Menú Cerrar

él (Gustavo Petro) agrede mi patrimonio, mi familia

él (Gustavo Petro) agrede mi patrimonio, mi familia

El matador colombiano más grande de todos los tiempos es ahora ganadero, comentarista taurino, creador de software y conferencista motivacional. Está a favor de ciertos cambios en las corridas de toros en Colombia y está dispuesto a luchar para que no desaparezcan: “Hoy somos una minoría perseguida por otra minoría”. Esta es la nueva vida del torero que fue el mayor orgullo del país. Esta es su entrevista con la Revista BOCAS.

César Rincón es un nombre sagrado en Colombia. En 1991 salió cuatro veces consecutivas por la Puerta Grande de la Plaza de Toros de Las Ventas y dejó una marca imbatible e imborrable en la historia de la tauromaquia. En la última década del siglo pasado, cuando el país vivía los años más oscuros del narcotráfico, Rincón se convertía en leyenda y era un motivo de orgullo nacional. Se codeó con la realeza española, comió con Cantinflas, Fernando Botero le pintó un capote, Gabriel García Márquez iba a sus becerradas y varios expresidentes lo trataban de maestro: López Michelsen, Andrés Pastrana, César Gaviria y Ernesto Samper que, a pesar de todo, en los últimos tiempos, luego de ser un protagonista de la Plaza de Toros La Santamaría, se declaró antitaurino. 

El maestro César Rincón posó para la revista BOCAS en la emblemática Plaza de Toros de Las Ventas.

Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

Rincón vio cómo el mundo de los toros cambiaba; la afición –que en Colombia llegó a ser total por su figura– empezó a desvanecerse y hoy hay más antitaurinos que taurinos. Yo nací mucho después de sus años de mayor gloria y he sido parte de la ola que habla de animalismo y de tortura y de una generación que no vio la ‘fiesta’ en su esplendor. Crecí vetada de ese mundo. Jamás he ido a una corrida de toros, pero su figura siempre me intrigó; fui a los archivos y a Youtube y quedé impactada cuando vi su faena en Barcelona con Bastonito –un toro famoso por su fiereza–. Me dejé cautivar con el carácter de este hombre de baja estatura y contextura menuda que desafiaba una y otra vez a un animal cuatro veces más grande y que estaba decidido a matarlo, y sentí respeto por su valor.

En Madrid todavía lo reconocen en los tendidos de la plaza, cuando va a las faenas de Morante de la Puebla, Ginés Marín o Roca Rey, en la Feria de San Isidro. Rincón es el menor de cinco hermanos de una familia bogotana del barrio Fátima, fue a un colegio público del que nunca se graduó por tomar la alternativa apenas a sus 17 años. Influenciado por su papá, don Gonzalo Rincón, quien fue novillero de joven y terminó ganándose la vida fotografiando faenas ajenas, Rincón vio en el toreo una forma de salir de la pobreza, de ser alguien. Y lo logró. Ese niño prodigio que no tenía cómo pagar una entrada para ver a sus ídolos terminó no solo cobrando más de 200.000 dólares por tarde, sino toreando mano a mano con ellos.

Sus dificultades económicas se quedan cortas comparadas con las tragedias que lo marcaron para siempre cuando recién comenzaba a construir un nombre: la muerte accidental de su madre y su hermana en un incendio causado por una veladora puesta para encomendarlo a la Virgen de la Macarena, y una cornada espantosa, en la ingle izquierda, en la arteria femoral, que por poco lo mata y le dejó como secuela una hepatitis C, de la que se contagió en una de las transfusiones de sangre que le hicieron para salvarlo. Con todo y esto, “el César” salió en hombros de las principales plazas de Francia, España, México y todo el orbe taurino. 

‘¿Por qué no han prohibido las corralejas?, dice César Rincón, ‘porque mueven votos’.

Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

Pero sus tiempos de gloria fueron ya hace más de 15 años y hoy se considera un toro indultado. No vive de su pasado. Y esa pasión que sentía cuando se ponía su traje de luces y salía a los ruedos, hoy se la despierta la ganadería de lidia, a la que le ha dedicado la mayor parte de su tiempo de retiro para devolverle al toro bravo todo lo que le ha dado en la vida. El tiempo que le queda libre lo aprovecha para afianzar su autoridad como comentarista taurino y desarrollar dos nuevas facetas: creador de software y conferencista motivacional. A sus 58 años, goza del trajín del campo, su familia, sus hijos, y evita hablar de la muerte. No tiene complicaciones médicas producto de la hepatitis, pero sí varias dolencias por una caída de caballo y, para su amargura, le prohibieron volver a montar. Cuenta que no tiene mayores pretensiones a estas alturas porque ha conseguido más de lo que un día soñó.

Durante el trayecto de 267 kilómetros desde su finca, ubicada en Santa Cruz de la Sierra (Cáceres), hasta Madrid, mientras conducía a más de 100 kilómetros por hora, el matador más grande de Colombia tuvo esta conversación en la que devolvió el casete de su carrera y habló sobre su nuevo tercio de vida. 

¿Qué ha sido de su vida desde que abandonó los ruedos hace más de 20 años?
Fundamentalmente, he estado al lado de lo que me dio todo en la vida, el toro de lidia. A Dios gracias tuve la suerte de comprarme una ganadería en Colombia y una en España y me he dedicado a su crianza y conservación. En España tengo la ganadería El Torreón y en Colombia, Las Ventas del Espíritu Santo.

¿Hoy si es rentable ese negocio?
No es negocio (risas). Es pasión. Los gastos que tiene la ganadería de lidia son muy altos y no da ese equilibrio como cualquier otro negocio. Es muy duro, muy difícil, pero batallo con eso, me gusta y es un reto que asumo día a día.

O sea que usted está en esto por amor al arte…
Así es. Sobre todo porque en Colombia, especialmente, se nos han ido cerrando los espacios en los cuales podemos ejercer nuestra profesión como ganaderos. Hoy hay una cantidad de plazas de toros donde lidiábamos anteriormente que están cerradas, lo que hace que haya mucha oferta, poca demanda, y cuando vendemos, lo hacemos a pérdida.

¿Cuántas cabezas, entre toros, novillos y vientres, tiene en su ganadería?
Yo creo que entre las dos ganaderías debe haber 800 cabezas, más o menos.

De esos, ¿cuántos toros van a las plazas en el año?
Bueno, suponiendo, hoy tengo 100 vacas que paren 70 crías al año. De estas, 35 son machos y 35 hembras. Una vez que se torean las hembras para poder clasificar cuál se queda como vaca madre, quedan 10 vacas. Y eso mismo pasa con los machos. Al final, los que sirven y son aptos para la lidia serían por ahí 20 animales.

¿Y logra venderlos?
¡Ufff!, a veces no. En Colombia, ahora mismo, tenemos dos plazas importantes, Cali y Manizales, y allí se podrían vender 12 o 14 toros. Y los ocho o seis restantes, si se venden, toca a los pueblos, en donde la pérdida es mayor.

En España hay más plazas de primera, segunda y tercera categoría, ¿con El Torreón le va mejor?
Bueno, aquí sí hay más demanda, porque hay más temporadas. Hace poco fue la feria de Sevilla y hubo 16 corridas. Ahora estamos en la de San Isidro y luego vienen las de Pamplona, Bilbao, San Sebastián y Valencia. Pero al haber más demanda también hay más ganaderías de lidia y la competencia es mayor.

El maestro César Rincón confiesa que, gracias a Youtube, Instagram y otras redes sociales, su legado sigue vivo.

Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

Ahora que dice que están en temporada taurina en España, ¿cómo es un día en su vida?
Principalmente gira en torno al campo. Ayer, por ejemplo, tuve tentadero, que consiste en torear las becerras de dos años para seleccionarlas. Ahí se sabe cuál es buena y se puede quedar como vaca madre, las que no, van a sacrificio. Ahora tengo una camada de 40 animales y este ejercicio normalmente lo hago unas cuatro veces a la semana. Este ha sido mi trabajo últimamente. En Colombia hago lo mismo.

