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La “Cubanidad” indígena de la tierra más hermosa (I)

La “Cubanidad” indígena de la tierra más hermosa (I)

La Academia de Ciencias de Cuba concedió el Premio Ciencias Sociales y Humanísticas 2023 a la investigación “Cuba indígena hoy. Sus rostros y ADN”.  El otorgamiento clasificó entre los 84 resultados relevantes acreditados y distinguidos con el Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC).

El estudio se llevó a cabo entre personas descendientes de aborígenes cubanos, población que durante mucho tiempo vivió aislada. La investigación concluyente por el fenotipo y el ADN, definió que hay unas 15.000 personas de Cuba que son descendientes de la población originaria. Están asentadas desde Maisí hasta Holguín y, probablemente, un poco más allá. Se trata de un proyecto que revela el tesoro genético y cultural, asentado en las montañas del Oriente de Cuba.

Los descendientes de amerindios proceden del norte, sur y Centroamérica, lo que confirma nuestra conexión geográfica, cultural y también genética con la región a la que pertenecemos. El propósito fue emprendido entre 2018 y 2021 por el fotógrafo hispano-cubano Héctor Garrido, su director, el Doctor Alejandro Hartmann, historiador de la ciudad de Baracoa; Julio A. Larramendi, fotógrafo y creador visual, Enrique Gómez, sociólogo y la Dra. Beatriz Marcheco, directora del Centro Nacional de Genética Médica de Cuba, quien estuvo a cargo de la realización de pruebas genéticas a 27 familias con ancestralidad amerindia en la región oriental de Cuba.

Pie: Toma de muestras a familias con ancestralidad amerindia en la región oriental de Cuba. Imagen tomada del libro Cuba indígena hoy. Sus rostros y ADN.

“Algunos historiadores decían que era imposible que los españoles hubieran aniquilado a todos los indígenas, que algunos fueron capaces de escapar, pero vivieron apartados en lugares muy remotos. Durante mucho tiempo personas descendientes de estas poblaciones vivieron totalmente aisladas, por ejemplo en la localidad La Ranchería (ubicada en el municipio Manuel Tames, provincia de Guantánamo, Cuba) y cuando digo aisladas es que en un lugar había una barrera física que solo podían pasar los que habitaban allí”, así expresó Larramendi, Doctor en Ciencias y fotógrafo, la primera vez que habló públicamente acerca del tema, ante la décima edición del Diplomado Medios para Comunicar el Patrimonio impartido por la Universidad San Gerónimo, en junio del 2022.

Originarios, en la Mayor de las Antillas

Taínos, siboneyes y guanajatabeyes convivían en diversas regiones de la mayor de las Antillas, hasta que la presencia colonizadora de Cristóbal Colón invadió su tierra por Cayo Bariay el 28 de octubre de 1492.

Cuenta el diario de navegación del “gran Almirante” genovés que al arribar con las tres naves a la Mayor de las Antillas, aun sin precisarlo, fue recibido por un perro mudo, en medio de una aldea desolada.

Los bohíos en forma circular y otro rectangular estaban vacíos porque los nativos del lugar abandonaron sus casas y se internaron en el bosque, temerosos por los extraños recién llegados. Colón entró en ambas casas, donde encontró redes de hilo de palma, cordeles, anzuelos de cuerno y varios útiles como aparejos de pesca. También había un fuego encendido, por lo que creyó que en cada casa se juntaban muchas personas a su alrededor.

El lugar iniciático fue Bariay, ubicado en la bahía del mismo nombre, al cual Colón bautizó como Puerto de San Salvador, en la costa este, a unos 37 kilómetros del actual municipio nororiental de Holguín. Allí se erige hoy el Memorial Encuentro entre dos Culturas, una representación escultórica de lo que se asume como el primer contacto entre los habitantes originarios y aquellos europeos.

Memorial Encuentro entre dos Culturas. Foto: Periódico Ahora

El monumento es obra de la artista plástica holguinera Caridad Ramos. Presenta las ruinas de una construcción neoclásica europea junto a la réplica de objetos hechos por los nativos y encontrados en las excavaciones cercanas. El lugar se ha señalado en el mar con una boya con banderola que porta el escudo de armas del Almirante, la zona posible donde fondeó la pequeña flota formada los barcos que componían la expedición, nombrados la Niña, la Pinta y la Santa María.

La abundante flora y fauna presente en las montañas de los alrededores impresionaron tanto al Almirante que lo describió en su bitácora como “la tierra más hermosa que ojos humanos han visto” (…) “llena de muy buenos puertos y ríos hondos, y la mar que parecía que nunca se debía alzar, porque la hierba llegaba hasta casi el agua, la cual no suele llegar donde la mar es brava”.

