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Carmentea, Cantar del Llano, una librería en la mitad de la nada – Música y Libros – Cultura

Librería Carmentea, Cantar del Llano

Lo han visto por las tardes al caer el sol, la silueta opaca sobre el horizonte, mientras se aleja despacio, como si fuera para el Casanare o aún más lejos, hacia el Vichada y sus médanos, y de ahí a Venezuela. Siempre se ve cansado, largo y canijo en su caballo viejo, al que algunos juran haber visto abrevando en el río Arauca. No es llanero y eso es ostensible; hay una melancolía distinta en su cabalgar, y en sus maneras un aire de hidalgo.

Desde hace dos semanas comenzaron las apariciones. Todos saben que no es un espanto; se ve bien distinto al ánima de Santa Helena, por decir algo, o a como dicen que lucía Florentino, el que le ganó un contrapunteo de cuerdas al diablo.

Ahora bien, este trashumante espectral no es la única novedad extraña en los últimos días. También en Arauquita, pueblo canicular, a dos horas de Arauca capital, han comenzado a hablar de una montaña mágica, de hombres que se pueden volver cucarrones, y se rumora de una pareja que se perdió en la manigua y fue devorada por la selva cuando se dejó tentar por la fiebre del árbol del caucho.

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Toda esta ensoñación parece haber comenzado el viernes 24 de noviembre cuando se abrió la primera librería en este poblado, fundado por misioneros jesuitas en 1675, y erigido en municipio en 1948.

Con el hermoso pretexto de los libros queremos acercar la cultura
a la gente de Arauquita, de los Llanos completos… 

¿Qué de excepcional puede tener abrir una librería en cualquier parte? Aquí, mucho, pues en sus 348 años de historia es la primera librería con todas las de la ley, no papelería, ni miscelánea (tienda donde venden desde libros hasta rulos para pelo, pasando por cartulinas y yoyos).

También es la única de su tamaño y características en los 989.000 kilómetros cuadrados de ese territorio llamado Orinoquia, donde terminan los Andes colombianos y se van haciendo progresivamente sabana hacia el oriente hasta llegar al delta del Orinoco, mil trescientos kilómetros más allá, en el Caribe venezolano.
Y no es temerario afirmar que muchas capitales colombianas y la totalidad de nuestras ciudades intermedias envidiaría tener las instalaciones que tiene Carmentea, Cantar del Llano, el nombre oficial de esta nueva librería, detrás de la cual está el Fondo de Cultura Económica (FCE), sucursal Colombia.

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Se trata de un local que tiene más de cien metros cuadrados, un tamaño similar al de la Librería Nacional de Unicentro, en Bogotá. Ese espacio alberga, según datos de Miguel Ángel Rodríguez, coordinador administrativo del FCE, 8.048 ejemplares, en 2.810 títulos de 1.371 autores del mundo entero, con varias novedades del momento, y la mayoría de clásicos de la literatura universal.

También contempla un lugar destinado a la lectura gratuita en donde cualquiera puede tomar un libro, sentarse un rato y devolverlo sin obligación de comprarlo. Además, cuenta con un club de lectura de cuentos en voz alta, que ya empezó a funcionar a las 3 de la tarde los sábados, y a las 11 de la mañana los domingos.
“En realidad, con el hermoso pretexto de los libros, queremos acercar la cultura a la gente de Arauquita, de los Llanos completos; que nuestro espacio se vuelva un punto de referencia, de convergencia para la comunidad, para sus iniciativas intelectuales, un espacio que reúna a los escritores del municipio, del departamento, y también a los artistas”, advierte Gabriela Roca, directora del FCE Colombia.

Una pequeña quimera

El proyecto de montar una librería en esta zona del país, además de una quijotada, va en el camino de las grandes quimeras, por muchas razones: la lejanía de Arauquita de los grandes y medianos centros de poder y de lectura, el relativo aislamiento de un pueblo a dos horas de la capital del departamento, con 43.000 habitantes, la mayoría por debajo de la línea de pobreza, según datos del Sisbén, y con una frontera viva en el río Arauca, pero que conecta con un caserío muy pobre de Venezuela llamado La Victoria, de donde vienen a estudiar los niños, en tres minutos en lancha, y a abastecerse de comida los grandes.

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Una iniciativa casi delirante, aun para el poderoso Fondo de Cultura Económica, entidad del Estado mexicano con 90 años de antigüedad y presencia en todo el mundo iberoamericano, cuya filial colombiana se encuentra en una interesante fase de expansión, al punto de haber abierto en menos de dos años tres librerías nuevas, adicionales a la monumental que tienen en La Candelaria, centro de Bogotá. Pero todas se abrieron en grandes ciudades: Cartagena, en pleno casco antiguo, en Medellín, y la última en el norte de la capital. En 2024 habrá una más en Cali, y otra en Ciudad Bolívar, en el sur bogotano. Como se verá, planes para llegar a pueblos pequeños no había, y ni siquiera a ciudades intermedias.

