«Me gusta Rusia, su idioma y su cultura», declaró Aminata, de 20 años, a DW. Planea dejar en breve su país natal, Sierra Leona, para realizar una formación en la lejana Rusia. Sus gastos de viaje, incluido el alojamiento, están cubiertos por el programa «Alabuga Start», que lleva el nombre de una zona industrial en el suroeste de Rusia.
El de Aminata no es un caso aislado: el programa ofrece a las solicitantes de países pobres la posibilidad de una carrera bien remunerada. El canal público de Telegram del programa de trabajo y estudio muestra regularmente a jóvenes africanas alegres.
El sueño de una vida mejor se hace añicos
Para la mayoría, este sueño se hace añicos poco después de llegar a la Zona Económica Especial de Alabuga, una gran zona industrial en la región de Tartaristán, al suroeste de Rusia. En lugar de recibir formación profesional en centros de producción, muchas se ven obligadas a mantener en marcha la economía de guerra rusa y a ensamblar drones baratos en condiciones precarias. Esta es también la conclusión de un informe publicado en mayo por la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional (IG). Aminata, de Sierra Leona, dice no haber oído nada al respecto hasta ahora.
DW se ha puesto en contacto con numerosas participantes del programa, pero la mayoría se muestra reacia a hablar del tema por miedo a represalias. Chinara, una joven nigeriana, accedió a una entrevista a través del chat de Messenger: «Nos convirtieron en trabajadoras forzadas con salarios bajos», escribió la joven en un chat con DW. Es una de las participantes del programa Alabuga que se fue de Rusia decepcionada. «Al principio, nos sentimos bien porque, cuando solicitamos, nos ofrecieron trabajos en logística, servicios de catering y operadores de grúa», escribe Chinara, cuyo nombre ha sido cambiado para proteger su identidad.
Esta es una oportunidad única para las chicas africanas de entrar en estas profesiones, añade. «Pero cuando llegamos aquí lo cambiaron todo y nos pusieron excusas». Algunas fueron asignadas a la fábrica donde se ensamblan los drones, otras supervisaron la producción de drones y el resto trabajó como limpiadoras. Las jóvenes estuvieron expuestas a «sustancias químicas altamente peligrosas y potencialmente mortales», escribe Chinara. Sin embargo, la dirección del programa no quiso responsabilizarse del deterioro de la salud de las participantes. «Ni siquiera los propios rusos trabajan allí mucho tiempo porque es un lugar muy peligroso», afirma.
Un centro de la economía de guerra
Alabuga se considera un centro de la economía de guerra del presidente ruso Vladimir Putin. Allí se fabrican los drones Geran-2, basados en el modelo iraní Shahed-136, y estos drones desempeñan un papel clave en los ataques masivos contra Ucrania. Desde finales de abril y principios de mayohasta esta misma semana, Rusia ha intensificado una vez más sus ataques nocturnos con drones, dirigiendo cientos de estos drones kamikaze baratos hacia ciudades ucranianas casi todas las noches.
La Zona Económica Especial de Alabuga se estableció en 2006 para atraer empresas e inversiones a Tartaristán. Tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, las instalaciones se expandieron rápidamente y algunas áreas se reconvirtieron para la producción militar mediante la construcción de nuevos edificios o su renovación, como muestran imágenes satelitales.
Se ha reportado repetidamente escasez de mano de obra en una economía rusa muy afectada por la guerra y las sanciones. Los trabajadores migrantes del Sur global se están convirtiendo cada vez más en un objetivo para los reclutadores: según cifras de la base de datos gubernamental UIISS, más de 111.000 trabajadores africanos ingresaron al país en 2024, un 50 % más que en el primer año de la guerra, en 2022. Los cameruneses registraron el mayor crecimiento, seguidos por muchos otros provenientes de Nigeria, Burkina Faso, Togo, la República Centroafricana y Gambia.
