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La tragedia de OceanGate’, el aterrador documental de Netflix

La tragedia de OceanGate’, el aterrador documental de Netflix

Titán: La tragedia de OceanGate, el más reciente true crime de Netflix, no es sencillo de ver. En especial, porque logra unir en el mismo escenario varios puntos de vista sobre una de las catástrofes más controvertidas de la década. A un extremo, muestra todas las decisiones erróneas que provocaron que el sumergible Titán terminara por implosionar, matando en el acto a sus ocupantes. Al otro extremo, la forma en que la reacción poco compasiva y hasta violenta de Internet, convirtió al debate en una perspectiva malsonante sobre el privilegio y el lujo.

Entre ambas cosas, el documental de Mark Monroe indaga sobre cómo una tragedia semejante, se convirtió en un hito acerca de la discusión sobre la seguridad náutica. La implosión que cobró cinco vidas en el fondo del Atlántico Norte no fue solo una catástrofe tecnológica. También, fue una manifestación de arrogancia corporativa, que usó una supuesta innovación para disimular la irresponsabilidad de sus inversores. De modo que, dos años después del desastre del sumergible Titán, el eco de esa tragedia aún resuena no por su heroísmo — porque no lo hubo — , sino por la temeraria soberbia de su arquitecto, Stockton Rush. 

El documental de Netflix repasa los hechos con un aire lúgubre, pero sin edulcorantes ni redención. A diferencia de The Rescue (2021) de National Geographic — centrado en una hazaña de salvamento en la cueva tailandesa de Tham Luang —, Titán: La tragedia de OceanGate carece de un clímax inspirador. Aquí no hay héroes, solo decisiones mal tomadas. Stockton Rush, un autoproclamado pionero de la exploración abisal, fue también su principal víctima, aunque no en el sentido más noble. Su muerte, junto con la de otros cuatro pasajeros, no solo simboliza el fracaso técnico de una nave no certificada, sino el derrumbe de una visión empresarial que ignoró advertencias fundamentales. Las alarmas estaban ahí, solo que el empresario, decidió ignorarlas. 

Una secuencia de errores que condujeron a la tragedia

Uno de los elementos más perturbadores en el documental, es dejar claro, casi de inmediato, una idea escalofriante. Lo inquietante no es que el sumergible fallara; lo perturbador es que ese fallo parecía inevitable. Stockton Rush ya había manifestado su desprecio hacia los sistemas regulatorios tradicionales, asegurando que entorpecían la innovación con sus exigencias “innecesarias” de seguridad. Esa visión lo condujo a prescindir de controles externos, evadiendo incluso normas mínimas en aguas internacionales. 

Al estilo del Grizzly Man (2005) de Werner Herzog, el documental muestra a Stockton Rush como un hombre seducido por su propio reflejo: carismático, seguro ante las cámaras, pero desconectado del riesgo real. Como el amante de los osos que terminó devorado por ellos, Rush creyó dominar un entorno que lo superaba. Los clips que lo muestran no sugieren un lunático, sino alguien convencido de su superioridad intelectual. 

Algunos lo describen como un genio incomprendido; otros, como un megalómano con complejo de mártir tecnológico. Una mezcla peligrosa. Ex colaboradores, como Bonnie Carl, lo recuerdan menos como líder visionario y más como un imitador de titanes empresariales, envidioso de Musk o Bezos, pero con menos sustancia. El documental recoge estas voces, en su mayoría críticas, que reconstruyen una cadena de advertencias ignoradas.

El trasfondo de una catástrofe que pudo evitarse

OceanGate, al principio, atrajo talento técnico respetable. Pero la cultura corporativa interna pronto se volvió tóxica. A quienes levantaban la mano para señalar defectos en el diseño del Titán se les trataba como saboteadores. David Lochridge, exdirector de Operaciones Marinas, aparece como uno de los pocos con integridad profesional suficiente para enfrentar a Rush. ¿El precio? Fue despedido y luego demandado, en un intento intimidatorio que habla más de poder que de verdad. 

En ese sentido, el documental recuerda a Fyre: The Greatest Party That Never Happened, la crónica del Fyre Festival, donde otro visionario empujó a su equipo a un desastre por vanidad. En ambos casos, lo que brilla por fuera oculta una compleja red de problemas administrativos, que en el caso de OceanGate resultaron ser mortales. Las decisiones más polémicas de Stockton Rush — usar fibra de carbono en un entorno donde solo el titanio había demostrado resistencia — son descritas con detalles para demostrar su responsabilidad en la tragedia.

Micrófonos instalados en el sumergible detectaban el crujido de la estructura bajo presión, señales ominosas que fueron sistemáticamente ignoradas. En vez de redoblar esfuerzos por garantizar la seguridad, OceanGate reemplazó a los expertos por recién graduados sin experiencia. La lógica parecía ser: si no hay quien cuestione, no hay problema. Un espejismo muy costoso.

Un recorrido por el desastre en ‘Titán: La tragedia de OceanGate’

La escena más espeluznante del documental no es visual, sino auditiva. El sonido de las fibras de carbono resquebrajándose como si el Titán se convirtiera en una olla de presión a punto de estallar. En ese momento, el espectador se convierte en oyente involuntario de una cuenta regresiva sin retorno. El documental logra capturar esa sensación de condena inevitable, como si el desastre ya hubiera ocurrido desde el momento de concepción del proyecto. 

Rush había protagonizado incidentes anteriores, como el casi atascamiento en el Andrea Doria, otra advertencia que no cambió su rumbo. La obstinación se volvió política interna. En lugar de operar bajo banderas nacionales, OceanGate optó por lo difuso de las aguas internacionales. Sin bandera, sin reglas. Este tipo de escapismo burocrático permitió a la compañía, no solo violar todo tipo de acuerdos de seguridad. También, ganar dinero gracias a un sistema cuya seguridad jamás fue probada del todo. Un punto que Titán: La tragedia de OceanGate destaca como una de las principales causa de la tragedia.

Titan: The OceanGate Disaster. Cr. Courtesy of Netflix © 2025

De modo que el riesgo de un accidente gravísimo, aprovechó las grietas del sistema. Lo más angustiante es que nadie podía detener a Stockton Rush. Tenía dinero, influencia y un relato atractivo. Su visión deslumbraba a inversionistas y a medios de comunicación. Pero bajo esa retórica, se ocultaba un desprecio brutal por la fragilidad humana. Una perspectiva escalofriante que, además de llevarlo a la muerte, convirtió al sumergible Titán en un doloroso símbolo de irresponsabilidad e ineficiencia. El punto más incómodo que el documental deja a su paso.


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Fuente de TenemosNoticias.com: hipertextual.com

Publicado el: 2025-06-14 12:00:00
En la sección: Hipertextual

Publicado en Tecnología

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