Si hay un producto de inversión fácil de construir hoy para los responsables de las gestoras, que genera rentabilidad y muy pocos problemas con el cliente, es un fondo de renta fija de escasa duración, de no más de dos años, esencialmente llamado fondo objetivo (nunca garantizado). Incluso con algo más de permanencia para retener al cliente, con un 2%-2,5% de expectativa de rentabilidad. «Hay que sacar este tipo de fondos como churros«, me decía el responsable de una gestora de gran tamaño del mercado español.
Su lógica es aplastante. En un momento en el que las Letras del Tesoro han dejado de tener interés -en la última subasta del año se han colocado al 2,2%- hay que traspasar todo el dinero que se pueda de depósitos y fondtesoros a un producto sencillo sin apenas asumir riesgo de mercado. El «como churros» es sinónimo de quedarse cortando cupones, desechando cualquier interés por gestionar activamente, que si se hace bien genera mayor rentabilidad que la que se logra con los vencimientos. Para poner un ejemplo, pensemos en que este año hay muchos gestores de renta fija activos que logran rentabilidades entre el 6% y el 10%, mientras que si un gestor se hubiese quedado solo con una cartera de bonos a diez años podría incluso sufrir pérdidas. ¡Se puede llegar a perder dinero en renta fija hasta en un escenario de bajada de tipos! Quien compró un T-Note, un diez años estadounidense, a finales del pasado año, perdería un 8% que se quedaría en la mitad por la apreciación del dólar.
Para evitar estas situaciones las entidades prefieren seguir friendo churros, seguir vendiendo fondos objetivos sin apenas duración, jugar a lo seguro y no correr riesgos. Los gestores activos en renta fija, los que hacen tartas, sin embargo, aconsejan alargar los vencimientos hasta el rango de 3 a 5 años, según se concluyó en el último Foro de la Gestión Activa de elEconomista.es. Pero para hacer tartas de calidad hay que seguir el mercado, comprar/vender y, sobre todo, analizar las compañías y la deuda que se adquiere de ellas porque es dónde se genera la rentabilidad adicional frente a los que cobran cupones de papel de los gobiernos.
Pero la churrera, que es también donde se hacen los churros y no sólo la señora que los hace, está en esto último. Los fondos más conservadores han conseguido sumar cerca de 700.000 partícipes en los últimos años, como buque abanderado en el que enrolar a todos los ahorradores en depósitos y como producto perfecto en el que acomodar a los desertores de Letras del Tesoro. Aunque, sin duda, el dato más llamativo es que los fondos objetivos contabilizan 560.000 partícipes cuando hace solo cuatro años eran 2.000.
La parte positiva es que la cultura del ahorro se extiende. La negativa es que quedarse en la churrería y no llegar a la pastelería es la demostración de que los ahorradores están muy lejos de ser inversores.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.eleconomista.es
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