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‘Nosotros no vamos con la idea de matar’

'Nosotros no vamos con la idea de matar'

La suboficial Karin Portilla es artillera del Ejército y técnica de mantenimiento del Black Hawk. Tiene 28 años. Es una de las tres mujeres en Colombia que entienden a la perfección uno de los helicópteros de guerra más admirados del mundo y, en cada misión, tiene en sus manos la vida de su equipo y una función sagrada: proteger la vida de los colombianos. Esta es su historia en la Revista BOCAS.

Mediodía, el termómetro marca 32 grados, pero la sensación térmica es de 38 o más; el lugar: la base militar de Tolemaida, la más grande de Latinoamérica, donde se entrenan los cuerpos élites de las Fuerzas Militares de Colombia y donde tiene su base de operaciones la Brigada de Aviación n.° 32.

Diagonal a la Brigada, en una vasta extensión, se observan al menos 20 helicópteros, estratégicamente alineados, y alrededor de un poderoso Black Hawk UH-60, su tripulación. El piloto, el mayor Ricardo Gallego Londoño, explica la actividad a desarrollar en un sobrevuelo por la unidad militar y verifica, junto al copiloto, el capitán Daniel Ortiz Guerrero, las condiciones de la aeronave. Por su parte, el jefe de la tripulación, el sargento primero Víctor Manuel Varela, y la técnica de mantenimiento, la cabo segundo Karin Cecilia Portilla, ratifican que la máquina está en condiciones óptimas para volar.

Karin estudió idiomas, pero en algún momento decidió unirse al Ejército y, poco a poco, ha ido escalando posiciones.

Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

La tripulación acaba de regresar de Tumaco (Nariño), donde estuvo apoyando de manera sostenida las operaciones tácticas contra los grupos armados organizados que hacen presencia en la zona, trasladando personal y víveres; a los uniformados de las diferentes brigadas que a diario se enfrentan al rigor del conflicto, en una de las regiones consideradas como más beligerantes del país (por el número de hectáreas sembradas con matas de coca y la alta producción del estupefaciente que se disputan los grupos al margen de la ley).

En el sobrevuelo, la cabo Portilla se reentrenará en su capacidad de tiro. Ella es la artillera que se ubica al lado izquierdo del helicóptero y en esta ocasión hará una serie de disparos – polígono con una ametralladora M240, 500 tiros de munición 7,72 milímetros. Además, su responsabilidad en cada vuelo es verificar que la aeronave esté al 100 por ciento. Portilla, a sus 28 años, es una de las tres mujeres de la Aviación del Ejército que conocen los principios de la aerodinámica y el funcionamiento de estas máquinas, a tal punto que en vuelo pueden atender cualquier emergencia técnica.
Un tripulante de vuelo como la cabo Portilla no puede cometer ni un error, porque el mismo se paga con la vida de la tripulación y la de los 18 militares que puede transportar (con armamento y equipaje) un Black Hawk, el helicóptero insignia de la vida militar.

Karin Cecilia Portilla se prepara para el vuelo, se pone su casco de última tecnología que le permite estar en constante contacto con la tripulación, se baja el visor y así, de manera tímida, oculta sus ojos oscuros profundos que contrastan con su piel morena, que se pierde en su uniforme camuflado elaborado en Nomex, un material especial que en caso de un incendio le da algún tipo de maniobrabilidad para retirárselo y evitar quemaduras. Encima del camuflado, un chaleco en el que sobresale un cuchillo; ese es su chaleco de supervivencia. Los militares cargan en él desde una brújula hasta un espejo y una malla para pescar.

Nosotros no tenemos tantas cosas encima. El mayor Gallego nos da una charla sobre seguridad y las condiciones de vuelo. La cabo, con 66 kilos de peso y estatura de 1,66 metros, es la última en subirse. Su cuerpo delgado contrasta con el imponente helicóptero y la poderosa ametralladora que controla. Se sienta y verifica la rutina de seguridad; al dar el visto bueno, el mayor Gallego dispone el despegue, nos acomodamos en el piso, en la parte de atrás del helicóptero. Nos colocamos los protectores de oído y el Black Hawk se eleva.

