Menú Cerrar

así es como una grave enfermedad puede inspirar a varias generaciones de artistas

así es como una grave enfermedad puede inspirar a varias generaciones de artistas

Mi querida Elizabeth,

Ya han pasado dos meses completos desde que recibimos su carta anunciando que llegó a salvo a Woodville y la pobre Muddy, desde entonces, todos los días ha estado hablando de responderla, pero ha estado tan continuamente ocupada y tan preocupada por Virginia, que le ha resultado imposible, y hoy me ha encomendado que diga unas palabras en su favor.

No te imaginas cuánto te hemos extrañado todos. Parece como si hubiéramos perdido a uno de nuestra familia, pero creo que siempre es así en este mundo, nunca sabemos el verdadero valor de nuestros amigos hasta que la muerte o la distancia nos privan de su compañía. En cuanto a Mary Esther y Emily, se han dado por vencidas desde que llegaron a Baltimore. ¿Puedes creerlo? No hemos recibido una línea de ninguna de ellas desde que salieron de la ciudad. Mary Esther ha escrito varias veces, creo, a Harriet Beatty, pero no pensó que valiera la pena ni siquiera preguntar cómo estaba Virginia. Supongo que ha encontrado nuevos pretendientes de Baltimore y su mano está demasiado llena de ellos para pensar en viejos amigos.

Supongo que has oído que nos hemos mudado. La otra casa se humedeció tanto, durante una o dos fuertes lluvias, que no pudimos soportarlo más, así que nos fuimos a toda prisa, para gran asombro, y creo que para gran pesar de las «solteronas». Adquirimos una casa muy bonita y conveniente, recién construida, en Coates Street, no lejos de Fairmount».

Retrato
de Virginia Poe, esposa de Edgar Allan Poe.
Getty

Edgar Allan Poe

La carta, que no da puntada sin hilo, está fechada en Filadelfia, fue escrita el 7 de julio de 1842 por el poeta Edgar Allan Poe e iba dirigida a Elizabeth Rebecca Tutt, prima y amiga del escritor. Durante los seis años de estancia en Filadelfia, Poe vivió en cinco casas diferentes. La familia necesitaba un hogar amplio y luminoso que ayudara a curar los pulmones de Virginia Clemm, la joven esposa de Edgar Allan Poe. El conjunto familiar incluía a la suegra del poeta, Maria Clemm, o «Muddy», y a una gata llamada Catterina.

La casa de Coates Street era acogedora, pero allí sucedieron algunos acontecimientos lamentables para los Poe. Hacia finales de enero de 1842, Edgar reunió a un grupo de amigos para pasar la noche en el hogar de Coates Street. Había un fuego de carbón y Virginia, seguida por la gata, dispensaba, cafetera en mano, hospitalidad sencilla y educada. Algunos leían y otros hablaban. Los pájaros estaban dormidos, con un paño echado sobre su jaula. El ambiente afable invitó a sacar un arpa con la que amenizar la velada. Virginia, como hacía a menudo, era la encargada de la música. Deslizó los dedos por las cuerdas y empezó a cantar. Tocó el instrumento en el salón, junto a la chimenea, mientras miraba a los espectadores con ojos grandes y brillantes, enmarcados en un rostro de cera. Virginia era delicada, morbosamente angelical, y la escena que protagonizaba, serena y etérea. 

Todos lo notaron. Vestida de blanco, cantando a la luz de la lámpara, Virginia parecía la personificación de una heroína victoriana. Las notas ascendían, vaporosas y claras, inundando la estancia, pero en apenas un instante, todo cambió. De repente, Virginia paró y se aferró la garganta. Tuvo un repentino ataque de tos y hemoptisis y a continuación, una ola de sangre carmesí corrió por su pecho. Pareció que iba a morir. Poe corrió hacia ella. Con la ropa ensangrentada, cogió a Virginia, la llevó arriba y la acostó en la cama. Acudieron en busca del doctor John Kearsley Mitchell. La cordura de Poe estaba, de un modo peculiar, ligada a la vida de Virginia, que desde entonces mostró síntomas inequívocos de padecer tuberculosis. La noticia, confirmada por los médicos, fue demoledora. En aquella época la enfermedad era sinónimo de muerte. 

