Bajo un sol impiadoso, las dos venezuelas volvieron este sábado a poner en escena sus diferencias políticas en principio irreconciliables. El Partido Socialista Unido (PSUV) movilizó una vez más a sus afiliados para reivindicar la victoria de Nicolás Maduro proclamada por el muy cuestionado Consejo Nacional Electoral (CNE). La procesión oficialista avanzó por las avenidas Libertador y Andrés Bello hacia el Palacio de Miraflores, la sede del Ejecutivo. El PSUV marchó también en otros estados. La oposición, liderada por María Corina Machado, ocupó las calles para defender lo que considera como un triunfo irrefutable de su candidato, el exdiplomático Edmundo González Urrutia. «Que el grito de cambio recorra el mundo», pidió este último. El antimadurismo llamó a replicar la convocatoria que tiene su epicentro en el coqueto barrio de Las Mercedes en numerosas ciudades de ese país, de Europa, América Latina y Estados Unidos, donde se pudo hacer sentir la migración venezolana.
El Gobierno ha asociado a las manifestaciones en su contra con una delincuencia narcotizada e intentos de golpe de Estado con financiamiento externo. Los 25 muertos, 192 heridos y más de 2.400 detenidos son atribuidos apenas a acciones conspirativas financiadas desde Estados Unidos, Colombia y Argentina. La oposición habla de la «criminalización de la protesta» y la amenaza latente de la acción violenta de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y los elementos parapoliciales. El diario ´Ultimas Noticias`, alineado con Maduro, informó que unos seis mil uniformados patrullaban este sábado Caracas, incluso los barrios populares, históricamente chavistas, para «neutralizar los planes de violencia incubados desde grupos de oposición».
El conflicto interno convoca frecuentemente la imagen del «choque de trenes» cuando las partes se expresan en el espacio público. Las nutridas «formaciones» recorren distintas zonas de Caracas. Pero la separación entre ellas no solo se mide en kilómetros, es política y define el espesor de una crisis laberíntica.
Una misma exigencia
A diferencia de marchas anteriores, los sucesos de este sábado son precedidos de numerosos hechos que convergen en un mismo punto: la exigencia al CNE que presente las actas, mesa por mesa, de la contienda del 28 de julio que fue adjudicada a Maduro sin el mínimo desglose. En las últimas horas redoblaron esa exigencia la UE, Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre la base de los cuestionamientos al proceso electoral que formularon los expertos de la ONU y el Centro Carter.
A la vez, los presidentes de Brasil y Colombia, Luiz Inacio Lula da Silva y Gustavo Petro, propusieron sin éxito alguno la realización de nuevos comicios con amplia observación internacional para dirimir un pleito que no encuentra salida a la vista. El madurismo y Machado tuvieron un efímero momento de acuerdo para desestimar la sugerencia, aunque por los motivos contrarios: cada facción se considera la favorecida en las urnas. Una, invoca el CNE y espera que en pocas horas el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), aliado natural del Ejecutivo, ratifique el triunfo de Maduro. La otra no tiene dudas que más del 60% de la población se inclinó por González Urrutia. En ese sentido, la gran novedad respecto de momentos preexistentes de la crisis tiene que ver con la distancia que han tomado los Gobiernos progresistas del Palacio de Miraflores. A eso se suma el estruendoso silencio del exjefe de Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien se ha desempeñado en varias oportunidades como mediador entre el Gobierno y sus adversarios.
Enrique Márquez ha sido rector del CNE y en las elecciones del 28 de julio compitió en nombre de un partido de centro. «El pueblo venezolano está indefenso», dijo sobre la situación en la que Maduro cuenta con la fuerza del Estado y su alianza hasta ahora férrea con las Fuerzas Armadas. Márquez conoce la ingeniería del organismo electoral y sobre la base de su experiencia es que se sumó al pedido de que se muestren las actas. «Solo el CNE puede falsificarlas porque tiene las máquinas. Hay que ser irresponsable para decir que hay actas falsas cuando es el único que las posee».
Sin solución a la vista
En las marchas, hombres y mujeres se mueven a través de las consignas y los cantos por los itinerarios prefijados para evitar incidentes. Pero la trama política se encuentra siempre en el mismo lugar. Machado y González Urrutia llamaron a una transición ordenada y sin represalias a los perdedores en las elecciones. Su exhortación ha caído siempre en un vacío que muestra el carácter inviable de la otra propuesta de Lula y Petro para desactivar la bomba de tiempo: un Gobierno de coalición entre el madurismo y los opositores. Lula invocó su propia experiencia: para derrotar a la ultraderecha se tuvo que aliar con sectores de centro e inclusive de la derecha moderada que años antes habían estado a favor de su prisión por motivos que se demostraron sin fundamento. Petro, por su parte, aludió al Frente Nacional, un pacto entre los partidos Liberal y Conservador que permitió sacar del poder al general Gustavo Rojas Pinilla, quien luego de un golpe de Estado en 1953 pretendía atornillarse en el Palacio Nariño. Maduro pidió que no se inmiscuyan en los asuntos internos de Venezuela.
Lula y Petro no exponen su capital político solo por motivos ajenos a sus propias realidades. La posibilidad de una nueva ola migratoria, con impacto especialmente en países fronterizos, los inquieta de manera especial. En Colombia hay más de dos millones de venezolanos y unos 500.000 en Brasil.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com
Publicado el: 2024-08-17 13:16:43
En la sección: El Periódico – internacional