Hablar de algo desarmado, remite a pensar en algo desbaratado cuya acepción, según el Diccionario de la Lengua Española de la RAE, significa: “deshacer o arruinar algo”. Así es cuando se habla de un libro descuadernado. O sea, que se descuaderna -generalmente- por el maltrato recibido de lectores de rudo comportamiento. O de usuarios que no se conduelen de lo desvencijado o estropeado de un libro. Casi siempre causado por el inclemente uso dado luego de haber brindado al alma del lector el regalo de la lectura.
Asimismo, sucede con las realidades. Son descuadernadas sin compasión alguna. No tanto al mostrarse agobiadas como consecuencia de los cambios incesantes que ocurren en su contexto. Cambios que, casi siempre, resultan indolentes ante el peso de los tiempos. Más, cuando esos cambios recaen sobre las estructuras que definen sus formas, angosturas y holguras. Y también, sobre la compostura de sus moradores. Incluyendo a gobernantes, dirigentes e intendentes de organizaciones e instituciones.
Del desarreglo de realidades
Mentiría quien se niegue a reconocer que las realidades actuales no se han descuadernado, desarreglado o anarquizado. Una hipótesis que podría asentir el desconcierto o desbarajuste que las realidades han comenzado a mostrar, quiérase o no, podría fundamentarse en los cambios de paradigmas a los cuales han obligado exigencias, reivindicaciones, coacciones e imperativos que surcan los perfiles, entornos y contornos que definen toda situación.
Los procesos de radicalización de los aludidos cambios de paradigmas que las situaciones adoptan, además de caracterizar la naturaleza social, política y económica que circunda cada terreno o realidad específica donde se arraigan los paradigmas en cuestión, arrojan respuestas diferentes. Imposibles de conjugar o aglomerar. Pero sí, capaces o posibles de examinar a los fines de percatar o advertir en ellos, las variables que hacen de los mismos la razón de los cambios inducidos. Sólo así, podrían las realidades evitar ser desarregladas o descuadernadas en su totalidad. Y es lo que intentan las ciencias sociales y políticas.
El impacto de nuevos paradigmas
Se ha dicho que el impacto de dichos cambios, es casi una “despedida a la historia precedente”. Es decir, un “adiós” a paradigmas que caracterizaron las dinámicas propias de los lineamientos de desarrollo asumidos como líneas de gobierno. Podría pensarse que el proceso de cambio habría de verse como un serio peligro. O en jaque, a decir de los ajedrecistas. Aunque es obvio reconocer que, en toda transformación, persiste una condición dominante. Y que la posterior, habrá de continuar atada (en algo) a la anterior.
Si bien toda nueva realidad se halla vinculada a formas, propósitos y funciones precedentes, entonces deberá inferirse que la continuidad del tiempo está presidida por algún tipo de orden dictada por la razón originaria de la realidad precedente. Ello lo demuestra la historia cuando refiere la relación que pautan los tiempos en juego.
Los dictados del tiempo
La continuidad del tiempo atempera el impacto de los cambios de paradigmas al lograr que la transformación se adecue a las condiciones que configuran las realidades en cuyos terrenos decantan los cambios sucesivos.
Sin embargo, la rudeza propia de la naturaleza de la política que los nuevos tiempos le propician a los nuevos cambios, permite resistir la moderación que caracteriza la susodicha continuidad de los tiempos. Aunque ello no descarta que los cambios recién adoptados o establecidos, ajusten sus variables a las realidades sobre las cuales imponen sus conversiones y reformas.
Esto hace ver que los cambios, si bien son ineludibles, se producen de modo progresivo. Ni siquiera las revoluciones políticas o sociales, inducen cambios de paradigmas cuyos efectos se alcanzan de inmediato. Posiblemente, el inmediatismo puede lograr resultados en caso de incidencias bélicas. Por supuesto, a través de la represión y la hostilidad, como recursos.
Las actuales atroces realidades
El profesor Peter Drucker abordó ese problema cuando refirió en su libro “Las nuevas realidades” (Harper & Rpw, New York, 1989) que los cambios ya venían siendo advertidos. Por consiguiente, a la entrada del siglo XXI, las realidades serían distintas. Razón por la cual, gran parte de la política y de la teoría económica estará determinada por el “profundo sentido de irrealidad” expuesto en el curso de las correspondientes praxis.
Actualmente, las realidades se han desarreglado inexorablemente. Como un libro gastado, que se descuaderna. Pero eso no le sucede en solitario. Es efecto del maltrato recibido por quienes no tienen el menor cuidado al hojearlo. Así es como resulta, descuadernándose.
Es el problema que aqueja a la mayoría de países, indistintamente de su factura político-ideológica. No es difícil ver cómo la educación se ha agravado. El problema ético y moral se tornó en preocupación permanente. El abuso de los fondos públicos. El enriquecimiento con base en el trabajo ajeno. Otros problemas críticos como el electoralismo, la jefatura impositiva, la superioridad inducida y la inmediatez, juegan un papel perverso en el proceso de descuadernar las realidades.
Para concluir…
Es difícil alcanzar una democracia, si faltan recursos consustanciales con ella. Recursos como la ética y la moral. Pues en el borde de dicha situación, resbala la justicia. Lo mismo ocurre con la administración pública. Poniéndose en peligro el sistema político de la realidad en cuestión. Así es como se fomentan realidades descuadernadas.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.analitica.com
Publicado el: 2025-02-10 00:10:00
En la sección: Opinión archivos – Analitica.com