¿Cada cuánto viene?
Voy normalmente a finales de octubre y me quedo cuatro meses, más o menos.

¿Y por qué en esa fecha? ¿Coincide con la temporada de ferias?
Sí, exacto. Es por las temporadas de ferias. No crea, se tienen que hacer unos trabajos previos, como lo que hablábamos del tentadero, pero también los lotes de cubrición, en los que uno elige de 20 a 30 vacas y el semental que las va a cubrir. Para eso tenemos que estudiar las familias, mirar cuál es la mamá, cuál es el papá, cómo se comportaron en el toreo, y luego ya se pasa al apareamiento. Uno no para de estar en el campo, que me gusta mucho.

Se puede decir que todo su día, y su vida en general, gira en torno al toro de lidia.
Sí, así es. Como tengo las dos ganaderías, estoy todo el día resolviendo temas de la una y de la otra. Veo cómo están los animales, el saneamiento, la vacunación, si hay algún herido… demanda mucho trabajo. Yo tengo ganadería de engorde y no es lo mismo, no me acapara tanto, pero tampoco me despierta la misma pasión.

Pero este negocio es el que le permite sostener la ganadería de lidia…

Exacto. Ese sí es rentable. El ganado de engorde, tanto el de España como el de Colombia, es el que me ayuda a financiar mi hobby, por decirlo así, y tener un punto de equilibrio. Son dos cosas muy diferentes y nada comparables, pero el uno me da una tranquilidad económica y el otro unas emociones indescriptibles.

¿Cómo son sus fincas?
Las fincas de ganadería de lidia son muy sui géneris. En las dos hay plazas de toros para la tienta y su construcción y distribución es adaptada al toro. Dicen que todas las fincas son mejorables hasta la misma ruina de su dueño, pero Las Ventas del Espíritu Santo, para que se haga una idea, son varias hectáreas con cercados en piedra que evitan que los toros se peleen entre ellos.

¿Tiene alguna finca favorita? Cuál considera su hogar…
La de Colombia, Las Ventas del Espíritu Santo. Es que esa fue la primera que compré luego de triunfar en Madrid, y en la que hice una inversión grandísima. Inicialmente llevé 90 vacas y cinco sementales, y cada vaca me costó 15.000 dólares. Fue un dineral impresionante, pero por fortuna estaba ganando bien, y al final lo que quería era devolverle al toro de lidia lo que tanto me dio. No tengo grandes ambiciones en la vida, tengo más de lo que un día soñé, porque vengo de una familia tremendamente humilde y que ahora tenga dos ganaderías, para mí es más que suficiente.

En ese día a día como ganadero, ¿tiene algún hábito que no le pueda faltar?
No, no… la comidita (risas). De resto, sujeto al día a día, en el que uno sabe a qué hora sale, pero no a qué hora llega. Sobre todo en el campo, donde hay muchos imprevistos.

¿Cuál es su plato favorito?
Me encantan las sopas. Mi plato favorito en Colombia es el ajiaco y aquí en España, la paella.

Cuando sale a la calle en España o en Colombia, ¿lo reconocen?
Sí, sí. Han pasado los años, pero hay gente que es fisonomista y de vez en cuando me dicen cosas muy bonitas.

¿Qué le dicen?
Hay una faena que hice en Las Ventas en el año 94 y todavía hay gente que se acuerda de ese día y me sigue haciendo comentarios. Hoy las redes sociales también nos ayudan a refrescar nuestras memorias, y en Instagram o Youtube uno escribe César Rincón y salen mil videos de mis faenas. Anteriormente dejaba uno de torear y se quedaba en el periódico de ayer, pero hoy gracias a la tecnología pasa algo muy bonito y es que, aunque ya no estemos presentes, seguimos vigentes.

