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José Felix Lafaurie: ‘En Colombia no hay latifundios’ – Cultura

José Felix Lafaurie: 'En Colombia no hay latifundios' - Cultura

Se abre el ascensor en la residencia de la familia Lafaurie Cabal y lo primero que se ve es una foto de la senadora María Fernanda Cabal casi de tamaño real y un casco del ESMAD en un nicho en la pared. Uno podría decir que allí vive un meme, el meme que los usuarios de Twitter han creado sobre ella y su esposo, José Félix Lafaurie, el presidente de Fedegán. Sin embargo, esa no es su residencia: es un apartamento convertido en oficina, lleno de fotos suyas, pendones de campaña, luces y un estudio de grabación de video. Para llegar a la verdadera residencia hay que entrar de nuevo al ascensor.

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Rubén Blades es la portada de la edición #125 de la Revista BOCAS

Mancuso fue un paramilitar que se desmovilizó en el 2004 y que en ese entonces pasó a tener alguna actividad pública o visible. En eso lo conocí. Pero lo conocí de ‘hola, cómo estás, qué tal’.

Es un apartamento en el norte de Bogotá, con una entrada llena de escoltas y camionetas, pisos de madera, una biblioteca repleta de libros con varios adornos africanos en madera, una sala con piano, portarretratos de la pareja y sus hijos puestos en varias mesas, techos altos y una gran escalera por la que baja José Félix Lafaurie, vestido con pantalón café, camisa blanca y una corbata con vacas que comen pasto entre palmeras y arbustos, la misma que usó en su primera reunión en la Casa de Nariño con la ministra de Agricultura, Cecilia López Montaño, para hablar de una posible venta de tres millones de hectáreas de tierra a la Nación, una iniciativa tan inesperada como la invitación que el presidente Gustavo Petro le hizo para ser miembro del Equipo Negociador del Gobierno de Colombia con el ELN. Además, ha sido invitado a una de las reuniones entre el presidente y el expresidente Álvaro Uribe, algo que califica como una “reunión totalmente normal, entre un jefe de Estado y un expresidente jefe de un partido de oposición. Colombia tiene que acostumbrarse a que la política no puede ser una política de fracturas, como lo hubo, enemigos y amigos de la paz”.

En algo más de una hora de entrevista, Lafaurie le dio las justas proporciones al meme, a esa idea que la opinión pública ha creado sobre él y su familia. A sus 67 años, ha sido diputado en el Cesar, columnista por más de treinta años en varios periódicos, viceministro de Agricultura, vicecontralor de la República y superintendente de Notariado y Registro, antes de haber sido nombrado presidente de Fedegán, hace casi veinte años, representando a un gremio que tiene alrededor del 74 por ciento de las tierras de propiedad privada del país y que tiene un gran peso en las exportaciones colombianas. De hecho, hace poco el gremio recibió señalamientos de sectores de la opinión y políticos, por cuenta del hallazgo de un cargamento de cocaína en un barco que transportaba 1.750 bovinos a Beirut: “Lo que puedo decir con toda claridad es que el sector ganadero no tiene nada que ver con esta lamentable situación. Los ganaderos venden, por lo general, estos animales en la puerta de su finca y las empresas les pagan el ganado antes de sacarlos de sus predios”, afirmó Lafaurie en un comunicado.

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Lafaurie es presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Ganaderos desde agosto de 2004.

¿Cuántas veces come carne al día?

No, no, no, al día no [risas]. Pero sí como carne con mucha frecuencia. Me gustaría, pero no lo hago tanto.

¿De res o de cerdo?

De res; de cerdo poco, porque yo creo en la medicina bioenergética y voy mucho al médico bioenergético, y al parecer el ADN del cerdo es muy parecido al de los humanos y, en consecuencia, no podemos [en ese momento se mete la mano en la camisa y saca una especie de dispositivo electrónico con varios botones].

¿Qué es eso?

Es una vaina bioenergética. Se llama Healy, manda frecuencias y te nivela. Está conectado con el teléfono, que tiene como 400 programas, y va mandando lo que necesita el organismo.

