Tras casi dos décadas involucrado en las políticas migratorias y las fronteras, primero como activista, luego como abogado y ahora como periodista, Hibai Arbide publica ‘Con el agua al cuello‘ (Capitan Swing), un relato sobre la brutalidad de las devoluciones en caliente y cómo el endurecimiento de las políticas migratorias ha tejido una red sistemática de violencia contra las personas migrantes.
«No soy tan arrogante ni tan vanidoso para pensar que este libro va a cambiar nada a nivel de políticas migratorias, pero sí aspiro a que al menos alguna gente se pregunte cómo es posible que esto pase«, asegura Arbide. Desde Lesbos, donde reside desde hace más de 10 años, atiende a EL PERIÓDICO por videoconferencia.
En su libro menciona que la crisis de los refugiados comenzó mucho antes de 2015. ¿Por qué publicar ahora sobre la frontera griega?
Vivo en Lesbos y sentía, de alguna manera, como que vivía en una cierta paradoja, trabajando sobre estos temas y no dedicándole un tiempo suficiente a hacer algo un poco más largo que un artículo, un reportaje o hechos documentales.
Y luego hay una parte que, aunque no empezó en 2015, es verdad que se cumplen 10 años de lo que fue conocido como la crisis de los refugiados y creía que también tenía sentido hacer un repaso a lo que había sido esta larga década en la que han pasado tantas cosas y han cambiado tantas cosas.
En la frontera griega hay una sensación constante de que, por muy grave que sea lo que ocurre, la situación siempre puede ir a peor
En el título del libro se refiere a la peor frontera de Europa.
Cuando digo que es la peor frontera de Europa, no estoy intentando minimizar lo que sucede en otras, ni mucho menos, sino enfatizar lo terrible de lo que pasa aquí.
Se puede argumentar que hay fronteras peores, pero creo que en ninguna otra frontera de Europa, como en esta, hay una mezcla de todos los factores a la vez. Es decir, violaciones de derechos humanos y violencia gravísima cometida con total impunidad, una cantidad de muertes que es escalofriante, una combinación de impunidad y una connivencia en estas prácticas. Además, en la frontera griega hay una sensación de que, por muy grave que sea lo que ocurre, la situación siempre puede ir a peor.
El tema central son las devoluciones en caliente o ‘pushbacks’ de forma sistemática y estructural. ¿Esta práctica sí que es nueva?
Sí. Aunque las devoluciones en caliente siempre han existido en esta y otras fronteras exteriores, desde 2020 es evidente que responden a una decisión de alto nivel, convirtiéndose en un eje central para frenar las llegadas a toda costa. Hasta entonces eran casos aislados o podían considerarse excesos que cometían determinados agentes en un momento dado.
Ha habido casos de personas que han sido empujadas al agua por los guardacostas con las manos atadas y que acaban muriendo ahogadas
Para explicar la gravedad de esta práctica la describe como actos «de extrema violencia».
Hay numerosos casos de abusos por parte de los guardacostas: huesos rotos durante las intervenciones, robos sistemáticos de objetos de valor tras desnudar y cachear a las víctimas de forma vejatoria, e incluso casos en los que les han arrancado los dientes de oro porque es lo único de valor que llevaban. También amenazan a los padres con arrojar a sus hijos al mar para forzar su obediencia. Incluso he podido documentar casos en los que los guardacostas empujan a personas al agua con las manos atadas y que acaban muriendo ahogadas. Se han registrado innumerables casos gravísimos que ocurren casi cada noche, no solo en Lesbos, sino en todas las islas griegas cercanas a Turquía.
¿Estas devoluciones en caliente siguen algún patrón?
En el caso de los ‘pushbacks’, que son la interceptación de barcas una vez que ya han llegado a las aguas territoriales griegas, los guardacostas rompen el motor y dejan a la deriva a las personas en la lancha en la que viajan o las obligan a subir a lanchas salvavidas que no son navegables, sino que son simplemente estructuras que flotan hasta que la corriente y el viento las acerca a la costa turca, donde son rescatados.
También hay otra modalidad que es detener, o más bien se debería decir secuestrar, a estas personas una vez que ya han llegado a las islas y después obligarlas a subir a una lancha de los guardacostas que las vuelven a dejar a la deriva. Esta última práctica la suelen realizar, y a veces los asaltos a las lanchas también, una especie de cuerpo auxiliar paramilitar que todavía no sabemos quiénes son.
Los que la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) llaman hombres encapuchados…
Sí, yo en el libro lanzo algunas hipótesis pero es una de las partes que queda por investigar. Pueden tratarse de soldados de unidades especiales que están entrenados para operaciones poco convencionales, pero todavía no he encontrado pruebas suficientes.
Frontex acumula numerosos SIR (Serious Incident Report), documentos que registran violaciones de derechos fundamentales en las zonas donde opera, que detallan estas prácticas y la intervención de estos grupos. Grecia niega de forma descarada todo esto. Es obsceno seguir negándolo, pero es lo que hacen.
La población de las islas tiene la sensación de que nadie se corresponsabilizaba con un problema que estaban sufriendo, y que no era un problema local, sino de escala europea
Lleva más de una década establecido en Grecia documentando esta crisis. ¿Cómo ha sido la metamorfosis de las islas del Egeo de la solidaridad hasta la violencia que describe en el libro?
Yo creo que ha sido en gran parte responsabilidad o consecuencia del sentimiento de abandono de parte de las instituciones, tanto europeas como nacionales. La población de las islas tiene la sensación de que nadie se ha corresponsabilizado del problema que han estado sufriendo, y que no es un problema local, sino europeo. Este hartazgo, que es lógico y legítimo, ha sido convenientemente utilizado por grupos de extrema derecha para imponer su agenda racista y antiinmigrantes.
La Unión Europea es un espacio que ha sido positivo en muchos aspectos, pero precisamente respecto a la migración, creo que no tiene mucho de lo que presumir
En el libro afirma que no es una crisis de refugiados, sino de recepción, valores europeos y gestión. ¿Cuándo cree que Europa perdió el rumbo en su política migratoria?
Yo creo que se puede argumentar sin mucha dificultad que la Unión Europea es un espacio que ha sido positivo para muchos aspectos, pero precisamente respecto a la migración creo que no tiene mucho de lo que presumir. Hasta el año 1989 se consideraba que la vergüenza de Europa era el muro de Berlín. Ahora existen casi 13 veces más kilómetros de muros y no solo no se considera una vergüenza, sino un elemento cohesionador dentro de la Unión Europea.
No es entonces un choque de valores…
No. Me temo que la historia de la Unión Europea es sobre todo la historia de sus fronteras y de un refuerzo cada vez mayor de las mismas.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com
Publicado el: 2025-03-04 07:06:00
En la sección: El Periódico – internacional