Pero esta recordación que dice que producen las redes sociales también trae de vuelta sus faenas a un contexto donde los movimientos antitaurinos son más fuertes. ¿Así como lo reconocen y lo elogian en la calle, alguna vez lo han agredido por su oficio?
Solamente tengo un recuerdo… Cuando me despedí en Colombia, en el año 98, en Cali, a la salida del hotel, en un poste de la luz había unos panfletos en los que decía: “Hoy se retira el mayor criminal de la historia de Colombia”. Eso a mí me dio muy duro porque creo que en la vida debe, fundamentalmente, haber respeto. Y mi profesión, que está reconocida en nuestra Constitución como una actividad artística, merece respeto.

Rincón no se pierde la Feria de San Isidro.

Rincón no se pierde la Feria de San Isidro.

Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

¿Cómo se vive hoy la fiesta brava? ¿Ha cambiado desde cuando usted toreaba?
Sí, claro. Ha cambiado, especialmente en Colombia. Hoy somos una minoría perseguida por otra minoría. Están coartadas nuestras libertades como toreros, pero también las libertades de los aficionados, que deberían poder ir tranquilos a las corridas.

Y viendo los toros desde la barrera, ¿cómo son ahora sus temporadas taurinas?
No solo soy espectador. También he colaborado con los medios y una cadena de transmisión en streaming llamada One Toro, como comentarista. Esta es otra faceta que he podido desarrollar y que me llena de satisfacción porque contribuye al fomento de la lidia, que es un propósito personal. Y, por supuesto, siempre que puedo veo toros. Si no voy personalmente a las plazas porque tengo mucho trabajo en la finca, me siento a verlas por televisión.

Cuando va a las plazas, ¿qué puestos ocupa?
En el tendido, como cualquier espectador.

¿Cuál es su plaza favorita?
Para mí, es Madrid. Como decimos los taurinos, y en mi caso hago un énfasis mayor, “de Madrid al cielo”.

En plenas Fiestas del San Pedro en El Espinal, Tolima, ocho de los palcos de la plaza de toros Gilberto Charry se desplomaron la tarde del pasado domingo 26 de junio.

Foto:Archivo particular

Para preservar la fiesta brava en Colombia, donde se está dando el debate entre regular o prohibir, algunas voces sugieren un punto medio, que es hacer la faena sin matar al toro, ¿usted qué piensa?
Es lo que nos ha pedido la corte, morigerar las formas. Y es lo que vamos a hacer. El proyecto de ley de regulación sugiere, entre otras cosas, que las banderillas y la pica sean cónicas. El picador muchas veces hace unos destrozos muy grandes en el toro y eso debe cambiarse. Hay otros aspectos, como las entradas a matar, que pide que no sean tantas, que también deben considerarse. Pero no tienen que prohibirlas. ¿Por qué no han prohibido las corralejas? Porque mueven votos. Entonces solamente se ataca a los taurinos, porque se cree que somos unos burgueses, y tristemente creo que ahí hay una grandísima equivocación; nosotros somos del pueblo.

Paralelo a este proyecto de regulación también hay uno para prohibir las corridas de toros, que está a un paso de aprobarse. Incluso el presidente Petro ha sido abanderado de esta causa antitaurina. ¿Qué lectura le da usted a este tablero político?
Yo creo que están buscando un logro. Porque realmente el trasfondo no es salvar a un animal, que es lo que creen que van a hacer. Al final lo que harán es extinguir al toro de lidia. Ahora, ¿por qué se ensañan contra la tauromaquia? Hay una desinformación muy grande por cuenta de quienes nos quieren imponer la prohibición. No han ido a las fincas, no conocen la cría del toro de lidia y la gran vida que tienen estos animales, y deberían, más bien, preocuparse primero por el ser humano.

César Rincón en la nueva edición de Revista BOCAS.

Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

¿Conoce al presidente Gustavo Petro? ¿Lo ha buscado, o él a usted, para hablar de toros?
No, jamás. No lo conozco.

