Rendirle este homenaje en vida le da un sentido inmenso a nuestro propósito. Y sucedió en el marco del II Encuentro Afro del Centro Nacional de las Artes, del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes: un espacio para resaltar la fuerza viva de la afrocolombianidad y de un caminar colectivo de lucha y dignidad, de memoria, resistencia y re-existencia.
Se trata de una apuesta vital por la reivindicación de los derechos culturales, la justicia epistémica y el reconocimiento de las múltiples formas de ser y existir de los pueblos afrocolombianos. Han sido días intensos, donde convivieron el hip hop del Pacífico, con Alexis Play y sus invitados —Dino Manuelle, Maikcel, Lil Keren, Kombilesa Mi—, y las sonoridades tradicionales de Espíritu Balanta y Estrellas de Timbiquí. Transitamos por el bullerengue y el mapalé, de la mano del Palenque de Delia, hasta el laboratorio de danza contemporánea con Andrea Bonilla. Un camino que nos trajo hasta este recital con usted, maestra.
El Centro Nacional de las Artes no solo es su infraestructura, sino los gestos, los procesos, los recuerdos memorables, los diálogos y los intercambios que aquí tienen lugar. Todo esto siembra la posibilidad de un país distinto: en lo que necesitamos que cambie, en lo que anhelamos transformar y en su manera de dialogar con el mundo.
Entre esos gestos que se siembran está la resignificación del lugar que ocupan las mujeres en las artes y las culturas de nuestro país. En la decisión de evocar nombres que jamás deberíamos olvidar, nombres que se enuncian para que la palabra de vida e intente asir la memoria; para que podamos hablar, celebrar, recordar y compartir, como humanidad, los legados de aquellas que abren camino. Que podamos comprender su paso por el mundo y atesorar lo que somos en las posibilidades que ellas nos han mostrado.
Este homenaje, maestra, es un gesto. Quisiéramos que pudiera ser más que eso. Quisiéramos devolver el tiempo y alivianar el camino, para que el mundo hubiera sido distinto: más amable en ciertos contextos, más amoroso en otros. Sabemos que ha habido mucha alegría, que ha habido importantes reconocimientos, pero también sabemos que no ha sido fácil. Y que, siendo usted una pianista y concertista excepcional también es admirable la fuerza y la belleza de su humanidad. Porque allí hay resiliencia, resistencia, alegría, sonrisas que inspiran, abrazos honestos, enseñanzas profundas, un sentido genuino de la amistad, de la diversidad y del respeto. Y, en secreto, algunos también admiramos su amor por el teatro, la salsa, el tango y las milongas.
Su padre, Valerio Gómez, trabajaba como vigilante en el Palacio de Bellas Artes de Medellín. Usted empezó a tocar el piano intentando interpretar, a escondidas, lo que alcanzaba a oír en las clases de las niñas de la clase alta antioqueña. Aprendió a leer música antes que textos escritos. Y el piano fue su refugio, su trinchera silenciosa frente al racismo estructural y la discriminación.
Teresita Gómez, la niña del Palacio de Bellas Artes en Medellín, es hoy la maestra de Colombia. Una figura ya eterna, a quien tenemos el privilegio de honrar en vida, como debe ser. Desde la sala ubicada en lo más alto de otro palacio —muy distinto al de su niñez—, desde el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, celebramos su legado. Y hacemos de este momento, en apariencia efímero, uno que perdurará para siempre: la sala sinfónica ahora lleva su nombre. Desde hoy, es la Sala Teresita Gómez.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com
Publicado el: 2025-06-12 16:22:00
En la sección: EL TIEMPO.COM -Cultura