¿Cuál es su verdura o legumbre favorita?

La espinaca me encanta. La única que me gusta menos, porque me obligaban a comerla, es la habichuela. De resto, como todas.

¿A usted le causaría indignación que lo inviten a un restaurante vegano?

No, ¿por qué? Creo que hay un enfoque equivocado en esta materia y hacen un grave daño aquellos que suprimen la proteína de origen animal, sea cual fuere. El Homo sapiens no es otra cosa sino el producto de un simio que cambia los hábitos de consumo y, a partir de allí, el estómago se le reduce y el cerebro le crece. Yo tengo experiencias cercanas, por ejemplo, mi hija la mayor, lamentablemente, cuando era muy niña la llevé a una de las plantas del Fondo Nacional del Ganado, vio el sacrificio y dejó de comer carne como ocho o diez años. Pero ahora volvió a comer carne, y la come prácticamente cruda, cosa que yo no hago.

Mi hija la mayor, lamentablemente, cuando era muy niña la llevé a una de las plantas del Fondo Nacional del Ganado, vio el sacrificio y dejó de comer carne como ocho o diez años

¿Usted pide la carne en término tres cuartos?

Yo pido a punto, un poco más de medio y menos de tres cuartos, rosada.

¿Cuál es su corte favorito?

La gente pide cortes y yo pido maduración. La carne que mejor sabe es la carne más madurada. En la medida en que uno va afinando el gusto, logra identificar claramente qué carnes tienen más maduración que otras.

Es ingeniero civil de la Universidad Javeriana de Colombia con máster en Economía.

¿Cuál es el recuerdo más antiguo de su vida?

A mí me tocaban dos tipos de vacaciones, unas en España, con los abuelos españoles, y una en Colombia, que generalmente eran en la finca, que queda en un pueblo que yo siempre he querido mucho, Villanueva, La Guajira, el pueblo de mi padre [José Vicente Lafaurie Acosta]. Me acuerdo de esas navidades con amiguitos en el traspatio de una casa solariega, con mangos, guayabas, ciruelas, montándonos en los palos.

¿Cómo era su familia, un guajiro casado con una española?

Mi padre conoció a mi madre en España; mi padre fue un personaje muy singular, ingeniero que en los años cuarenta se fue a Estados Unidos e hizo un doctorado en suelos en la Universidad Cornell, y regresó a Colombia, fue muchos años senador de la República y en esas conoció a mi mamá en España, se casó con ella, mi madre se viene a Colombia y tienen un hogar de cuatro hijos. Ella era andaluza, sevillana, yo soy el mayor de cuatro hermanos.

¿Usted era el mandón de la casa?

Todo lo contrario. A propósito de los temas feministas, mi madre era una española con una educación española y en mi casa el último que se servía en la mesa era yo. Eso a mí me da mucha risa ahora que las mujeres no dejan que uno les ceda el paso, que se les abra la puerta. En mi casa eso era de obligatorio cumplimiento con mis tres hermanas, que eran menores. Yo no sé si esa educación es machista o feminista, pero ahora me parece que esta cosa está totalmente cambiada. Ahora el machismo es no abrirles la puerta a las mujeres, porque las mujeres son igualitas, no cederles la silla… En mi casa había que cederles la silla.

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¿Y usted le abre la puerta a la senadora?

Pero por supuesto, de eso no cabe la menor duda.

¿Cómo le fue en el colegio?

Yo fui un buen estudiante. Yo nací en Santa Marta en el 56, mi padre fue senador en el 58 y en ese año nos vinimos para Bogotá. En esos primeros años, mi papá decía que mi mamá era muy joven, entonces vivíamos en el Hotel Continental, en la avenida Jiménez. En el año 62 o 63, mi mamá conoció a los parlamentarios costeños y se hizo amiga de sus señoras. Recuerdo mucho a Judy de Posada, que era la señora de Pacho Posada de la Peña. Ellos se fueron para Barranquilla, nosotros también, y estudié en el Gimnasio del Country y en el Liceo de Cervantes. Pero así como era buen estudiante, yo era de un temperamento muy fuerte. A la final terminé quinto y sexto de bachillerato en la Escuela Naval, en Cartagena, y de ahí me vine para Bogotá, muy niñito, porque yo me gradué de 16 o 17 años. De ahí pasé a la Javeriana, en Bogotá, en 1973, y todavía mi papá era senador.

