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Tiempos de “mea culpa”, por Isaac Nahón Serfaty

Tiempos de “mea culpa”, por Isaac Nahón Serfaty

El artículo del escritor Barrera Tyszka sobre los firmantes del manifiesto de bienvenida a Fidel Castro en 1989, puso el dedo en una de las llagas… la atávica fascinación por el dictador cubano

 

@narrativaoral

En estos días de confesiones públicas no estaría mal expandir el ejercicio de memoria. En Venezuela había un clima de opinión que le allanó el camino al chavismo mucho antes de que Hugo Chávez hiciera su aparición en la escena pública en febrero de 1992. El artículo del escritor Alberto Barrera Tyszka sobre los firmantes del manifiesto de bienvenida a Fidel Castro en 1989, puso el dedo en una de las llagas. Se trata de la atávica fascinación por el dictador cubano que nos ha dejado como herencia una relación parasitaria (o un imperialismo al revés): el más pequeño (Cuba) le chupa la sangre al más grande (Venezuela).

El aire de “fin de régime” que anunció el Caracazo de febrero del 89 también entusiasmó a periodistas, comentaristas e intelectuales. Vieron en la llamada “rebelión popular” el inicio de una nueva etapa política en la que la izquierda saldría por fin del histórico seis por ciento que sacaba las presidenciales. Después vendría el chiripero que se aglutinó alrededor de Rafael Caldera. Esto le dio la oportunidad a parte de la izquierda de gobernar en las postrimerías de la república civil, la misma que le abrió las puertas del poder, especialmente con la descentralización (recordemos las gobernaciones en manos del MAS y de la Causa R).

El golpe del 4 de febrero de 1992 fue otro evento “inspirador”. ¿Quién puede olvidar a las periodistas (sí, las colegas) que se morían por entrevistar a los militares golpistas, especialmente a un dicharachero Hugo Chávez, el encantador de serpientes de “hablar bonito” (la expresión se la escuché a un muy instruido ingeniero)? Ir en peregrinación, primero al Cuartel San Carlos y después a la cárcel de Yare, era un rito casi celebratorio del golpismo. Ese clima de opinión reflejaba la idea según la cual esos golpistas, incluso después del sangriento segundo intento en noviembre del 92, tenían sus “buenas razones” para alzarse contra un sistema corrupto y que merecían ser escuchados. Se les dio tribuna en medios y en las universidades. Nuestros políticos y empresarios de entonces pensaban que dándoles cargos y espacios mediáticos los “domesticarían”. Ya vemos cómo nos fue.

Recuerdo la noche del domingo 6 de diciembre de 1998 después de que se confirmara la victoria presidencial de Hugo Chávez. Puse la radio. En una emisora varios intelectuales y periodistas comentaban con júbilo que venía un “cambio histórico”, que finalmente se cerraba el ciclo del pacto de Punto Fijo y afirmaban, con poca disimulada alegría, que se acababa finalmente al bipartidismo adeco-copeyano. De nuevo, parte de la gente pensante de Venezuela decía lo que ya se había expresado en 1989 después de los saqueos y en 1992 después de los fallidos golpes. El cambio vendría supuestamente por la izquierda, y no importaba si lo lideraban militares golpistas quienes se habían puesto la máscara de progresistas. Estos mismos intelectuales y periodistas que celebraban en la radio, serían después furibundos antichavistas, espantados por los rasgos fascistas del caudillo Chávez.

Opacidad generalizada

Se agradece la transparencia y honestidad de Barrera Tyszka. En un país donde casi nadie pide disculpas por errores que afectan a cientos de miles, sino millones de personas (pensemos en los fracasos políticos de las oposiciones y los desastres del chavismo), su artículo es una gran excepción. Venezuela es el país de la opacidad. El primero que no rinde cuentas es el régimen que encabeza Maduro. No hay presupuestos, ni controles, ni equidad en la justicia. Muchos de los que se le oponen no son muy distintos. No sabemos quiénes financian a sus partidos y sus muy vistosas campañas electorales.

La pregunta incómoda: ¿Cómo se financian las campañas electorales en Venezuela?, por Isaac Nahón Serfaty

Pasa lo mismo entre los comentaristas y encuestadores que no dicen abiertamente para quién trabajan. Se sabe que muchos de ellos viven de consultorías que hacen para partidos, potenciales candidatos presidenciales y el mismísimo gobierno chavista. Deberían revelarlo con un texto como esos que se ponen en los paquetes de cigarrillos: “Advertencia: se ha demostrado que este comentarista o encuestador asesora a tal político o partido”. ¿Lo harían? Claro que no. Es la única manera que pueden mantener esa apariencia de pureza que tanto explotan en sus escritos y análisis. Ellos dicen que no usan camuflaje, ni máscaras. Tienen la cara más dura que el diamante.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Fuente de TenemosNoticias.com: runrun.es

Publicado el: 2023-08-03 12:21:51
En la sección: Opinión archivos – Runrun

Publicado en Opinión
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