Con un mercado potencial de 1.440 millones de personas –es, desde 2023, el país más poblado del mundo– y una clara apuesta por el pragmatismo geopolítico –o multialineamiento–, la India se ha convertido en uno de los principales mercados a los que la Unión Europea (UE) ha dirigido su mirada, especialmente tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Se trata de una opción tremendamente atractiva y una vía de escape frente al proteccionismo rampante de Washington –que esta semana ha anunciado sus mal llamados «aranceles recíprocos» del 20% a la UE–, además de un contrapeso a la creciente influencia de China.
La relevancia del mercado indio para Bruselas se hizo patente con la visita que realizó la Ursula von der Leyen al país a finales de febrero. Fue el primer viaje al extranjero de su recién estrenado segundo mandato, junto con los miembros de la Comisión. El objetivo de Bruselas es cerrar antes de que acabe este 2025 un tratado de libre comercio con Nueva Delhi, un acuerdo que lleva cociéndose a fuego lento desde 2007, aunque sufrió un parón entre 2013 y 2022. Se trata de una meta ambiciosa, pues queda todavía mucho por negociar en sectores relevantes para los Veintisiete como la industria automovilística, la agricultura, las bebidas espirituosas o la tecnología, con la India postulándose como potencia en semiconductores, y tanto en cuestión de aranceles como en barreras al comercio no arancelarias, como es el caso de la contratación pública.
Relación desigual
La UE es el primer socio comercial de la India, con exportaciones por valor de 124.000 millones de euros (12,2% del comercio total) en 2023, según los últimos datos de los que dispone la Comisión Europea. Es destacable también la participación del club comunitario en el volumen de inversión extranjera, que alcanzó los 108.300 millones de euros en 2022, 26.000 millones más que en 2019, lo que le convierte en uno de los principales inversores del país asiático. E igual de relevante es la presencia sobre el terreno de 6.000 empresas europeas.
En la última década, el comercio de mercancías entre ambos socios ha experimentado un aumento de casi un 90%, pero se trata de una relación muy desigual porque la India es el noveno socio para los Veintisiete, con un 2,2% del total de exportaciones, muy por detrás de Estados Unidos (16,7%) o China (14,6%). Estos desequilibrios son los que, en parte, están lastrando la forja de un acuerdo. Por un lado, Bruselas reclama mejores condiciones para determinados productos (en la agricultura, los aranceles indios oscilan entre el 30% y el 60%), poder jugar un papel más importante en los contratos de obra pública e infraestructuras y reforzar la protección de la propiedad intelectual en el sector farmacéutico, con una extensión de cinco años de las patentes. Y Nueva Delhi quiere más acceso a la UE con productos especializados que generan recelos entre los Veintisiete porque no se adaptan a los estándares europeos y que en determinados sectores van en contra de las normas para combatir el cambio climático y la sostenibilidad.
Además, hay que tener en cuenta, como explica a EL PERIÓDICO Inés Arco, investigadora del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), que la India «es un país en desarrollo«, con unos 300 millones de ciudadanos que viven bajo el umbral de la pobreza, y desde hace años ha seguido una estrategia económica basada en el «proteccionismo» para estimular su crecimiento «promocionando sectores claves en los que quiere ser puntero, como el farmacéutico, o que tienen especial relevancia para su sociedad, como la agricultura«, que goza de muchos subsidios.
No una alternativa «por sí sola»
Pero más allá de que se pueda llegar a cerrar un tratado, los expertos coinciden en que por sí solo el mercado indio no puede reemplazar al de Estados Unidos. «Puede paliar los problemas arancelarios que la Administración de Trump está poniendo en marcha, pero requeriría de esfuerzos coordinados con muchos más socios para poder presentar una alternativa viable a la reducción de los flujos comerciales con EEUU», destaca Rubén Campos, especialista en las relaciones internacionales de Asia del Sur y director de Programas en el Club de Madrid. Por su parte, Arco pone el énfasis en la demanda, pues la de la India todavía está muy lejos de la que genera la potencia norteamericana. «La India está en una dinámica de crecimiento, con un auge de la clase media. Pero ahora mismo no puede ser una alternativa por sí sola», coincide la investigadora del CIDOB, quien también señala la «estrategia de diversificación de mercados» que está llevando a cabo la UE.
Esta reconfiguración de las relaciones comerciales podría acarrear cambios también en la hegemonía global, con nuevos polos de influencia, con una India como actor cada vez más relevante en términos geopolíticos. «Ante la erosión del orden internacional liberal, la UE y la India comparten que son países democráticos, socios comerciales y con unos objetivos comunes de gobernanza global», señala Arco. A juicio de Campos, esta tendencia ya se puede observar. «Las grandes potencias del Sur Global, especialmente China y la India, están volviendo a ocupar un espacio cada vez más relevante en el escenario internacional» recuperando el que «históricamente ocuparon» antes de que la Revolución Industrial convirtiera a Occidente «en el principal foco de desarrollo económico y geopolítico».
Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com
Publicado el: 2025-04-06 00:00:00
En la sección: El Periódico – internacional