En Venezuela, el miedo silencia a las familias de presos políticos. No denuncian por temor a represalias. Prefieren callar, aunque duela. Rafael Uzcátegui, sociólogo y director del Laboratorio de Paz, reflexiona sobre esta realidad desgarradora. El gobierno encarcela por motivos políticos, pero conocer la magnitud de la represión es cada vez más difícil. ¿La razón? El silencio forzado. Las familias desconfían de los mecanismos de protección. Los organismos internacionales, como el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos (ACNUDH), enfrentan una crisis de credibilidad. Su incapacidad para detener los abusos deja a las víctimas desamparadas. Según el sociologo, la periodista exiliada Sebastiana Barráez, en su programa Sebastiana Sin Secretos, expresó esta frustración el 17 de junio, exigiendo resultados concretos. Su crítica abrió un debate urgente: ¿qué sentido tiene la presencia de la ONU si no protege?
Represión sin freno: el silencio se impone
La represión en Venezuela no cede. Se sofistica. Se agrava. Rafael Uzcátegui señala que el miedo paraliza a las víctimas. Barráez, desde el exilio, cuestionó a Volker Türk, jefe del ACNUDH, por limitarse a expresar “preocupación”. Las detenciones arbitrarias, torturas y violaciones al debido proceso persisten desde julio de 2024. A pesar de la presencia de la ONU, nada cambia. Defensores de derechos humanos comparten esta frustración en privado. Temen que criticar abiertamente al ACNUDH provoque su salida del país. Pero el dilema es otro: ¿de qué sirve su presencia si no protege a nadie? La denuncia de Barráez destapó un sentir acumulado. La fe en las instituciones internacionales se desvanece.
Crisis de confianza: el sistema internacional falla
Max Weber habló de la acción racional: si una institución no cumple su propósito, pierde sentido. Rafael Uzcátegui lo aplica al ACNUDH. La sociedad venezolana ya no ve a estos organismos como aliados. Informes, audiencias y medidas cautelares no detienen la represión. La Corte Penal Internacional es la última esperanza, pero la burocracia podría diluirla. Como defensor con 20 años de experiencia, Uzcátegui confiesa su impotencia. Callar no resuelve nada. Los autoritarismos manipulan el sistema internacional, usándolo como escudo. La ONU, sin quererlo, legitima la violencia que debería frenar. Es hora de revisar su estrategia con urgencia.
Un grito de esperanza: revertir el desencanto
El mayor riesgo es que el silencio se vuelva costumbre. Que las familias de presos políticos pierdan la fe en todos: en la ONU, en los defensores, en la justicia. Rafel Uzcátegui advierte que este vacío debilita la lucha por los derechos humanos. El silencio no es solo miedo; es una estrategia de supervivencia. Pero aún hay tiempo. La defensa de la dignidad humana debe recuperar su fuerza. La voz de las víctimas no puede apagarse. Venezuela necesita un sistema internacional que actúe, no que observe. Que proteja, no que lamente. ¡Es hora de alzar la voz!
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Publicado el: 2025-06-24 11:39:00
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