¿Lo haría?
Es que no me identifico en absoluto con él. Cuando a uno le tocan sus raíces, cualquier persona sale en su defensa. Y en este caso, él (Gustavo Petro) agrede mi patrimonio, mi familia, que es la tauromaquia. Con todo esto he sentido una depresión muy grande. No es lógico que ataquen tu esencia, lo que eres. Yo no he robado a nadie, yo no soy un criminal, como me viven señalando. Tengo una profesión muy digna y gracias a ella saqué a mi familia adelante. Por eso defiendo mi vida, mi pasión y mi gente.

¿Si se acaba la fiesta brava, se acaba el toro de lidia?
Desde luego. Se extingue esa raza. El toro de lidia no existe para otro fin. Es una hipocresía muy grande. Pero lo que no hay derecho es que nosotros seamos el conejillo de Indias para mostrar un logro político. ¿Por qué tiene que ser contra el toro de lidia? Económicamente también se generaría un impacto grandísimo. Por ejemplo, la Plaza de Toros de Manizales hace un aporte social con las ganancias de las temporadas a un hospital. Sin mencionar la cantidad de puestos de trabajos, formales e informales, en torno a la lidia. Pero además el aporte también está en la esperanza que se les da a los niños, y soy el primero en decirlo porque a través de la tauromaquia fui capaz de salir adelante y sacar a mi familia de la pobreza.

César Rincón salió una y otra vez por la puerta grande en corridas que todos los aficionados pueden recitar de memoria.

César Rincón salió una y otra vez por la puerta grande en corridas que todos los aficionados pueden recitar de memoria.

Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

En este panorama, si un niño se le acerca hoy y le dice que quiere ser torero, ¿usted qué le diría?
Me da una frustración tremenda. Me lo han preguntado y me da una tristeza grandísima por no tener una respuesta. No podría decirle: usted está en el lugar equivocado, qué pena, ¿verdad? Se me acaban de poner los vellos de punta, porque no hay derecho que uno deba decirle a un niño: “usted no puede ser lo que sueña”. Me parece muy duro y me quedo sin palabras, porque la respuesta real sería: “niño, usted lo que tiene que hacer es irse a España”, ¿pero y si no tiene ni para irse a la ciudad?

¿Cree que no hay posibilidades de que nazca otro César Rincón?
Ojalá. Yo quisiera. Desearía que saliera otro torero colombiano, pero como veo el cuadro, es difícil. Y es frustrante pensarlo. Yo vi cuando triunfó Lucho Herrera, por ejemplo, y se me desgajaban las lágrimas al pensar que un muchacho de Fusagasugá, humilde, pudo llegar a triunfar. Y así en todo. Uno tiene ídolos en la vida y querer ser como ellos da una motivación enorme. Yo tuve la suerte de perseguir mis sueños porque vi ídolos a mi alrededor, las grandes figuras del toreo español, y perseguí ese sueño y lo logré. Pero ahora los toreros ya no tenemos espacios en Colombia.

Como se dice, les están corriendo cada vez más la cerca… ¿Le hubiera gustado vivir en otra época, donde era menos controvertido el oficio?
No, no. La época más linda de mi vida, la viví. Yo triunfé en el año 91 y para mí fueron los años más hermosos de mi vida. Pero ahora también siguen surgiendo unos toreros impresionantes. Yo veo a este muchacho Andrés Roca Rey y digo, “madre mía, quién tuviera 20 años”. Es su época dorada. La explosión que hay hoy en día en el Perú es una barbaridad. En México… impresionante. Afortunadamente sigue habiendo muchos festejos taurinos.

