Mientras gobierne la tiranía no habrá trabajo digno en Venezuela

Según la política de los bonos, sin un trabajo digno, el trabajador solo puede pensar en el presente

@froilanbarriosf

Durante el presente año 2024, reiteradas opiniones de empresarios, consultores y académicos del sector privado hablan de un posible aumento de salario a los trabajadores, el establecimiento de una nueva relación entre empleadores y trabajadores y la marcha del diálogo social con el gobierno nacional.

Sobre estos temas mucha agua ha caído sobre los techos de cartón; no solo ahora, también en la última década del siglo pasado. En 1990 se aprobó la Ley Orgánica del Trabajo y su posterior reforma de 1997. Esta estuvo vigente hasta el 2012, sustituida luego con la inconsulta imposición presidencial del Decreto Ley DLOTTT, vigente hasta hoy.

De tal manera, estos temas han revoloteado en la interlocución del mundo del trabajo durante tres décadas. A tal extremo, que la carta magna de 1999 legisló sobre el tema en el texto constitucional y disposiciones transitorias. Estas finalmente fueron desestimadas y vulneradas por la gestión chavista, que ya lleva un cuarto de siglo. Sus demagógicas promesas de redención laboral solo fueron un anzuelo y señuelo electoral, en procura de votos como estrategia para mantener el poder.

Chávez, el demoledor

Por tanto, las recurrentes frustraciones de los trabajadores se han acumulado desde la última década del siglo XX hasta el presente. Esto ocurre en un contexto de debilitamiento extremo, atraso y fragmentación del movimiento sindical venezolano, caldo de cultivo para la promoción de toda suerte de herejías contra el concepto de trabajo digno acordado a nivel global por la OIT.

La fuente de la degradación del trabajo ha sido un proceso planificado de demolición del sistema de relaciones de trabajo, iniciado bajo la gestión de Hugo Chávez. Su gobierno que demonizó los convenios colectivos, pues según los ministros del Trabajo de marras, la intención de estos era “reproducir los valores egoístas de la burguesía en la conciencia de los trabajadores“. Hubo persecución despiadada a sindicalistas clasistas mediante la judicialización de la protesta y la promoción de sindicatos paralelos, entre otras innumerables tropelías bajo el amparo del poder.

Con los bonos, el trabajador solo piensa en presente

Esta política de Estado fue multiplicada y extendida a placer bajo la gestión de Nicolas Maduro. Él no ha escatimado esfuerzos en pulverizar el salario, consistente hoy en USD 3,40 mensuales, el más bajo del mundo. Ha habido persecución e imposición de juicios sumarios contra sindicalistas por exigir reivindicaciones. Se han suspendido indefinidamente las elecciones sindicales, como es el caso de SUTISS y la FUTPV, y también se ha mediatizado la justicia laboral a los caprichos del Estado

El summum de esta política depredadora de la condición de vida de los trabajadores activos, de los jubilados y pensionados es la sustitución del salario y la pensión por bonos miserables entregados por los empleadores público y privado. El régimen los justifica como compensación de una “guerra económica” fabricada desde el poder para imponer una semiesclavitud en la condición laboral.

Según esta política, el trabajador solo puede pensar en el presente. El pasado ya se lo arrebataron al robarle sus prestaciones sociales. El futuro tampoco le pertenece, ya que el bono no impacta su antigüedad en el trabajo.

Apocalipsis laboral inédito en Latam

Ante este apocalipsis laboral, inédito en el continente americano, nos sorprende la insistencia desde el lado empresarial privado en su “visión optimista y reducida” de la tragedia que afecta a la población activa e inactiva del país.

Nos indican que “no se puede avanzar en un proceso de recuperación del salario de los trabajadores si no hay cambios en la ley del trabajo“. Agregan: “se debe discutir una nueva relación entre el trabajo y los trabajadores, buscando la manera más sana de tener una nueva estructura laboral donde el empleado pueda percibir más ingresos y mejorar su calidad de vida“.

En pocas palabras, la degeneración del trabajo que afecta a millones de seres humanos habitantes de un país en ruinas, se supera “teniendo más ingresos”. ¿A eso se reduce la visión empresarial privada sobre el trabajo digno? A unos dolaritos más a cambio de suspender la LOT, que de facto está suspendida por los desmanes laborales de la dictadura. ¿Y dónde queda la seguridad social, la libertad sindical, la negociación colectiva?

El desdeñado Foro Social OIT

Para colmo de males, la “visión optimista” no tiene límites cuando se refieren al Foro Social. Indican: «Hemos tenido unas mesas de diálogo social que “han funcionado relativamente bien”, aunque no ocurren con la constancia y disciplina que amerita el caso». «Estamos lejos de las perfecciones que necesita un diálogo social y político, pero lo importante es que se trabaja en ello».

En resumen, se espera buena voluntad de un régimen que desde 2022 hasta el presente 2024, luego de 4 reuniones del Foro Social promovido por la OIT, ha boicoteado todos y cada uno de sus “acuerdos”. No aplica ninguno, evadiendo los compromisos adquiridos en la mesa de diálogo coordinada con la presencia de una delegación del organismo tripartito global.

La presencia de trabajadores y empresarios privados es necesaria en esa instancia creada por la OIT. Es un escenario que demuestra ante la comunidad internacional el talante de una tiranía que viola sin inmutarse los convenios 87 de libertad sindical, 26 fijación de salarios mínimos y 144 de reuniones tripartitas. De allí que esperar buenas migas, es vana ilusión.

Ante las puertas de un cambio político trascendental el próximo 28 de julio, los trabajadores debemos, en pro de una nueva etapa democrática, aportar nuestros esfuerzos abriendo lapsos de transición de los derechos laborales. Esto a cambio de recuperar nuestra condición de vida, el trabajo digno y las libertades democráticas que hemos perdido a lo largo de siglo XXI.

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