Donde una noche hubo horror, sangre y destrucción ahora habría un espacio para los mundos posibles, el amor, la risa, lo feliz, lo triste, el aletear de los pensamientos y la poesía

Adicional, el historial de seguridad de Arauca, y de Arauquita en particular, planteaba temores muy ciertos: allí, el bloque oriental de las Farc asesinó en los años 90 al exalcalde Amós Ríos Suárez; en enero del 2008, también las Farc, atentaron contra el alcalde de entonces, Francisco Vargas, y asesinaron a cuatro policías cuando viajaban hacia el corregimiento de Panamá de Arauca. Hubo una masacre muy recordada, el 9 de junio del 99, en la que cayeron seis campesinos, y mucho más recientemente, el 11 de febrero de 2022, fueron asesinadas cuatro personas. A lo largo de los últimos cuarenta años, esta fue una tierra de constantes paros armados, que generaban terror y desabastecimiento. Aún hoy, la zona rural sigue plagada de minas antipersona, y hay una guerra reactivada entre el Eln y las disidencias de las Farc. De hecho, en la primera semana de enero de 2022 hubo combates entre ambos grupos en distintas zonas del departamento que dejaron 23 muertos.

Y a pesar de estos antecedentes, la gente de Arauquita se enorgullece de que hace siete años, cuando en un plebiscito nacional se les preguntó a los colombianos si refrendaban los acuerdos de paz con las Farc, aquí ganó el sí casi en un 75 por ciento, mientras que en la enorme mayoría de los municipios de frontera triunfó el no de forma contundente.

Niños y niñas asistentes al club de lectura organizado por la librería Carmentea, Cantar del Llano

Un camión de palabras

A comienzos de este 2023, el alcalde de Arauquita, Etelívar Torres, le planteó a León Valencia, columnista e investigador social, su sueño de que el pueblo tuviera una librería, una de verdad. Valencia le sugirió llamar a la directora del FCE en Bogotá y sondearla. En marzo, Gabriela Roca lo recibió en su oficina, y la idea le pareció complicada, pero de unos simbolismos enormes, así que no la descartó. La comentó con su jefe en México, Marco Barrera Bassols, le envió mapas, fotos, cantos de vaquería, joropos y otros datos. Salvo en México, donde hay 121 librerías del FCE de todos los tamaños, ninguna de las 15 que tiene en América Latina se halla en poblados minúsculos, remotos, fronterizos y menos asediados por la violencia.

No fue una negociación difícil y en poco tiempo se acordó que la alcaldía pusiera el local y respondiera por los servicios públicos y por la seguridad. El FCE, por un par de empleados, por traer los libros y montar todo, y por mantener una programación cultural a lo largo del año. Toda una hermosa metáfora que el sitio donde empezaría a operar la librería hubiera sido la escuela Simón Bolívar, sede de primaria del Liceo del Llano, en la mitad entre el templo parroquial y la estación de policía, sobre la plaza principal del pueblo, y que las Farc la hubieran destruido a punta de pipetas de gas en 2000, para acabar con los patrulleros mientras dormían. “Yo estudié ahí cuando era niño –recuerda el alcalde– y fue muy impresionante ver en escombros el lugar donde aprendí a leer y escribir”.

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Entonces, donde una noche hubo horror, sangre y destrucción, ahora habría un espacio para los mundos posibles, el amor, la risa, lo feliz, lo triste, el aletear de los pensamientos y la poesía.

El 17 de octubre salió de las bodegas del FCE en Bogotá un enorme camión cargado con cinco toneladas de libros y con el mobiliario para la nueva librería. Cogió rumbo a Duitama, de ahí al Casanare, y antes de Hato Corozal, subió a Tame y Saravena, para llegar al otro día a Arauquita. El 24 de octubre se cortó la cinta inaugural y se abrieron las puertas oficialmente. De México vino el coordinador de vinculación internacional del FCE, Marco Barrera, y de Bogotá, una delegación grande de funcionarios del Fondo encabezados por Gabriela Roca, y un combo de poetas y escritores para acompañar el inicio de una poderosa ilusión, la de la paz sobre la guerra, de la cultura sobre la violencia, del futuro sobre el pasado, de la fe en que la lectura puede cambiar vidas, pueblos, todo. Los protocolos y los discursos se llevaron a cabo afuera, en la acera, con lo cual una parte importante del pueblo se arremolinó alrededor en la curiosidad por tanto forastero. Y, obviamente, todo terminó con el rasgar de las cuerdas del arpa y el cuatro, y con el zapateo de un feliz joropo.

Las puertas se abrieron y la gente se volcó a ojear los libros, las portadas, los aparadores plenos de volúmenes, a ocupar un espacio que ya nadie le puede arrebatar, ni la violencia. Alguien preguntó si en el futuro pensaban poner el servicio de fotocopias, y Olga Naranjo, coordinadora de Cultura del FCE, le respondió amablemente que no: “Solo libros y más libros”.

Pilar Lozano, una de las escritoras invitadas, evocó el momento en que se abrió una primera biblioteca de paz en San Vicente del Caguán, Caquetá, seis años atrás, luego de entrar en vigor los acuerdos de La Habana con las Farc y cómo la impresionaba que el mismo helicóptero que se llevó las armas entregadas por los guerrilleros volviera luego cargado de libros para surtir esa biblioteca.

El domingo 26 se inauguró la primera lectura en voz alta de cuentos y la salita se llenó de niños para escuchar a Edilson Rojas, librero del FCE, leer apartes del libro Bajo la misma luna, de Jimmy Liao, una historia sobre confiar y ayudar.
Desde entonces comenzaron a verse las apariciones del hombre desgarbado y triste cabalgando hacia el horizonte.

SERGIO OCAMPO *ESPECIAL PARA EL TIEMPO

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2023-12-14 01:05:00
En la sección: EL TIEMPO.COM – Cultura

Publicado en Cultura

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