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¿Qué implica que España, Noruega e Irlanda reconozcan al Estado palestino?

El reconocimiento de estos tres países tiene más carga simbólica que efectos prácticos, ya que, a día de hoy, Palestina no cumple con los requisitos para poder existir como Estado. No obstante, España, Noruega e Irlanda insisten en que supondrá un espaldarazo a la solución de los dos Estados.

El reconocimiento del Estado palestino por parte de España, Irlanda y Noruega es un espaldarazo a la causa palestina a nivel simbólico y diplomático, pero con poco impacto sobre el terreno, donde las fronteras han quedado desdibujadas por la ocupación, entre asentamientos colonos, muros de hormigón y la presencia militar israelí.

Reconocer a un nuevo Estado significa concederle un estatus legal, pero esta decisión política por sí misma no crea ese Estado ni le garantiza su soberanía. En el caso concreto de Palestina, ni siquiera se cumplen los supuestos de tener una población definida, un territorio delimitado o un gobierno que ejerza la autoridad sobre él. Además, la guerra en Gaza, que ha causado más de 36 000 muertos, la mayoría civiles, dificulta aún más dar contenido al reconocimiento.

Los tres estados, que se suman a los más de 140 que ya reconocían a Palestina, defienden el gesto «histórico y memorable» como un espaldarazo al proceso de paz en Oriente Medio y a la solución de los dos Estados.

La decisión añadirá aún más presión a Israel, que ha retirado a sus embajadores y se encuentra cada vez más aislado tras siete meses de cruel ofensiva. El gesto también persigue crear un clima a favor de más reconocimientos en Europa; en ese sentido, tanto Malta como Eslovenia han anunciado que están valorando dar el paso.

¿Qué supone en la práctica?

El reconocimiento del Estado permite formalizar las relaciones políticas con Palestina y firmar tratados internacionales, entre otras iniciativas. Las oficinas diplomáticas pasan a tener categoría de embajadas, por lo que los puestos de ‘representantes’ se convierten en ‘embajadores’.

En el caso español, el Consulado General de España, situado en Jerusalén, ejercía hasta ahora como embajada y, en la práctica, el cónsul hacía las veces de embajador y canalizaba la relación con la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Entre los interrogantes estaría si los tres países darán el paso de reconocer a Jerusalén como capital palestina, algo que hasta ahora no han hecho.

¿Qué territorios compondrían el Estado palestino?

Los tres países europeos reconocen el Estado palestino dentro de las fronteras que quedaron tras la guerra de los Seis Días de 1967, que son las que se pactaron en los Acuerdos de Oslo en 1993, que alumbraron un Estado que no llegó a materializarse. Esas divisorias ya suponían una considerable pérdida de territorio a lo establecido en el Plan de Partición de la ONU de 1947, previo a la creación del Estado de Israel.

Las fronteras del 67 incluían Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, pero gran parte de ese territorio está hoy controlado por Israel.

El 60 % de Cisjordania ocupada se encuentra hoy bajo administración civil y militar de Israel, donde han prolif

erado más de 140 asentamientos judíos que son legales a ojos de la legislación de Israel —y decenas de ilegales—, en los que viven más de 700 000 colonos israelíes, incluyendo Jerusalén Este.

El mapa actual de Cisjordania es un ‘queso gruyer’ donde ciudades y aldeas palestinas han quedado desconectadas ante la proliferación de colonias judías, carreteras cuyo uso queda vetado a los palestinos, y puestos militares israelíes que dificultan el movimiento.

En el caso de Gaza, es una incógnita cómo quedará delimitado el territorio cuando termine la guerra. La ausencia de un plan de posguerra deja abiertas todas las posibilidades, mientras el ala dura del Gobierno de Israel insiste en su interés en reocupar el enclave —aunque el primer ministro, Benjamín Netanyahu, lo desmiente—.

¿Cómo se conectarían ambos territorios?