Consecuencia de ello, Poe rezumaba angustia, terror, desesperación y tristeza y transportó, en varias ocasiones, estos sentimientos a su obra literaria. El poeta escribió sobre la enfermedad en un cuento de suspenso y terror titulado La verdad sobre el caso del señor Valdemar, publicado por primera vez en diciembre de 1845 en la revista American Whig Review, donde Poe narra cómo el protagonista, enfermo terminal de tuberculosis, consiente realizar un experimento de mesmerismo. El relato es crudo y detallado, por lo que parece inspirado por los sufrimientos padecidos por Virginia, que al igual que Valdemar, no pudo superar la enfermedad y murió de tuberculosis el 30 de enero de 1847, a la edad de 24 años. 

Poco antes, también en 1845, Poe publicó El cuervo, un poema narrativo, considerado la obra más famosa del escritor, donde el protagonista, un pajarraco lúgubre cuyo nombre era Nunca más, encaramado sobre el busto de Palas Atenea, azuza el sufrimiento de un estudiante que ha perdido a su amada Lenore. Hay indicios evidentes que invitan a pensar que la obra de El cuervo está inspirada en los padecimientos de Virginia Clemm. Sin duda, la tuberculosis marcó la vida y la trayectoria profesional de Edgar Allan Poe. Elizabeth Arnold, madre biológica de Poe, falleció a los veinticuatro años víctima de la tuberculosis, cuando Edgar aún no había cumplido los tres años. Frances Allan, madre adoptiva de Poe, también murió de tuberculosis cuando el escritor tenía veinte años. Poe no superó la muerte de Virginia, al poco, entrado el otoño de 1849, falleció por causas desconocidas a la edad de cuarenta años.

Dos radiografías muestran los efectos perjudiciales de la tuberculosis.Shutterstock

¿Pero qué es la tuberculosis?

La tuberculosis es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis que infecta principalmente los pulmones, aunque también puede extenderse a otros órganos y tejidos, incluidos los intestinos, el hígado, los ganglios linfáticos, la piel, el cerebro y los sistemas musculoesquelético y reproductivo. En realidad, las bacterias que originan la tuberculosis son conocidas como complejo Mycobacterium tuberculosis. El complejo Mycobacterium tuberculosis contiene, entre otras, a las especies Mycobacterium africanum, Mycobacterium bovis, Mycobacterium canettii, Mycobacterium pinnipedii, Mycobacterium caprae, Mycobacterium mungi, Mycobacterium orygis, Mycobacterium suricattae, Mycobacterium microti y Mycobacterium tuberculosis. Las bacterias de este grupo, muy relacionadas entre ellas, son patógenos obligados, de humanos y de diferentes especies de mamíferos salvajes y domesticados, y los agentes etiológicos de la tuberculosis. La enfermedad recibe este nombre por las lesiones nodulares, denominadas tubérculos, que son observadas en los pulmones de los afectados.

La afección lleva siglos entre nosotros y ha impregnado todos y cada uno de los rincones de la humanidad, incluidos el arte y la literatura. Especialmente en el siglo XIX, cuando la tuberculosis martilleaba con furia al planeta y recibió el apodo de «la gran plaga blanca». La Revolución Industrial, que comenzó en la Inglaterra del siglo XVIII, junto con la pobreza, la urbanización y la miseria, creó un ambiente óptimo para la propagación de la tuberculosis en Europa. A principios del siglo XIX, una de cada cuatro muertes era debida a la tuberculosis.