¿Cuál es el recuerdo que más atesora de la Naval?

Muchísimos. Tenemos un grupo de WhatsApp con mis compañeros de escuela, nos hablamos con frecuencia, hay unos más espontáneos que otros, nos mostramos los nietos; mantenemos una cofradía desde cuando entramos en el año 72. A veces ese chat no se puede mostrar de a mucho porque mandan cosas un tanto impropias (risas), pero conservamos la misma amistad.

¿Recuerda algún regaño que le hayan hecho?

No, porque yo era alumno distinguido y tenía la ventaja de que jugaba tenis. Entonces tenía una serie de privilegios porque era el jefe de curso [–como se les conoce a los alumnos destacados en la Armada–] y jugaba tenis por la tarde, entonces tuve un buen desarrollo.

¿Cómo lo recibió la universidad en Bogotá? ¿Era parrandero?

Mmmm, pues sí, teníamos un grupo muy grande, éramos siete barranquilleros, que vivíamos en un apartamento. Vivíamos en Residencias El Nogal, ahí teníamos dos apartamentos y se nos ocurrió, en época de carnaval, hacer una fiesta en el lobby del edificio, que es un lobby muy grande. En el siguiente carnaval nos echaron. Entonces nos tocó irnos a un apartamento en la calle 85 con 15, que fue emblemático en esa época. No digo más…

Por las rumbitas…

Sí… pero yo fui mal rumbero, yo nunca aprendí a tomar y nunca he tomado; quienes me conocen saben que yo nunca tomo trago. Me tomo un whisky social.

Fue gerente departamental de Seguro Social, presidente de la Cámara de Comercio de Valledupar y Director de la Car del Cesar

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¿Ese es el trago que usted escoge si le ofrecen? ¿Un whisky?

¿Sabe que ahora pido una cerveza? Encontré una cosa espectacular, que es una cerveza con hielo, entonces me tomo dos y eso se licua ahí.

Y mantiene la sobriedad…

Sí, porque nunca estuve en eso.

Cambiando de tema: ¿cómo viven en su familia la caricatura que han construido de ustedes en internet? Por ejemplo, es usual que uno vea que su esposa comparte los memes que hacen de ella. ¿Ustedes se ríen de eso?

Para empezar, la que tiene mejor sentido del humor es María Fernanda. Yo tengo menos sentido del humor que ella. Hay gente que sabe reírse de sí misma, ella lo logra y al mismo tiempo tiene digamos como ese feeling para saber qué cosa llama la atención. Entonces ella, y de pronto mi hija Denisse, de resto, los demás tenemos menos sentido del humor, pero no nos importa. Por ejemplo, en el caso del humor político, a mí me resbala. Uno llega a un momento en la vida en que esa vieja frase que dice que “lo que eres, eso eres”, es decir, no porque te alaben eres más, ni porque te vituperen eres menos. Yo sí soy de los que creen que uno, a la final, los que creen en uno no van a cambiar porque haya un chiste malo, y los que no lo quieren a uno, porque el chiste sea bueno, no lo van a querer.

¿Y se mandan los memes por WhatsApp?

Sí los mandan. Como todas las familias de hoy en día, tenemos un chat y nos los echamos y tal, pero nadie se ha puesto nunca bravo. El día, por ejemplo, en que me tomaron una foto con Benedetti, me protestó más de uno aquí en la casa, pero salvo esas cosas, no pasa nada.

¿Cómo fue ese primer acercamiento con el gobierno Petro? En el portal Cambio se dijo que el senador Iván Cepeda, un gran contradictor suyo, le envió un WhatsApp.

