China cambió. Mas allá de que por primera vez se enfrenta públicamente con los EEUU en la batalla comercial que desató Donald Trump, los chinos se pusieron los pantalones largo y asumieron su lugar como segunda potencia mundial. Es así que nada escapa hoy a su mirada, desde la renovación anticipada del swap que tenia con la argentina, hasta quién será el próximo Papa de los católicos.
Hasta unos días atrás se consideraba que el cardenal Pietro Parolin era el favorito de Beijing para presidir la Iglesia. después de todo quien vienen siendo el Secretario de Estado del Vaticano durante los últimos doce años es quien en 2018 logró negociar el “Acuerdo Provisorio” entre China y el Papado -renovado en 2020, 2022 y 2024-.
Hasta entonces el gobierno chino controlaba a sus católicos, nombrando los obispos a través de la Asociación Patriótica Católica China (APCC) establecidas luego que en 1951 el gobierno comunista decidiera expulsar al Nuncio Apostólico (aun hoy el Vaticano no es reconocido formalmente, ya que reconoce al gobierno de Taiwan). El otro organismo de control religiosos es la Conferencia de Obispos Católicos (COCC).
Si bien la Iglesia oficial china funciona básicamente de manera colegiada, las dos máximas autoridades son el Obispo Joseph Li Shan, arzobispo de Pekín y Joseph Shen Bin, obispo de Shanghái.
Dentro de la estructura eclesiástica, el nombramiento de los Obispos es clave, ya que más allá de las cuestiones de fe, los sucesores de los Apóstoles son las máximas autoridades en sus diócesis (territorios), a cargo de la educación religiosa, el nombramiento de sacerdotes y el manejo del dinero.
Si bien aislados, muchos católicos chinos no cedieron a la presión del gobierno, lo que generó dos iglesias, la “oficial” que depende del gobierno, y la “subterránea”, fiel a Roma. Lo que logró Parolin con el acuerdo es estructurar un procedimiento conjunto, donde se reconocía cierta autoridad del Papa (por la ley canónica solo el Papa y a su entera voluntad designa a los obispos en alguna de sus seis variantes), quien tendría la última palabra en los nombramientos, aunque la verdad es que esto nunca estuvo muy claro ya que el acuerdo es secreto.
La idea es que con esto -que entre otras cosas implicó el reconocimiento de los Obispos Estatales por Roma- se daba un primer paso hacia el reconocimiento formal y la unificación con la Iglesia occidental y se protegía a los católicos de mayores persecuciones. Las estimaciones son que existen algo así como 12 millones de católicos en China, la mitad bajo la egida de la APCC y la otra mitad clandestina.
El acuerdo de Parolin se enmarca dentro de la idea de la Ostpolitik Vaticana (Política del Este), el acercamiento que tuvo la Iglesia con las naciones comunistas iniciado por Paulo VI y el Arzopispo Casaroli y más adelante con distintos regímenes no democráticos buscando preservar la presencia de la Iglesia, con resultados por lo menos cuestionables.
De hecho, ni la APCC ni la COCC han mencionado la muerte la Francisco en sus sitios de internet y el mismo Parolin reconoció hace poco que “el acuerdo está progresando muy lentamente, a veces incluso retrocediendo”.
Basta un ejemplo, cuando en 2023 las autoridades Chinas nombraron a Shen Bi Obispo de Shangai sin la aprobación del Vaticano, Francisco terminó reconociéndolo “por el bien de la diócesis”. Pero este no es el único reproche que se le hace a Francisco en el frente Chino: peor fue su mutismo frente a los recurrentes abusos cometidos contra los Uyghur y el silencio ante la persecución de los clérigos católicos, incluida la detención de siete obispos católicos que siguen presos sin estar sometidos a juicio.
No sorprende entonces que quien más hizo para frenar el avance del comunismo y del control estatal sobre la Iglesia, el Papa Juan Pablo II fue siempre un claro crítico a la Ostpolitik, que muchos consideran es una traición a los católicos “de la resistencia”.
A pesar de todas las intenciones de Parolin, en los últimos días China a comenzado a mover sus fichas y parece que no es en su favor. La semana pasada, una asamblea de curas locales de la diócesis de Xinxiang “escogió” a un sacerdote local y único candidato, el padre Li Janlin, para ser su nuevo Obispo, a pesar de que la Santa Sede se encontraba acéfala por la muerte de Francisco el 21 de abril. La decisión es vista como valida y final por el gobierno en Beijing.
El problema es que además Xinxiang ya tiene un Obispo, Joseph Zhang Weizhui, quien fue nombrado por Juan Pablo II en 1991 y por décadas ha venido dirigiendo la “iglesia subterránea”, aun en contra del gobierno y ha sido detenido innumerables veces y por mucho tiempo.
Un día antes, el 28 Wu Jianlin había sido escogido Obispo auxiliar de Shanghái. Los aliados de Parolin argumentan que estas elecciones estaban programadas antes de la muerte de Francisco, pero la realidad es que no había apuro para hacerlas durante la “sede vacante” antes de la elección del nuevo Papa.
La jugada de China es claramente eso que llamamos una “mojada de oreja” a Parolin, poniendo en evidencia la falta de respeto por parte de Beijing hacia el candidato papal.
Por otro lado, a quien más favorece esto es al Cardenal Tagle de Filipinas un liberal alineado con Francisco -más que Parolin- cuyo abuelo era un católico Chino, y quien ha sido uno de los más fervientes impulsores de un acercamiento moderado con la Iglesia estatal, insistiendo que el Acuerdo más que una cuestión pragmática es una necesidad pastoral.
Con los tres candidatos de Trump fuera del juego -solo por ser norteamericanos-, entre los Papables con mayores chances, al día de hoy Tagle es quien -no solo geográficamente- más cerca esta de Beijing y más lejos de Washington. Su elección como Pontífice sería entonces una muestra más del desplazamiento del epicentro mundial hacia China (y si quiere, una derrota política para Trump).
Fuente de TenemosNoticias.com: www.ambito.com
Publicado el: 2025-05-03 17:21:00
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