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Nani Alarcón: la artista que vivió y pintó la vida de las modelos webcam – Arte y Teatro – Cultura

El cuadro de Nani Alarcón, en la galería Mor Charpentier

Las galerías Mor Charpentier (calle 38 n.º 16-25) y El Museo (Calle 80 n.º 11-42) abrieron el año con dos exposiciones colectivas imperdibles. Mor Charpentier apostó por la pintura. Invitó al crítico Jaime Cerón para que seleccionara a un grupo de artistas que, bajo su mirada, ofreciera una visión contemporánea, actual y, sobre todo, refrescante.

Cerón apostó por nombres poco conocidos –salvo el de un grande que empieza a revivir: Ever Astudillo– y armó un estimulante rompecabezas para los ojos.
En la exposición hay varias obras que vale la pena reseñar; los dibujos queer de Fernando Castillejo y su erotismo homoerótico en las calles de barrio en la costa Caribe –sus personajes son afro y están en jeans y con el torso desnudo– son toda una declaración de nuestros tiempos.

Sus pinturas, hoy en día, no escandalizan ni hacen que nadie rece el rosario, pero de alguna manera hacen que las relaciones entre personas del mismo sexo reafirmen su lugar en una pared. Las pinturas de Diana Herazo –por su lado– ofrecen unas tomas cinematográficas que delatan a sus personajes. Hay un monumental tríptico de Cristo Hoyos que retrata el país en varias capas; en el centro hay un cuadro que es una especie de suma de páginas sociales en las que todos los personajes miran al público con su infaltable whisky; a la izquierda hay un cuadro con un grupo de desplazados y a la derecha –el cuadro que cierra el tríptico–, un grupo de indígenas.

Y –punto aparte– está la obra de Nani Alarcón. Su pintura es hipnótica; es imposible no verla y no ver sus ojos y entrar en la habitación en la que está su personaje.

Acuarela de Guillermo Wiedemann, en la exposición ‘Lenguaje en papel’, en la Galería El Museo.

Foto:

Fernando Gómez Echeverri

Nani tiene 22 años, está por graduarse de artes plásticas en la Universidad de los Andes y durante toda su carrera pasó por todos los textos y estudios posibles sobre género; pero hubo algo que hizo clic en su cabeza –algo que la llevaría al mundo ‘real’– un día que acompañó a su mamá a que le ‘tunearan’ el carro. El mecánico se quedó mirándola –‘mi mamá es bastante guapa’– y le dijo que por qué no trabajaba como modelo webcam, “mi esposa también trabaja acá, miré”, les dijo. Sacó su celular y les habló de un estudio, les contó de tarifas, “es muy bien remunerado”, les habló más y más y ellas –discretamente– se evadieron para concentrarse en el radio del carro, pero… algo se quedó en su cerebro. Nani –luego de hablar con otra amiga y averiguar más– fue al estudio y llenó los papeles para ser parte del staff.

“Tienen un contrato mal redactado y hay algunas normas que hay que cumplir, nada de disfraces infantiles… nada que tenga que ver con pedofilia o con autolacerarse, porque te cancelan de inmediato, pero al tiempo estaban felices porque me veía ‘monita’ y ‘jovencita’ ”. Y empezó su aventura como webcammer. Y vio y oyó cosas impublicables.

Cortó con varias personas porque le pedían cosas como que se sentara en flor de loto y se chupara el dedo como un bebé; otros le pedían que bailara; otros querían que vieran sus habilidades físicas (‘un tipo hacía un tipo de yoga extemo y se auto…’); otros querían que hablara o que usara juguetes; un mes después renunció y no cobró un solo peso. Y se puso a pintar. Y el monumental cuadro que tiene en Mor Charpentier –1.50 m x 3 m– nació de ese lugar; en el cuadro está la cama y ella nos mira de la misma manera que miraba a sus clientes desde una pantalla.

El cuadro de Nani Alarcón, en la galería Mor Charpentier

Detalle de una obra de Fernando Casitillejo,  en Mor Charpentier.

Foto:

Fernando Gómez Echeverri

En la mesa de noche hay varios consoladores, hay una sillón con unas esposas de cuero, en la pared hay tres pinturas de tres versiones de ella misma como una muñeca inflable. En otra pared hay un cuadro con varios juguetes sexuales… es una obra que habla de la soledad de nuestros tiempos, del sexo, del mundo virtual, de la pandemia, de conceptos como home office y la salud mental. Y, sobre todo, es una gran pintura.
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En la Galería El Museo –por otra parte– la exposición Lenguaje en papel ofrece la visión de 80 artistas de distintas generaciones; hay, entre otras cosas, acuarelas de Débora Arango, Santiago Cárdenas, Ramírez Villamizar, Obregón o, una vez más, Éver Astudillo, pero tal vez lo más interesante, más allá de los maestros (¡no se pierdan el Wiedemann!), es encontrar nombres nuevos.

Obras como la de Vanessa Nieto y César Faustino con sus esculturas de papel; o el libro de Yuli Cadavid; o el impresionante dibujo de Itzayana Castañeda. O la obra de Juan Pablo Sarria y su juego de imanes. O nombres ya conocidos como los de Ana Patricia Palacios o Luz Caballero. O el de Camilo Bojacá, Tahuanty Jacanamijoy o Juan Osorno. Es una muestra realmente estimulante; ambas exposiciones valen la pena; ambas marcan un gran inicio de 2024.

FERNANDO GÓMEZ ECHEVERRI
EDITOR DE CULTURA
@LaFeriaDelArte

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2024-02-02 18:31:21
En la sección: EL TIEMPO.COM – Cultura

Publicado en Cultura

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