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El partido semanal de las estrellas del fútbol jubiladas | nytimes.com

El partido semanal de las estrellas del fútbol jubiladas

Mientras los jugadores descansaban junto a la valla metálica al lado de la cancha, donde tomaban grandes bocanadas de aire y tragos de agua, hacían un análisis inmediato del partido que acababa de terminar y centraron su atención en tres jugadas polémicas. Instintivamente, se dividieron en grupos para abordar cada una.

El primero estudió si se debió marcar un penalti que se pasó por alto, como reclamó un querellante agraviado. El segundo investigó si una falta particularmente flagrante fue premeditada (sí) y justificada (también sí). El tercero exploró el asunto espinoso de cuántos desvíos precedieron el último de los doce goles del partido —los estimados oscilaron entre dos y “cerca de un millón”— y, si, por lo tanto, permitir el gol podía considerarse, dentro de lo razonable, culpa del arquero.

Antes de que se pudiera resolver el asunto, el análisis se interrumpió. Cada jugador tuvo que hurgar en su cartera o bolsillos para encontrar 5 libras —poco más de 6 dólares— con lo cual pagar su parte del uso de la cancha. Mientras caminaban con rigidez hacia el estacionamiento, la discusión dio paso a una conversación sobre los planes para el resto de la noche y para la próxima semana.

Todo esto es parte del ritual de la cascarita, picado o pichanga. Es una conversación que ocurre miles de veces a la semana, en todo el mundo, después de miles de partidos como este. La única diferencia es la categoría de los participantes.

Los 20 jugadores que acaban de pagar unos 120 dólares por jugar durante una hora en una cancha de césped sintético al sur de Mánchester están acostumbrados a entornos bastante distintos. Entre todos, han participado en más de 1000 partidos —y anotado más de 100 goles— en la Liga Premier inglesa. Han jugado a nivel profesional en más o menos una decena de países. Entre ellos, hay jugadores que han ganado trofeos, han saboreado la Liga de Campeones y han representado a sus países.

Llevan su fama con relativa ligereza. No existen réplicas de camisetas que lleven sus nombres. Solo un par de ellos se atreven a usar shorts adornados con el escudo de algún club. Sin embargo, obsérvalos jugar durante unos minutos y quedará claro que este partido no es uno común y corriente.

Como lo dijo un jugador, la calidad exhibida es “aterradora”. Así debe ser: la víctima del penalti discutido es Ravel Morrison, otrora jugador del Manchester United y del West Ham. El juez del debate sobre la falta es Joleon Lescott, campeón de la Liga Premier y de la FA Cup con el Manchester City.

El consenso general es que el jugador habitual más talentoso —y el que demuestra el espíritu más competitivo sin ningún pudor— es Stephen Ireland, quien jugó durante una década en el Manchester City y el Aston Villa. Papiss Cissé y Oumar Niasse, quienes jugaron en el Newcastle United y el Everton respectivamente, hacen estiramientos sin prestar atención a la discusión.

Son parte de un elenco rotativo de futbolistas profesionales —la mayoría de los cuales se retiró hace tan poco tiempo que aún se mantienen en forma— que vienen aquí todas las semanas para participar en el que tal vez sea el mejor partido de fútbol informal del mundo.

Pero estos partidos no fueron diseñados para ser nada de eso. El encuentro semanal inició hace un par de años, cuando se empezaron a relajar los confinamientos por la pandemia y un grupo de amigos —la mayoría de los cuales había jugado a nivel semiprofesional, en los escalones inferiores de la pirámide futbolística de Inglaterra— creó un equipo de nivel aficionado, los Farmers, para jugar juntos los domingos.

Sin embargo, esta parte de Mánchester es un mundo relativamente pequeño. Los frondosos suburbios del sur de la ciudad y los pueblos dorados del norte de Cheshire albergan a decenas de jugadores profesionales, tanto retirados como en actividad. No pasó mucho tiempo antes de que un par de ellos, amigos de amigos, aceptaron invitaciones para participar.

A partir de ahí, escaló con rapidez, mencionó Kial Callacher, uno de los fundadores del equipo. Pronto, los Farmers ganaron algunos partidos por “30 goles o algo así”, dijo. “Después de un tiempo, dejó de ser divertido”. Según se rumoraba, los rivales del equipo en general opinaban lo mismo. Todos los involucrados decidieron que sería mejor que los exprofesionales jueguen entre ellos.

Así nacieron sus partidos de una hora, celebrados los martes o miércoles por la noche. La lista de invitados se hizo cada vez más estelar. Algunas semanas pueden aparecer Antonio Valencia, John O’Shea, Danny Simpson y Danny Drinkwater, todos ellos campeones de la Liga Premier, o Nedum Onuoha, exjugador del Manchester City y actual analista de ESPN. Dale Stephens, jugador de la Liga Premier hasta el año pasado, es uno de los pilares.

Hay muchos más que pasaron años en la English Football League. Pocos, si acaso, de los 66 miembros del grupo de WhatsApp del equipo no tienen al menos experiencia semiprofesional. Los partidos son competitivos, por decirlo en tono amable.

