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la cárcel de Antioquia en la que todo es negocio

la cárcel de Antioquia en la que todo es negocio
Aunque en mayo de 2023 el Ministerio de Justicia y el Inpec entregaron el remodelado pabellón 2 —con 57 celdas y una inversión superior a los 12.000 millones de pesos— la nueva infraestructura con capacidad para 410 internos no ha solucionado el problema del hacinamiento que sigue siendo evidente en los demás patios.

Si bien adentro aseguran que no hay distinción entre quienes van a unos y a otros —los dos pabellones nuevos mantienen en regla la capacidad permitida—, según Carmona, los reclusos pagan para lograr un traslado a las zonas no hacinadas. El único patio con destinación exclusiva es el 16, donde dicen que conviven ‘armónicamente’ los miembros de los grupos criminales que afuera se matan por el control de las rentas ilegales: disidencias, Eln, ‘clan del Golfo’ y otras organizaciones armadas.

El defensor de derechos humanos asegura que los problemas en Bellavista van más allá de la sobrepoblación y son los mismos de todas las cárceles del país: la mala alimentación, las falencias en la atención en salud, la falta de aplicación de los subrogados penales y una infraestructura física deteriorada.

Juan Carlos Villa acaba de llegar desde el Pedregal, otra penitenciaría ubicada en el occidente de Medellín. Allí, asegura, casi perdió el riñón izquierdo por la mala alimentación, que no cumple con los estándares nutricionales y que siempre llega a deshoras.

El hombre, que actúa como vocero de los derechos de los reclusos en el patio, comenta que la comida “no es la más adecuada”: por lo general sirven una sopa sin sabor, un goulash o una jamoneta que no cumplen con el gramaje o las condiciones necesarias para ser clasificados como proteína, y unas cuantas cucharadas de arroz mal cocinado. A veces los alimentos llegan crudos o en estado de descomposición.

Según documentos contractuales del proveedor a cargo del servicio, cada ración de comida en Bellavista cuesta 15.410 pesos. Entre diciembre de 2023 y diciembre de 2024 se destinarán 18. 037 millones de pesos en alimentación, solo en este establecimiento penitenciario.

Villa explica que el desayuno lo sirven a las 6 de la mañana, el almuerzo lo reparten entre 10 y 11 a. m. y la comida la entregan a las 2 de la tarde. “¿Cómo no se van a presentar enfermedades por desnutrición y gastritis?”, se queja el preso por las horas en que reparten los alimentos.

Si no tienen plata para comprar en el estanco, a los reclusos no les queda más opción que aguantar hambre hasta el día siguiente.

En los pasillos de los pabellones ofrecen palitos de queso y panzerottis a 5.000 pesos la unidad, y presas de pollo que salen del asadero por 7.000 y 8.000 pesos. Pero el verdadero negocio está en el acaparamiento y la reventa de productos. En las chazas de las celdas —controladas por las ‘razones’— se ofertan los artículos del estanco tres veces más caros.

Una caja de café pequeña puede costar 35.000 pesos y un paquete de galletas que vale 6.700 pesos a precio oficial sale por encima de los 20.000 pesos. El litro de Pony Malta se ofrece en 40.000 pesos.
Aunque antes se permitía el ingreso de la ‘coca’ con alimentos durante las visitas de familiares, desde la pandemia se ha mantenido la restricción por razones sanitarias. Ahora quienes visitan a los presos deben comprar adentro el desayuno y el almuerzo. Así, un saludo en la cárcel puede salir en 150.000 pesos por persona si se tienen en cuenta los pasajes, la comida y el alquiler de una pieza por un día para quien no tiene un espacio privado.

La prohibición del efectivo no es un problema en Bellavista. Pese a la restricción, los billetes igual circulan en el penal. Pero el principal método de pago son las cuentas bancarias de los reclusos, a través de las cuales se mueven todas las transferencias dentro y fuera del establecimiento. Entre ellos mismos se hacen pagos y se cruzan balances, incluso, con cuentas de personas que están por fuera.

A los problemas de la alimentación se suman los incumplimientos en la entrega de medicamentos, las demoras para cumplir con las cirugías ordenadas por los especialistas, los retrasos para la atención en sanidad, la falta de agua potable y los múltiples brotes por enfermedades en la piel.

Desde hace más de un año, Adrián Muñoz, un interno que cumple una condena por tentativa de homicidio, espera un trasplante tendinoso para solucionar su problema de pie equino que le restringe la movilidad por la pérdida del nervio.

Hasta la fecha, el hombre ha pagado 64 meses de prisión, lleva dos años y medio trabajando como aseador y aún le faltan 36 meses para optar por una libertad condicional. Sin embargo, desde hace 10 meses puede acceder a beneficios jurídicos como salir por 72 horas cada dos meses.

“No se cumple lo administrativo y la papelería como debe de hacer. En este momento la persona que me crió está a punto de fallecer, tiene 88 años. El desespero mío por salir, sabiendo que ya tengo el derecho, se me acumula…”, se lamenta Muñoz.

Lo cierto es que, según apuntan las fuentes consultadas, los reclusos también deben pagar no menos de 300.000 pesos para agilizar los trámites de redención en la oficina jurídica de la cárcel.

En Bellavista todo es un negocio y quien tenga cómo pagar hará más llevadera su condena —dicen que se necesita al menos un millón de pesos mensuales para vivir relativamente tranquilo—. Pero quien carezca de recursos o esté asfixiando por el consumo de sustancias, sufrirá la doble pena de vivir tras las rejas sin garantías mínimas y probablemente engordando una deuda típica del ‘gota a gota’ que, sí o sí, él o sus familiares van a tener que pagar.  

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2024-07-01 21:08:01
En la sección: EL TIEMPO.COM -Colombia

Publicado en Colombia

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