Menú Cerrar

así aunó Ramón y Cajal sus dos grandes pasiones

así aunó Ramón y Cajal sus dos grandes pasiones

Santiago Ramón y Cajal es uno de los grandes personajes de nuestra historia que, todavía hoy, nos sigue sorprendiendo. En la memoria tenemos a ese científico barbudo que ganó el prestigioso premio Nobel pero, progresivamente, siguen apareciendo datos y documentos que nos demuestran que Cajal es mucho más. Además de al prestigioso neurocientífico, sus bocetos y dibujos nos permiten descubrir a otro Cajal: aquel que, desde niño, sintió la llamada del arte. Ese Cajal dibujante todavía no era don Santiago Ramón y Cajal, sino únicamente Santiago, el niño, el estudiante, el intento de artista, un pequeño que se escapaba para pintar a escondidas de su padre. 

Un niño de curiosidad sin límites, inquieto, que empezaba a descubrir el mundo, mucho antes de saber hasta dónde podía llegar. Dibujar en la hoja de papel en blanco fue una forma poderosa de dar rienda suelta a su imaginación y creatividad, una manera de expresar libremente pensamientos, ideas y sentimientos. La diversión del descubrimiento y su registro en dibujos se convirtió en una parte importante de sus vivencias más tempranas, una forma de descubrir el mundo que ya perfila al neurocientífico que será. De hecho, el honroso título que ostenta como «padre de la neurociencia moderna» se debe, en gran parte, a sus elaboradas visualizaciones del cerebro, aquel desconocido que pudimos empezar a comprender gracias a sus dibujos.

Uno de los primeros dibujos de Ramón y Cajal fue la ermita de La Virgen de Casbas, en AyerbeInstituto Cajal (CSIC)

Dibujándolo todo en cualquier parte

Si bien desde su más tierna infancia, Santiago Ramón y Cajal mostró un interés inusitado por las artes, la presión familiar lo reconducirá, con gran suerte, hacia la medicina. Su padre, el médico y profesor Justo Ramón Casasús, era algo estricto e intentó que, tanto Santiago como sus hermanos, aprendieran lo que significaba el valor del estudio y el esfuerzo. Sin embargo, Santiago estaba interesado por otros menesteres y se pasaba el tiempo correteando por el monte o dibujando en sus cuadernos, gravitando más hacia la expresión artística que hacia el estudio. 

Según su relato autobiográfico Recuerdos de mi vida, fue un adolescente algo rebelde que disfrutaba de trepar por árboles y tapias, le encantaba dibujar y hacer garabatos en cualquier superficie blanca que encontrara, sobre la que, según él mismo contaba, no podía resistirse a dar rienda suelta a su creatividad: 

«En aquellos heroicos tiempos de mi pictomanía, una superficie limpia, lisa y virginal, constituía una tentación pictórica irresistible, atrayéndome como atrae la luz a las mariposas nocturnas. Ver, pues, la pared y mancharla con tiza y carboncillo fue cosa de breves instantes». El Santiago niño tenía una curiosidad sin límite, le gustaba observar y dibujaba en cualquier parte. 

Uno de sus primeros dibujos que ya muestra una cierta calidad artística y de observación es la representación de un paisaje, en el que reproduce el entorno y el edificio de la ermita de la Virgen de Casbas, en Ayerbe (Huesca), donde vivió sus mejores años de infancia y juventud. La familia se había trasladado ya en varias ocasiones, a causa de las demandas del trabajo de su padre como cirujano, y cuando recalan, finalmente, en Ayerbe, Santiago tenía ocho años

Santiago Ramón y Cajal, en su juventud, tirando con arco

Eugenio M. Fernández Aguilar

Es en esta región donde descubrirá su pasión por el dibujo y pasará los días ilustrando y, más tarde, fotografiando todo lo que le rodeaba, ya fuese un paisaje, un bodegón o una escena cotidiana, cosa que su padre no ve con buenos ojos. Su rebeldía le llevará a convertirse en el líder de las correrías y travesuras infantiles, rodeándose de «malas compañías», como él mismo recuerda en Mi infancia y juventud (1901). Dado que en el entorno familiar no se veía con agrado esta afición artística, Santiago no tenía permitido dibujar en casa, pero siempre se las arreglaba para escaparse con el cuaderno bajo el brazo y salir al campo, donde podía pintar todo lo que rodeaba la espectacular naturaleza aragonesa. 