Tratamiento de la tuberculosis
cutánea en el Finsens Medical Light Institute de Copenhague con la lámpara Finsen.
Album

Eufemismos alegóricos

Los síntomas clásicos de la tuberculosis pulmonar incluyen fiebre, sudores nocturnos, palidez acentuada, pérdida de peso, tos crónica y expectoración con sangre. La evidente y alarmante pérdida de peso y el llamado «consumo», asociado con la tuberculosis, llevaron a que la enfermedad también fuera conocida como tisis, al considerar que consumía a la persona afectada. De ahí que la palabra tísico sirva para adjetivar, tanto a una persona que padece la tuberculosis, cómo a alguien de apariencia muy delgada. A menudo, entre las celebridades literarias, las descripciones de la decadencia que provocaba la tisis eran revestidas de eufemismos alegóricos. John Keats, uno de los principales poetas ingleses del Romanticismo, murió de tuberculosis en 1821 a la edad de 25 años, y justo antes escribió, en la línea 26 del poema Oda a un ruiseñor, una declaración, quizás autobiográfica, que decía: «Donde la juventud se vuelve pálida y delgada como un espectro y muere».

Algunos estudiosos apuntan a que la poesía romántica de John Keats y Percy Bysshe Shelley buscaba encontrar la belleza en el horror y la melancolía de la tuberculosis. En una ocasión, el poeta Lord Byron comentó a su amigo Lord Sligo que le gustaría morir de tisis y cuando el perplejo camarada preguntó el por qué, el poeta respondió que porque entonces todas las mujeres dirían «mira a ese pobre Byron, qué interesante se ve al morir». Así estaban las cabezas. 

Del mismo modo, la deriva y maestría de la obra de Novalis, representante del Romanticismo alemán temprano, está asociada a la muerte temprana por tuberculosis de su amada Sophie von Kühn. Otro poeta, Gustavo Adolfo Bécquer, enfermo de tuberculosis, se retiró, entre diciembre de 1863 y julio de 1864, con su hermano Valeriano, al monasterio de Veruela en Zaragoza y allí escribió una colección epistolar titulada Cartas desde mi celda, que fue publicada, a lo largo de 1864, en el diario madrileño El Contemporáneo.

La literatura del siglo XIX y principios del XX está repleta de ejemplos que bailan con la tuberculosis. Sin ir más lejos, Thomas Mann escribió la novela La montaña mágica (1924), un clásico de la literatura alemana que está ambientado en un sanatorio de los Alpes suizos, después de que su esposa, enferma de tuberculosis, fuera internada en el Sanatorio Wald de Davos en Suiza.

Retrato de Gustavo
Adolfo Bécquer (1862), de
Valeriano Domínguez
Bécquer.
ASC

Reflejo en la literatura

Los casos son variopintos, e incluyen entre otros a Margarita Gautier, que en La dama de las camelias (1848) de Alejandro Dumas hijo, es el prototipo de languidez femenina atribuida a la tuberculosis. La obra está inspirada en el romance real que mantuvo Alejandro Dumas con Marie Duplessis, una joven cortesana de París enferma de tuberculosis. Mimi, en La bohème (1896) de Puccini, y Violetta, en La Traviata (1853) de Verdi, también sufren tuberculosis. 

Para crear al personaje de Quasimodo, el grotesco y jorobado campanero de Notre-Dame en la novela Nuestra Señora de París (1831), Víctor Hugo encontró inspiración en la tuberculosis vertebral que sufría Alexander Pope, destacado poeta inglés del siglo XVIII que, desde la juventud, vivió deformado y atrofiado por la enfermedad de Pott o tuberculosis de la columna vertebral. Además, Victor Hugo reflejó en su novela Los miserables (1862) la presencia en París de la tuberculosis, una enfermedad brutal, que desmantelaba la esperanza y agostaba a la población europea. En la obra, Fantine, huérfana parisina que el autor describe como una joven atractiva que ofrecía una dote de oro y perlas, el oro derramado en su pelo y las perlas ocultas en la boca, mercadeaba con su cuerpo y murió demacrada a causa de la tuberculosis. 

Fiódor Dostoyevski fue otro autor familiarizado con la tuberculosis, porque su madre y su esposa murieron de tisis, lo que facilitó que escribiera sobre la enfermedad en muchas de sus obras. En concreto, Katerina Ivanovna en Crimen y Castigo (1866), Kirillov en Los endemoniados (1872) o Ippolit y Marie en El idiota (1869) padecen tuberculosis. La tuberculosis también golpeó a las inconmensurables hermanas Brontë, Charlotte, Emily y Anne, y resultó esencial en la creación de sus novelas Jane Eyre (1847), Cumbres Borrascosas (1847) y Agnes Grey (1847).

