Pelamos por inercia, sin preguntarnos por qué. Desde pequeños nos enseñaron que la piel de las frutas “no se come”, pero ¿y si estuviésemos equivocados? Nuevos datos y una inesperada influencia viral nos invitan a mirar con otros ojos esas cáscaras que siempre descartamos.
Una tendencia que empezó como rareza
La escena fue tan inesperada como potente: Jenna Ortega, la actriz de “Miércoles”, subió una historia comiéndose un kiwi sin pelar. Rápidamente, las redes estallaron y miles imitaron el gesto. Para algunos fue solo un reto pasajero; para otros, el descubrimiento de una práctica más saludable. Comer fruta con piel dejó de ser una extravagancia para convertirse en una tendencia respaldada por expertos.
Y no es tan nueva como parece. ¿Quién no recuerda a algún niño que se comía la manzana sin pelar, o incluso una naranja entera? Lo que antes se veía con recelo, ahora se empieza a entender como una forma más natural y nutritiva de alimentarse.
Lo que dice la ciencia (y no es poco)
Según Healthline, la piel de muchas frutas y verduras no solo es comestible, sino que concentra más nutrientes que la pulpa. Un ejemplo claro: una manzana con piel puede contener hasta un 115% más de vitamina C que sin ella. Lo mismo ocurre con la patata hervida, cuya cáscara aporta un extra importante de potasio.
Otro dato clave es la fibra. Gran parte de la fibra total de estos alimentos se encuentra en su piel, especialmente la del tipo viscosa, que contribuye a la sensación de saciedad y ayuda a controlar el apetito, según confirman estudios recientes.
Además, los antioxidantes —esos que combaten el daño celular y reducen el riesgo de enfermedades cardiovasculares— también se concentran en la piel, tal como ha señalado el médico Mahammad Jube.
El problema no es la piel, sino lo que pensamos de ella
Entonces, ¿por qué seguimos pelando? Principalmente por la textura, el sabor o el miedo a los pesticidas. En el caso del kiwi, su piel puede parecer áspera, y la del limón o naranja resulta amarga. No obstante, muchos de esos problemas pueden minimizarse con un buen lavado.
La preocupación por los residuos químicos también tiene base, pero es manejable: lavando bien las frutas se puede eliminar cerca del 40% de los pesticidas, y pelarlas, el doble. Eso sí, incluso los productos ecológicos pueden contener trazas, así que el lavado siempre es clave.
¿Todas las pieles valen?

No todas las cáscaras son iguales. Algunas, como las del melón, piña o aguacate, son demasiado duras. Otras, como las de manzana, ciruela o berenjena, son perfectamente seguras. En el caso del kiwi, la Cleveland Clinic confirma que su piel es rica en fibra y vitamina E, aunque se recomienda optar por variedades de piel fina, como el kiwi dorado.
Eso sí, conviene tener cuidado con frutas como el durián o el níspero japonés, cuyas pieles pueden contener compuestos que en grandes cantidades resultan tóxicos, como los glucósidos cianogénicos.
Lo que antes tirábamos, ahora suma
Quizás esa niña que se comía la fruta sin pelar no estaba tan equivocada. Las pieles comestibles pueden ser aliadas nutricionales valiosas, pero su rechazo ha sido más una cuestión de hábitos que de salud. La ciencia respalda su valor. Tal vez no se trata de comérselo todo, sino de aprender a mirar diferente lo que estábamos tirando sin pensarlo.
Fuente: Xataka.
Fuente de TenemosNoticias.com: es.gizmodo.com
Publicado el: 2025-06-07 22:20:00
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