Cepeda me mandó un WhatsApp muy sencillo, en el que me dijo: “usted y yo hemos sido contradictores, pero, ¿usted estaría de acuerdo en sentarse a hablar de un gran acuerdo sobre el sector rural, sobre el tema de tierras, en el marco de la política de paz?”. Yo le dije que no tenía problemas personales, yo defiendo causas, problemas de carácter institucional.

¿Y usted qué hizo con ese WhatsApp? ¿Se lo mostró a la senadora?

Nononono. Mi mujer es mi mujer y yo soy yo. Nosotros tenemos suficiente confianza y respeto para entender los roles que ella tiene y los que yo tengo. En consecuencia, una vez sucedió el hecho, yo lo invité, quedamos en que almorzábamos y finalmente vino a esta casa. Después yo fui a su casa, hicimos muchas reuniones antes de tener un texto, que fue el convenio que finalmente se firmó. Y voy a decir algo que no había dicho: prácticamente el acuerdo lo redacté todo yo, personalmente. Y si usted ve el acuerdo, tiene muchos temas que tienen que ver con la política del gobierno, que podría parecer escrito por el gobierno, pero no, yo lo hice pensando en el gobierno, en lo que el gobierno realmente tenía que haber hecho.

¿Y qué le dijeron sus amigos? ¿Alguno le hizo un reclamo?

La inmensa mayoría bien, porque cuando tú llevas tantos años opinando, todas las semanas, más de treinta años como columnista, entonces me dicen “qué bueno que estés allí”. No falta la persona que no le parezca, pero a la final uno hace no lo que la gente le dice que debe hacer, sino lo que uno cree que debe hacer.

Este gobierno, que es de izquierda, ha alimentado esa narrativa y va a tener que aceptar que en Colombia no hay tantos terratenientes.

¿Entonces no ha perdido amistades por sus acercamientos con el gobierno Petro?

Creo que no, y tampoco me importaría, porque si las pierdo, esos no eran amigos.

¿Y le han hecho matoneo aquí en la casa?

[Risas]. No sé si Juan José [su hijo más activo en la política]… lo que pasa es que uno se gana el respeto, y cuando eso pasa, la gente lo respeta a uno.

¿Usted cómo le explicaría a un niño de cinco años la problemática de la tierra en Colombia?

Una narrativa que ha sido absolutamente contraria a la realidad. Y cuando tú dices una mentira, o echas un cuento y lo repites, terminas creando un cuento que no se compadece con la realidad. Este gobierno, que es de izquierda, ha alimentado esa narrativa y va a tener que aceptar, a su término, que en Colombia no hay tantos terratenientes. Yo he dicho mil veces: ganaderos grandes, de más de mil cabezas, lo sé porque los vacunamos dos veces al año, hay 1952, y reto a cualquiera para que me diga que son 1953. En cambio, ganaderos que tienen en promedio 21 animales, hay 557.281, creo. En Colombia, de acuerdo con el registro público de la propiedad, hay 55 millones de hectáreas con propiedad privada, no baldíos, sino tierras soportadas en cuatro millones cien mil matrículas inmobiliarias. Ahí no hay duda. En consecuencia, si usted divide 55 millones entre cuatro millones le da 11 hectáreas en promedio. En Boyacá hay muchas fincas de media hectárea, y hay fincas en los Llanos Orientales de 5.000 o 10.000 hectáreas.

¿Cuántas hectáreas tiene usted?

No lo digo porque termino en un lío en lo personal, pero yo soy un ganadero grande de la costa Caribe, donde allí, en promedio, la unidad agrícola familiar puede estar entre 40 y 50 hectáreas, que es la cantidad de tierra que una familia necesita explotar para vivir decentemente. En cambio, en los Llanos Orientales esa unidad puede ser de 1.200 hectáreas, en el Meta, de 400. La tierra en la costa es mucho mejor.

Entonces, para redondear, ¿qué se le puede decir a un niño de cinco años sobre el problema de la tierra en Colombia?

