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La mejor herencia: la plusvalía del muerto

La mejor herencia: la plusvalía del muerto

Tengo un amigo que desde hace casi dos décadas conserva en cartera acciones de Apple. Su acierto esencial ha sido conservarlas, muy por encima de la visión de comprarlas, por debajo de 3 dólares, cuando nadie intuíamos la dependencia que iba a generar entre los usuarios de móviles la marca de la manzana mordida.

Era la época que solo éramos capaces de valorar la revolución que había supuesto el Apple II -con la ingeniería electrónica de Steve Wozniak y el concepto de utilidad para el usuario de Steve Jobs, consistente en que un ordenador debería ser una caja que incorporara una pantalla de vídeo y un teclado-. También era la época de las peleas por la presidencia de la compañía.

Mi amigo, cuando compró las acciones, debió hacerse el mismo planteamiento que John Sculley, entonces vicepresidente de Pepsi, cuando aceptó la presidencia de Apple. En un primer momento rechazó el propuesto. Para convencerlo Steve Jobs le planteó esta profunda pregunta: «¿Prefiere pasar el resto de su vida vendiendo agua azucarada o tener la oportunidad de cambiar el mundo desde Cupertino».

Quien invirtió en Apple casi en sus principios y ha sido capaz de conservar los títulos no habrá cambiado el mundo, pero de alguna forma debería haber cambiado su vida gracias al colchón financiero que compró. El problema que se le plantea a mi amigo, que ha ido madurando la inversión con stops de protección de beneficios alejados, que va subiendo año a año, es la enorme factura fiscal que tiene materializar las ganancias de hace casi dos décadas. Los 10.000 euros que invirtió en 2006 se han convertido en 600.000, y de liquidar la posición tendría que pagar a Hacienda unos 150.000 euros.

Me estaba contando esto como un problema, y entonces le interpelé: ¿Tu qué piensas dejar a tus hijos? Como la mayor parte de padres responsables me respondió que ha tratado de darles una buena educación, que es lo que se han de llevar. Entonces le contesté para que se peleen por dos pisos, que son más ilíquidos y difícilmente fraccionables, que aprovechen la plusvalía del muerto.

Me sorprendió que desconociera en que consiste la regla fiscal por la que si un inversor deja en herencia una acción o un fondo de inversión, el beneficiario no se queda con el coste de adquisición de quien las compró. El heredero se queda con el coste de adquisición de la fecha de fallecimiento del deudo.

Le dije a mi amigo que siguiera conservando sus acciones de Apple con stops de protección que solo saltasen en caso de que la manzana se pudriera. Si por desgracia, y el tampoco lo espera en un plazo inmediato le viene a buscar la parca, sus hijos podrán vender unas acciones compradas a 3 dólares a precios muy superiores a los casi 200 actuales. Y lo harán sin plusvalías apenas por las que tributar porque el impuesto de rentas de capital será insignificante, incluido el de sucesiones, sobre todo en la comunidades autónomas donde impera la lógica fiscal.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eleconomista.es

Publicado el: 2023-08-04 17:50:11
En la sección: elEconomista Mercados

Publicado en Economía y Finanzas