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Travis Scott, el tsunami del hip hop que sacudirá Bogotá

Travis Scott, el tsunami del hip hop que sacudirá Bogotá

Llevo unos meses conversando con varios seguidores en Instagram sobre las posibilidades de que Travis Scott, una de las figuras más notorias de la música urbana estadounidense, llene por completo el Coliseo Medplus en su presentación en septiembre en Bogotá.

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¿Agotará Travis Scott? Mis seguidores más jóvenes afirman que sí, que Travis va a mover las veinte mil personas que se necesitan para llenar el auditorio Medplus. Yo no les creo. Mi proyección inicial cuando empezó a rumorear la noticia de la llegada de Travis fueron 3 mil boletas, dejándome llevar por el pesimismo causado por la caída en la venta de boletería de algunos conciertos de los pasados meses.

Lo sorprendente de la conversación no es que los jóvenes centennials que oyen a Travis Scott tengan la certeza absoluta de que Scott vaya a llenar el recinto, sino que Scott tenga en su listado de destinos a Bogotá, donde el hip hop estadounidense es una cuestión de nichos cerrados y, por lo tanto, poco vendedores. 

Travis, un joven de Missouri City, Texas, que se ha hecho famoso globalmente por conciertos de desquiciada intensidad, apareció lentamente en un panorama musical cada vez más veloz, y en el transcurso de 12 años se ha convertido en uno de los más admirados representantes del rap estadounidense.

Su público en Colombia está compuesto, en su mayoría, por hombres jóvenes entre los 16 y 25 años de edad. Si ampliamos esa foto de manera global, encontraremos que el consumidor de la música de Travis a nivel mundial coincide demográficamente: su documental en Netflix Look Mom, I Can Fly, que registra su huracanado paso por arenas en los Estados Unidos para promover su álbum Astroworld, confirma esta teoría al mostrar imágenes de muchachos haciendo stage diving (brincando de las tarimas del rapero hacia públicos desenfrenados). 

Pero volvamos a Colombia: un cuestionario breve entre diez jóvenes hombres de esas edades hecho a través de mis redes con sujetos ubicados en la ciudad de Bogotá, determinó elementos parecidos a los de cualquier fenómeno generacional de música, con variantes pequeñas pero significativas. 

Cuando les pregunté cómo habían llegado a Travis, ocho de estos diez jóvenes contestaron que un amigo se los había presentado cuanto tenían 14 años, dos contestaron que a través de servicios de música en streaming. Al cuestionarlos sobre cuál había sido la canción que escucharon esa primera vez, tres contestaron Antidote, cinco, Goosebumps y dos, Sicko Mode.

Salvo porque la radio no juega un papel importante en la propagación del fenómeno de Travis, y en este caso su distribuidor más potente son los servicios de streaming como Spotify y YouTube, la raíz del fenómeno sigue siendo la misma que en cualquier otra época: la gente joven. Es ella la que sigue legitimando a los músicos, sin importar el mercadeo o la promoción que se les haga a estos.

El voz a voz es, pues, el origen de la fanaticada de Travis. Prueba de ello es que el chisme de “La Flame” en Bogotá –uno de los seudónimos que sus fanáticos le tienen al rapero– se produjo de manera espontánea entre sus admiradores, incluso antes de que existiera una fecha oficial negociada para la ciudad.

Conciertos con reputación

La razón primordial que produce esta gran expectativa de un artista moderno cuya fama existe en un nicho determinado de públicos son los conciertos. Y la reputación de estos, ampliamente documentada para bien y para mal, es que son un pandemonium: desde sus inicios, Scott hizo de la experiencia en vivo un deber sudoroso y a veces sanguinolento. La misión iba más allá de las canciones, y al igual que las tribus de fenómenos de rock en vivo de los años ochenta, buscaba conectar a como diera lugar con el público asistente.

Travis ha logrado ese objetivo: sus presentaciones en vivo opacan su repertorio, que está repleto de colaboraciones con Drake, Future, James Blake, Tame Impala y Stevie Wonder, para nombrar unos cuantos. Aunque sus grabaciones iniciales como Owl Pharoah cautivaron la atención de los internautas melómanos de la segunda década del nuevo siglo y aparecieron en un momento en que el productor de habitación estaba en su furor más creativo, Scott “pulió” una rudeza en los espectáculos, que iba más allá de la virtualidad y la democratización tecnológica halladas en las producciones de nuevas figuras icónicas nacidas en redes sociales como Kaytranada, The Weeknd y Frank Ocean.

Los conciertos de Travis se convirtieron en un sacramento, adquiriendo fama entre los públicos jóvenes por su naturaleza física y agresiva. Los “pogos”, congregaciones multitudinarias repletas de puntapiés, puñetazos y codazos, habían sido exclusivos de los públicos de metal y punk, hasta la llegada de Travis Scott a los escenarios pequeños del centro de los Estados Unidos y posteriormente a las arenas y festivales como Lollapalooza y Coachella. Los primeros registros de Travis en concierto documentan cómo su energía desenfrenada en tarima, la escenografía, la pirotecnia y los altos decibelios cargados de gritos y auto tune consolidaron la necesidad de conectar físicamente con el público.

Estos elementos se tradujeron en “pogos” similares a los producidos durante los años ochenta en las escenas del thrash de San Francisco y el punk de Los Ángeles. Desde la aparición de Travis, el “pogo”, una cultura de la violencia en la música que se volvió práctica normal en los géneros y subgéneros del rock, pasó a manos de Scott, convirtiéndose en un nuevo ritual del hip hop, donde recobró su importancia juvenil y masiva y le usurpó al rock una de sus más afiladas y amenazantes expresiones de disenso.