«Estos helicópteros no solamente transportan alimentos, transportan vidas. Entonces el mantenimiento tiene que ser rígido, fuerte y fundamentado».

Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

Tras 10 minutos de vuelo el helicóptero se posiciona de manera lateral, la cabo Portilla se acomoda y eleva levemente su cuerpo y dispara en ráfaga. El ruido (tas, tas, tas) de cada disparo se mezcla con el del motor del Halcón Negro; repite el ejercicio tres veces (tas, tas, tas) y descendemos tras varios minutos de adrenalina.

Se apagan los motores, nos bajamos del Black Hawk, agachamos la cabeza y caminamos hacia los hangares y todavía podemos sentir la potencia del viento de la hélice principal. Portilla se cambia su uniforme de vuelo, se pone su camuflado y nos sentamos para hablar de su vida. Karin Cecilia Portilla es una mujer tímida y su tono de voz es muy suave. Nació en Cali (Valle del Cauca), viene de una familia de seis hermanos y ella es la penúltima. Su papá es conductor y su mamá es ama de casa; creció en las calles del barrio Comfandi, pasaba las vacaciones en el campo con su abuela en Guaitarilla (Nariño) y todavía recuerda el olor del café preparado en leña. Estudió en el Colegio Marco Fidel Suárez y se enamoró de la salsa y del Grupo Niche; dice que fue una estudiante juiciosa, que nunca perdió ni una materia y que en cada entrega de libreta de notas su mamá era la primera en salir porque los hermanos Portilla siempre ocupaban el primer puesto y con cero faltas en disciplina.

La cabo Portilla viene –como la mayor parte del Ejército– de un hogar muy humilde y muy amoroso. Dice que no puede hablar mucho de su trabajo, pero reitera que su labor es la defensa de los colombianos y que los soldados; lo último que quieren es hacerle daño a otra persona. 

¿Cómo le fue en el polígono?

¡Excelente! Hicimos un ejercicio de tiro sobre un blanco definido, una piedra. El piloto, por regla general, me pide identificar el objetivo, lo reconozco y se lo hago saber con un “¡objetivo a la vista!”. Él, inmediatamente, me da la línea para disparar. Mantenemos la comunicación a través de los cascos, que cuentan con un sistema que nos permite escucharnos pese al ruido exterior. Di en el blanco.

Karin creció en las calles del barrio Comfandi, pasaba las vacaciones en el campo con su abuela en Guaitarilla (Nariño) y todavía recuerda el olor del café preparado en leña.

Karin creció en las calles del barrio Comfandi, pasaba las vacaciones en el campo con su abuela en Guaitarilla (Nariño) y todavía recuerda el olor del café preparado en leña.

Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

¿Cómo empezó su vida profesional?

Yo me gradué a los 17 años con honores y me proyecté para estudiar en la Universidad de Nariño; ya vivíamos en Pasto, me presenté para estudiar una licenciatura en lenguas extranjeras con énfasis en inglés, estuve 7 semestres y sentí la necesidad de hacer algo diferente.

Y ese fue su paso al Ejército Nacional…

Yo replanteé mi vida y empecé a buscar otras oportunidades académicas y laborales. Siempre había tenido en mi mente las propagandas del Ejército Nacional donde aparecían los soldados con su energía, su valor, con sus ganas de entregar lo mejor de ellos hacia la comunidad. Entonces, me vi por ese lado. A mí me gusta apoyar y servir. Y me dije, “tienes que darte la oportunidad”, aunque reconozco que tenía miedo de que me rechazaran, pero me presenté.

«Ese fue uno de los días más felices de mi vida: el día que me aceptaron en el Ejército Nacional», dice Karin.

Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

¿Y cómo fue el proceso?

