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Jack Antonoff, el talentoso productor de Taylor Swift

Jack Antonoff, el talentoso productor de Taylor Swift

Así como Quincy Jones definió la carrera de Michael Jackson en los años ochenta y Rick Rubin trazó el camino del éxito de la música alternativa en los noventa, Jack Antonoff ha dejado una marca indeleble en la música contemporánea. A sus 39 años, el joven músico de Nueva Jersey ha acumulado 11 premios Grammy, la mayoría de los cuales son testamento de su profunda y mística colaboración con artistas como Taylor Swift, St. Vincent, Lana Del Rey y Lorde.

“A veces me causan envidia las personas que construyen cosas, ¿sabe?”, comenta Jack Antonoff en una llamada para promover Bleachers, su cuarto álbum de estudio. “Gente que puede, no sé, construir una mesa, y decirte: ‘te puedo construir una mesa’. O el mago que te dice: ‘te puedo hacer un truco’, y te lo hace. Escribir canciones no es así. Es muy escurridizo, y el escritor no es quien está en control”.

“Es misterioso”, le comento. “Muchísimo”, agrega. “Y por eso me da risa que haya gente que tenga un ego grande porque escriben canciones, porque es el trabajo más humilde del mundo”.

El arquitecto del sonido de una generación tiene puestas unas gafas negras y redondas, una camiseta azul y gesticula con las manos sus pensamientos. Atrás de él hay una ventana con cortinas amarillas que tapan un ventanal por el que entra la luz grisácea de un invierno tardío. 

Uno se puede pasar toda la vida haciendo canciones y de repente llega un niño de 13 años y escribe la mejor canción que jamás hayas oído.

¿Cómo ha hecho para que estas nuevas canciones definan con precisión el espíritu del tiempo?

“Eso que conecta con la gente, esas cosas que están en la mitad de un proceso, de lo

que hay que hacer, de lo que hay que controlar, eso sale de la nada”, comenta Antonoff. 

“Y es cierto: uno se puede pasar toda la vida haciendo canciones y de repente llega un niño de 13 años y escribe la mejor canción que jamás hayas oído. O ser Bob Dylan en una etapa de su vida mayor, y hacer mi disco favorito de su discografía. Y yo creo que uno puede hacer todo tipo de cosas: cambiar de nota, cambiar de clave, mejorar la grabación de la voz, puede encontrar todas esas cositas, pero son pura mierda. Porque lo verdadero, la expresión del alma que conecta con la gente, aparece o no”.

Antonoff acaba de ganarse el Grammy a álbum del año por Midnights, de la señorita Swift. Pero un fenómeno del tamaño de Taylor Swift tiende a desdibujarse artísticamente y pasa a ocupar titulares de economía, farándula y hasta cambio climático. El resultado es una fatiga producida por la maquinaria publicitaria del fenómeno, que refiere su razón de ser a causas externas a su oficio. 

Pero Antonoff no tiene dudas sobre qué hace a Swift quien es hoy en el mundo de la música. “¿Son las canciones?”, le pregunto vía Zoom. “Absolutamente”, reitera. “Punto final. Es la compositora más grande del mundo, y no importa qué tan exitosa sea, sigue cavando cada vez más profundo en ese ejercicio y esa es la única lección verdadera: son las canciones, son las historias y es la vulnerabilidad”.

Y aunque la carrera de Jack Antonoff como productor ha sido esencial en la transición de Swift del género country hacia el género pop —fue parte del equipo que produjo junto a ella sus aclamados álbumes 1989 y Folklore—, él nunca ha tomado el éxito que la joven norteamericana ha logrado amasar en los últimos diez años como propio. Y tampoco lo ha necesitado: se ganó su primer Grammy en 2012 por We Are Young de la banda fun., con la que comenzó a hacerse notar en el panorama comercial musical de comienzos de esa década.

Roquero de corazón 

Uno de mis viejos amigos de Nueva Jersey, quien fue el baterista original del grupo, empezó a ayudarme a encontrar a los músicos que iban a estar en esta banda. Y así ha ido creciendo hasta convertirse en el increíble proyecto que es.

Doce años después, Antonoff sigue siendo roquero de corazón. “Yo siempre he estado en bandas”, comenta. Antes de fun., sus inicios fueron con el grupo Steel Train. Tras esas dos primeras experiencias, el músico, guitarrista, letrista, cantante y productor logró ensamblar un poderoso proyecto de pop alternativo llamado Bleachers, cuya canción I Wanna Get Better lo ubicó en el radar de los fans de la música alternativa al llegar al número uno de ese listado en 2014.

