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Entrevista con Chaco García: ‘El objetivo aquí es transformar vidas’ – Música y Libros – Cultura

Chaco García Orozco

Dentro de las nominaciones a los Premios Grammy Latino y en la categoría mejor álbum folclórico se encuentra el álbum Aguajes de mar y manglar, de la agrupación Cantares del Pacífico.

El disco reúne a seis generaciones de músicos de Buenaventura, liderado por Eryen Korath y producido por el ganador del Grammy Manuel García Orozco y por Carlos Bonilla.

El álbum cuenta con la participación de la “sabedora” Juliana Valencia, de 94 años; Benita Cangá Ahón, ya fallecida, y de las maestras Sobeida Gallego y Audolina Cuero, entre otras.

García Orozco, también conocido como Chaco, es colombiano y reside en Estados Unidos, donde está haciendo un doctorado en etnomusicología. Chaco tiene una brillante trayectoria en la música, siempre pegado a sus raíces e intentando difundir las tradiciones de su tierra.

Chaco World Music, su sello musical, que se dedica a difundir diferentes músicas ancestrales colombianas, ya ha obtenido tres gramófonos y nueve nominaciones en los premios Grammy, entre los anglo y los latinos. EL TIEMPO conversó con él.

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Las músicas tradicionales no se estudian en la academia y no se ven en el mainstream en general.

¿Cómo empieza el proyecto Chaco World Music?

Empecé este proyecto buscando una colombianidad que el país y la academia me negaban. Las músicas tradicionales no se estudian en la academia y no se ven en el mainstream en general. Yo vengo del Cauca, aunque me fui del país hace 13 años, pero soy caucano, y el país rural que conocí era muy diferente al que proyectaban los medios masivos, por eso empezó este interés por contar esas historias, por amplificar las voces que eran históricamente silenciadas. Mujeres como Petrona Martínez, Martina Camargo, el grupo Anónimas y Resilientes, entre otros proyectos, han hecho parte de este sueño.

¿Qué es lo que le llamó la atención de estas mujeres de Cantares del Pacífico?

Curiosamente, Cantares del Pacífico llega por una amiga argentina, Solange Prat. Un día me dijo que había encontrado a una “Esperanza Spalding del Pacífico”. Su nombre era Eryen Korath. A mí nunca me ha llamado la atención producirle a gente joven, pero Eryen me pareció alguien muy especial: ella tiene muy claro quién es, de dónde viene y el lugar de la mujer dentro de su tradición; ver esa claridad en alguien tan joven fue lo que me incentivó. Juntos grabamos en Ancestras, de Petrona Martínez, y con el tiempo ella me dijo que quería hacer un álbum. Le dije que no me interesaba producirle a gente joven porque tienen más acceso a oportunidades, pero sí me interesaba ayudar a cantadoras veteranas. Después tocamos las puertas de la Universidad Icesi (de Cali), que se sumó para hacer realidad el sueño.

El mundo en general es bastante hostil para las mujeres, pero en el género puntual en el que usted se mueve, parecería que las mujeres tienen un rol más importante que el de los hombres…

En términos generales, los cantos tradicionales o ancestrales colombianos tienen más voces representativas de mujeres que de hombres, lo cual contradice lo que promueve la industria musical y el orden imperante de Occidente.

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¿Por qué piensa que pasa eso?

Si lo ves desde la perspectiva occidental, que es eminentemente patriarcal y racista, es difícil de comprender. Porque lo que viene del colonialismo reduce la vida a representaciones binarias. Si lo ves desde ese punto de vista, es difícil entender cómo es que estas mujeres son tan poderosas en estos territorios tan marginados. Pero es, justamente, porque ahí no rigen las lógicas occidentales. El bullerengue, el género al que más me dedico, es un espacio de alteridad histórico en el que la mujer siempre lo ha liderado. En los años 40, cuando la mujer no tenía voto ni derecho a poseer tierras en Colombia, las ancestras ya tenían tierras y lideraban familias, dignificaban y escribían su existencia a través de la canción.

Parte del grupo de producción del álbum ‘Aguajes de mar y manglar’, que reúne a seis generaciones de músicos de Buenaventura, liderado por Eryen Korath.

Parece que en esas comunidades las mujeres siempre hemos sido escuchadas…

Sí. Absolutamente. Y la palabra no es solamente “escuchada”, sino que también es muy sentida. En el Pacífico también ocurre. Por ejemplo, hay una tradición de parteras en el Pacífico que me parece muy particular, porque está muy ligada al oído, es decir, a escuchar el corazón del bebé dentro del vientre. Las mujeres hacen una serie de conexiones con el mundo esChigualopiritual porque se cree que los seres aún por nacer están ligados al mundo espiritual. De eso se trata , que es la canción que abre el álbum. Chigualo es una celebración que se realiza cuando un bebé muere. Se celebra porque se cree que el bebé pasa directamente al mundo espiritual, es un nuevo ángel. No tiene que esperar como los adultos, no tiene que sufrir la vida misma y, en un contexto como el del Pacífico, no tiene que soportar todos los dolores que conllevan el abandono estatal y demás problemas sociales. Entonces, veo a la mujer presente y ejerciendo una poética de resistencia.

