones: ciencia ficción con conciencia
Uno de los grandes logros de Wall-E fue introducir una crítica medioambiental contundente sin caer en el tono moralizante. La película plantea un escenario postapocalíptico en el que la Tierra ha sido abandonada tras siglos de consumismo desmedido, sobreproducción y acumulación de basura.
Todo esto se refleja sin necesidad de largas explicaciones: los paisajes desérticos de torres de desechos y la ausencia total de vida humana lo dicen todo. La empresa ficticia Buy N Large (BNL), omnipresente en el mundo de Wall-E, actúa como una sátira de las megacorporaciones que priorizan el consumo sin límites por encima del bienestar colectivo.
Lo interesante es que esta crítica se da dentro de una historia cargada de emoción y ternura. La película no señala culpables con el dedo, sino que muestra las consecuencias de una evolución tecnológica y económica que ha desconectado a los humanos de su entorno. El espectador, al ver cómo los personajes flotan en sillas sin caminar y reciben todo por pantallas, no necesita más para entender que se ha perdido algo esencial.
Limpio y carente de propósito
La representación de la nave Axiom y su población humana es otro punto clave. En lugar de mostrar un futuro distópico oscuro y opresivo, Wall-E presenta un mundo cómodo y luminoso… pero vacío.
El diseño visual del entorno refuerza esta contradicción: todo es limpio y automatizado, pero carente de propósito. En ese contexto, el pequeño robot de limpieza que aún se esfuerza por “ordenar” lo abandonado representa una chispa de sentido en medio del colapso.
Cabe destacar que el director, Andrew Stanton, trabajó con consultores científicos y ambientales para hacer más creíble este futuro. Incluso se inspiró en documentales sobre residuos, hábitos de consumo y obesidad infantil para crear una visión plausible.
El resultado fue una historia de ciencia ficción con mensaje, pero anclada en problemas reales que siguen vigentes casi dos décadas después de su estreno.

Sonido, gestos y miradas: contar una historia sin palabras
Si algo distingue a Wall-E en el panorama del cine animado es su capacidad para narrar sin depender del lenguaje verbal. Buena parte de esta virtud recae en el diseño de sonido y la expresividad gestual de sus protagonistas. Ben Burtt, legendario diseñador sonoro de Star Wars (creador del icónico sonido de R2-D2 y los sables láser), fue quien dio vida auditiva a Wall-E. Utilizó una combinación de sintetizadores analógicos, sonidos grabados del mundo real y su propia voz distorsionada para generar los ruidos, emociones y frases simples que el robot emite.
Gracias a este enfoque, los personajes transmiten todo con gestos, posturas y sonidos. Las variaciones en el tono de voz de Wall-E, sus pausas, sus miradas sostenidas o sus giros torpes, bastan para entender lo que siente. Del mismo modo, EVE, aunque más avanzada tecnológicamente, se vuelve cada vez más expresiva a medida que se relaciona con él.
Este tipo de narración no solo es inusual, sino muy arriesgada en una superproducción. Pixar confió en que los espectadores de todas las edades podrían empatizar con dos robots sin lenguaje humano articulado. El resultado fue un éxito rotundo: Wall-E recibió elogios por demostrar que la emoción en el cine no depende de las palabras, sino del diseño audiovisual y la conexión visual con los personajes.
La influencia del cine mudo es evidente. El propio Andrew Stanton ha mencionado que se inspiró en películas de Chaplin y Buster Keaton para construir la historia: cine basado en la acción física, el ritmo visual y las emociones universales. Wall-E no solo rinde homenaje a esa época, sino que la renueva con tecnología de vanguardia y sensibilidad contemporánea. En un mundo saturado de estímulos y diálogo constante, el silencio de Wall-E se convirtió en su gesto más poderoso.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-05-24 13:00:00
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