Me acerqué al Distrito de Incorporación y pregunté que si recibían mujeres, y me dan la gran noticia que estaban consolidando el segundo grupo o curso de mujeres en armas, en ese momento yo no sabía qué era eso, pero con que a mí me aceptaran en el Ejército estaba contenta. Y entonces comencé a hacer mis procesos de incorporación, eso fue por el 2017, unos exámenes médicos y físicos rigurosos porque debes demostrar que se está bien, incluida la parte mental, para ingresar a las Fuerzas Militares. Salí apta y, no te exagero, ese fue uno de los días más felices de mi vida, el día que me aceptaron en el Ejército Nacional. La familia estuvo muy pendiente de mí, y ese 17 de agosto del 2017, mis padres estaban al lado mío cuando me dijeron que sí, y nuestra primera reacción fue abrazarnos y llorar de la alegría.

Y le cambió la vida…

Entramos al mes siguiente y nos presentamos, nos dieron nuestros equipos y el lugar de alojamiento, pero yo venía de la vida civil, de una universidad pública y fue un giro de 180 grados. La transición fue fuerte. Fue un choque, pero yo tenía claro lo que quería para mi vida: una carrera militar. Y aquí fue cuando entendí que era una mujer de armas, la incorporación de mujeres a la caballería, infantería, artillería, ingenieros con funciones y atribuciones que cualquier hombre realiza. Aquí todas recibimos el mismo entrenamiento. Estamos capacitadas.

¿Y cómo llegó a ser la primera tripulante de un helicóptero?

La vida me marcó el camino antes de ingresar al Ejército, porque yo venía con una carrera que me había preparado para ser profesora de inglés, y para mi ventaja los manuales de mantenimiento vienen en inglés. Pero aclaro: yo me desempeñé primero como técnico de mantenimiento aeronáutico y me especialicé en un helicóptero, el UH-60 Black Hawk, y posterior a eso me enviaron a hacer curso de tripulante de vuelo.

La portada de Karin Portilla en BOCAS.

La portada de Karin Portilla en BOCAS.

Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

¿Y qué hace un técnico de mantenimiento?

El curso de técnico de mantenimiento aeronáutico lo comencé en el año 2019. Tuvo una duración de un año. Básicamente todos los cursos que tengo, que son técnico de mantenimiento aeronáutico, reparador UH-60 y tripulante de vuelo, han sido cursos que me ha dado el Ejército Nacional y por los cuales estoy muy agradecida. Yo lo digo con mucha humildad, un técnico de mantenimiento tiene la responsabilidad de mantener una máquina, en este caso los helicópteros, en condiciones aptas para que garanticen el cumplimiento de la misión y la vida de quienes se transportan, que siempre será lo más importante.

De manera coloquial: son el taller del helicóptero…

Nosotros hacemos las preparaciones y el alistamiento necesario para que las máquinas puedan salir a vuelo. Lo fundamental del mantenimiento es poder realizar todos los procedimientos que se rigen en el manual. Estos helicópteros no solamente transportan alimentos, transportan vidas. Entonces el mantenimiento tiene que ser rígido, fuerte y fundamentado. Uno debe estar 100 por ciento concentrado en lo que está haciendo, porque uno no puede jugar con la vida de los soldados que transportas, la vida de la tripulación y tu vida misma. Sabes que debes dar ejemplo, un torque (grado de fuerza) de 110 libras pulgadas a un perno, no le puedes dar ni más ni menos. Nosotros verificamos el funcionamiento del motor, su rotor principal, su rotar de cola, su sistema hidráulico, eléctrico, los tanques de combustible, su parte aviónica, de controles de vuelo, todo. Nosotros pertenecemos a la División de Asalto Aéreo, y yo estoy en la Brigada 32, y mi coronel Julián Rincón Ricaurte reconoce la labor de nosotros los técnicos de mantenimiento, nos motiva y cada día nos recuerda nuestra responsabilidad.

Y esa responsabilidad debe generar sacrificios…

Todo el que porte un uniforme hace sacrificios, lo sabemos todos, porque nos debemos a la Constitución, a una Patria, y eso nos quita tiempo en familia, pero le aseguro que lo hacemos convencidos de servir. Y, obvio, nosotros los técnicos de mantenimiento tenemos una misionalidad: sacar avante a una máquina que le dé maniobrabilidad al Ejército y a sus tropas.