Bleachers cumple una década de formada, pero comenzó siendo un proyecto personal. “Arranqué Bleachers de manera muy solitaria”, me cuenta. “Y al terminarlo pensé: ‘voy a necesitar una banda’. Uno de mis viejos amigos de Nueva Jersey, quien fue el baterista original del grupo, empezó a ayudarme a encontrar a los músicos que iban a estar en esta banda. Y así ha ido creciendo hasta convertirse en el increíble proyecto que es”.

Y vaya si es increíble: en una era poblada por música desechable y sin espíritu, Antonoff y Bleachers sorprenden y divierten, enaltecen el alma y provocan baile, brinco y canto. El cuarto álbum, una celebración de amor y rock alternativo, marca un momento especial para el músico. “Cómo será de interesante esta evolución —comenta— que apenas hace un par de años sabía que nuestro tecladista, Evan, tocaba el saxofón. Y no solamente toca el saxofón”, continúa: “Es uno de los mejores saxofonistas del mundo”.

El ejemplo de esa afirmación está en Modern Girls, uno de varios sencillos del disco disponibles hace unos meses en plataformas. Reminiscente de grandes himnos de Bruce Springsteen interpretados por Clarence Clemons como Born to Run o de clásicos ocultos como Scenes From An Italian Restaurant, de Billy Joel, Modern Girls tiene suficiente espíritu ochentero para cautivar públicos adultos y suficiente punk moderno dentro de ella para mantener atenta a la juventud. Orgullosamente de Nueva Jersey, cada canción en Bleachers huele a esa ciudad, a esas esquinas y a esa cultura musical, tan necesaria en nuestros tiempos.

Lo curioso es que Antonoff no hubiera querido quedarse con solamente un saxofón. En este álbum, como continuación de los experimentos en el anterior, tiene dos. “Me gusta ver a los instrumentos hablar entre sí. Cuando tienes dos saxofones en un grupo, da la impresión de que se hablan entre ellos. Juegan. Se parecen mucho a la vida: a veces están sincronizados y otras no. A veces hablan, a veces gritan, a veces susurran. Se siente mucha vida al escuchar eso”.

Además de dos saxofones, Bleachers cuenta con dos bateristas. Antonoff es fan de la comunicación entre instrumentos y músicos. Cuando le pregunto cómo y de dónde salen estas ideas, contesta que no sabe, pero que tiene un profundo sentimiento comunitario empujando todo lo que hace. 

Yo soy un observador de cultura. Quiero ver lo que pasa cuando junto cosas, cuando las comunico. Incluso cuando grabo hago distintas las cosas, así que quiero que todo eso se sienta en el escenario. 

“No quiero tener una banda normal”, agrega. “Yo soy un observador de cultura. Quiero ver lo que pasa cuando junto cosas, cuando las comunico. Incluso cuando grabo hago distintas las cosas, así que quiero que todo eso se sienta en el escenario”. 

Y en una era en la que el Fomo (Fear Of Missing Out, o temor a quedarse por fuera, por su sigla en inglés) está tan fabricado y es tan poco orgánico como se insiste en que debe ser, los videos de Bleachers durante la promoción de este cuarto álbum producen un deseo genuino de verlos en vivo. 

El maximalismo de Antonoff en este proyecto, en este catálogo es convincente y audaz. Basta verlo revolcarse en el piso y gritar sin parar frente al micrófono en los videos de Modern Girls para contagiarse de una sensación de bienestar y frenesí, y es suficiente con ver a los saxofonistas celebrar ese espíritu de rock para decir: “Esto hay que verlo en vivo antes de morir”.

Un álbum homónimo 

Es inevitable tener referencias auditivas en el disco de Bleachers que lo lleven a uno a la era del new wave neoyorquino, de los Romantics y de los Pretenders, pero Antonoff asegura que en este disco son mucho más ellos que cualquier otra inspiración que los haya acompañado previamente. 

“El álbum es homónimo porque es, finalmente, un disco de lo que somos nosotros de verdad”, reflexiona Antonoff. “En el pasado yo traía conmigo muchísimas influencias y las usaba como armadura, solo para llegar a lo que fuera que iba a ser mi siguiente etapa. Pero algo pasó en este álbum en el que sentí que todas las referencias que hacía provenían de nuestra propia mitología, de nuestras experiencias en giras, de cómo tocábamos en conciertos. Eso me hizo dar cuenta de que estaba listo para plantar la bandera y decir: aquí está nuestro álbum homónimo”.

Antonoff argumentaba al inicio de Bleachers que el nombre del grupo era un homenaje a la cinematografía icónica de John Hughes en los años ochenta (The Breakfast Club y Mi pobre angelito). Y una mirada más cercana a la obra del grupo revela nostalgias presentes y pasadas: trazos de Disclosure y de Arcade Fire informan el primer álbum, producido por Vince Clarke, cofundador de Depeche Mode e integrante de Erasure. 