Que en Colombia no hay latifundios, que en Colombia lo que hay es un minifundio irredento que no tiene el tamaño para generar economías de escala, y por eso la muy baja productividad en el sector rural. Cuando alguien lea esto, y lo contraste con lo que dice el gobierno, no va a entender, pero la realidad va a demostrar que es lo que yo digo y no lo que ellos dicen. El gobierno dice que aquí hay que producir comida. Pero nosotros no somos competitivos sino con grandes extensiones. Usted ve el cinturón maicero de Estados Unidos, la soya en Brasil, en Argentina, en Paraguay o incluso en Europa, y ve en Brasil tractores de 250 caballos trabajando. Si usted tiene un pedacito de tierra de diez hectáreas no tiene nada que hacer con ese tractor ahí. Cuando usted tiene un tractor de 60 caballos para 20 o 40 hectáreas, usted confronta la productividad de esas 40 hectáreas con quien tiene un tractor de 250 caballos, que trabaja 60 hectáreas diarias. Así no vamos a ser competitivos. Aquí lo que hay que lograr es asociar a esa inmensa mayoría de pequeños para que puedan trabajar de manera colectiva.

Usted ha dicho que hay 55 millones de hectáreas de propiedad privada en Colombia, y que 37 millones están en manos de ganaderos. ¿Ustedes sí necesitan tanta tierra?

Puede que no. Por ejemplo, yo vengo sosteniendo desde el año 6 en el Plan Estratégico de Ganadería Colombiana, que si Colombia tuviera la voluntad política de hacer ganadería sostenible, como la que hago yo, y soy ejemplo, en vez de tener menos de un animal por hectárea podría tener cinco. Yo tengo ocho animales por hectárea en mi finca. En la propuesta que le hice al Gobierno de los tres millones de hectáreas planteamos un millón de hectáreas de ganadería sostenible. Supongamos que lo podamos hacer: ahí caben cinco millones de animales.

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Entonces, ¿usted estaría de acuerdo en decir que la ganadería en Colombia es altamente ineficiente?

Ha publicado libros como ‘Una Contraloría con Opinión’, ‘La paz, dos versiones enfrentadas’, entre otros. 

Sí. Totalmente. ¿Y por qué? Porque nunca habíamos tenido unos precios remunerativos. Ahora empezamos a tener unos buenos precios, gracias a la apertura de los mercados.

En La Silla Vacía hay una frase que le adjudican a usted, que al parecer dijo en unas declaraciones a RCN el 19 de noviembre del 2006: “El gremio tiene la valentía de asumir la responsabilidad de que en el pasado financió el movimiento paramilitar del país”. ¿Cuál es el contexto de esta frase y qué piensa usted al respecto?

Cuando hay control territorial, quien tiene las armas impone las condiciones. En los años 80, dígame qué ganadero no les pagó a las Farc o al Ejército de Liberación Nacional, y en los años 90, cuando empezó la cosa a modificarse con esa política de las Convivir y se desbordaron los paramilitares, ellos también exigieron cuota. Entonces el financiamiento no es de manera voluntaria, es la obligación que te impone un actor armado que tiene control territorial donde tú tienes tu actividad económica. Mire usted el discurso de Juan Manuel Santos en Naciones Unidas: “América, desde la Patagonia hasta Alaska, es ahora una zona de paz”. ¿Paz? Vaya a los territorios para que vea el control territorial que ejercen todos los actores armados, Ejército de Liberación Nacional, disidencias, Marquetalias, Clan del Golfo y cuanto actor tiene un interés criminal en la zona. ¿Cuál paz?

Entonces, Fedegán y José Félix Lafaurie aceptan que en una situación de…

Indefensión, evidentemente tú no tienes nada más que hacer. Cuando el Estado no te provee lo que constitucionalmente te tiene que proveer, y hay un tercero que te exige, ¿qué haces tú? Mire mi caso: en el año 85 u 86, mi papá, que aún vivía, la situación del Cesar se había salido de madre. Me fui para Europa. Cuando regresé, murió mi papá. Los cuatro hijos abandonamos las fincas. El conductor de mi papá, que aún trabaja con nosotros, lo dejamos encargado de las fincas, con una sola teoría: no se pueden llevar la tierra. ¿Qué pasó con esas fincas? Fincas construidas cien años atrás. En el año 2004, cuando estaba en Fedegán, volvimos a tratar de hacerlas. Por eso, cuando a mí me hablan de paramilitarismo no tienen nada que hacer, porque mi historia es que en el 85 me fui y nunca regresé, sino hasta el 2004, cuando el paramilitarismo prácticamente fue desmontado por Uribe con la Ley de Justicia y Paz.