Los dos principales territorios palestinos, Cisjordania y la Franja de Gaza, están desconectados territorialmente desde hace décadas, creando dos realidades políticas y sociales distintas.

Israel ha eliminado cualquier forma de continuidad territorial, impidiendo incluso los lazos familiares. La separación se ha ahondado por la división política y porque ambos territorios están en la práctica gobernados por entidades diferentes.

A esto hay que sumar los 4 millones de palestinos que viven fuera de Palestina —la mayoría en Jordania y Líbano, pero también en Europa o EE.UU.—, descendientes de aquellos que huyeron de sus hogares durante lo que denominan la Nakba («catástrofe», en árabe), en 1948, cuando se creó el Estado de Israel, y a los que nunca se les permitió retornar.

España aboga por crear un corredor entre Cisjordania y la Franja de Gaza.

¿Cuál sería la capital de Palestina?

El Plan de Partición de Palestina ideado por la ONU 1947 confería un estatus especial a Jerusalén, pero el armisticio de 1949, tras la primera guerra árabe-israelí, separó de facto la ciudad en dos mitades, quedando la parte occidental bajo control de Israel, y la parte oriental en manos palestinas, en esos momentos Transjordania.

Sin embargo, la guerra de los Seis Días de 1967 modificó el tablero de Oriente Medio con consecuencias hasta nuestros días. Israel ocupó militarmente Gaza y Cisjordania, incluyendo Jerusalén Este, donde se ubica la Ciudad Vieja y los lugares santos.

Jerusalén Este, llamada a ser la capital de un futuro Estado palestino, fue anexionada en 1980 por Israel, que considera la urbe su capital «única e indivisible», y desde entonces ejerce control político y administrativo aunque allí viven más de 300 000 palestinos. El gobierno de la Autoridad Palestina ha sido ‘de facto’ eliminado de Jerusalén Este.

¿A quién correspondería gobernar?

Los Acuerdo de Oslo de 1993 dividieron los territorios palestinos ocupados en tres áreas dependiendo de si el control civil y militar lo ejercían los palestinos o Israel, en un modelo transitorio que debía culminar en unos años en un Estado propio. Para ello, se creó la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Fue la primera fórmula de autogobierno para los palestinos, que debía ser provisional pero que hoy se mantiene con un poder cada vez más mermado y que solo puede ejercer en zonas reducidas de Cisjordania, ante la creciente ocupación y presencia militar israelí.

En la Franja de Gaza, las disputas entre Fatah —facción secular formada por Yaser Arafat que controla la ANP— y Hamás acabaron con la expulsión de la ANP y la toma del poder por parte de los islamistas en 2007, ahondando en la fragmentación, no solo de la sociedad palestina, sino también de su territorio.

Reconocimiento de los palestinos

El pueblo palestino es apátrida al no tener Estado propio, y los palestinos no tienen pasaporte a no ser que tengan otra nacionalidad. Para viajar, un palestino de Cisjordania necesita una suerte de ‘laissez passer’ de la ANP, una autorización de Israel, cruzar a Jordania por el paso de Allenby —sometido a férreos controles israelíes y jordanos— y trasladarse al aeropuerto de Amán para volar.

En el caso de la Franja de Gaza, bloqueada por Israel desde 2007, los gazatíes antes de la guerra solo cruzaban a territorio israelí en contadas ocasiones y con límite de tiempo, con permisos de trabajo, para recibir tratamiento médico o, rara vez, para visitar a familiares fuera del enclave.

Estos solo podían viajar al exterior a través de Egipto, lo que en la práctica implicaba grandes sobornos tanto a los funcionarios de Hamás como a los egipcios, en ambos lados del cruce de Rafah.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eitb.eus

Publicado el: 2024-05-28 07:35:22
En la sección: Noticias de Actualidad internacional. RSS feeds en eitb.eus.

Publicado en Internacionales

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