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Votar no votando

Manuel Barreto

«El voto como trampa es el mecanismo que usan las dictaduras y los despotismos partidarios del siglo XXI para afirmarse y es, cuando menos, una liberalidad «gattopardiana» que pactan los blandos de aquellas con los oportunistas de la política.»   Asdrúbal Aguiar

De acuerdo a su etimología, del latín Voveo, Votum, el voto, conceptualmente, se concatena con el deseo, con lo que se quiere o anhela. Los romanos prefirieron utilizar el término sufragium para denominar la acción de votar.
Bajo un régimen democrático, propenso a la votación, se hace lo que unos y otros quieren que se haga, y no necesariamente lo que hayan pensado que debería hacerse. Ciertamente, todo elector, antes de votar, algo piensa, algo reflexiona. Pero este perverso sistema, no mide o valora directamente lo que el votante piensa, sino lo que desea; y es acá, precisamente, donde se originan las primeras desviaciones del sistema democrático.

Donde se debería emplear una palabra con acepción administrativa (sufragio) se utiliza una palabra de valor religioso: voto. Tal vez por esta razón en lugar de pedir al ciudadano el sufragio, les solicitan el voto, pues allí va implícita la solicitud de «devoción», puesto que estamos inmersos bajo una presunción de fidelidad y devoción que en el caso del proceso de mañana, se presenta prácticamente bajo coacción. Para algunos, el voto es la herramienta perfecta de la democracia…y para otros una excusa para la dominación.

Desde hace mucho tiempo, en nuestro país, votar se ha convertido en un ritual que es necesario practicar para dar legitimidad a un entramado electoral que se modifica de acuerdo a las circunstancias. 

Ahora bien ¿qué legitimidad podría tener un partido político, un candidato a concejal o a las Juntas Parroquiales…o un gobernador que triunfe en unas elecciones con elevados porcentajes de abstención?
Con excepción de la inhibición por apatía, la abstención ha sido un medio de transmitir un mensaje con consecuencias políticas y jurídicas. No es una aberración o una desviación política. Por supuesto que votar es la forma más idónea de ejercer los derechos y cumplir con los deberes políticos, siempre y cuando se den las condiciones idóneas. 

La abstención es un hecho político relevante que permite juzgar el grado de legitimidad y participación ciudadana en el proceso electoral. Es significativa y debe ser explicada y no omitir el hecho, y convertir la realidad en una simple diatriba estadística.

No es sano avalar procesos donde un considerable porcentaje de los ciudadanos decide enajenar, voluntariamente, su conciencia y participación política. Esto nos ha conducido a una democracia sin demócratas o a unos ciudadanos sin ciudadanía; pues resulta evidente, y muy notorio, que el necesario vínculo entre electores y elegidos se presenta como una farsa.

Nos dice la ciencia política que la abstención es el acto por el cual un potencial votante en unas elecciones decide no ejercer su derecho al voto. Si la abstención se generaliza, dentro de un régimen de Estado de derecho, se pierde el bien público de la democracia.​

Sin embargo, tal como lo explica el politólogo Wolfgang Gil, otra cosa es cuando no se disfruta de un Estado de derecho y las elecciones son solo la forma plebiscitaria en que una dictadura intenta legitimarse. Entonces la abstención toma un significado diferente. 

Lo expresado por los sobrias y muy sentidas expresiones de personas de alto valor cívico nos ilustra, nos ilumina y nos señala que, en esta oportunidad, hacerle el juego electoral al gobierno, sería, más que avalar y auspiciar el desconocimiento del 28/07, darle la espalda al clamor de una ciudadanía que mayoritariamente ha decidido no aceptar más trapisondas.

El artículo 63 de la Constitución Nacional expresa: «El sufragio es un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres, universales, directas y secretas. La ley garantizará el principio de la personalización del sufragio y la representación proporcional». De tal manera que nuestra Carta Magna establece como un «derecho» pero no como una «obligación» el ejercicio del sufragio. En virtud de ello, en la ruta electoral venezolana es tan legal concurrir a votar como abstenerse de votar, es decir «votar no votando».

Fuente de TenemosNoticias.com: www.el-carabobeno.com

Publicado el: 2025-05-24 01:39:00
En la sección: Destacados articulistas sobre temas de política, Educación, salud, cultura de Valencia, Carabobo y Venezuela

Publicado en Opinión

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