Desde el segundo piso de una de las casas en madera en el resguardo wounaan, Alirio mira el ancho río San Juan.
Observa platanales a pocos metros y en un costado, sembrados de papa china. El indígena como su comunidad en el resguardo de Chachajo encomienda su espíritu al Maach Aai, considerado como el padre mayor, el Dios y creador del mundo de estos indígenas en uno de los rincones del extremo occidental del Valle del Cauca, al cual se llega solo navegando por ríos.
En un principio él se originó en una laguna y era un espíritu que se movía como el mar. A medida que fue creciendo tomaba forma, se movía como un niño y comenzó a crear la tierra, el mar, las montañas, la luna y el sol. Después de esto, escogió una playa llamada Baaur Do Mos (playa de río de sábalo), hoy conocida como Baudó y ahí creó a su hijo Ewadam. Por solicitud de su hijo, porque se sentía muy solo, Maach Aai creó gente por medio de muñecos hechos con barro que fueron puestos en la playa.
Este es parte del relato del plan de salvaguarda étnico de los wounaan en esta zona del Pacífico vallecaucano, en límite con la selva de Chocó.
Pero allí, el miedo ha venido aumentando con el paso de los años por los hombres armados que navegan por estas tierras, al punto de que hay confinamiento de algunas familias, mientras otras analizan opciones de salir del resguardo en sus canoas movidas por motores, pero sin tener claro su destino, temiendo éxodos de años anteriores, cuando los wounaan llegaron a Cali y al casco urbano de Buenaventura.
Uno de ellos, el del 25 de noviembre de 2021, cuando 29 familias del pueblo wounaan nonam, asentadas desde hace 37 años en el resguardo Santa Rosa de Guayacán, ubicada en la cuenca del Bajo Calima, fueron desplazadas de su territorio por enfrentamientos entre el Eln y el ‘clan del Golfo’.
Pero no es el único pueblo indígena cercado por los violentos. El resguardo emberá chamí de San Quinini, en el norte del Valle, viene sufriendo el confinamiento de parte de su población y también el destierro de quienes buscan un refugio para no ser asesinados.
A partir del destierro sufrido a finales del año pasado, de tres veredas —Tolda Fría, Cremal y Buenavista— del municipio de Bolívar, una parte de la comunidad de San Quinini permanece en el municipio de El Dovio y otra, en Bolívar.
De acuerdo con la Alcaldía de Bolívar, el año pasado eran más de 400 personas desplazadas, de las cuales, casi la mitad eran niños. El resguardo corresponde al cañón del río San Quinini. Ese éxodo al casco urbano de El Dovio y Bolívar empezó por el atentado contra el mayor del resguardo, Andrés Lobígamo. Actualmente, la Unidad para las Víctimas lidera la articulación institucional para la reubicación de 105 familias emberá desplazadas en el norte del departamento.
En el casco urbano del municipio de Bolívar se encuentran 407 personas de 105 familias del resguardo San Quinini, perteneciente al pueblo emberá chamí. Llegaron a esta región del norte del Valle desde octubre de 2024.
Indígenas emberás, recibiendo ayudas de la Unidad para las Víctimas en el norte del Valle. Foto:Unidad para las Víctimas
Ante su situación y con el objetivo de avanzar en el proceso de reubicación de estas 105 familias desplazadas, la Unidad para las Víctimas instaló una mesa de articulación interinstitucional en el municipio de Bolívar.
La directora territorial de la Unidad para las Víctimas en el Valle del Cauca, Rosiris Angulo, destacó que la instalación de la mesa interinstitucional logró su propósito de hacer que entidades del orden nacional, regional y local evaluaran los avances en la atención a esta población indígena e identificaran las posibles rutas para la reubicación de las familias.
Indígenas emberás, recibiendo ayudas de la Unidad para las Víctimas en el norte del Valle Foto:Unidad para las Víctimas
“Es un proceso muy importante para esta comunidad que ha tenido que afrontar durísimas circunstancias”, afirmó la directora.
“La mesa articula actores, como la Alcaldía de Bolívar y también a la Personería Municipal, la Defensoría del Pueblo, la hobernación del Valle del Cauca y la Secretaría de Paz departamental. Además, de manera virtual participaron la Agencia Nacional de Tierras (ANT), la Unidad Nacional de Protección (UNP) y la Sociedad de Activos Especiales (SAE)”, sostuvo la funcionaria.
Reiteró que el resguardo de San Quinini se ha visto gravemente afectado por el conflicto armado.
El desplazamiento de esta comunidad ocurrió después de sufrir hechos victimizantes que incluyen el asesinato de líderes de la comunidad, amenazas, hostigamientos y la instalación de minas antipersonales en sus territorios ancestrales, donde los grupos ilegales han sembrado cultivos ilícitos en jurisdicción del cañón del Garrapatas y del río San Quinini.
“La Unidad para las Víctimas reitera su compromiso de seguir articulando esfuerzos interinstitucionales para garantizar que la reubicación de los pueblos indígenas en condición de vulnerabilidad y su reparación integral sean una realidad tangible en cada rincón del país y en especial en los territorios afectados por el conflicto armado”, manifestó la directora Angulo.