Al pasar de los siglos, aún su naturaleza permite disfrutar en el Parque Bariay de 13 hermosas playas -entre otras Guardalavaca, Esmeralda y Pesquero- seis bahías, tres ríos, siete cayos, unas 170 cuevas y numerosos sitios arqueológicos, los bosques naturales y una plataforma submarina espectacular, con varias barreras coralinas y objetos a la deriva hundidos en las profundidades marinas.

El Diccionario de la lengua española recoge hoy unas 70 voces de origen taíno. Pero en el Tesoro lexicográfico del español, son muchas más. Por ejemplo, el vocablo indígena Bariay, convertido en toponímico, es derivado del nombre que los aborígenes le dieron al Baria, árbol endémico que alcanza de seis hasta 30 metros de altura, muy común en toda la zona.

En las Antillas, además de México, de esta planta se utiliza todo; el cocimiento de sus flores se usa para tratar el catarro, la raíz dicen que es buena para los ataques epilépticos y la corteza es antifebril. Las hojas aromáticas son especiales para darse baños y la infusión de las mismas se toma para la tos brava. Todos los conocimientos han sido trasmitidos por generaciones, desde la cultura aborigen hasta hoy.

Huellas

Los habitantes más antiguos del archipiélago cubano, de primer impacto, eran una civilización aborigen hospitalaria, laboriosa y pacífica, que permanecía en la Edad de Piedra. Los expedicionarios españoles los llamaron indios por considerar que habían llegado a la legendaria península asiática que buscaban.

Recreación de la vida de una comunidad aborigen cubana.

No hay huellas de una civilización anterior a los aborígenes; por ello algunos no vacilan en desechar la teoría del origen autóctono, en tanto no se ha podido determinar con exactitud el tronco étnico del que proceden, ni el lugar exacto desde donde emigraron a Cuba. Se estima que pudieron haber partido de La Florida, Yucatán o América del Sur. La mayor parte de los investigadores coinciden en señalar este último sitio.

El origen del grupo de los taínos aparece más claro. Los taínos son los pueblos de habla arawak del Caribe, que habían llegado desde Sudamérica en el transcurso de 6.000 años. Por el carácter, modo de vida y costumbres, se asume que descienden de la costa noroccidental de Venezuela, específicamente de la cuenca del Orinoco.

Cuando Colón arribó a Cuba en el siglo XV, durante su primer viaje de “descubrimiento” por la ruta del Nuevo Mundo, una gran parte de los originarios pacíficos, organizados como comunidad primitiva, llevaban decenas de años o siglos viviendo en esta tierra con similar cultura, que algunos habitantes de Santo Domingo y de las Antillas Menores, lo que explica su concentración en la zona oriental de Cuba que les era más próxima.

Luego fue Sebastián de Ocampo, navegante y explorador español, quien realiza el primer bojeo en torno a la Isla en 1508 y apenas dos años después arriba la expedición conquistadora de Diego Velázquez. Los habitantes originarios demuestran resistencia a los españoles, aunque son derrotados y capturados para utilizarlos como mano de obra barata. La historia recoge enfrentamientos organizados contra los españoles, como los protagonizados por los caciques Hatuey y Guamá, los primeros rebeldes cubanos.

Los colonos vieron las grandes posibilidades de riqueza del continente. Así convierten a Cubaen una provincia más de España, pero sin derechos. Tras las particiones territoriales y encomiendas, los pobladores originarios fueron sometidos a esfuerzos descomunales a nivel de explotación, utilizándolos para tareas constructivas, de carga y agrícolas.

La llegada de Cristóbal Colón a Cuba, representada por el pintor español Dióscoro Puebla (1831-1901).

La población aborigen descendió rápidamente por el maltrato hacia ellos en las minas de oro, los campos de caña de azúcar y el azote de algunas epidemias de enfermedades atípicas. El trabajo forzado y las matanzas de escarmiento eran un lugar común, por lo que los originarios cometían hasta suicidios masivos, intentando “salvarse” de la crueldad que de alguna manera diezmaba considerablemente a la población. Incluso, fue manifiesto el éxodo a islas y cayos en los alrededores.

Así nació el mito de la extinción de los taínos en el Caribe; después de 1802, un censo indicó que sólo había 200 “indios” viviendo en La Española, actuales República Dominicana y Haití. Los registros históricos lo dejaban claro.

Más adelante, la monarquía española “concedió” la libertad a los esclavos indígenas y cualquier español que se negara a liberar a sus tiranizados taínos, los reclasificaba como esclavos africanos. Durante esta época, hubo muchos hombres españoles, se relacionaron con mujeres taínas en el Caribe y procrearon hijos.

