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100 millones de dólares en diamantes y un plan perfecto

100 millones de dólares en diamantes y un plan perfecto

El joyero de origen italiano contaba con un pasado sospechoso en el mercado negro, aunque esto nunca pudo ser probado. Siempre aseguró que su negocio era algo totalmente legal y que lo del robo surgió cuando alguien se le acercó mientras tomaba un café en un bar de la calle Hoveniersstraat,y le hizo una propuesta que no pudo rechazar.

Notarbartolo cuenta a los investigadores que alguien, cuya identidad nunca reveló, le dijo: «¿Aceptaría un pago de 100 mil euros por responder una sola pregunta?». Cuando el joyero acepta, esta persona le hace una simple pregunta: «¿Es posible robar el Centro Mundial de Diamantes?».

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Por ese monto de dinero, Notarbartolo aceptó investigar la bóveda y descubrir si su seguridad tenía puntos débiles y vulnerables que hicieran posible un robo millonario. El primer paso fue alquilar una caja de seguridad en la bóveda, algo que no le resultó complicado porque ya lo conocían y tenía una oficina en el mismo edificio.

Para registrar todo lo posible consiguió una lapicera con una pequeña cámara oculta. Con este objeto, bajo la excusa de guardar o retirar piedras, fue fotografiando el interior de la bóveda cada vez que accedía a su caja de seguridad. Logró detectar cada uno de los sistemas de alarma, los sensores y las cámaras de vigilancia: los sistemas de seguridad eran diez.

Con todos los datos bajo su poder, Notarbartolo se contactó con tres hombres italianos, con quienes alguna vez había trabajado: el Genio, un especialista en desactivar alarmas; Monstruo, experto en abrir cerraduras y sistemas de electricidad, y excelente conductor de autos; el Rey de las Llaves, un cerrajero capaz de replicar las llaves de la bóveda sin siquiera tener las originales; y Speedy, su amigo ladrón que actuaba a sangre fría.

Un año después de que el financista le hiciera la pregunta de los 100.000 euros, Notarbartolo lo citó en un galpón de las afueras de Amberes, con una detallada maqueta del Centro Mundial de Diamantes. «Es posible hacerlo», aseguró el joyero italiano.

El viernes 14 de febrero comienza el arriesgado plan de robo. Notarbartolo entró por última vez a la bóveda con la excusa de guardar unos diamantes, aprovechando la ocasión para rociar con un spray de laca (una especie de barniz) los sensores de calor y de movimiento. Así, la alarma no saltaría cuando entraran.

El domingo 16 se jugaría la final del Diamond Game, un torneo organizado por los comerciantes de diamantes que era una cita obligada para los aficionados. El día ideal para dar el golpe. Con las calles del barrio casi vacías, Notarbartolo condujo un Peugeot 307 alquilado hasta la construcción vecina del Centro Mundial de Diamantes. El Rey de las llaves, por su parte, abrió la cerradura y el Genio subió hasta la azotea. Desde allí, pasó al edificio donde iban a hacer el robo. Lograron entrar.

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Comenzaron a cubrir las cámaras de seguridad con un plástico negro y llegaron a la bóveda. Apagaron las luces, abrieron la puerta y el Monstruo caminó once pasos en la oscuridad hacia el centro. Todo había sido calculado milimétricamente.

Tras desactivar las alarmas, llegó el momento de ponerse a trabajar: abrieron las cajas de seguridad con taladros manuales para no activar los sensores sísmicos de las paredes. La hora límite eran las 5:30 de la mañana, después de ese momento, comenzarían a llegar los empleados. Para ese entonces habían abierto cien cajas de seguridad.

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Un error fatal

Salieron por donde habían entrado, cargaron el Peugeot 307 con el botín y fueron hasta el departamento de Notarbartolo, donde separaron el oro, joyas, monedas y diamantes de los papeles y documentos que encontraron en las cajas de seguridad. A estos, los metieron en otra bolsa para quemarlos, junto con facturas y planos de la bóveda que si la policía llegaba a encontrarlos, los relacionarían con el robo.

El escape fue en dos autos: El Genio, el Rey de las llaves y Monstruo partieron rumbo a un refugio; mientras que, Notarbartolo y Speedy fueron hacia la frontera de Bélgica con Francia.

Después de guardar el botín en un lugar seguro, la última dupla se dirigió a su destino con la bolsa de los documentos en el auto. Notarbartolo pensaba quemar el contenido una vez que estuvieran en Francia, pero Speedy, con miedo de que un operativo los revise en la frontera, insistió en prenderlos fuego en medio del campo.

Se detuvieron cerca de una chacra, pero cuando estaban por encender la pila de papeles, el dueño del lugar escuchó ruidos y los vio. Escaparon dejando la bolsa. El granjero sin mirar los documentos, llamó a la policía para denunciar que unos hombres tirado basura en su propiedad. El robo a las cajas ya era una noticia de relevancia internacional. por lo que, cuando la policía los revisó dieron la alerta. Un simple error que les costaría su libertad.

En los documentos encontraron pistas para identificar a los ladrones. Gracias a un sándwich a medio comer y el ticket de una panadería, revisaron en las cámaras de seguridad del comercio y descubrieron a un hombre al que pudieron identificar como Ferdinando Finotto, alias Monstruo.

Además, había una factura a nombre de Leonardo Notarbartolo por la compra de una cámara portátil, y una tarjeta de Elio D’onorio, un electricista, alias el Genio. Analizaron las llamadas de un teléfono registrado con el nombre del joyero y se detectaron muchas llamadas con Pietro Tavano, más tarde reconocido como Speedy. Pocos días después del robo, todos sus autores, salvo El Rey de las llaves, estaban identificados.

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Detenciones y condenas

Sin conocer los avances que había hecho la policía, Notarbartolo regresó a su oficina para no levantar sospechas. Allí, lo detuvieron sin un solo diamante en su poder. La Interpol capturó a el Genio y a Speedy en las ciudades italianas donde se habían refugiado. Y hasta noviembre de 2007, el Monstruo estuvo prófugo y fue detenido tras una larga investigación para rastrearlo.

Los tres recibieron condenas de cinco años, y Notarbartolo diez años de prisión Esto se debe, a que fue el ideólogo de la operación. Tras seis años preso, fue liberado por buena conducta, pero volvió a ser detenido y debió cumplir el resto de la pena por no compensar a las víctimas. El joyero italiano insistió en que no podía hacerlo porque no tenía el botín.

Aseguraba que casi todo el producto del robo estaba en poder del financista que lo había contratado y que muchas de las cajas que habían violado estaban vacías, que solo se habían llevado un botín de 18 millones de dólares. Según él, esas cajas habían sido vaciadas por sus propios dueños poco antes del robo para después cobrar los seguros.

Hasta el día de hoy, los investigadores creen que el financista nunca existió sino que el robo siempre fue un plan exclusivo de los criminales. Sea esto verdad o mentira, el botín sigue sin aparecer.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.ambito.com

Publicado el: 2025-01-24 20:00:00
En la sección: Noticias del mundo | Ámbito

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