En días pasados, confieso que mi yo niño se incomodó al leer “Carabobo histórico y pintoresco” del historiador y periodista Miguel Colombet. Al narrar lo que fueron las últimas elecciones parroquiales de españoles en Valencia, (26 de septiembre de 1820), mencionó a uno de mis antepasados, Francisco Antonio Malpica, como español. Él fue el protagonista de “La Saga de los Malpica o Josefa Hidalgo”, la novela histórica que escribió mi papá Juan Correa, hace varios años ya. Pero Colombet tenía razón, en aquel tiempo, Venezuela aún no existía como república, era una colonia española que se regía por la Constitución de Cádiz, donde todos los nacidos en el territorio, eran legalmente españoles.
El periodista documenta cómo, tras la victoria patriota en Carabobo (24 de junio de 1821), muchos realistas abandonaron el país. Sin embargo, entre los que permanecieron, destacó mi antepasado. Esta permanencia, atestiguada en el acta electoral que Colombet analiza, lo vincula irrevocablemente a la tierra que ayudaría a construir.
Como grafóloga, sentir una profunda emoción al analizar por primera vez la firma de Francisco Antonio Malpica fue inevitable. Y el vínculo personal lo intensificó: él es mi antepasado directo por partida doble. Por un lado, es mi sexto bisabuelo (bisabuelo de mi bisabuelo Miguel Gerónimo Feo Malpica). Por otro, también es mi quinto bisabuelo (padre de mi tatarabuela Petronila Malpica de Cabrera, quien a su vez fue madre de mi bisabuela Margarita Cabrera Malpica de Feo). Al revelar su carácter a través de su trazo, confirmé con orgullo el acierto de mi padre cuando lo describió en su obra. La firma muestra a un individuo sencillo, claro, estricto, adaptable, soñador, prudente y reservado que, en ese momento concreto, revelaba cierto pesimismo. De hecho, creo que en esa acta, es la única firma que vi sin adornos ni rúbrica elaborada, reflejando su esencia austera, sin pretensiones.
Y así me fui grafológicamente a la historia. Esta ciencia que tanto amo, revela secretos que los libros no cuentan, que han sido involuntariamente silenciados por la historia oficial.
En septiembre del año pasado fui invitada por unos amigos que respeto y admiro mucho, Pedro Villarroel y Arístides Román, a un conversatorio para que hablara sobre el prócer Francisco de Miranda y su escritura. La verdad, fue mucho lo que esta reveló.
Francisco de Miranda y Rodríguez nació en Caracas el 28 de marzo de 1750. Era el hijo mayor del matrimonio del emigrado canario Sebastián de Miranda Ravelo, oriundo de Tenerife, y la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez de Espinoza, de padre canario y madre portuguesa. En total, la pareja tuvo diez hijos, el mayor era el precursor. De ellos, solo cinco y el prócer, llegaron a la adultez.
En enero de 1771, cerca de cumplir los veintiún años, Miranda inició una larga travesía alrededor del mundo que duró cuarenta años. También comenzó ahí la elaboración de un minucioso diario, registro con el que confeccionó su archivo personal, que alcanzó a ser de 63 volúmenes encuadernados y que llevaba siempre consigo. Participó en los tres grandes movimientos históricos y políticos de su tiempo: la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y las Guerras de Independencia Hispanoamericana. Es el único americano cuyo nombre está grabado en el Arco de Triunfo de París; un retrato suyo encargado por Luis Philippe I de Francia al pintor Georges Rouget, se encuentra en el museo histórico de Versalles desde 1834. Y hay una estatua pedestre de Miranda, obra realizada por el escultor venezolano Lorenzo González, que fue develada en el campo de Valmy (Francia) el 25 de mayo de ese año como recordatorio de la célebre “cañonada” que detuvo al ejército prusiano en las fronteras de la Francia revolucionaria y que le valió a Miranda, aparecer en el Arco de Triunfo. Del Miranda de Valmy se han ejecutado dos réplicas, una asignada a Filadelfia (Pensilvania, Estados Unidos) en 1977 y otra a São Paulo en 1978.
Retomando el tema del diario, lo comenzó escribiendo un soneto que había sido publicado en 1744 por Ignacio Benito Avalle. Esa escritura fue la que analicé, al igual que su firma del Acta de la independencia.
La escritura de Francisco de Miranda, precursor de la Independencia Hispanoamericana, revela un perfil psicológico fascinante y lleno de tensiones. Por ejemplo, muestra claridad e inquietud intelectual, Ideas luminosas, pero con tendencia a la dispersión. Una mente ávida de conocimiento y libertad, tanto en lo político como en lo cotidiano y familiar. Se nota un afán constante por evadir sus propias quimeras, buscando refugio en la ilusión, las artes y la poesía. Deseaba privacidad para alimentar sus sueños.
Había en él una férrea autodisciplina e inflexibilidad. Susopiniones eran fijas, casi inamovibles. Intolerante ante la desobediencia ajena y profundamente temeroso de perder el control sobre sus dominios, ya fueran mentales o materiales. El caos o lo imprevisto lo amenazaban, dificultando su adaptación. Y junto a su sensibilidad romántica y elevadas aspiraciones, emergía una altivez sorprendente, una competitividad inflexible y una marcada autosuficiencia rayana en el narcisismo. Esto resulta llamativo en quien, como señaló la historiadora Inés Quintero, era esencialmente «el hijo de la panadera», no un aristócrata de cuna.
Su escritura testimonia una voluntad fuerte, combativa y disciplinada. Era claro en sus posturas, sin complejos, y prefería la confrontación directa a las componendas. Mostraba firmeza puntual, oponiéndose sistemáticamente. Sin embargo, esta aparente fortaleza ocultaba dificultad para soportar presiones externas y una marcada tendencia a exigir que los demás se adaptaran a él, no al revés. Era intransigente y de mal carácter.
Pese a sus contradicciones, rigideces y angustias, su trazo siempre mantuvo un rasgo inquebrantable: una profunda esperanza en el futuro. Era el fuego que alimentaba su sueño de una América libre.
En fin, Miranda, el soñador de América, plasmó en sus letras la paradoja de un espíritu indomable: atrapado entre la rigidez de su carácter y la audacia de sus utopías, encontró en la esperanza, el fuego que jamás se apagó.
Anamaría Correa
Fuente de TenemosNoticias.com: www.el-carabobeno.com
Publicado el: 2025-06-11 01:35:00
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