Igualmente, el relato del conquistador es perpetuado por la historia consecutiva que determinó su extinción. Por ejemplo, el censo de 1787 en Puerto Rico incluye a 2.300 “indios puros” en la población; el siguiente censo de 1802 no refleja ni a un solo indio. Un genocidio escrito sobre el papel.

Sin embargo, posteriormente los estudios de ADN demostraron un porcentaje alto de marcadores genéticos para un pueblo supuestamente extinto. En 2016, un genetista danés extrajo ADN de un diente hallado en un cráneo de 1.000 años en las Bahamas: tenía una cadena completa de ADN taíno.

Los historiadores estiman que a la llegada de Cristóbal Colón a Cuba, la isla estuvo habitada por unos 300.000 aborígenes. Gran parte de nuestras tradiciones orales, cultura material, espiritualidad e idioma, son indígenas del triunfante pueblo taíno.

El clima tropical noble, la variada flora silvestre con abundantes alimentos naturales, frutas y tubérculos aún hoy forman parte de la dieta de los cubanos. Solo los huracanes -cuyo paso entonces era imposible de pronosticar- constituían una amenaza a la vida, pero aun frente a ellos existía el amparo protector de las cuevas. Como parte de la herencia, su lengua aún mantiene muchos términos para denominar lugares y objetos.

Una inapreciable reliquia histórica para el conocimiento humano resulta el sitio arqueológico los Farallones de Seboruco, el lugar más arcaico del asentamiento aborigen del archipiélago cubano. Localizado a cinco kilómetros al sursudeste en el municipio de Mayarí, de la oriental provincia de Holguín, corresponde a esta fase temprana (o Protoarcaica) de la etapa Pre Agroalfarera.

Actualmente resultan de gran interés para la Arqueología varios cementerios aborígenes: El Chorro de Maita (Holguín), la Cueva de la Santa (Ciudad de La Habana), la Cueva del Perico 1 (Pinar del Río), el sitio Canímar Abajo (Matanzas), la Cueva Calero y finalmente los sitios habaneros Marien 2 y Bacuranao.

Cementerio Chorro de Maita, en la provincia cubana de Holguín, de gran interés arqueológico. Foto: Periódico Ahora

Periodizaciones

Las periodizaciones de las culturas aborígenes cubanas son diversas y componen una polémica no resuelta. Durante los siguientes siglos, abundaron las investigaciones arqueológicas e historiográficas, resultando obrasescritas sobre estos primeros amerindios, quienes llegarían a las Antillas, incluso a Cuba, por vía de la navegación, aunque fuera en su forma más rudimentaria.

En 1943, Fernando Ortiz, considerado un sabio (antropólogo, arqueólogo, periodista, etnólogo, lingüista, musicólogo, folklorista, historiador y geógrafo) profundizó en los procesos de transculturación y formación histórica de la nacionalidad cubana, que contribuyeron a ampliar las concepciones no eurocéntricas de la antropología cultural y la historiografía en Cuba.

Más conocido por las investigaciones del tema negro y africano, los estudios de Fernando Ortiz sobre cultura hispana, lo indoamericano e incluso el tema de la migración, devienen fundamentales como fenómenos configuradores de la identidad cubana.

En 1922 publicó “Historia de la arqueología indocubana”, en la que recopila los hallazgos de esta disciplina y los interpreta a la luz de sus concepciones teóricas positivistas. Desde el punto de vista geográfico, se ubica en el Caribe y trata de precisar los orígenes de los primeros habitantes de la Isla, usos y costumbres que de algún modo quedaron en la memoria ancestral del pueblo.

Eleva estos estudios a un grado cualitativamente superior con “Las cuatro culturas indias de Cuba”, escrito en 1943. Aquí esboza la existencia de cuatro grupos: Aunabey Guayabo Blanco, Guanajatabey o Cayo Redondo, Baní y otros depósitos o Ciboney, y Pueblo Nuevo o Taíno. El connotado intelectual cubano Juan Marinello afirmó que el sabio Ortiz había sido el “tercer descubridor” de Cuba.

Mención merecen en 1964 el profesor René Herrera Fritot, quien se encontraba trabajando en la Academia de Ciencias de Cuba, cuando postula una nueva clasificación. En 1965, el arqueólogo Ernesto Tabío Palma y la historiadora Estrella Rey Betancourt sientan las bases de una periodización marxista de las culturas prehispánicas cubanas, en su obra “Prehistoria de Cuba”.

Los estudios sobre Fernando Ortiz sobre lo indoamericano resultan fundamentales. Foto: Granma

Pie: Los estudios sobre Fernando Ortiz sobre lo indoamericano resultan fundamentales. Foto: GranmaDestaca el arqueólogo Manuel Rivero de la Calle, quien aporta una nueva nomenclatura, en la que no incorpora a los subtaínos, en el libro “Las culturas aborígenes de Cuba (1966)”: grupos no ceramistas (guanahatabeyes y ciboneyes, así nombrados) y ceramistas (taínos).