Usted nunca se ha referido a las acusaciones que le hizo el ex gobernador de Montería Benito Osorio, en las que dice que usted fue a la casa de Salvatore Mancuso en Montería para pedirle que ejerciera presión para que Mario Iguarán fuera nombrado fiscal general de la Nación. ¿Cómo era su relación con Benito Osorio y qué tiene para decir al respecto?

Cuando yo iba a Montería, por lo general, para no decir siempre, me veía con Benito Osorio. Él era el gerente del Fondo Ganadero de Córdoba, miembro del Fondo Nacional del Ganado, una persona que tenía una trayectoria en Córdoba. Incluso, un hijo de él trabajaba en Fedegán cuando tuvo la infamia de vincularme a esos hechos, que la justicia desestimó y que los hechos han demostrado que son totalmente falsos.

¿Usted conoció en persona a Salvatore Mancuso?

Sí, yo lo vi dos veces. Lo vi una vez en el aeropuerto y lo vi después en el Club Montería. No se olvide que, para esa época, estaba desmovilizado, vivía en Montería, iba al Club Montería…

Él vivía en el barrio La Castellana, en esa casa de techo suizo…

Sí, pero no identifico… lo vi en el Club Campestre, en un baile, estaba con la que era, creo, ya señora de él, con la que se casó por segunda oportunidad o por tercera oportunidad. Lo que pasa es que la gente confunde el Cesar con Córdoba. Los del Cesar tenemos muy poca relación con los de Córdoba, estamos a 500 kilómetros, son dos sociedades, dos ambientes, dos dinámicas. Es más todavía: cuando me nombraron presidente de Fedegán yo ya había ido a Córdoba, yo había sido superintendente, yo había sido viceministro, yo había sido vicecontralor general, pero no era una zona que yo visitara regularmente, como regularmente visito Magdalena, Cesar, La Guajira, porque esa es mi zona, el Atlántico. Entonces la gente confunde, “Lafaurie-Córdoba”, nononono. La finca de Lafaurie queda a 500 kilómetros de Montería.

¿Entonces usted y Mancuso se saludaban, se conocían?

Como todas las personas de allá; mientras que a Benito Osorio lo conocí y establecí una relación directa y casi que permanente. Con Mancuso no. Mancuso fue un paramilitar que se desmovilizó en el 2004 y que en ese entonces pasó a tener alguna actividad pública o visible. En eso lo conocí. Pero lo conocí de “hola, cómo estás, qué tal”, pero no tuve nunca una relación con él, de ninguna naturaleza.

¿Ni de reuniones ni nada?

Jamás.

¿Cómo era su relación con Mario Iguarán?

Sabas Pretelt lo nombró viceministro por cuenta mía, porque Mario Iguarán era mi abogado antes de llegar a ser viceministro. Y ahí es cuando salta a ser fiscal general.

¿Usted conoció a Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40 [excomandante paramilitar que confesó alrededor de 600 crímenes y operaba en Cesar, Magdalena, La Guajira, Atlántico y Santander]?

Lo conocí, y mucho. Ese sí de Valledupar, una persona de una familia muy querida y lo conocí a él y a su señora y a sus hijos chiquitos. Pero le repito una cosa: yo me fui del Cesar en el 85-86, que fue cuando él empezó a pasar de un personaje que nosotros le llamábamos cariñosamente “Papa Tovar” a Jorge 40. Yo a Jorge 40 no lo conocí.

¿Cómo era Papa Tovar?