Retrato de Charles
Dickens entre 1867 y 1868.
Heritage Auction Gallery

Charles Dickens, en la obra La vida y las aventuras de Nicholas Nickleby (1839), describe la tisis como una terrible enfermedad que prepara a su víctima, por así decirlo, para la muerte, refinando su aspecto más burdo, y arrojando alrededor miradas familiares sobrenaturales indicativas del cambio venidero. El talento de Dickens permitió al escritor plasmar con brillantez los síntomas de la tuberculosis en sus novelas. La tos prolongada, el broncoespasmo, la fiebre, los sudores nocturnos, la pérdida de peso y de energía, la falta de sueño y de apetito, y el trauma emocional que experimentaba la persona afectada de tuberculosis quedaba perfilado en los párrafos trazados por Dickens. Para el escritor, la tuberculosis era un padecimiento atroz e insistió con los síntomas tuberculosos en la descripción del mal que afectaba al personaje de Timothy Cratchit, el pequeño Tiny Tim en la novela Cuento de Navidad (1843). 

El poeta inglés William Ernest Henley, que de niño padeció tuberculosis y sufrió la amputación de una pierna a consecuencia de la enfermedad, sirvió de inspiración para que su amigo Robert Louis Stevenson creara a Long John Silver, el personaje con pata de palo de la novela La isla del tesoro (1884).

La historia de Mercy Brown, una joven mujer tuberculosa que, consecuencia de la enfermedad, fue tildada de vampira a finales del siglo XIX, tuvo gran repercusión. Varios artículos del Boston Daily Globe y del New York World dieron notoriedad al asunto y Bram Stoker sintió tanto interés por el incidente que hasta influyó en la redacción del manuscrito de Drácula (1896), ya que el personaje de Lucy Westera parece estar inspirado en Mercy Brown.

Fotografía de Bram Stoker
sobre 1906.
ASC

Tuberculosis y artes plásticas

Y hay más. La tuberculosis afectó durante años al pintor Edvard Munch, y zarandeó con violencia el árbol familiar, influyendo en la composición y creación de la obra del artista. En particular, la muerte prematura de su hermana Johanne Sofie, en 1877, a la edad de 15 años, dejó huella imborrable en el alma de Munch, que años más tarde, pintó un grupo de seis pinturas tituladas La niña enferma, en las que plasmó el momento anterior a la muerte por tuberculosis de Sophie.

El pintor francés, Eugène Delacroix, que era tuberculoso, reflejó el aspecto enfermizo y triste de Chopin, que también era tísico, en la obra Retrato de Frédéric Chopin y George Sand (1838). El único autorretrato de Amadeo Modigliani, pintado al óleo en 1919 en París, muestra los rasgos típicos del enfermo de tuberculosis. La extremada palidez y delgadez, la mirada triste y melancólica, y la estampa febril de la pintura, muestran la tuberculosis avanzada que padecía Modigliani y que provocó su muerte el 24 de enero de 1920, a la edad de 35 años. El propio Sandro Botichelli, considerado uno de los exponentes de la pintura del Renacimiento italiano, fue influido por la tuberculosis, pues Simonetta Vespucci, musa y amante del pintor, era tísica. El rostro pálido y el aspecto febril de Simonetta, propios de la tuberculosis que padecía, quedaron representados en obras como El nacimiento de Venus (1482-1485) o La primavera (1477-1478) y acabaron convirtiéndose en el paradigma de la belleza romántica del siglo XIX.

Por desgracia, la tuberculosis no ha quedado contenida en las pinturas y en las páginas de novelas y poemas universales. En los últimos dos siglos, la enfermedad ha matado a más personas que otras enfermedades como la malaria, la peste, el cólera, la gripe y el VIH juntos. No en vano sigue siendo una de las enfermedades infecciosas más letales del mundo en la que se sigue investigando sin descanso hasta dar con la cura.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-06-18 06:00:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Mi resumen de noticias

WhatsApp