Explotación en Alabuga
Casi todos estos países también aparecen en el estudio de GI en relación con Alabuga Start. El programa, al parecer, busca ayudar a subsanar la escasez de personal en la industria armamentística: inicialmente, reclutaba principalmente a mujeres jóvenes de entre 18 y 22 años de países africanos. Desde entonces, el programa se ha expandido a otros países en desarrollo de Asia y Latinoamérica, así como a varias antiguas repúblicas soviéticas.
Los autores del estudio analizaron datos y chats, y realizaron aproximadamente 60 entrevistas entre diciembre de 2024 y marzo de 2025. La coautora Julia Stanyard declara a DW que también se están contratando menores de edad para la producción de drones en las instalaciones de capacitación de Alabuga Polytech, ubicadas en la misma planta de producción. Algunas de ellas tienen tan solo 16 años, según Stanyard.
«Las condiciones laborales son abusivas; las jóvenes denunciaron largas jornadas bajo vigilancia por parte de la dirección de Alabuga. Trabajan con productos químicos que suponen un riesgo para su salud», afirma Stanyard, corroborando las declaraciones de la joven nigeriana Chinara. Las denuncias de acoso y racismo son habituales.
A esto se suma la situación el riesgo para sus vidas en la planta, ya que el ejército ucraniano está atacando las instalaciones de producción militar, afirma Stanyard. El informe de GI cita a medios rusos, según los cuales trabajadores resultaron heridos en abril de 2024 y la fábrica tuvo que ser evacuada en diciembre de 2024. Ucrania informó entonces de que un almacén había sido incendiado. La zona industrial, ubicada a unos 1.000 kilómetros en el interior de Rusia, fue atacada de nuevo por Ucrania en abril de 2025.
«Nuestra hija habla de trabajo forzoso»
«El programa parece asemejarse a una forma de explotación fraudulenta», declaró Stanyard a DW. No se les informa, durante el reclutamiento, de qué es lo que van a producir. Muchas jóvenes están atrapadas en Alabuga. Irse parece imposible. En Zimbabue, los padres se preocupan por sus hijos, que solicitaron el ingreso en línea y se fueron a Rusia con un billete de avión pagado por Alabuga.
La madre de una joven de una zona rural del norte de Zimbabue se queja del sufrimiento de su hija: «Quería continuar sus estudios técnicos… ahora nos habla de trabajo forzoso, apenas le permiten usar su teléfono y la vigilan. No ha recibido los 1.500 dólares prometidos», declaró a DW. «Ahora ni siquiera puedo recuperarla», añade. Los responsables de Alabuga, en quienes confiaba, no contestan. Tampoco lo hacen a las preguntas de DW sobre sus condiciones laborales para este reportaje.
El padre de una joven que viajó desde Zimbabue a la zona de Alabuga contó a DW que era una pesadilla que un programa de capacitación supuestamente fiable se hubiera convertido en una «trampa mortal». Y una madre en la capital, Harare, habló a DW de su hija de 20 años en Alabuga. Ella también debía recibir capacitación técnica. «Pero está haciendo algo completamente diferente. Apenas podemos hablar con ella; le han confiscado el pasaporte, así que no puede escapar», declaró la mujer a DW.
Interpol investiga en Botsuana
En la vecina Botsuana, el programa de capacitación ha llamado la atención de los investigadores: Interpol ha intervenido e investiga si la organización de reclutamiento Alabuga Start está involucrada en un delito de trata de personas.
«La falsa fachada de Alabuga está empezando a desmoronarse», cree Stanyard. Algunos países, como Kenia, Uganda y Tanzania, han tomado mayor conciencia de los riesgos del programa y han iniciado investigaciones. Sin embargo, advierte: «Muchos de estos gobiernos dependen de la capacitación de trabajadores en el extranjero y lo consideran algo positivo». Representantes de Alabuga continúan reuniéndose con diplomáticos africanos para promover activamente el programa.
(lgc/mn)
Autores colaboradores: Garikai Mafirakureva (desde Zimbabue) y Aleksei Strelnikov (desde Bonn).
Fuente de TenemosNoticias.com: www.dw.com
Publicado el: 2025-06-14 10:13:00
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