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Riesgo, emoción y miedo. Los secretos del juego explicados por la psicología

Riesgo, emoción y miedo. Los secretos del juego explicados por la psicología

Nuestro subconsciente nunca deja de asombrarnos. Detrás de cada comportamiento, en cada actividad, oculto en las grietas de cualquier acción diaria, hay una operación de la que no somos conscientes, un mecanismo latente, activado por alguna sensación, pensamiento o recuerdo. Incluso la actividad de jugar, que parece ser una de las más simples y ligeras, esconde mucho de esto.

La psicología del juego, según informa Trans4Mind, es un universo apenas explorado, pero increíblemente fascinante. Habla de nosotros, nuestra vida, nuestro legado, pero también de nuestra sociedad y nuestra cultura. Habla de supersticiones y creencias que se remontan al amanecer del tiempo, de pasatiempos y entretenimientos que hemos tenido desde los tiempos de los romanos y los egipcios, de estatus social y expectativas.

Es indiscutible que el acto de jugar online se ha vuelto considerablemente más habitual. Numerosas personas, que previamente no estaban familiarizadas con el entorno digital antes de los confinamientos, han modificado sus hábitos online, sin embargo, esto no conlleva, por sí mismo, una connotación negativa. Los sistemas innovadores de gamificación, ahora integrados con enfoques psicológicos, juegan un papel significativo en la atracción de usuarios hacia el juego digital.

Un análisis básico de lo que sucede cuando jugamos podría comenzar enmarcando los sentimientos simbólicos de esta actividad. Comenzando con el primero: el riesgo. Un componente crucial de nuestra vida, emocionante, intenso, excitante. Cada actividad de juego depende en gran medida de este aspecto, jugando con la incertidumbre de no saber, con lo desconocido. Al enfrentarnos a todo esto, nuestro cerebro está diseñado para liberar dopamina, un neurotransmisor que estimula sentimientos de placer y recompensa. En nuestro cuerpo, surge una oleada de emoción, animándonos a jugar, apostar, probar nuestra suerte. Intentar ganar.

Luego llegamos a la segunda emoción esencial, la más alta de todas: la emoción de la victoria. La sensación que se desencadena después de acertar la combinación ganadora o después de marcar un punto crucial desencadena otra explosión de dopamina, que los psicólogos llaman el «efecto ganador». Esta investigación resalta cómo el número de endorfinas liberadas después de ganar, por ejemplo, una apuesta, puede hacer que el jugador se sienta eufórico al punto de instarlo a jugar otro juego. Un proceso que no está relacionado solo con el dinero, con las ganancias en efectivo, sino también con el sentimiento puro y simple de haber completado una misión, de haber alcanzado el objetivo. Algo que vincula nuestro lado animal, que nos hace competitivos, enfocados en la supervivencia y, por lo tanto, en ganar, con el lado social, con el papel y la imagen que sigue.

Obviamente, junto con la victoria llega la derrota. Y así, llegamos a la última emoción fundamental. Quizás incluso más fuerte. Los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky lo explicaron bien en un estudio ya bastante célebre: las personas sienten el dolor de la pérdida con más intensidad que el placer de ganar. Esto también está relacionado con nuestro ADN y la historia de nuestros antepasados, quienes, ante una pérdida de alimentos, refugio o herramientas, podrían haber arriesgado sus vidas. Por eso somos tan adversos a la derrota. Por eso siempre buscamos la victoria. Incluso en el mundo del juego. Donde, vale la pena recordar, ganas si juegas de manera segura y responsable. La psicología nos enseña esto.

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