PANAMÁ – En un mundo marcado por conflictos armados, amenazas a la democracia, disrupciones tecnológicas y tensiones geopolíticas, muchas personas se preguntan: ¿por qué deberíamos priorizar las crisis ambientales cuando existen otros desafíos más visibles o que se perciben como más urgentes?
Desde la visión compartida por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) y Suecia a través de la Agencia Sueca de Cooperación para el Desarrollo Internacional (Asdi), la respuesta es clara: no hay economía próspera, estabilidad y paz, ni desarrollo posible en un planeta degradado.
La llamada “triple crisis planetaria” —el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación— no es un problema ambiental aislado: es un multiplicador de riesgos sociales y económicos. Altera mercados, debilita la seguridad alimentaria, impulsa migraciones forzadas y erosiona la resiliencia de las comunidades.
Sin embargo, esta crisis también representa una oportunidad histórica para dialogar sobre los modelos de desarrollo actuales y las posibles soluciones.
América Latina y el Caribe tienen la oportunidad de liderar con ejemplo este cambio de paradigma. La región alberga 40 % de la biodiversidad del planeta y ecosistemas claves para la regulación climática. Sin embargo, enfrenta una paradoja: su enorme capital natural contrasta con un financiamiento insuficiente para protegerlo.
El Paulson Institute, The Nature Conservancy y Cornell University estimaron en 2020 que la brecha de financiamiento en biodiversidad a nivel internacional se ubica entre 598 000 y 824 000 millones de dólares anuales.
Al mismo tiempo, los recursos internacionales para la acción climática están lejos de ser suficientes. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la región necesita multiplicar entre ocho y 10 veces sus flujos de financiamiento climático para cumplir con los compromisos de los países identificados en sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), fundamentales para reducir emisiones y adaptarse al cambio climático.
Ante este desafío, el financiamiento verde se vuelve una herramienta estratégica. Para esto, se requieren políticas públicas ambiciosas, marcos regulatorios sólidos, un compromiso real por parte de los grandes sectores productivos y, sobre todo, la movilización de recursos a gran escala. Aquí, el sector privado puede y debe ser un actor clave, especialmente si cuenta con un marco habilitador que permita reducir el riesgo de la inversión apoyado por los gobiernos y sus instituciones públicas y financieras.
El Pnud y Suecia trabajan juntos en el marco de la iniciativa Innovación para las Finanzas Verdes en América Latina y el Caribe (IFV LAC). Esta alianza apoya a los países a movilizar financiamiento climático y ambiental, fortaleciendo sus marcos normativos, generando datos para mejorar la transparencia y facilitando la colaboración con el sector privado. La meta es clara: convertir la sostenibilidad en una inversión viable, escalable y replicable.

Ya vemos resultados. Gracias a un curso organizado por Pnud y Incae Business School como parte del proyecto, un equipo gubernamental en El Salvador fortaleció el caso para un proyecto de buses eléctricos para San Salvador. El proyecto obtuvo un préstamo de cinco millones de dólares del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), y tiene el potencial de movilizar hasta 300 millones adicionales para transformar el transporte público del país.
También estamos colaborando con empresas líderes como Devcco, que impulsa tecnologías limpias en sistemas de enfriamiento distrital en ciudades latinoamericanas, y Avfall Sverige, la asociación sueca de gestión de residuos sólidos que promueve el modelo de cero desechos. Sí es posible alinear rentabilidad con sostenibilidad.
Además, esta iniciativa busca maximizar el potencial del portafolio del Equipo de Ambiente y Energía de Pnud en América Latina y el Caribe, que incluye una gran cartera de proyectos financiados por fondos ambientales internacionales y plataformas de apoyo a políticas públicas y financieras como la iniciativa Climate Promise y la Iniciativa de Financiamiento de la Biodiversidad (Biofin).
Estas constituyen la oferta más grande de apoyo a las NDC y las Estrategias y Planes de Acción Nacionales sobre Biodiversidad (NBSAP).
Podemos decir con certeza que proteger el planeta es promover el desarrollo económico y social de manera sostenible. No habrá crecimiento sin ecosistemas saludables, ni competitividad sin sostenibilidad.
Estamos ante un propósito que nos debe inspirar a trabajar juntos. Estamos frente a una oportunidad histórica y determinante que necesita de la participación de más y más actores. Invertir en la naturaleza es invertir en el futuro.
Lyes Ferroukhi es líder regional del equipo de Ambiente y Energía en América Latina y el Caribe, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud).
Karin Metell Cueva es jefa de Cooperación Regional para América Latina de la Agencia Sueca de Cooperación para el Desarrollo Internacional (Asdi).
RV: EG
Fuente de TenemosNoticias.com: ipsnoticias.net
Publicado el: 2025-06-04 11:50:00
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