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Ingenio en la cohetería primitiva

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A principios del pasado siglo, el desarrollo de la cohetería en el mundo estaba todavía en manos de un reducido grupo de asociaciones y equipos de entusiastas que deseaban volar algún día al espacio. Quedaba aún mucho tiempo para que los gobiernos decidieran invertir en la construcción de vehículos de este tipo, propulsados por motores cohete que permitiesen recorrer las capas más enrarecidas de la atmósfera. Cuando lo hicieron, fue porque creyeron ver en ellos la herramienta que les proporcionaría un ansiado poder militar. Dicha herramienta, el misil, sería capaz de transportar ojivas de gran capacidad explosiva e incluso ingenios nucleares, y disponer de ella bien merecería la dedicación de todos los recursos posibles.

 

Durante el comienzo de la década de 1930, sin embargo, las prioridades residían aún en la superioridad aérea mediante los aviones, y los cohetes eran considerados una propuesta solo digna de los libros de ciencia-ficción. Debido a ello, e inspirados en gran medida en estos últimos, durante algún tiempo tendrían que ser individuos visionarios, o grupos de aficionados bien organizados, los que intentaran hacer avanzar la ciencia del desarrollo de los cohetes.

 

Uno de esos grupos, fundado el 5 de julio de 1927, apareció en Breslau, Alemania, cuando el país se recuperaba aún de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Bautizada como VfR (Verein für Raumschiffahrt) o Sociedad para el Viaje Espacial, se convertiría muy pronto en una de las más avanzadas del mundo. Desarrollaría motores cohete y vehículos capaces de elevarse varias decenas de metros en el aire, poniendo a punto tecnologías diversas que resultarán imprescindibles en los misiles militares del futuro.

 

Los inicios de la VfR, no obstante, no fueron sencillos. El grupo, impulsado inicialmente por Max Valier y Johannes Winkler, entre otros, tuvo enormes problemas para ser registrado ante las autoridades. Para empezar, la palabra Raumschiffahrt (Viaje Espacial) no existía en la lengua alemana, y hubo que insistir para que fuera finalmente aceptada. Los objetivos de la asociación, construir una nave espacial, despertaron además una enorme suspicacia. Pero superados estos obstáculos iniciales, y con la incorporación de miembros cada vez más valiosos, como Willy Ley, von Braun, Oberth, Riedel, Nebel, etc., la VfR se encontró en el esperado camino hacia el éxito. La asociación creó su revista Die Rakete, para difundir sus actividades, y esta muy pronto permitió el crecimiento del grupo hasta alcanzar un millar de miembros.

 

A pesar de todo, los avances fueron tan rápidos que no pasó demasiado tiempo antes de que hubiera que lidiar con problemas mucho más mundanos. Más allá del desarrollo de la innovadora teoría, la VfR deseaba poner sus ideas en práctica, y para ello necesitaba medios económicos y materiales. Construir una nave espacial requería diseñar motores y estructuras, preparar equipos y realizar múltiples pruebas, disponer de una zona segura para los ensayos, etc. Eso implicaba dinero, mucho dinero, y todo tipo de materiales.

 

La magnitud del reto era tan colosal que muchos creyeron que el muro a escalar era demasiado alto para un grupo de simples aficionados. Otros, en cambio, no pensaban así. Conscientes del papel que estaban interpretando en la incipiente historia de la astronáutica, pusieron toda la carne en el asador y explotaron todos los resortes a su disposición para superar cada problema presentado.

 

 

Uno de los miembros de la VfR que se tomaron más a pecho este papel fue Rudolph Nebel, joven piloto militar durante la Primera Guerra Mundial y pionero en el uso de cohetes de señales de combustible sólido como arma de ataque desde aviones. Debido a su peculiar personalidad -que le hacía siempre intentar destacar sobre los demás, autopromocionarse y alcanzar grandes logros-, chocaba frecuentemente con la dura realidad, la falta de presupuestos, así que se había acostumbrado a utilizar todo su ingenio para lograr sus objetivos.

 

Así, mientras unos se encargaban de la complicada ingeniería necesaria en el desarrollo de los primeros cohetes de la VfR, Nebel se había especializado en ocuparse de conseguir el dinero y los materiales necesarios para hacerlo posible.

 

Su forma de actuar era curiosa. Un día visitó una empresa importante (Siemens), y arrojó sobre uno de sus directivos un auténtico torrente de ideas y propuestas, entre las cuales destacaban los ambiciosos planes que tenía respecto a los cohetes, y que incluían viajes al otro lado de la Tierra y a la Luna. Ante la magnética personalidad de Nebel y su pico de oro, su interlocutor no pudo dejar de sentirse impresionado por ello, pero reconociendo también la remota posibilidad de que algo así se hiciera realidad a corto plazo, aceptó cooperar en los planes de la VfR solo en especias. Siemens no daría pues dinero a Nebel para sus alocados proyectos, sino que contribuiría a ellos con algo mucho más tangible: un camión lleno de barras de soldadura. Sin desalentarse, Nebel se acercó al taller de soldadura de la ciudad y allí llegó a un acuerdo con su propietario: las barras a cambio de los servicios de un soldador experimentado.

 

Cuando Nebel volvió a las instalaciones de la VfR, se trajo consigo al sorprendido profesional, quien descubrió a un grupo de jóvenes y veteranos trabajando en la construcción de un extraño artefacto al que llamaban motor cohete. Puesto al corriente de las necesidades del ingenio, que incluían la puesta a punto de los tanques que albergarían el combustible del futuro cohete Mirak y ciertas partes de su motor, el soldador se aplicó a su trabajo de la manera más experta. Así, gracias a las gestiones de Nebel, el primer cohete de la asociación fue fabricado con la mejor mano de obra, a un precio irrisorio.

Fuente de TenemosNoticias.com: noticiasdelaciencia.com

Publicado el: 2024-04-05 02:00:03
En la sección: Ciencia Amazings® / NCYT®

Publicado en Ciencia

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