En la Gobernación indicaron que se han adelantado acciones en respuesta al auto del primero de noviembre de 2024 y en seguimiento a otras órdenes, dentro de la sentencia número R04, emitida el 19 de marzo de ese año por el Juzgado Primero Civil del Circuito Especializado en Restitución de Tierras de Cali.
Indígenas wounaam del Pacífico vallecaucano. Foto:Santiago Saldarriaga / Archivo EL TIEMPO
Pueblos indígenas, en medio de grupos armados
El Valle tiene en total seis pueblos indígenas reconocidos, según registros de la Gobernación. Son los emberá Chamí, en el norte y en el centro del departamento, con municipios críticos por grupos armados como Bolívar, El Dovio y Tuluá, donde están disidentes de la ‘Adán Izquierdo’ y ‘57 Yahir Bermúdez’.
En disputas territoriales también entran las bandas ‘los Rastrojos’, ‘la Inmaculada’ y ‘Nueva Oficina del Norte’.
En cuanto a los nasa, están en El Dovio, Buenaventura, Cali, Dagua, Florida, Ginebra, Jamundí, Pradera y Yumbo. En esos municipios hay disidentes de los frentes ‘Jaime Martínez’, ‘Adán Izquierdo’ y ‘57 Yahir Bermúdez’.
Indígenas wounaam del Pacífico vallecaucano. Foto:Santiago Saldarriaga / Archivo EL TIEMPO
Los pastos se localizan en el municipio de Florida y en sus alrededores, con influencia de disidentes. Mientras que los ingas se encuentran en Buenaventura, ciudad puerto azotada por ‘Shottas’ y ‘Espartanos’ en el casco urbano y área rural, así como por el ‘clan’, disidentes del frente ‘Jaime Martínez’, ‘Segunda Marquetalia’ y Eln, en alianzas con carteles mexicanos.
Los yanaconas son otro pueblo indígena, en Alcalá, en el norte del Valle, donde hay bandas delincuenciales y narcoparamilitares. El sexto pueblo son los wounaan nonam, en zona rural de Buenaventura, con el resguardo de Chachajo sobre el río San Juan.
Navegar hacia Chachajo
Para arribar a Chachajo, un caserío de tablas de madera que pertenece a Buenaventura, en el Valle, se debe recorrer primero el río Calima durante más de una hora, partiendo desde el corregimiento del Bajo Calima, también de la ciudad puerto, y luego navegar las aguas del ancho río San Juan.
Allí, la situación se tornó más grave en este 2025 porque los grupos armados rondan en lanchas a esta comunidad que vive confinada y que necesita salir hacia Buenaventura o a otros caseríos para abastecerse de alimentos y combustible para sus canoas y así poder movilizarse.
El personero de Buenaventura, Carlos Yeferson Potes, lanzó la voz de alerta por comuneros que han llegado a la ciudad puerto para denunciar la crítica situación de confinamiento de esta población indígena en la zona baja del San Juan, a raíz del recrudecimiento de los enfrentamientos entre disidentes de las Farc del frente ‘Jaime Martínez’ y el Eln.
Según el funcionario del Ministerio Público, hay 126 familias en el resguardo de Chachajo, donde predomina el miedo al reclutamiento de niños, adolescentes y jóvenes, sobre todo con edades entre 16 y 18 años.
Temor al ‘demonio’ armado
Algunos de los mayores wounaan de Chachajo hablan de que la comunidad se rige por designios de espíritus, mencionando a un demonio al que llaman Dosat. Pero señalaron que temen menos a esta figura de su tradición oral que a los hombres armados que han acosado a diferentes comunidades a la orilla del San Juan.
A un lado viven unos 3.000 en la jurisdicción del Valle del Cauca, y al otro lado del San Juan están nativos y otros habitantes en zona del Chocó.
Los wounaan son una cultura donde sus mujeres conservan la lengua nativa y visten con la paruma, una tela a manera de falda.
Como en Bolívar, cansados de los asesinatos y de las amenazas, se han presentado desplazamientos desde Chachajo, pero no quieren vivir esta realidad como en el pasado, buscando refugios en Buenaventura.
Cerca de allí está el territorio del resguardo de Santa Rosa de Guayacán, en la cuenca del corregimiento Bajo Calima de Buenaventura, declarado resguardo humanitario y biodiverso. La condición para ingresar al resguardo es la de ser un ciudadano que promueva la convivencia y la paz.
Como la zona humanitaria que existe en la cabecera municipal de Buenaventura contra las bandas criminales, el miedo también volvió a esta zona confinada.
Cada resguardo tiene a su jaibaná, que tiene el poder de comunicarse con los espíritus. No se desprende de su bastón para ahuyentar maleficios que provocan enfermedades.
Su comunidad lo reconoce como un hombre aguerrido cuando se enfrenta al Dosat, pero prefiere ser cauto cuando se trata de esos desconocidos que suelen pasar por el río frente a las casas de palafitos desde donde los wounaan miran temerosos.
CAROLINA BOHÓRQUEZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Cali
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Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com
Publicado el: 2025-06-28 18:14:00
En la sección: EL TIEMPO.COM -Colombia