Y además de ser tripulante de vuelo, ¿cuál es su misión?

Poder asesorar a los pilotos en caso de una falla en vuelo, al aire. Solucionar las fallas en vuelo. Por ejemplo, vamos en un vuelo recto y nivelado y si se presenta una falla tengo que repararla en el aire. Nosotros los tripulantes de vuelo estamos encargados de liberar el área donde va a aterrizar el helicóptero. Nosotros salimos por la ventana, empotrados con nuestra ametralladora, y guiamos la reposición del helicóptero. Que el viento no nos vaya a dar de cola, porque nos entorchamos y nos vamos para abajo.

¿Y le ha pasado?

Por temas de seguridad no puedo dar muchos detalles, pero un día estábamos en una operación en zona rural de Carepa (Antioquia), necesitábamos full comunicación con las tropas en tierra (a unas 15 millas, unos 15 minutos en vuelo), pero había un ruido que interfería con la comunicación, con los radios. Y eso nos impedía escuchar a la tropa. Detectamos la falla en un radio, hicimos los ajustes necesarios rápidamente y se logró mantener la operación. Nosotros tenemos un panel de advertencia que enciende unas luces que nos guían; hay ocasiones que toca aterrizar, pero la idea siempre es solucionar en vuelo y para eso estamos entrenados.

Pero usted también es artillera…

Ese es otro rol como parte de la tripulación. Nosotros tenemos armas en los helicópteros, pero no nos subimos con la finalidad de disparar; se tienen para defendernos, pero también para defender la aeronave, que es un valor estratégico de la Nación. Como artilleros nuestro propósito nunca será el de hacerle daño a otra persona, al contrario, somos apoyo. Una experiencia linda que viví en diciembre del año pasado fue llegar en el Black Hawk a una zona de orden público en el Cauca, área de operaciones donde estaban los soldados. Les llevamos de sorpresa una ancheta, las cartas de las esposas, los dibujos de los hijos: les llevamos la moral. Ese día fue muy especial para todos. Ese día esperaban los víveres, pero no el mensaje de sus familias. Fuimos el puente.

«Ser artillero implica que tienes que estar full capacitado para reaccionar ante una situación hostil. Ser un artillero preparado es un valor agregado al respeto de la vida».

Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

Pero un Black Hawk es un elemento de guerra.

Siempre he estado en zona de orden público, pero puedo asegurar que el propósito de estas máquinas con su artillería montada no es el de atacar. Nosotros no vamos con la idea de matar. Nuestro propósito es defender al pueblo colombiano, mantener la seguridad territorial. Ser artillero implica que tienes que estar full capacitado para reaccionar ante una situación hostil. Ser un artillero preparado es un valor agregado al respeto de la vida. Tenemos nuestra capacitación, sabemos lo que hacemos y nos entrenamos para esto, pero siempre tratamos de no hacer daño. Nos enfocamos más en el tema de conocer las herramientas con las que trabajamos. Trabajamos con tres tipos de ametralladoras, con una M240, una M60 y una referencia GAU, dependiendo de las configuraciones y el territorio donde las vayamos a usar.

¿Qué tan pesado es el curso de artillera?

Es un todo. El Ejército me capacitó primero como técnico de mantenimiento, es un trabajo en conjunto, no te puedes subir a una máquina sin antes ser técnico, es un requisito. El curso tiene una duración de seis meses y te enseñan todo lo que tú tienes que saber de ángulos de disparo, clases de armamento, sistemas del armamento, y nos entrenamos haciendo polígonos desde el aire, así configuramos el arma y la munición. Los pilotos nos dan el ángulo de tiro, ellos nos dicen si es un disparo controlado directo o cadenciado. Yo llevo dos años como tripulante de vuelo y hasta ahora no nos han hostigado, pese a que volamos en zonas de orden público.

Ustedes acaban de llegar de Tumaco, ¿cómo les fue?