Scott tiene influencias de las que no solo se ha alimentado como artista de estudio, sino a las que ha contribuido como productor. El impacto más destacado es el artista Kanye West, cuyo álbum Yeezus cuenta con su participación en la grabación del mismo y define su estilo propio, caracterizado por su caótico uso de auto tune y la visión distópica de productores como Thomas Bangalter y Guy-Man De Homem Christo (más conocidos como Daft Punk) y productores como Gesaffelstein. 

West, quien compartió durante unos años un vínculo político con Scott –estuvo relacionado de forma romántica con Kylie Jenner, media hermana de Kim Kardashian, exesposa de Kanye– es su inspiración más grande para darle a su música el aura oscura y densa que complementa de manera perfecta un show tenebroso y amenazante.

Scott llega al mundo de la música urbana a comienzos de 2010 en un momento en que el hip hop ocupa toda la atención del público juvenil a través de nuevas tendencias como el “rap susurrado” (en inglés mumble rap) y el trap de Atlanta, que a mediados de la segunda década de los dos mil comienza a desplazar al gangsta rap, invadiendo las corrientes comerciales a comienzos de los años noventa. En materia estilística y de popularidad, el trap reemplaza al “boom bap”, una tendencia sonora cuyo origen es onomatopéyico y representativo de la estética del hip hop en Nueva York.

Tecnología: papel clave

La tecnología juega un papel clave en esta nueva sonoridad, pero también lo hacen las sustancias de moda. La marihuana acompañó siempre el espíritu de la música rap de los años noventa –el álbum más icónico de la década, The Chronic, es bautizado así por ser una manera equivocada de llamar a la marihuana hidropónica. En los dos mil diez, la droga de moda en las calles entre la gente joven es el “lean”, una combinación de gaseosa y jarabe para la tos y dulces que produce un estupor semejante al de la anestesia luego de una cirugía: el cascabeleo percutivo y los bajos potentes emulan las sensaciones del cuerpo bajo el efecto del “lean”, y este parece hacerse aún más potente cuando se escucha la música.

La paulatina desaparición de las tendencias antiguas de la música urbana y las diferentes maneras en que otros géneros como el ambient, la electrónica, el indie, el metal, el punk, el grunge y el rock, permean al hip hop, le dan a Travis una poderosa paleta de colores de dónde escoger para que su música transite con facilidad por todos ellos, sin importar su destreza detrás de un micrófono.

Hijo de recientes apareamientos violentos de la clandestinidad, resultantes en grupos como Death Grips y músicos como JPEG Mafia, y heredero geográfico de los Geto Boys y DJ Screw –padres del género horror core y el screw, respectivamente –, Travis Scott ha sabido conectar todos los referentes a nuevas generaciones sumergidas en el poder del trap de artistas como Migos, Gucci Mane y Future, haciendo adeptos, seguidores y reproducciones masivas que lo convierten en una nueva estrella de rock, sin guitarras.

La ausencia de guitarras es irrelevante: quienes oyen a Travis lo ven como un ícono generacional, de la misma manera que sus padres encontraron en Kurt Cobain o Jim Morrison a mucho más que un músico: Travis es incitador de mentes inconformes, un pirómano del estatus quo, un peligro inminente. Así como era un honor regresar sin dientes de un concierto de Slayer en los años ochenta, es una medalla de oro regresar vivo de un show de Travis.

No es figurativa la idea: El festival Astroworld, fundado por el joven de 33 años, fue epicentro de una de las tragedias más grandes de la música en vivo durante el concierto más intenso de su vida: diez personas muertas, centenares de heridos, demandas multimillonarias y una oleada de publicidad negativa que casi acaba con su carrera.

Sin embargo, recientes imágenes del paso de la gira CIRCUS MAXIMUS en la cuenta de Instagram del cantante luego de su presentación en Italia, demuestran que la gente quiere más de Travis. 

Más de 80 mil personas y un nivel de histeria colectiva que ningún concierto de rock ha vivido desde las épocas del metal pesado de los ochenta, se ven como una oleada de violencia unificada. Una pared de carne y hueso que se mueve, a ratos coordinada con los beats, a ratos al son de su propia euforia, en un espectáculo anárquico en el que la música pasa a un segundo plano y es el público, sudoroso y golpeado, el protagonista.

Al final de cada show de Travis Scott, llegarán esos jóvenes a sus casas, desbocados de adrenalina, a decir lo mismo que decíamos en el momento más peligroso del punk y el thrash: que un concierto de Travis Scott les cambió la vida para siempre.

El mercadeo

La fama de Travis Scott, cultivada en sus conciertos, ha sido manejada de forma excepcional: su popularidad efervescente y constante durante los últimos 10 años han hecho de Scott una valla andante de productos como Nike, cuya asociación con la marca Air Jordan le ha respirado nueva vida al zapato y quitándole a Adidas Original su podio en la cultura pop. En 2020, el rapero colaboró con McDonald’s en el lanzamiento de ‘El Combo Travis Scott’ acompañada de mercancía y productos de ropa. Ese mismo año, Scott fue protagonista de una de las primeras presentaciones virtuales a través del videojuego Fortnite. 12 millones de espectadores entraron a ver el concierto. Con Playstation, Scott ha lanzado una edición especial de la famosa consola y accesorios junto a productos relacionados con la marca hechos por Scott. Estas colaboraciones han sido muy lucrativas y han ayudado a consolidar la imagen de Travis Scott como una figura influyente en la cultura popular y la moda.

AUTOR: ALEJANDRO MARÍN 

Para EL TIEMPO 

@themusicpimp

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Alejandro Marín

Alejandro Marín

Foto:Archivo particular

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2024-08-04 01:00:00
En la sección: EL TIEMPO.COM -Cultura

Publicado en Cultura

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