I Wanna Get Better, su primera canción, explora temas de depresión y ansiedad diez años antes de que la salud mental fuera una conversación, y diez años después de que el ‘emo’ pintara ese cuadro clínico de una generación entera. Pero Antonoff, como muchos músicos de su generación, insiste en que la nostalgia no juega un papel importante en la construcción de este disco.

“Siempre me he balanceado entre mi pasado y mi futuro, y de regreso al pasado y vuelve y sucede, pero por alguna razón, este disco lo sentí aquí y ahora”, comenta con seriedad. “Todo en este disco ha sido en extremo sobre el presente para mí”.

El momento de su grupo

La profundización de una relación y los grandes compromisos me parecen temas enormes, y tuvieron mucho que ver con la creación de las letras de este álbum. Pero no solo casarme, sino también entender el nivel al que ha llegado el grupo.

Debe serlo porque, además de haber igualado el récord histórico de Quincy Jones de ganar el Grammy a mejor productor del año en tres ocasiones consecutivas, Antonoff acaba de casarse con la actriz y directora Margaret Qualley (Erase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino). Si la nostalgia no marca el rumbo de este álbum, este momento de su vida sí lo hace, y lo confirma: “La profundización de una relación y los grandes compromisos me parecen temas enormes, y tuvieron mucho que ver con la creación de las letras de este álbum. Pero no solo casarme, sino también entender el nivel al que ha llegado el grupo”.

En el cuarto álbum de Bleachers, esas inspiraciones iniciales de synth pop, indie y new wave han desaparecido y se nota un grupo más contundente y auténtico.

Tras una década de grabar y sacar al grupo a tarimas de festivales y giras pequeñas, Antonoff está convencido de que este es el momento de su grupo. Pero lo más asombroso de todo es que tenga tiempo para hacer sus propias canciones y colaborar en discos de otros. 

“No siento que haga tantas cosas”, piensa en voz alta. “A veces solo me levanto, me voy para el estudio y empiezo a esperar que las ideas lleguen. A menudo me sorprendo cuando miro hacia atrás y veo lo todo lo que ha salido”.

Antonoff tuvo un 2023 muy exitoso. No solamente por su contribución a Midnights, sino también por su labor como productor de Lana Del Rey en su aclamado álbum Did You Know That There’s A Tunnel Under Ocean Blvd’

Antonoff habla con pasión sobre esta relación creativa —Lana acompaña al grupo en una canción del nuevo álbum, Alma Mater—: “Es una de las grandes relaciones musicales de mi vida. Siento que podemos hacer cualquier cosa juntos. Es muy raro poder entrar a una habitación y sentir que cualquier cosa que salga de la nada te va a asombrar”. 

Hay una especie de grandeza en la simplicidad de Alma Mater que Antonoff desarrolla: “Amo esa grandeza secreta y adoro esa canción, porque así se siente estar en un lugar con nosotros”.

Durante cinco años, los sellos te dicen: ‘¡tienes que hacer esto, tienes que hacer esto! Y de repente un día, de la nada, sin alertar a nadie, desaparece esa obligación. 

Al final de la conversación, Antonoff deja abierto el misterio. No hay una fórmula. No hay mercadeo, no hay TikTok, ni plataformas que garanticen tal revelación. Sobre esto último, con tono escéptico, afirma: “Durante cinco años, los sellos te dicen: ‘¡tienes que hacer esto, tienes que hacer esto! Y de repente un día, de la nada, sin alertar a nadie, desaparece esa obligación”. 

Sobre la pelea de la disquera Universal Music Group contra TikTok, en la que retiraron 7 millones de canciones de la plataforma, comenta: “No tenemos muy claros los puntos del contrato, porque no es muy público. Pero siempre pienso que cuando no conocemos esos detalles, es por una razón”, y se ríe con sarcasmo. 

“Lo único que sé es que en mi vida en la música, el artista es a la última persona a la que le pagan. Cuando veo que pasan cosas como lo de TikTok y no tenemos mucha información, es obvio que algo huele mal. Cuando no se incluye a los artistas en la toma de esas decisiones, me sirve para recordar que siempre el artista es la última persona en la que piensa la industria”.

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Alejandro Marín

Foto:Archivo particular

Escuche a Alejandro Marín en el pódcast ‘Bilingual’, en Spotify y en Apple Podcasts, y en La X, Más Música, y véalo en Canal Trece todos los lunes, a las 10 p. m. 

AUTOR ALEJANDRO MARÍN 

Para EL TIEMPO

 @themusicpimp

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2024-03-24 15:18:05
En la sección: EL TIEMPO.COM -Cultura

Publicado en Cultura

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