¿Alguno de estos nuevos toreros logra ranquear en su top 5 de los mejores de la historia? ¿Usted en qué posición se ubica?
Bueno, yo sí me incluyo dentro de ellos (risas). Lo que pasa es que todas las épocas tienen una figura destacada. Yo, por ejemplo, he admirado mucho a un torero, Manuel Benítez ‘el Cordobés’, porque me reflejo en él. No en su tauromaquia, pero sí en sus raíces: de dónde sale y cómo trasciende en la sociedad. Lógicamente, Manolete. Hoy hay un torero que admiro profundamente que se llama Morante de la Puebla, a José Tomás, el que le mencionaba antes, Roca Rey. Algunos dicen: ya no se torea como antes. No, yo pienso que cada vez se torea mejor.

¿Conserva amigos toreros?
Pues no es que tenga, como dicen ahora los muchachos, “un parcero” con el que comparta todo el tiempo. Pero sí tengo cercanía con Emilio de Justo, con Ginés Marín, y mantengo contacto con muchos toreros por mi ganadería. Precisamente, en un par de horas realizaré un tentadero y viene un torero mexicano, Arturo Gilio, quien toreó en la temporada de la Feria de San Marcos, en Aguascalientes.

¿Y a quién consideró su gran rival en el ruedo?
En los años 90, fueron Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’ y Ortega Cano. Pero ellos ya estaban de salida; hubo un relevo generacional y entró una rivalidad con dos toreros emergentes, Enrique Ponce y José Miguel Arroyo ‘Joselito’. Ellos cuatro fueron mis principales rivales.

'No tengo grandes ambiciones, tengo más de lo que un día soñé', dice César Rincón.

‘No tengo grandes ambiciones, tengo más de lo que un día soñé’, dice César Rincón.

Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

¿Cuál fue el mejor mano a mano?
Indudablemente, el que más recuerdo es con Ortega Cano, en Madrid, en la Corrida de la Beneficencia, en el año 91. Fue la corrida más importante que tuve en ese año y el primer mano a mano con una de las grandes figuras del toreo. Los dos salimos por la Puerta Grande y para mí fue muy significativo porque un mes antes nadie contaba conmigo y después de ese día me volví imprescindible.

Hay un júbilo en las plazas después de cada faena… salir en hombros mientras le gritaban “torero”, “torero”, “torero”, ¿qué emociones despertaba en usted?
Es la palabra más bonita que uno puede escuchar. En el año 91 tuve la oportunidad de salir cuatro veces por la Puerta Grande de Madrid. Fue un hecho histórico. Ningún torero en la historia ha salido cuatro veces consecutivas por la Puerta Grande de Las Ventas. Entonces, claro, eso me hace sentir especial. Pero el año pasado vi a Morante de la Puebla cortar un rabo en Sevilla –hacía 70 años que no se cortaba un rabo allí– y lo llevaron en hombros hasta el hotel donde se hospedaba, que quedaba como a tres kilómetros de la Plaza. Entonces piensa uno que algo debe despertar la tauromaquia en el público para que hagan ese tipo de cosas de forma espontánea. Es mágico.

¿Recuerda lo que sintió la primera vez que salió por la Puerta Grande de Las Ventas?
Fue lo más soñado de la vida. Uno siempre anhela un triunfo y para mí eso fue como hablar con Dios y que Él me contestara. Porque son cosas que uno sueña de niño y llegar a hacerlas realidad, es la felicidad más grande que se puede sentir. Yo lloraba y lloraba de emoción. No lo podía creer, por todas las dificultades que viví, pero lo sentí como una recompensa a mi esfuerzo y tenacidad. Es que el triunfo en Madrid, puesto en un símil, fue como ganar el Mundial de fútbol. Para mí fue lo máximo.

Y hacerlo cuatro veces consecutivas fue un hito. Este logro lo acerca a celebridades, presidentes, incluso a la realeza española. ¿Con quién logró estrechar un vínculo?
Tuve una gran cercanía con el doctor Alfonso López Michelsen. Igualmente me pareció muy bonito el homenaje que me hizo el presidente César Gaviria condecorándome con la Cruz de Boyacá, y también tuve relación con el presidente Pastrana, gran aficionado a los toros. Hoy en día me sorprendió el presidente Samper, con su bandera antitaurina, pues antes le gustaban. Incluso estuvo en mi matrimonio y en un tentadero al que lo invité junto a Gabriel García Márquez. Pero bueno, todos podemos cambiar de opinión.

