Subocupación femenina en Colombia: el talento que el mercado laboral sigue desaprovechando | Empleo | Economía

En Colombia, el debate sobre empleo suele centrarse en el número de puestos creados o la tasa de desocupación y ocasionalmente en las brechas de género. Sin embargo, hay una capa menos visible del problema: el subempleo, y más específicamente, la subocupación femenina, puesto que entre flagelos como el trabajo no remunerado y las labores domésticas se pierden los llamados de mujeres que quieren avanzar en este mercado.

Según un reciente análisis de ANIF titulado “Escuchemos a la oferta laboral femenina”, aunque la tasa de subocupación para jefes de hogar ha disminuido en los últimos años, las mujeres siguen siendo el grupo que más expresa insatisfacción con sus condiciones actuales de trabajo, que en muchos casos, se convierte en un grito de oportunidad no atendido.

Lea también: Poco tiempo y sin consensos, principales obstáculos para la revivida reforma laboral

En primer lugar explicaron que la población subocupada está compuesta por personas que, aunque tienen un empleo, desean trabajar más horas, mejorar sus ingresos o desempeñarse en un trabajo más acorde con sus competencias y se mide por medio de la Tasa de Subocupación, con base en la fuerza laboral.

Dicho esto, reseñaron que esta última se ha reducido 2,4 puntos porcentuales para mujeres jefas de hogar desde los promedios observados entre 2014 y 2019. No obstante, dejaron claro que el motivo detrás de esa caída no es necesariamente una mejora en la calidad del empleo, sino un aumento notable de mujeres que han entrado a la fuerza laboral con mayores expectativas de cambio.

De acuerdo con Anif, en el primer trimestre de 2025 la fuerza laboral de las mujeres jefas de hogar creció 60%, mientras que su población subocupada aumentó 24,9%, lo que implica que muchas más mujeres están buscando activamente mejorar su situación laboral y que si bien su participación ha aumentado, ha sido con trabajos que no satisfacen sus necesidades económicas o no reconocen su nivel de formación.

“Este resultado refleja las persistentes brechas de género en el mercado laboral, donde las mujeres enfrentan discriminación y tienden a postularse a trabajos menos remunerados a comparación de los hombres. No obstante, con el incremento de las mujeres en la PS, estas están manifestando la voluntad de mejorar estas condiciones, seguramente, con un fin económico”, acotaron.

Puede interesarle: Colombia radica solicitud de ingreso al Nuevo Banco de Desarrollo de los Brics

Una lucha desigual

Partiendo de lo anterior, el informe resalta que esta tendencia no es un simple ajuste coyuntural, ya que detrás de esas cifras hay un fenómeno estructural profundamente ligado al rol de las mujeres en los hogares y es que de cada diez hogares con jefatura femenina, siete están encabezados por madres cabeza de hogar; mientras que para hombres es sólo tres de cada diez hogares con jefatura masculina no tienen cónyuge.

Este contexto ayuda a explicar por qué la participación femenina en la población subocupada no solo ha crecido, sino que lo ha hecho con una clara intencionalidad y es buscar más horas, mejores ingresos y trabajos dignos, resaltando que no se trata de una queja pasiva, sino de una señal clara de que hay talento desaprovechado, de que hay fuerza laboral disponible con disposición de crecer, pero sin caminos reales para hacerlo.

Mujeres.

Istock

“Existe entonces una oportunidad para reasignar esta población. Para eso, se requiere del esfuerzo del sector público y privado para explotar sus capacidades y aprovechar su potencial. Esta acción puede mejorar la productividad, el bienestar y disminuir la brecha en cuanto al acceso y remuneración del mercado laboral según género, el cual tristemente hoy en día tiene rostro de mujer”, indicaron.

Autoempleo forzado: la vía informal de subsistencia

Pero ¿qué ocurre cuando el mercado formal no ofrece opciones viables? La respuesta está en el creciente número de mujeres que trabajan por cuenta propia. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en Colombia el 40% de las mujeres están autoempleadas, el doble que en países como Chile, Uruguay o Costa Rica, en una realidad que no es una elección libre, sino una salida obligada frente a un sistema que no ofrece conciliación entre trabajo y vida personal, ni acceso igualitario a educación o financiación.

Expertas como Jackeline Henao Bustos, directora de Team Consultor, sostienen que la informalidad femenina es el resultado de múltiples barreras, comenzando por una carga desproporcionada de cuidado, escasa formación técnica, culturas laborales hostiles y un acceso limitado a redes de apoyo.

Más información: Esta es la pregunta adicional que tendría consulta popular 2.0 que radicará el Gobierno

Ante esto, explicó, muchas mujeres optan por el autoempleo porque les permite mayor flexibilidad para cumplir con sus múltiples responsabilidades, aunque esta aparente libertad venga acompañada de bajos ingresos, inestabilidad y exclusión de beneficios sociales; que no les permitan tener o aspirar a una mejora calidad de vida en el tiempo.

“El informe también destaca que las diferencias de género y las desigualdades entre mujeres no solo se asocian con el tipo de inserción laboral por sector y categoría de ocupación, sino también con la calidad del empleo. Por ejemplo, en explotaciones mineras pequeñas, las mujeres representan hasta el 50% de la mano de obra, aunque sus salarios son generalmente inferiores a los de sus homólogos masculinos”, agregó esta experta.

Trabajo doméstico

iStock

Para Henao esta forma de trabajo no puede seguir viéndose como un indicador de emprendimiento o autonomía sin más, ya que en muchos casos, refleja la incapacidad del sistema económico de acoger a las mujeres en condiciones dignas y se puede considerar como una especie informalidad funcional, pero no sostenible, que profundiza la brecha entre los géneros en términos de ingreso, acceso al crédito y cotización pensional.

A esta situación se suma un factor transversal: el trabajo no remunerado. Acá hay que decir que el Dane, a través de sus más recientes Cuentas Nacionales de Transferencia de Tiempo, confirmó que las mujeres en Colombia dedican en promedio 21 horas semanales a labores del hogar y cuidado, mientras que los hombres destinan apenas 7,5 horas.

Consulte también: ¿Metro de Bogotá, en juego por veto de EE. UU. a empresas chinas? Esto dijo la Alcaldía

Esta diferencia de casi 14 horas semanales tiene un impacto directo en la capacidad de las mujeres para insertarse y permanecer en el mercado laboral remunerado y se vuelve una carga invisible que es mayor en edades productivas, ya que a los 27 años, las mujeres dedican un máximo de 3,5 horas diarias al cuidado no remunerado, mientras que los hombres solo 1,7 horas a los 34 años.

Así las cosas, el panorama es claro y comienza porque Colombia tiene una gran reserva de talento femenino dispuesta a trabajar más y mejor, pero atrapada en un sistema que las subutiliza, las empuja al autoempleo informal y les impone una triple carga y si bien la tasa de subocupación ha disminuido, no se puede interpretar como una victoria si quienes siguen ocupando empleos insuficientes o precarios son mujeres con mayores responsabilidades económicas.

Se requiere, como señala Anif, una estrategia nacional articulada entre el sector público y privado para aprovechar este potencial, en el que las soluciones incluyan desde políticas de formalización más efectivas, hasta reformas estructurales en la distribución del cuidado y el reconocimiento del trabajo no remunerado. Más allá de estadísticas, lo que está en juego es el bienestar de millones de mujeres colombianas y el desarrollo mismo del país.