Allá se presentó una situación operacional, no hubo intervención de nosotros. Servimos como punto de enlace para poder ingresar y sacar tropa, para poder recuperar los activos que se encontraban allá, pero en ningún momento accionamos las armas; servimos como apoyo de transporte, de sostenimiento. La mayor satisfacción es ver la cara de agradecimiento de los soldados que han estado varios días en el área cuando los sacamos. Muchas veces se suben al helicóptero y me dan un golpe en la espalda, y cuando se dan cuenta de que soy una mujer, se sorprenden mucho. En tierra se acercan y dan las gracias. Es un momento muy emotivo.

«Yo llevo una Biblia bendecida en Buga (Valle), y en el bolsillo derecho de mi camuflado, un Santo Rosario. Oro por nosotros en cada misión».

Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

Pero debe ser bastante tensionante…

Mucho. Es muy estresante. Pero yo soy católica y para mí Dios es el fundamento de mi vida, luego mis padres. Yo llevo una Biblia bendecida en Buga (Valle), y en el bolsillo derecho de mi camuflado, un Santo Rosario. Oro por nosotros en cada misión. La tensión se vive desde el mismo momento en que se encienden los motores, pero uno confía en su entrenamiento, en sus compañeros y en la voluntad de Dios.

Y deben estar entrenados en caso de accidente…

Desde el momento cero, desde la misma Escuela te dan clases de enfermería, te enseñan a parar una hemorragia y acá manejamos un kit de primeros auxilios y cargamos nuestro chaleco de sobrevivencia. Estamos siempre listos para aportar nuestro granito de arena por Colombia, y esto de supervivencia hace parte de nuestro reentrenamiento, es frecuente. Además, hay una asesoría psicológica constante, se preocupan mucho por nuestro bienestar.

«Mi proyección de aquí a dos años es ser jefe de tripulación. Nosotros acá manejamos ciertos cargos en la Aviación del Ejército y quiero postularme».

Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

¿Cuáles son sus aspiraciones ahora?

Mi proyección de aquí a dos años es ser jefe de tripulación; me gustaría. Nosotros acá manejamos ciertos cargos en la Aviación del Ejército y quiero postularme a jefe de tripulación. Ya no volaría por el lado izquierdo, sino por el derecho, y la responsabilidad de toda la máquina estaría bajo mi control. Sería la jefe y con base en mis conocimientos determinaría las condiciones del Black Hawk para volar. Entonces, sería una responsabilidad más grande.

Y en la vida personal…

En este momento estoy soltera, no tengo pareja, pero, por qué no, a futuro me gustaría ser madre, tener dos hijos, un hogar bonito y darles mucho amor. El ejemplo de mis padres es fundamental. Sé que ellos ahora me esperan, los amo mucho y ese es el ejemplo que quiero ser para mis hijos.

¿Cómo se ve la cabo Portilla hoy?

La veo superada en las metas y propósitos que alguna vez se planteó; puedo ver que ha surgido desde las cenizas, así como el ave fénix. Veo a una persona que se ha preparado y que en este momento puede decir que está llegando a la cima; aún le falta, pero va con paso firme a la cima que se propuso en su carrera militar.

¿Por qué como el ave fénix?

Yo vengo de un contexto donde nunca me imaginé estar acá. Vengo de un hogar humilde, donde el buen ejemplo de mis padres ha sido la base de nuestra familia; nos han dado todo de acuerdo con sus capacidades, pero lo más importante es que nos inculcaron valores y esos valores son los que me han permitido superarme y decir con mucho orgullo que soy técnico de mantenimiento aeronáutico, que pertenezco al Ejército Nacional y que voy subiendo.

¿Y qué puede decirles a las mujeres que quieren ingresar a la Fuerza Pública?

Las mujeres somos berracas. Que no se limiten, que piensen en grande, que sueñen en grande y que corran esa milla extra de lo que siempre se proponen, que lo que hagan, mucho o poquito, lo hagan con amor. Nosotras debemos creer en todo lo que nos proponemos y no ponernos ningún límite. El Ejército Nacional y su Aviación me han dado todas las herramientas para triunfar; yo diría que alas para volar.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2024-04-28 19:54:12
En la sección: EL TIEMPO.COM -Cultura

Publicado en Cultura

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