Hombre, el tipo más querido, más afable, un vallenato más, como lo fue también Simón Trinidad, que fue mi amigo [Ricardo Palmera Pineda, alias Simón Trinidad, hizo parte del Estado Mayor del Bloque Caribe de las Farc-EP, y purga una condena en Estados Unidos]. Yo dicté clase en la Universidad Popular del Cesar porque Simón Trinidad me llevó a dictar clase. Cuando yo fui presidente de la Cámara de Comercio de Valledupar, mi vicepresidente era la señora de Ricardo Palmera, hoy Simón Trinidad. El diseño de este edificio lo hizo Jaime Palmera, el hermano de Simón Trinidad, imagínese. Entonces, ahí sí hay unas relaciones familiares, de afecto absoluto y total.

¿Cómo se dio esa relación suya con Simón Trinidad?

Porque yo llegué a Valledupar en el 77-78, como ingeniero civil, e intenté construir. Jaime Palmera era arquitecto, mi gran amigo, amistad que conservé muchísimos años. Cuando construí, siempre Jaime Palmera diseñó lo que yo construía. Este edificio lo diseñó Jaime Palmera, incluso hubo una discusión con él porque me zampó una columna en la entrada. “Oye, Jaime, pero esa columna ahí”, y él me decía “No no no”, y me puso la columna.

De izq. a der., Otty Patiño, Iván Cepeda, María José Pizarro y José Félix Lafaurie.

Foto:

Twitter: @IvanCepedaCast

¿Cómo conoció usted a la senadora María Fernanda Cabal?

Por un amigo en común que había salido con una amiga de ella. “Conocí a una caleña”, me dijo. Además, resulta que la mamá de ella es prima hermana del marido de mi hermana. Es decir: Enrique Villamarín Molina es primo hermano de Amparo Molina Molina. Por consiguiente, son familias relativamente próximas. Incluso, un pariente muy cercano a ella, Pepe Molina, trabajó con mi papá en los años cincuenta, cuando estaba en el Laboratorio Nacional de Suelos, creando todo el sistema catastral de Colombia.

¿Recuerda la primera vez que la vio?

Claro, en la casa de la mamá de Enrique Villamarín, de mi cuñado. A mí me cuadraron la cita. Yo tenía un Mazda 626 verde, llegué por ella y nos fuimos a la discoteca Keops.

¿Qué fue lo primero que usted le miró a la senadora?

Los ojos. “Esta es la mía”, dije. Estuvimos hasta muy tarde, porque era un evento con Cuco Valoy.

¿Bailaron toda la noche?

Yo bailo espectacularmente. Yo bailo mejor que ella, aunque se ponga brava, para que haya motivo de discordia.

¿Usted se ve como primer caballero de Colombia o como presidente?

No, no, no, no, no. Yo soy taurino, que hoy es una cosa mal vista, y ahí se acostumbra a decir “me corté la coleta”. Con la política, yo ya me corté la coleta.

¿Usted qué sintió cuando su esposa no quedó como candidata para la Presidencia por el Centro Democrático?

Mucha desilusión, porque yo creé ese partido, yo ayudé a construirlo. Lo acepté, pero los resultados eran totalmente contrarios a las encuestas y a todo lo que veíamos.

¿Sus sentimientos y su percepción sobre el expresidente Álvaro Uribe cambiaron después de eso?

No, porque yo tengo la plena certeza de que Álvaro Uribe no tiene que ver con lo que sucedió.

¿Quién fue el culpable?

El gobierno de Duque. Para el gobierno era muy difícil aceptar que una persona a quien ellos tildaron de extrema derecha, cuando María Fernanda siempre ha dicho que ella es de extrema coherencia, fuera la candidata del partido de Gobierno.

¿Pero el gobierno Duque qué poder tenía para hacer eso?

Algún día tendremos que decir cómo fue eso.

La edición #125 está en circulación desde el domingo 26 de febrero de 2022.

Esta entrevista fue realizada por Simón Posada
F
otos de Natalia Hoyos
Revista BOCAS
Edición #125
Febrero – Marzo

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2023-02-26 14:15:55
En la sección: EL TIEMPO.COM – Cultura

Publicado en Cultura