César Rincón recuerda especialmente el capote que le hizo el maestro Fernando Botero.

Foto:Camilo Rozo / Revista BOCAS

¿Y García Márquez asistió a esa becerrada?
Sí, claro. Además, también estuvo en Las Ventas de Madrid viendo los festejos taurinos en los que toreé. Yo le brindé a él un toro en La Santamaría y recuerdo mucho una frase suya. Dijo que si algún día se acababan las corridas de toros fuera porque ya no existieran aficionados y no porque las prohibieran.

Dentro de estos personajes ilustres otro de los grandes aficionados fue el maestro Fernando Botero, ¿cómo fue su relación con él? Tengo entendido que le pintó un capote…
Fue extraordinaria. El maestro Fernando Botero quiso ser torero de niño, de ahí su afición con este arte. Y como usted lo dijo, tuvo un detalle sensacional conmigo. Me invitó a su casa en París, estuvimos comiendo, y me regaló la pintura de un capote de paseo. En él había una combinación de pájaros y frutas. Yo mandé a hacer una copia exacta bordada para poder lucirlo en Las Ventas y La Santamaría. La verdad, lo saqué pocas veces.

Y el óleo original enmarcado en vidrio blindado…
(Risas) Cómo no. Los invitados a mi casa de España quedan maravillados. Otro detalle que recuerdo de una persona que para mí era un referente fue el de Mario Moreno Cantinflas. Yo toreaba en el D. F. y al día siguiente me extendieron la invitación a una comida. Yo fui con Germán Castro Caycedo y cuando llegué al lugar, empecé a ver muchos cuadros y pinturas de Cantinflas y pensé que el anfitrión era un gran admirador, pero no, era el propio Mario Moreno Cantinflas, quien me hizo un homenaje esa noche. Yo lloré, porque además él me dijo ese día: “yo nunca pude lograr lo que usted ha conseguido”. Imagínese. Él también quiso ser torero.

Ser torero significa enfrentarse a la posibilidad de morir en cada faena, ¿es una idea con la que uno hace las paces después de cierto tiempo?
Yo cuando toreaba nunca pensaba que iba a morir. Yo pensaba que iba a triunfar. Me vestía de luces, sabiendo el riesgo que existe, porque además he visto a toreros que han muerto, pero nunca pensando que fuera a morir.

¿En qué tercio de su vida considera que está?, ¿cómo espera que sea el final?
No, no lo espero. Disfruto del día a día y lo que tengo a mi alrededor… mi familia, mis hijos. Con el mayor me identifico mucho. Me gusta la tecnología y juntos desarrollamos una aplicación para la trazabilidad de la ganadería, tanto la de lidia como la de engorde. No la hemos patentado aún, pero la llamamos Ganadería virtual y me permite dar de alta a un animal, darlo de baja, seguir su peso, todo desde mi teléfono. También hago charlas de motivación. Pertenezco a un portafolio de conferencistas en Colombia y eso me llena de alegría porque me permite llegarle a más gente y trascender fuera de la plaza de toros.

¿Se compararía con el toro de lidia?
En este momento, si me comparara, sería un semental en el descanso. Ese semental tuvo un momento en su vida en el que fue a una plaza a combatir y por su forma de actuar y su comportamiento, fue indultado. Ufff, es bellísimo poderme comparar con un toro de lidia.  

La entrevista de César Rincón está en la nueva edición de Revista BOCAS que, una vez más, tiene dos portadas: Fonseca y Fonsi.

La entrevista de César Rincón está en la nueva edición de Revista BOCAS que, una vez más, tiene dos portadas: Fonseca y Fonsi.

Foto:Archivo particular

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2024-05-27 01:00:00
En la sección: EL TIEMPO.COM -Cultura

Publicado en Cultura

Deja un comentario

WhatsApp