Uno de los dibujos de Cajal sobre los centros nerviosos de los insectos.ASC

En Ayerbe todos conocían al pequeño Santiago por sus travesuras, su rebeldía contra la autoridad y por ser poco aplicado. Pero, aunque en clase, de hecho, solían reprenderle por su mala conducta, nadie podía negar que tenía una gran habilidad para la pintura y el dibujo

Finalmente, el joven Santiago consiguió convencer a su padre para que le permitiese matricularse en clases de dibujo con el siguiente argumento: era una asignatura perfectamente compatible con el estudio de las ciencias naturales. Así que su padre le permitió dar clases con el pintor y profesor de dibujo León Abadías y Santolaria (1836-1894), pero le puso una condición: recibir lecciones de anatomía. Tal y como relata en Recuerdos de mi vida, en cuanto empezaron las clases, Cajal se entregó con ardor infatigable al dibujo: 

«Pronto pasé de la pepitoria fisonómica (ojos, narices, bocas) a las cabezas completas y a las figuras enteras. Trabajé con tan furiosa actividad, que antes de los tres meses agoté la colección oficial de modelos litográficos. Mi profesor, don León Abadías, sorprendido de tan extraño caso de afición pictórica, puso galantemente a mi disposición sus colecciones privadas de dibujos, que me consentía llevar por turno a casa para trabajar durante las veladas invernales. Embeleso y deleite de mis sentidos resultaba la citada labor, en la cual me pasaba, infatigable, los días de turbio en turbio, ocupado en copiar fervorosamente las nobles líneas de los héroes griegos y la expresión beatífica de las espirituales madonas de Rafael y de Murillo. Era la embriaguez del instinto estético, que sacia por fin su sed de ideal en las puras corrientes de la belleza clásica».

Cuatro dibujos de contactos pericelulares denominados «cálices de Held» (se dan entre las fibras del nervio y los cuerpos de las neuronas) que ayudan al cerebro a percibir y ubicar el sonidoInstituto Ramón y Cajal (CSIC)

El discípulo más brillante

El profesor León Abadías había nacido en Huesca y se había formado en la Escuela Superior Profesional de Pintura y Escultura de la capital aragonesa, además de completar su formación en la madrileña Academia de Bellas Artes de San Fernando

Tras concluir sus estudios de pintura, había vuelto a Huesca, donde montó un estudio de dibujo. Desde 1865 ocupaba la cátedra de dibujo del Instituto de Huesca y, aunque destaca más por su labor docente que por su fama como artista, Abadías alcanzó cierto reconocimiento por sus pinturas de paisaje, bodegones y decoraciones civiles y religiosas. No es de extrañar que Abadías contase con una gran colección de copias, grabados e ilustraciones de las obras artísticas más importantes, una colección que alimentó la afición de Cajal por las grandes obras de la historia del arte. 

Abadías no solo formó al joven Santiago en la reproducción de copias, sino que también le enseñó a dibujar del natural y la técnica de la acuarela. Llegó a considerarle como «el discípulo más brillante de cuantos habían pasado por su Academia », calificándole con sobresaliente y premio extraordinario al concluir su formación. 

Estructura microscópica y funcionamiento del cerebro: diferentes tipos de células en la sexta y séptima capa de la corteza cerebral. Dibujo original sobre papel de Ramón y Cajal (1904).Album

Tan satisfecho y asombrado había quedado Abadías por las dotes de dibujante de Cajal que, incluso, se preocupó de visitar la casa familiar en Ayerbe, donde solicitó una reunión con su padre, a quien quiso hacer partícipe de su entusiasmo, instándole encarecidamente a que permitiera al joven Santiago dedicarse por completo al arte del dibujo, por medio del cual le auguraba todos los éxitos y una triunfante carrera artística.

