Estropear una buena carne debería considerarse pecado mortal, y es que por muy buena calidad que compremos si no concemos la manera correcta de manipular, cocinar y servir el producto no vamos a sacarle todo el provecho que deberíamos. Y eso sí que no se puede permitir.
Desde dónde guardarla y a qué temperatura hasta cómo cortarla una vez cocinada juegan un papel fundamental en el sabor, la textura y la experiencia gastronómica.
¿Te imaginas comprar una carne de primerísima calidad pero que al ir a hincarla el diente sintamos que se han quedado tendones o partes más duras que nos estropean el bocado? Bien, pues efectivamente según cómo cortemos la carne conseguiremos darle una textura u otra.
Cómo hay que cortar la carne según la ciencia
Tal y como aseguran desde la cuenta de Instagram Soy Ciencia y Cocina, «cortar la carne en contra de sus fibras se ha vuelto un obligatorio según parrilleros y asadores», y no es una cuestión de capricho, sino que tiene una explicación científica.
Tal y como explica el experto Heinz Wuth, «la carne se compone de fibras musculares que cuanto más largas más resistentes, y por eso al cortar en contra, acortamos las fibras y es más fácil de masticar ya que nuestros dientes necesitan menos fuerza». Tal y como asegura el experto, si cortamos en el setido de la fibra necesitaremos ejercer más presión con la mandíbula para partir estas y que terminemos con la sensación de que la carne está durando aún estando tierna.
«Esto depende de muchos factores: si cortamos en el sentido de la fibra pero se mastica desde la posición contraria podemos conseguir que se sienta blando, ya que también depende de en qué posición entre a la boca«, asegura el experto, por lo que, aunque los parrilleros siempre recimiendan de manera acertada cortar la carne en el sentido contrario de la fibra, lo cierto e que hay muchos otros factores que entran en juego, como por ejemplo el tipo de carne.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.20minutos.es
Publicado el: 2024-09-27 12:00:00
En la sección: 20MINUTOS.ES – Gastronomía