“El día anterior me acuesto temprano”, dijo Joe Thompson, un participante habitual que pasó 13 años como profesional, en su mayor parte en el Rochdale. “Hago estiramientos por la tarde, como bien, me hidrato: todo lo que hacía como profesional. No quieres perjudicarte ni tomarte libertades con el estándar. Sientes como si estuvieras todo el tiempo a prueba. Tienes que estar a tope o el grupo te lo hará saber”.

No faltan candidatos ansiosos por ver si pueden manejar este estilo de juego; hay tanta gente esperando para unirse que ahora existe una política de uno entra y uno sale en el grupo de WhatsApp. Se da prioridad a los posibles nuevos participantes que hayan disputado la mayor cantidad de apariciones en la Liga de Campeones y la Liga Premier.

Para algunos, el atractivo es, al menos en parte, práctico. “Mantiene a la gente trabajando”, dijo Thompson. “Si no tienes contrato y buscas un club, puedes mantenerte en forma tanto como quieras en el gimnasio, pero nada reemplaza la agudeza del partido”. Simpson ha dicho que le ayudó a mantenerse “en forma futbolística” mientras esperaba un nuevo club. Muchos en el grupo esperan que Morrison, quien recientemente jugó con el D. C. United en la MLS, sea elegido pronto como agente libre.

Sin embargo, para una gran mayoría, el juego satisface una necesidad espiritual. Thompson no es un caso típico. En dos ocasiones, durante su carrera, se le descubrió una forma de linfoma de Hodgkin. Regresó a jugar en ambas ocasiones, pero se retiró por consejo médico en 2019, a los 30 años. Como resultado, dijo, le resultó relativamente fácil “hacer las paces” con dejar el juego.

A muchos les resulta mucho más difícil la transición. Alex Bruce, un defensa que representó a 14 clubes en una carrera que abarcó casi dos décadas, comparó el retiro con “caerse por un precipicio”. “No hay preparación, y un día estás en casa preguntándote qué hacer contigo mismo”, dijo. Además de añorar el deporte en sí, los jugadores dijeron que tendían a sentirse desamparados fuera de los confines del vestuario. “Estás institucionalizado”, dijo Bruce. “Se extraña ese ambiente”.

El grupo de WhatsApp —un flujo continuo de burlas afectuosas, críticas alegres y expertos en fútbol improvisados, según los miembros— ofrece una imitación digital del ritmo diario de la vida dentro de un club. Y los juegos en sí proporcionan una salida al impulso competitivo. “Es mejor que ir al gimnasio y correr solo en una cinta”, dijo Bruce.

Es eso, más que nada, lo que los lleva a todos a un campo común y corriente en lo profundo del sur de Mánchester, sin importar el clima.

Ser jugador de fútbol es, por supuesto, una diversión gloriosa y glamorosa. Pero, dijo Thompson, “en el transcurso de aproximadamente 20 años, eso te desgasta”. La presión es intensa. La política es tóxica. Hay poco control: el destino de un jugador puede depender de una lesión desafortunada, un entrenador que no ayuda, una sola mala decisión.

Al final, no hay sentimentalismo alguno. “La mayoría de la gente no se retira del juego”, dijo Thompson. “El deporte los jubila”. El fútbol sigue adelante, implacable.

Una vez a la semana, estos jugadores pueden comprometerse con el juego en sus propios términos. No hay público. No hay dinero, solo el que se paga por utilizar la cancha. No hay más presión de la que ellos mismos se imponen. Todos cargan las cicatrices de una vida dedicada al deporte profesional. Esos días ya pasaron, pero no quieren decir adiós. Más bien, quieren jugar.

“Estás en una cancha, al aire libre, con un balón”, dijo Thompson mientras veía cómo sus colegas y amigos entraban en sus autos. “Así era cuando empezamos a jugar. Creo que para la mayoría de ellos es una hora a la semana en la que pueden sentirse libres”.

Saben que eso es algo muy valioso. Este verano, el grupo jugó un par de partidos de exhibición contra equipos locales, bajo el nombre de Inter Retiro. Desde entonces, una productora se ha puesto en contacto con ellos con la idea de lanzar un canal de YouTube, para convertir su juego privado en contenido público.

Por supuesto que pueden ver el valor de la sugerencia, pero hay un inconveniente, por encima de todos los demás, que los hace dudar. El acto de observación cambiaría la naturaleza del acontecimiento. Una vez más, convertiría el fútbol en trabajo. Una vez a la semana, vienen a esta cancha porque no hay cámaras. No hay reflectores, no hay presión.

Aquí, por fin, pueden jugar.

Rory Smith es el corresponsal principal de fútbol, radicado en el Reino Unido. Cubre todos los aspectos del fútbol europeo y ha reportado tres Copas Mundiales, los Juegos Olímpicos y numerosos torneos europeos. Más de Rory Smith

Fuente de TenemosNoticias.com: www.nytimes.com

Publicado el: 2023-09-23 04:00:24
En la sección: NYT > The New York Times en Español

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