¿Qué le gustaría que suceda con este disco?

Lo que más me gustaría que pase ya ocurrió: traer alegría, honor a gente que no tenía la oportunidad de grabar. Pienso en las maestras Juliana, Sobeida, Lina; en el hecho de verlas felices en el estudio, creando y siendo protagonistas. Desde luego que mucha gente cree que los logros internacionales siempre se van a repetir. Yo siempre aclaro a la gente a la que le produzco que el objetivo aquí es transformar vidas, y lo mejor es no esperar reconocimiento internacional. Si ya transformamos las vidas que más queríamos tocar, ya logramos mucho más de lo que jamás podamos soñar. Entonces, no tengo mayores sueños al respecto, más allá de traer felicidad a artistas que merecen mayor reconocimiento.

Estas matronas, cantadoras del Pacífico, no tienen las técnicas de la academia. Usted las ha grabado a ellas, pero también ha trabajado con gente de conservatorio. ¿Siente que la academia le hace perder frescura a la música?

Es una pregunta compleja porque también creo que se tiende a pensar que en las músicas tradicionales no se teoriza, que en las músicas tradicionales no hay una construcción propia, por así decirlo, consciente de la voz. Pero no es así. En el conservatorio te enseñan a trabajar los resonadores del cuerpo para amplificar la voz, es verdad. Pero aquí estás cantando con unos tambores que suenan durísimo y si no despiertas los resonadores, nadie te va a escuchar. Entonces, las cantadoras aprenden a amplificar sus voces de otra manera. Dicho esto, sí creo que la academia te traumatiza de muchas maneras.

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¿Por ejemplo?

Cuando yo estudiaba en Colombia, veía a las cantantes estudiando jazz, que en ese entonces veía como música del imperio, pero en realidad es una música afrocaribeña. Nueva Orleans es parte del Caribe. Recuerdo ir al Williamsburg Jazz Center, en Brooklyn, y ver a una cantante allí que cantaba maravilloso. Termina de cantar, va a recoger las mesas y no sé qué. Era la hija del dueño, el último afroamericano dueño de un edificio en ese barrio gentrificado. Ella conocía el jazz por tradición oral. Jamás había ido a un conservatorio y jamás había pensado en escalas, en las tensiones del acorde, etc. Sino que el jazz es una tradición oral y en la medida en la que Estados Unidos, como un poder, ha importado esta música, se estudia como una música académica.

Estamos trabajando por unas comunidades y ya una vez la música llega al mundo occidental, no controlamos qué pasa, pero buscamos que haya pensamiento crítico

¿Le da miedo que la gente no valore o no entienda lo que significan sus discos?

Ese es el miedo en general con todas las producciones que hacemos, porque las dimensiones espirituales y de la música nunca viajan consigo mismas. Cuando lo pones en este otro medio, otros públicos, van a hacer otras cosas. Me han pasado, por ejemplo, consecuencias no esperadas. Martina Camargo, por ejemplo, ahora es una preferida de los DJ en el mundo. Y aunque me alegra que a ella le lleguen dólares, yo tengo más ese dilema que ella. Porque veo gente en un bote en bikini bailando tambora y pienso en su padre y en don Nicanor, con quien grabamos el tambor, y a mí me produce mucha disonancia. Pero estamos trabajando por unas comunidades y ya una vez la música llega al mundo occidental, no controlamos qué pasa, pero buscamos que haya pensamiento crítico y que por lo menos la gente se pregunte qué hay más allá del mero entretenimiento.

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Me queda claro cómo usted les ha cambiado la vida a todas estas mujeres, pero ¿cómo le han cambiado ellas la vida a usted?

Por completo. En Colombia nos forman de una manera, te enseñan que el éxito es alcanzar ciertas metas materiales. Para mí, esto es completamente opuesto. A mí esto me ha tocado mucho el afecto. Ahora pienso que la música no es mero entretenimiento. Que la música está unida a unas cualidades sociales y psicológicas muy profundas que nos conectan y hacen ser más humanos. Es la mayor enseñanza que he aprendido de las cantadoras. Esa parte tan humana y que, pese a la historia colonial de marginalidad y discriminación, ellas mantienen y ejercen la dignidad con alegría. Petrona lo resume muy bien con una frase, “las penas alegres”, cantar para mitigar los estragos de la existencia. Y pues eso es lo que yo más aprendo de ellas. O sea, ellas han sido mi salvación epistémica, mi refugio de tener fe en la humanidad. Ellas me han mostrado que hay otras maneras de vivir, de ser, de crear música y de ser humanos a través de la música.

ÚRSULA LEVY
Para EL TIEMPO
En X: @Uschilevy

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2023-11-14 01:00:00
En la sección: EL TIEMPO.COM – Cultura

Publicado en Cultura
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