En 1979, durante la IV Jornada Arqueológica de Cuba y el Caribe, Tabío Palma propone una periodización sobre las culturas prehispánicas de Cuba, a partir de un examen de los parámetros evolutivos y el análisis de la base económica.

Esta periodización fue adaptada y enriquecida en 1986 por el investigador y Profesor de Arqueología, Ramón Dacal Moure y el también historiador Manuel Rivero de la Calle, con la obra “Arqueología aborigen de Cuba”.

En el primer capítulo del libro “Historia de Cuba” de 1994, se establece: La colonia: evolución socioeconómica y formación nacional. De los orígenes hasta 1867; en esta, los arqueólogos Lourdes Domínguez, Jorge Febles y Alexis Rives, pertenecientes al Centro de Antropología, propusieron una tabla cronológica en la que ubicaron estadios clásicos y su equivalente cultural.

También ese año a estos investigadores se suma Gabino La Rosa y proponen otro modelo para el Atlas arqueológico nacional. Lilian Moreira de Lima define a las culturas prehispánicas en su texto “La sociedad comunitaria de Cuba”, de 1997, según las características económicas y sociales.

En el libro “Arqueología aborigen”, de José Jiménez Santander, se propone una periodización que divide las etapas de apropiación en tres periodos históricos. Enrique Alonso, Gerardo Izquierdo y Ulises González, definen una formación económica social para apropiadores pre tribales y una para los productores tribales. Los miembros del Instituto Cubano de Antropología establecen que las comunidades aborígenes en la historia de Cuba están estructuradas por etapas económicas.

A pesar de que se ha discutido mucho sobre el origen de esos antiguos aborígenes cubanos y acerca de las rutas para llegar a nuestras costas, es algo de lo que no hay certeza. Aunque queda pendiente para futuras investigaciones, señalan tres rumbos potenciales: (a) del sudeste de Estados Unidos hacia las Bahamas y de allí hasta Cuba (b) desde el nordeste de la costa de Nicaragua, a través de una serie de islas e islotes que emergían entonces en el Mar Caribe, hasta Jamaica y de allí a Cuba, y (c) desde la costa nordeste de Venezuela a las Antillas Menores, y después hacia las Antillas Mayores hasta llegar finalmente a Cuba.

A propósito, de los tres hechos científicos de rango universal, realizados por el Doctor Antonio Núñez Jiménez, destacamos “En canoa del Amazonas al Caribe (1987-1988)”. Aquí encabezó un equipo multidisciplinario que navegó a través de 20 países por las cuencas del Amazonas, del Orinoco y del Mar de las Antillas, siguiendo la ruta del poblamiento precolombino del Caribe.

La Sociedad Espeleológica y la Sociedad Cubana de Geografía le otorgaron la condición de Cuarto Descubridor de Cuba, en 1995. Después del primero: Cristóbal Colón, recibieron este calificativo el barón alemán, científico Alejandro de Humboldt (1769-1859) y el sabio cubano Fernando Ortiz (1881-1969). De los últimos indios de Cuba, que Núñez Jiménez conoció en los montes orientales, escribió un interesante artículo que apareció en la revista Bohemia, nada menos que el 30 de mayo de 1954.

En un proceso de muchos años, los aborígenes agricultores y ceramistas, después de su llegada desde La Española, se fueron asentando en la parte oriental y central de Cuba, donde alcanzaron su máximo desarrollo demográfico.

A propósito, el ensayo titulado Los factores humanos de la cubanidad, escrito en 1945 por la mayor autoridad en estos temas, el etnólogo cubano Fernando Ortiz, explicó lo ocurrido tras la llegada a la isla de los españoles a principios del siglo XVI. “Fueron dos mundos que recíprocamente se descubrieron y entrechocaron. El impacto de las dos culturas fue terrible. Una de ellas pereció como fulminada. Los indios se extinguieron. Se decía hace poco que aún quedaban algunos, aunque mestizados, por las sierras de Santiago y de Pinar del Río; pero nada científicamente puede asegurarse…”.

La huella indígena en Cuba nunca desapareció y ahora ha sido avalada con resultados científicos, de un modo sorprendente por el proyecto “Cuba Indígena”, detalles que serán descritos próximamente en profundidad.


Autor: teleSUR – Rosa María Fernández

Fuente de TenemosNoticias.com: www.telesurtv.net

Publicado el: 2024-06-16 22:43:10
En la sección: teleSUR

Publicado en Opinión

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