 Pese a que el maestro puso sobre la mesa todas sus dotes de convicción, el esfuerzo resultó en balde. Nada podía persuadir al padre para que permitiese a su hijo dedicarse a una profesión que él consideraba poco digna y que tanto se distanciaba del futuro que él había programado para él. 

Aunque seguía siendo un joven revoltoso, empezó a tomarse en serio los estudios, sin abandonar su amor por el arte, pero prestando más atención a otras materias que empezaron a resultarle interesantes, como la química, la historia natural y la que se convertirá en otra de sus grandes pasiones: la anatomía. 

Fue su padre quien, pensando que a través de esta disciplina podría incentivar su interés por la medicina, le llevó un día a regañadientes a la Universidad de Zaragoza para que dibujara las disecciones de las clases de anatomía que él mismo daba. En ese momento, Cajal quedó fascinado por la complejidad del cuerpo humano y, finalmente, accedió a comenzar la carrera de Medicina en la Universidad de Zaragoza. 

Su padre, por fin, estaba satisfecho de poder compartir sus conocimientos y el amor por la medicina con su hijo. Empezaron a pasar horas juntos diseccionando piezas anatómicas y, entonces, descubrió que la habilidad de su hijo, que tanto le había preocupado antes, le resultaba ahora una herramienta tremendamente útil. Su hijo era capaz de dibujar con el máximo detalle cualquier parte del cuerpo humano.

Esquema histológico referente al cerebelo y su estructura. Dibujo a color pintado por R. Prado de un delineado original de Santiago Ramón y Cajal.Facultad de Medicina de Madrid

Fascinación por la anatomía

Al mismo tiempo, Santiago descubrió en sí mismo una profunda motivación por el estudio de la anatomía y la disección. Este renovado interés le llevó a conseguir un puesto de ayudante de anatomía en la facultad y, al poco tiempo, consiguió una plaza de profesor auxiliar, comenzando su vida académica en la universidad. En 1879, obtuvo la plaza de director de Museos Anatómicos de Zaragoza

Así, conseguiría reconducir su motivación hacia la medicina y convertirla en su pasión, siendo su habilidad para dibujar una herramienta definitiva que le llevaría a revolucionar el modo en el que entendemos el cerebro y fundar así la neurociencia moderna. 

Fue mientras trabajaba como profesor en Barcelona cuando se produjo su encuentro con la técnica que revolucionaría su carrera, la llamada la reazione nera: «la reacción negra». Este era un invento del médico Camillo Golgi (1843-1926) que consistía en sumergir muestras de tejido cerebral en nitrato de plata para revelar las neuronas teñidas de negro, un procedimiento de tinción que ilustraba la morfología neuronal como nunca se había hecho. La imagen que permitía este procedimiento, a caballo entre lo científico y lo artístico, era la de la neurona coloreada de negro que revelaba su estructura. Una vez que el tinte negro mostró a Cajal las formas de las neuronas, pudo pintarlas sobre el papel

Su gran habilidad para el dibujo le permitió plasmar directamente en el papel sus observaciones (aunque existían otros métodos para reproducir las imágenes que hacerlo a mano alzada). El microscopio le permitía acceder a los más finos detalles y, de sus talentosas manos, iban surgiendo las reproducciones pictóricas más exactas de sus observaciones. 

Gracias a su destreza con el lápiz y los pinceles, además de su extraordinaria capacidad para sintetizar la información visual en dibujos magistralmente diseñados, que mostraban lo esencial de sus observaciones, sus ilustraciones se convirtieron en una parte esencial de su éxito como científico. Hoy, forman un legado que muestra una extraordinaria síntesis entre el conocimiento científico y la habilidad artística.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-05-16 06:00:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

Deja un comentario

WhatsApp